Desde hace más de un mes Venezuela está viviendo una crisis en el plano político, económico y social, como nunca se ha vivido en la era chavista. La muerte del presidente Chávez desorientó a la cúpula roja y desde entonces nadie sabe realmente donde se toman las decisiones que se ejecutan en el país. Por momentos la influencia de la Habana es notoria, pero por otro lado el peso de los militares y los radicales ideológicos venezolanos es innegable.
Hemos defendido y argumentado semana tras semana que la raíz del problema económico en Venezuela es el agotamiento del modelo chavista. Ese modelo que tiene al Estado como protagonista en este sector, que expropia empresas para luego colapsar sus libros financieros y su capacidad de producción, que fija precios sin revisiones periódicas y que busca quebrar a los empresarios, ese modelo que tanto daño nos ha hecho, es prácticamente insostenible. Las consecuencias del fracaso del modelo nutren la protesta, que por cierto, es con usted señor presidente.
Los venezolanos estamos cansados de que el miedo sea el sentimiento que predomine en nuestros días. No es sano para ningún ser humano que nuestra vida se limite a nuestra casa y nuestro trabajo porque “la cosa en la calle está fea”. Estamos hartos de vivir en un país donde hasta sacar el celular en la calle nos produzca pánico. Es inconcebible que la autoridad que verdaderamente mande en las calles sean unos malandros en motos que hacen lo que les da la gana. Esta desafortunada realidad enciende el ánimo de muchos venezolanos que además no creen ni en planes de seguridad ni en conferencias de paz por una razón muy sencilla: no dan resultados. Como puede ver señor presidente, nuevamente la cosa es con usted.
Canalizar el descontento de tantos venezolanos no es una tarea fácil, pero todas ellas tienen un punto en común: el protagonista es usted señor presidente. Como Ingeniero de profesión le digo que no hay manera que tantos venezolanos quepamos en Miraflores ni en el cuartel de la montaña, es decir, a pesar de que la protesta y el descontento es con usted, es físicamente imposible que la protesta se ejecute en la(s) sede(s) del poder ejecutivo. De tal manera que, como ha ocurrido históricamente en nuestro país, las protestas hoy por hoy en contra del gobierno central se realizan en las plazas, en las calles, en las universidades, en las urbanizaciones, en los barrios, es decir, ocurren por todos lados. Los alcaldes no tienen ni la autoridad ni la competencia de detener estas protestas, especialmente cuando es un derecho claramente establecido en nuestra constitución.
Buscar amedrentar y amenazar al alcalde del hatillo, David Smolansky, y al alcalde de Baruta, Gerardo Blyde, con una medida del Tribunal Supremo de Justicia por las protestas realizadas en sus respectivos municipios, es buscar lavarse las manos de la manera más descarada ante esta situación, especialmente cuando ambos alcaldes han rechazado públicamente reiteradas veces que las personas tranquen las vías públicas.
En Venezuela se ha denunciado desde hace muchos años que no existe una clara división de los poderes, y esta medida es una evidencia más para ese caso. Entonces no busque evadir la responsabilidad señor presidente con lo que está ocurriendo en Venezuela. No trate de voltear la mirada, no trate de hacerse el loco ni mucho menos apelar a la técnica del avestruz. No intente culpar a otros cuando en el fondo tanto nosotros como ustedes sabemos muy bien que usted es el protagonista de esta novela…
