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Salud

Estudio asocia ronquidos con niños hiperactivos

Los niños que roncan, que sufren apnea durante el sueño o tienen otros problemas de respiración al dormir están en riesgo de presentar problemas de conducta, afirma una investigación.

Según los científicos del Colegio de Medicina Albert Einstein de la Universidad Yeshiva, en Nueva York, el apnea de sueño y los ronquidos incrementan el riesgo futuro de que el niño presente problemas como hiperactividad.

El estudio, publicado en la revista Pediatrics, analizó datos de unos 11.000 niños en el Reino Unido.

Según la doctora Karen Bonuck, quien dirigió el estudio, es probable que los problemas durante el sueño perjudiquen el desarrollo cerebral.

Estudios pasados calculan que uno de cada 10 niños ronca regularmente y entre 2 y 4% sufren apnea durante el sueño.

Este trastorno, uno de los problemas respiratorios más frecuentes durante el sueño tanto en adultos como niños, se caracteriza por pausas anormales para inhalar o una reducción anormalmente baja o interrupción del flujo de aire a los pulmones durante el sueño.

A menudo la responsable del apnea durante el sueño es la inflamación de las amígdalas o adenoides.

En los adultos, este trastorno puede resultar en un cansanció excesivo durante el día y algunos estudios han sugerido que problemas como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) podría estar vinculado al apnea de sueño en los niños.

Ahora la nueva investigación, que estudió una muestra suficientemente amplia de niños, ofrece evidencia más clara sobre este vínculo.

 

Abastecimiento de oxígeno

En el estudio se pidió a los padres que completaran un cuestionario en el que debían registrar tanto el nivel de ronquidos como apnea que presentaron los niños durante sus primeros seis o siete años de vida.

Y también debían de hacer un análisis del comportamiento de sus niños.

Según la explica la doctora Bonuck, la comparación de esos datos reveló que los niños que tenían problemas de respiración durante el sueño mostraron entre 40 y 100% más probabilidades de desarrollar «problemas neuroconductuales» al cumplir los siete años.

E incluso los niños cuyos síntomas se resolvieron cuando cumplieron los 18 meses mostraron un riesgo de entre 40 y 50% mayor de desarrollar problemas conductuales a los siete años que los niños que nunca mostraron los trastornos.

Según la investigadora los trastornos de respiración al dormir pueden causar problemas conductuales por varias razones: al reducir el abastecimiento de oxigeno al cerebro, interrumpir los «procesos de restauración» de sueño o interrumpir el equilibrio de los agentes químicos cerebrales.

«Hasta ahora, realmente no contábamos con evidencia firme de que la respiración interrumpida en el sueño ciertamente era un precedente de conducta problemática, como la hiperactividad» afirma la doctora Bonuck.

«Pero este estudio muestra claramente que los síntomas realmente preceden a los problemas conductuales y esto es evidencia firme de que están causando estos problemas», agrega.

Según la investigadora estos resultados muestran que los problemas de respiración al dormir deben ser atendidos cuanto antes, incluso en el primer año de vida del niño.

Esto puede incluir un monitoreo detallado o tratamiento como cirugía de extracción de amígdalas o adenoides, dice la doctora Bonuck.

Por su parte Marianne Davey, de la Sociedad Británica de Ronquidos y Apnea de Sueño, expresa que hasta ahora no se ha reconocido la importancia del vínculo entre los problemas durante el sueño en los niños y la mala conducta.

«A menudo los padres no hacen la conexión ni lo mencionan a su médico general, así que se coloca en el niño la etiqueta del TDAH y en ocasiones incluso se le da medicamento».

«Eso no está bien, porque si se ataca el problema del sueño la conducta mejorará casi de inmediato» agrega la experta.

 

Sendai Zea Mar 05, 2012 | Actualizado hace 12 años
Estudio: La depresión nos hace olvidadizos

La depresión perjudica la memoria al restarle al cerebro plasticidad y capacidad de adaptación, según un estudio de investigadores suecos.

Científicos del Instituto Karolinska de Estocolmo trazaron la forma en que el estado depresivo resta plasticidad a las células cerebrales y se convierte en un obstáculo para diferentes funciones cerebrales, sobre todo la capacidad de almacenamiento en la memoria.

La profesora Mia Lindskog, responsable del estudio, le explicó a BBC Mundo que esa pérdida de plasticidad del cerebro deprimido significa una merma en la «capacidad para incrementar o reducir la conectividad entre las células».

«Nuestra idea inicial era demostrar que la depresión podía deberse a la falta de plasticidad, lo que hacía que el cerebro se volviera más rígido y no pudiera cambiar de pensamiento con normalidad. Pero comprobamos que no era cierto», agregó Lindkog.

La experta agregó que su equipo busca «nuevos mecanismos que puedan ayudar a encontrar terapias innovadoras contra la depresión».

«Ahora entendemos mucho más sobre cómo la actividad del cerebro es diferente cuando el individuo sufre depresión».

Memoria y apatía

Las conclusiones del equipo de Lindskog se basan en un experimento llevado a cabo con ratas criadas especialmente para que presentaran comportamientos depresivos.

Las ratas fueron sometidas a dos pruebas para confirmar sus comportamientos característicos de la depresión, uno sobre memoria y otro sobre su nivel de apatía: las soltaron en un contenedor con agua y observaron si se limitaban a flotar -las deprimidas- o trataban de salir.

Una vez confirmado su comportamiento depresivo, les administraban serina, un aminoácido.

La sustancia mejoraba sus habilidades memorísticas, pero no pareció tener efecto en la apatía.

Al tiempo, estudiaron las zonas del cerebro más relacionadas con la memoria y detectaron mayor actividad sináptica en las ratas deprimidas que en los ejemplares de control.

Sin embargo, cuando trataron de incrementar el nivel de interconectividad cerebral, se puso de manifiesto la falta de respuesta al estímulo en el caso de las ratas deprimidas, lo que indicaba una falta de plasticidad.

Con la serina la plasticidad del cerebro de las ratas deprimidas mejoró.

«Demostramos que hay dos síntomas que pueden ser influenciados de forma independiente, lo que significa que pueden ser tratados en tándem en pacientes con depresión», comentó Lindskog.

Sin embargo, como explica Lindskog, «la serina no pasa de la sangre al cerebro particularmente bien, así que no parece un candidato en el que fundamentar un nuevo medicamento».

«Pero identificamos el mecanismo por el que es posible mejorar la plasticidad y, consecuentemente la memoria, un camino por el que deberíamos trabajar para ser capaces de encontrar una vía que no implique necesariamente la serina».

 

 

Aunque muchuso piensan que las personas mayores tienden a dormir peor, esta creencia está siendo desafiada por un estudio estadounidense que afirma exactamente lo contrario.

El estudio, que partió de una encuesta con más de 150.000 adultos, concluye que, aparte de un empeoramiento que se da alrededor de los 40, la percepción de la calidad del sueño mejora con los años.

 

De hecho, según el estudio publicado en la revista especializada Journal Sleep, quienes expresaron una mejor calidad de sueño fueron los octogenarios.

Otro investigador sobre el sueño del Reino Unido opina que lo que de verdad afecta a la calidad de las horas que pasamos durmiendo es el estado de salud (que tiende a empeorar con los años) y no tanto la edad en sí.

En general, en las universidades se estudia el sueño con sofisticados dispositivos que miden cuánto dura y sus perturbaciones. Pero los datos que arrojan no siempre coinciden con la opinión de los propios individuos respecto a sus horas de sueño.

La crisis de los 40

Sin embargo, la investigación, hecha por el Centro para el Sueño y Neurobiología Circadiana de la Universidad de Pennsylvania, optó por centrarse en preguntar a un gran número de individuos escogidos al azar sobre su sueño.

También se les preguntó por su perfil racial, de ingresos, nivel educativo, humor y estado de salud.

Tras demostrarse que la depresión y las enfermedades están relacionadas con la baja calidad del sueño, los investigadores hicieron ajustes en los resultados para compensarlo.

La conclusión a la que llegaron fue reveladora: la percepción negativa del propio sueño decae con la edad. Los que menos quejas tenían eran los de más de 70 años.

La única excepción en esta tendencia se encontró en las personas de mediana edad. Los cuarentones son los que más se quejan de sus horas de sueño.

 

Depende del estado de ánimo

Michael Grandner, responsable del estudio, dijo que la razón para llevar a cabo un estudio de estas características estaba en confirmar precisamente lo contrario, que la calidad del sueño cae con el paso de los años.

«Estos resultados nos fuerzan a repensar lo que sabemos sobre el sueño en personas de edad avanzada, tanto hombres como mujeres», comentó Grandner.

El especialista tampoco descarta que la realidad sea que aunque las personas mayores duerman peor, sí se puede constatar que por lo menos lo perciben de forma más positiva.

«Aunque el sueño en los mayores fuera peor que en los adultos más jóvenes, lo cierto es que la forma en que perciben el sueño mejora con los años».

El profesor Derk-Jan Dijk, especialista en Psicología del Sueño y director del Centro de Investigación del Sueño de Surrey (Reino Unido), opina que el estudio es al menos «interesante».

«Tenemos que huir de todos esos mitos sobre la edad. Muchas personas mayores están felices con cómo duermen», dijo Dijk.

No obstante, Dijk afirmó que preguntar a una persona sobre su percepción subjetiva de cómo duerme puede ser respondido en función del estado de ánimo en ese momento.

«Si estás enfadado porque tu jefe te denegó una subida salarial, tu percepción de tu calidad de sueño puede ser muy diferente de quien se siente contento con su vida en general».

Un estudio encontró que quienes trabajan más horas son más propensos a la depresión, y de hecho ésta no sería la única enfermedad que podría provocar el trabajo. Demasiadas horas en la oficina afectarían tu salud física y mental. Conoce 10 males relacionados con el trabajo y algunos consejos para evitarlos.

Horas extra, ¿son muy malas?

Puedes tener más paga, pero «Las horas extra nos mantienen expuestos al estrés, al sedentarismo y a la comida chatarra, y nos dejan menos tiempo para hacer ejercicio y descansar. Esto simplemente daña la salud en varios aspectos», asegura la Dra. Marianna Virtanen, de Colegio Universitario de Londres.

1. Depresión

Trabajar más de 8 horas elevaría tres veces el riesgo de depresión. Según la Dra. Virtanen, «Las horas extra provocarían una mayor exposición al estrés, y al mismo tiempo nos mantendrían alejados de la familia y los amigos, lo que provocaría un sentimiento de soledad y abatimiento”.

2. Abuso de sustancias

Si hay mucho estrés, los trabajadores puden empezar a fumar o abusar del alcohol u otras sustancias. Para la Dra. Anne Spurgeon, del Instituto de Salud Ocupacional en Inglaterra, «Este comportamiento sería un ‘sistema de defensa’, una manera de combatir el estrés, pero por supuesto provoca más males de los que resuelve».

3. Pérdida de memoria

«El exceso de cortisol, hormona relacionada con el estrés, dañaría zonas del cerebro relacionadas con la memoria y el aprendizaje, afectando la capacidad de recordar, adquirir nuevos recuerdos y elevando el riesgo de demencia», asegura el Dr. Robert M. Sapolsky, de la Universidad de Stanford.

Estrés, una peligrosa constante

En cantidades adecuadas, el estrés te hará permanecer activo y alerta. El problema es el exceso: «Padecerlo en grandes cantidades o por mucho tiempo hace del estrés uno de los principales factores de riesgo en el trabajo», asegura el Dr. Jeremy Broadhead, del Priory Hospital Hayes Grove en Inglaterra.

4. Síndrome de desgaste profesional

Este mal, también llamado Síndrome Burnout, es ocasionado por un estrés constante y horarios extremos. La Univerisdad Laval, en Canadá, informa que en este caso el trabajador empieza a sentir que, sin importar su esfuerzo, el trabajo lo sobrepasa, provocándole frustración y desilusión profundas.

 

Fatiga y desilusión

Según el Dr. Wilmar Schaufeli, de la Universidad de Utrecht, quienes padecen síndrome burnout se enfrentan a diversos males psicológicos, como depresión y ansiedad, que pueden llevarlos incluso al suicidio; además, se presentarían problemas físicos como fatiga crónica y dolores musculoesqueléticos.

5. Problemas para dormir

Trabajar horas extra o hacerlo en un ambiente estresante se relacionaría con una menor calidad de sueño. «Puede no sonar muy grave, pero la falta de sueño provocaría daños cognitivos y cerebrales, además de elevar el riesgo de males cardíacos, hipertensión y diabetes», según la Dra. Hannah Knudsen, de la Universidad de Georgia.

6. Enfermedades cardiovasculares

Trabajar demás elevaría el riesgo de ataque cardíaco un 67%, según un estudio del Colegio Universitario de Londres. El Dr. Gregg C. Fonarow explica que «Al trabajar más, se está más tiempo sentado, se duerme menos y se está más expuesto al estrés, factores todos que elevan el riesgo de infarto y otros males como hipertensión y ataque cerebral».

7. Diabetes

«Trabajar hasta muy tarde o tener el turno nocturno alterara nuestro ‘reloj biológico’, elevando el riesgo de obesidad y resistencia a la insulina, principales factores de riesgo de la diabetes tipo dos», explica el Dr. Frank Hu, de la Universidad de Harvard, «Además, este tipo de horarios impiden tener una buena alimentación o hacer ejercicio».

El gran problema de estar sentado

«Pasar más de 8 horas continuas sentado es casi letal», asegura el Dr. James Levine, de la Clínica Mayo. «El sedentarismo constante reduce drásticamente la cantidad de calorías quemadas, elevando el riesgo de obesidad, resistencia a la insulina y colesterol alto, y estos efectos persistirían aun si haces ejercicio» explica.

8. Dolor de espalda

El dolor de espalda sería causado por pasar muchas horas sentado en una mala postura: «El cuerpo sólo puede permanecer 20 minutos en la misma posición, si no hay un cambio, los músculos se tensan y empiezan a sufrir daño», informa la Fundación Americana contra el Dolor.

9. Osteoartritis

Muchos trabajos involucran movimientos repetitivos (como teclear), que dañarían los cartílagos y las articulaciones. «Esto se relacionarían con el padecimiento de osteoartritis a partir de los 40, y este riesgo se vería agravado si el trabajador presenta sobrepeso», informa el Centro Canadiense de Salud y Seguridad en el Trabajo.

10. Problemas gástricos

El estrés y las horas extra elevarían el riesgo de problemas gástricos, desde diarrea y estreñimiento hasta intestino irritable. «Si estamos estresados constantemente o tenemos horarios extremos, los procesos digestivos se alteran y empiezan a aparecer los problemas», asegura el Dr. Francisco J. Marrero, de la Clínica de Cleaveland.

¡Combate el estrés!

El estrés es inevitable, pero puedes evitar los problemas de salud. El Consejo Nacional de Seguridad y Salud de América recomienda identificar las fuentes de estrés para eliminarlas o para planear acciones que eviten una reacción excesiva. Además, es bueno si buscas alguien con quién desahogarte, llevas una dieta saludable y te mantienes activo.

Cuida tus articulaciones

La Administración de Salud y Seguridad en el Trabajo (OSHA) informa que para cuidar las articulaciones hay que mantener posturas neutras: sentarse derechos, mirando al frente y con los antebrazos paralelos al piso, para cuidar las muñecas y los codos; los pies deben estar apoyados en el piso para cuidar tobillos y rodillas.

Estira el cuerpo, no el horario

Es importante tomarse algunos durante el día: pararse, dar algunos pasos y hacer estiramientos. «Esto permitirá a los músculos relajarse luego de haber estado rígidos en una posición estática; además, aun pequeños movimientos ayudarían a quemar calorías y evitar el aumento de peso excesivo», informa la OSHA.

 

Unos pocos pero muy intensos minutos de ejercicio a la semana pueden generar beneficios equivalentes a los de horas y horas de gimnasia convencional.

Eso es lo que aseguran investigadores británicos, que sin embargo aclaran que la cuantificación de los beneficios depende de la genética del individuo.

Esta aparentemente escandalosa afirmación se sustenta en años de investigación de equipos de científicos de diferentes partes del mundo. Entre ellos, el del profesor Jamie Timmons, biólogo de la Universidad de Birmingham.

En Centro de Entrenamiento de Alta Intensidad del Reino Unido, Timmons asegura que con estos tres minutos en cuatro semanas se pueden dar mejoras significativas en algunos de los más importantes indicadores usados para medir el estado de salud.

El primero, la sensibilidad a la insulina, la hormona que retira el azúcar de la sangre, controla la grasa y cuya falta es responsable de la aparición de la diabetes.

Según Timmons, las investigaciones de diversos centros muestran que 240 segundos de muy intensa actividad física mejoran la sensibilidad de la insulina en un 24%.

La segunda mejora es la de la capacidad aeróbica, medidor del estado del corazón y pulmones, responsables de distribuir el oxígeno por el cuerpo, una excelente vara de medir la salud futura. ¿Por qué? «La respuesta simple es ‘no lo sabemos’. Lo que sí sabemos es que se trata de una herramienta muy potente para predecir la salud futura», responde Timmons.

Cuando uno lee esto de que se puede estar en forma con sólo tres minutos de ejercicio a la semana, lo natural es que se disparen las incredulidades. Por eso lo mejor es probar, y fue lo que hice.

Prueba genética

Así que mejorar la sensibilidad de la insulina la capacidad aeróbica supondrá una mejora del estado de salud en general. Aunque Timmons reconoce que el asunto tiene un pero: hay una posibilidad de que su fórmula no sirva para la tal mejoría en el caso de que se tenga una herencia genética inadecuada.

Lo cierto es que las personas responden al ejercicio de maneras muy diferentes.

Un estudio internacional, puso a 1.000 personas a ejercitarse durante cuatro horas a la semana durante 20 semanas. Midieron su capacidad aeróbica antes y después, y los resultados fueron muy llamativos.

Aunque el 15% de la muestra hizo grandes avances, el 20% no mostró mejoras, los que no responden al ejercicio.

No hay evidencias de que estos que no respondieron no se estuvieran ejercitando adecuadamente, fue simplemente que el ejercicio no les sirvió para ganar capacidad aeróbica.

Timmons y sus colaboradores estudiaron las causas de estos efectos diferentes y descubrieron que la clave estaba en unos pocos genes.

A partir de ahí, desarrollaron pruebas genéticas para poder prever quiénes no iban a responder a los ejercicios.

Me hice las pruebas y comencé el régimen de ejercicios: tres minutos a la semana.

Acelerador a fondo

En realidad es bastante simple, te subes a una bicicleta estática, calientas y después a fondo durante 20 segundos. Un par de minutos para tomar aire, y de nuevo al máximo por 20 segundos. Y listo.

¿Cómo funciona? Según Timmons y otros investigadores, parte de la explicación, probablemente, es que se emplea más tejido muscular que en un ejercicio aeróbico tradicional.

Cuando alguien se ejercita con esta fórmula, no sólo emplea los músculos de las piernas, también los del tronco, brazos y hombros, así que se activan el 80% de las células musculares, comparado con el 20% a 40% que activa una caminata de intensidad moderada.

El ejercicio activo también parece quebrar las reservas de glucosa, depositadas en los músculos como glucógeno. Eso da pie a que se cree más espacio para recoger más glucosa de la sangre.

Con bastante escepticismo acudí a las sesiones a lo largo de cuatro semanas. En total, 12 minutos de ejercicio a la máxima intensidad y 36 minutos de gentil pedaleo.

Después acudí al laboratorio para comprobar los resultados. La sensibilidad a la insulina mejoró en un destacable 24%, lo que resultó muy satisfactorio. Sin embargo, mi capacidad aeróbica no creció.

Sin embargo, Timmons no estaba sorprendido. Con las pruebas genéticas en la mano ya sabían que estaba en el grupo de quienes no responden al estímulo y que por más ejercicio que hubiera hecho, mi capacidad aeróbica jamás mejorará.

 

Sendai Zea Feb 29, 2012 | Actualizado hace 12 años

Casi todo el mundo tiene dolor de cabeza de vez en cuando pero, cada año, alrededor de 1 de cada 10 personas adultas en los EE.UU. experimenta, al menos, uno tan intenso que consulta a un médico. El 18% de las mujeres y el 6% de los hombres tienen migrañas en un año determinado, que pueden ser intensos y difíciles de tratar.

En un estudio sobre personas que sufren migraña, más del 40% pensó erróneamente que el dolor era provocado por problemas en los senos paranasales. Aproximadamente la misma cantidad de personas dijo que recibió ese diagnóstico incorrecto de un médico.

Muchas personas que tienen dolores de cabeza crónicos han probado antibióticos o descongestivos sin obtener resultados, y algunas incluso se someten a cirugías innecesarias de los senos paranasales.

Algunos estudios también han mostrado que más de la mitad de las personas que sufren migraña tratan sus dolores de cabeza sin consultar con un médico. Tal vez por eso sólo 1 de cada 5 personas que tienen migrañas persistentes e intensas toma medicamentos para prevenirlas.

En el otro extremo, muchas personas quedan atrapadas en un ciclo de uso excesivo de medicamentos, en el que el uso creciente de medicamentos para el dolor hace que los dolores de cabeza se produzcan más a menudo, lo que reduce la eficacia de los medicamentos.

En una encuesta de 2010, casi 1 de cada 4 personas que tenían dolores de cabeza crónicos a diario dijo que tomaba medicamentos para el dolor todos los días. Es posible que el uso excesivo de medicamentos explique la mitad de los casos de ese tipo de dolor de cabeza.

Definir el tipo y la causa de un dolor de cabeza es clave para determinar cómo tratarlo o prevenirlo. Alrededor del 90% de los casos diagnosticados son dolores de cabeza primarios, que se producen en los sistemas sensoriales del cerebro y de señalización del dolor.

La tabla “¿Qué tipo de dolor de cabeza tiene?” más abajo, describe 3 tipos de dolores de cabeza primarios comunes y los distingue de los dolores de cabeza provocados por el uso excesivo de medicamentos.

Los dolores de cabeza también pueden ser señal de que hay un problema subyacente, como el estrés, los malos hábitos alimenticios o el hecho de dormir muy poco.

A veces, pueden ser una señal de problemas más graves, como depresión, presión arterial alta, infección aguda en los senos nasales, trastorno del sueño o, en casos poco frecuentes, infección o un tumor en el cerebro, o un accidente cerebrovascular.

Si los dolores de cabeza se presentan 10 o más días al mes, están asociados con otros síntomas neurológicos o empeoran, consulte a un médico. Preste atención a los signos de peligro que se mencionan continuación.

Qué desencadena un dolor de cabeza

Los dolores de cabeza tensionales, las migrañas y los dolores de cabeza en racimo pueden prevenirse evitando los factores que pueden provocarlos. Estos pueden incluir:

1. Estrés

2. Falta de sueño

3. Vino u otras bebidas alcohólicas

4. Determinados alimentos, como el chocolate y los quesos añejados

5. Exposición a la luz artificial brillante o a la luz solar.

 

Si tienes problemas para dormir, tal vez los somníferos no sean la mejor opción: las principales drogas para estimular el sueño podrían elevar el riesgo de cáncer y otros problemas de salud físicos y mentales, e incluso podrían vincularse con una muerte temprana. ¿Será que el remedio resulta peor que la enfermedad?

Tomar píldoras para dormir, aún si es de manera ocasional, se relacionaría con un mayor riesgo de muerte prematura, encontró un estudio llevado a cabo por la Clínica Scripps, en California.

 

«Parece que las píldoras para dormir serían tanto o más peligrosas que fumar», explica el Dr. Daniel Kripke, director del estudio, y profesor de la Universidad de California en San Diego.

 

Para el estudio se analizaron los registros médicos de 34,205 pacientes; 10,529 tomaban píldoras para dormir, mientras que 23,676 nunca las habían tomado.

 

Al final, los investigadores encontraron que quienes tomaban más píldoras eran hasta cinco veces más propensos a morir en los dos años siguientes al estudio; además, estos pacientes tenían 35 por ciento más riesgo de padecer cáncer de pulmón, cáncer de colon o cáncer de próstata.

 

Los especialistas también advierten que este tipo de píldoras podrían elevar el riesgo de depresión, problemas cognitivos, desórdenes alimenticios, apena de sueño (que podría conducir a problemas cardiovasculares) e incluso suicidio.

 

De acuerdo con el Dr. Kripke, las píldoras para dormir estarían relacionadas con hasta 507,000 muertes cada año en los Estados Unidos. «Estas píldoras son peligrosas; reducir su uso se relacionaría con una reducción de las muertes en el país», asegura.

 

Las píldoras que han sido identificadas como peligrosas por este estudio son aquellas conocidas como hipnóticos, las cuales provocan sueño en el paciente, en vez de inducirlo a través de la relajación. Algunos hipnóticos comunes son Ambien (zolpidem), Restoril (temazepam), Lunesta (eszopiclona), Sonata (zaleplon), Halcion (triazolam) o Dalmane (flurazepam).

 

Sin embargo, a pesar de estos alarmantes resultados, algunos especialistas consideran que el riesgo no es tan grave como pudiera parecer.

 

«En el estudio no se determina que los somníferos fueran la causa directa de muerte o enfermedad en los pacientes; además, no se menciona que los problemas de sueño se relacionan con otros problemas de salud que también elevarían el riesgo de muerte», explica la Dra. Nancy Collop, presidenta de la Academia Americana de Medicina del Sueño.

 

La Fundación Nacional del Sueño (NSF) informa que al menos 48 por ciento de los adultos del país presentan insomnio de manera ocasional, mientras que 22 por ciento lo padecen de manera crónica. Para combatir esta condición uno de cada cuatro adultos toma alguna droga.

“Las Jornadas de Emergencias Pediátricas para Padres” será el sábado 3 de marzo, en el Centro Médico Docente La Trinidad, dirigido a quienes tienen niños a su cuidado.

La seguridad de los más pequeños de la familia comienza en la casa que habitan o visitan cuando van donde los abuelos o tíos. Aunque todos los miembros de la familia tienen las mismas posibilidades de sufrir un accidente, son los niños quienes los viven con mayor frecuencia al ser los más vulnerables. Es en los hogares donde las estadísticas demuestran la mayor ocurrencia de esos momentos indeseables ocasionados por caídas, quemaduras, golpes y ahogamientos.

Es vital evitar los accidentes que, usualmente, se producen por descuido de los adultos. Los padres nunca entienden la manera como suceden, pero en verdad la gran mayoría de esos eventos no son accidentales sino producto de una cadena de acontecimientos que ocurren, por ejemplo, cuando los padres llegan cansados al hogar al final de la tarde y traen a los niñitos del centro escolar. En ese momento cada quien está haciendo algo personal a la vez que descuidan al niño más pequeño. Inclusive los hermanos mayores están en lo suyo y todos asumen que el menor está vigilado por alguno, pero nadie se está ocupando del bebé. Así describe la escena el doctor Nicolás Cárdenas Rivero, pediatra del Centro Médico Docente La Trinidad.

“Lo mismo ocurre cuando la gente se muda, viaja o emigra del país, conceptuadas como situaciones de cambio profundo, rápido, en las cuales se supone que  la familia en casa está  haciéndolo todo y nadie está delegado para hacer nada en particular, como  supervisar  al menor y surge el accidente”, advierte Cárdenas Rivero.

A la altura infantil  

Donde quiera que sea, hay que aprender a ver la casa de la manera como la visualiza el niño. Es prudente arrodillarse para ver  los ambientes desde esa altura y obtener la perspectiva completamente diferente a la del adulto. Entender que la cocina es un lugar altamente peligroso porque hay objetos filosos, agua hirviendo, recipientes calientes, sartenes con aceite y con alta posibilidad de que los adultos tropiecen e involucren a los niños en ese enredo. “Debemos vivir pendientes de las entradas furtivas o  juegos en que se llevan todo por delante”, dice el pediatra.

El baño es otro sitio de riesgo extremo. La bañera suele ser un espacio listo para resbalones que producen lesiones severas. Si los niños introducen un objeto eléctrico dentro del agua en la bañera podrían generar un shock eléctrico o quemarse con agua caliente al abrir el grifo de repente, sin retirarse de la salida del agua. El garaje también es lugar de alerta porque los adultos dejan en el piso productos de extrema toxicidad o guardados en gabinetes sin llave y a baja altura, potes con veneno para ratas, kerosene, gasoil, pulituras para autos o gasolina para la cortadora de grama. Pudieran tener mal sabor, pero al momento de ingerirlos la cantidad ha sido suficiente para causar un daño considerable.

Los medicamentos en la casa de los abuelos o en la propia son otro riesgo al ser guardados en gavetas al lado de la cama o sobre la mesa de noche para  recordar su ingesta olvidando que, de nuevo, hay niños en el hogar. Aunque a los abuelos se les olviden esos detalles por estar encantados con la presencia de los nietos, son los padres quienes deben estar pendientes de colocar en sitios inaccesibles los antihipertensivos, anticonceptivos, anticonvulsionantes, calmantes, etc. En los hogares van quedando medicamentos indicados en alguna ocasión y permanecen en un gabinete ya vencidos expuestos a la curiosidad de los pequeños exploradores. Casas y edificios con piscinas deben ser objeto de medidas de protección extrema que ayudan la vigilancia de los adultos. Es prudente instalar mallas y rejas en balcones o ventanas de gran atractivo para niños. Los adultos deben anticiparse a la ocurrencia de sucesos lamentables aplicando las medidas de cuidado y protegerse de momentos tristes por lo que pueda pasar.

Serenidad en la escena

Quienes tienen a su cargo el cuidado de niños  deben recibir entrenamiento para manejar algunas emergencias infantiles que van desde algo tan severo como un paro cardiorespiratorio, poco frecuente en niños, y lo usual es que se deba a una enfermedad previa que poco a poco disminuye la capacidad de reaccionar. Igual podría generarlo un choque eléctrico o un traumatismo muy fuerte a nivel de tórax en un accidente de tráfico capaz de producir un paro.

Reconoce Cárdenas Rivero que en esas circunstancias, obviamente, “los adultos pierden el control por la angustia e ignorancia del manejo de lo sucedido en el niño. Las “Jornadas de Emergencias Pediátricas para Padres” del CMDLT ofrecen el entrenamiento para que la gente entienda la posibilidad de hacer algo positivo en esos momentos. De hecho, las emergencias se clasifican en 3 tipos, la peor de todas es “no sé qué está pasando y no sé qué hacer”. La emergencia medianamente grave es “no sé qué está ocurriendo, pero sé que hacer y la mejor de todas es “sé que está pasando y sé que hacer”. Cuando los adultos saben cuál conducta asumir en cada caso disminuye el nivel de pánico en la escena al poder ejecutar acciones que corrijan el problema como las medidas correctas en caso de una hemorragia, cómo colocar al paciente bajo un choque eléctrico o lo que procede si el niño convulsiona o tiene una herida importante, antes de acudir a la emergencia. Serán capaces de resolver eventos de menor severidad como la fiebre, dolor de oídos, diarrea, vómitos, intoxicaciones, ahogos por ingesta de objetos o de líquidos intoxicantes a fin de conocer con cuales medicamentos no producir vómito, que es lo esencial en esos casos.

Los pediatras siempre predican que los adultos no se descuiden  y apliquen las recomendaciones para la seguridad de los niños con detalles tan simples como no cocinar con el niño en brazos, no permitirles juegos con bolsas plásticas ni que jueguen cerca de lugares peligrosos como ventanas, escaleras, balcones, proximidades de piscinas, ascensores, etc.

Aprender a cuidar

 El evento es coordinado por el pediatra Nicolás Cárdenas Rivero. Lo dictan Leonardo Chacín, José Levy Mizrahi, Alejando Mondolfi y Tony Manrique para informar sobre los procedimientos con los cuales atender emergencias menores. Darán entrenamiento teórico práctico sobre la atención a un paro respiratorio en la población pediátrica. Similar importancia revisten la fiebre, cólico, otitis, heridas, hemorragias, accidentes eléctricos o por inmersión, convulsiones, traumas cefálicos, quemaduras, intoxicaciones, vómito, diarrea, prevención de accidentes.

Los asistentes se darán cita en el auditórium “Carlos Klemprer”, del edificio “Manuel A Pulido”, desde las 8:30 a.m. hasta las 4:30 p.m. Mayor información e inscripciones en el Centro de Extensión del Conocimiento por los teléfonos 949.6249 y 949.6449 email: cec@cmdlt.edu.ve