Que no la quieren ver. Pero que vió la mismísima Venezuela desde el inicio de diálogo entre el régimen y la oposición y también el mundo a través de testimonios espantosos, trágicos, sangrientos, expuesta por los partidos políticos frente a los oficialistas comandados por Maduro, un Maduro singularmente serio, como impactado por las exposiciones de cada opositor que hablaba por la MUD, organizados y bien informados sobre la realidad que este régimen se niega a aceptar en su más obvio fracaso en cualquier rama que se le confronte. Ramón Guillermo Aveledo, sobrio, específico, inició la exposición de esta Venezuela que nunca pudieron rebatir.
Pero como todo en este “gobierno”, todo ha sido misterioso, bajo sombras, sin hacerlo compartir por la atención pública. Y por eso se complicaron ellos mismos. Parecían improvisados, perdidos. Arreaza, quien hacía de presentador, buscaba como llenar vacíos sin lograrlo, Diosdado rugía contenido de la rabia, Jorge Rodríguez reía estúpidamente, Aristóbulo estaba consciente que aquello era una imagen perdedora, el “tupamaro” miembro del gobierno, pidiendo el premio nobel de la Paz para un Maduro que parecía en schock ante lo que escuchaba y veía.
Andrés Velázquez puso en duda, desde allí, que se llegara a algo. El próximo martes será el otro encuentro cuando ya las solicitudes, para no escribir lo que el régimen no quiere leer, EXIGENCIAS, tienen que tener repuestas. Pondrá la situación a Maduro en su más difícil momento: entender que no se puede seguir el guión que le escriben los suyos, que hay otra Venezuela que leer, que considerar. Que aceptar. O volver a la arrogancia de un poder que si no se administra con verdadera justicia, con respeto humano y con integridad, lo enterrará en la mas pantanosa página de esta historia que hoy escribimos.
Esa mujer es Venezuela. Y esa es la Guardia Nacional que le dispara por la espalda.
Isa Dobles