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Impacto

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Déjenos pensar por usted.

Este epígrafe corresponde al eslogan de identificación de una importante agencia de publicidad de nuestro país. El sentido tiene que ver con la difícil tarea de pensar. El pensamiento es todo un ejercicio vivo que requiere de reposo, reflexión y de contraste con los otros. Quizás esto último es lo más sabroso de esta facultad que caracteriza a los humanos. Al pensar de manera diferente ponemos en práctica el razonamiento, las formulaciones, las creencias y las posturas frente a la vida y las situaciones que se dan dentro de ella.

Sin embargo, la referencia con la que abrimos este aparte va en sentido contrario a lo que formulamos. Pensar por cuenta propia es siempre un riesgo, un peligro que no le gusta –muchas veces– a las más variadas formas que asume el poder. Con el correr del tiempo, bastante por cierto, el hombre ha adquirido la voluntad de emanciparse, de liberarse de aquellas ataduras que le impedían la posibilidad de ser libres. El programa de la Ilustración, como signo de la modernidad, lo definió claramente Emmanuel Kant al decir: “La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad (minoría de edad). La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía del otro (…) ¡Sapere aude! (Atrévete a conocer). ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! (…) Para esta Ilustración no se requiere más que una cosa: libertad; y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre: libertad de hacer uso público de su razón íntegramente”.

El problema de Chataing fue decir lo que piensa.

Esta segunda cita la expresó en sus Zapatazos Pedro León Zapata, a propósito de la salida del aire de Chataing en TV.  Cuando leemos esta y la anterior referencia, nos viene inmediatamente a la memoria la idea del Gran Hermano descrito por George Orwell en su célebre novela1984. La misma imagen nos la expresa la novela gráfica V de Vendetta, de Alan Moore y David Lloyd (1982), que luego fue llevada al cine por los hermanos Wachowski en 2006.  La profecía de Orwell, así como la de Moore y Lloyd, se hace explícita cuando se suprime la libertad, la expresión-opinión, las creencias, el pensamiento propio… con el sentido de asegurar el poder establecido. Estos escritores ingleses veían con preocupación el surgimiento y avance del totalitarismo y había la obligación de enfrentarlo desde todos los frentes.  Ellos lo hicieron con el lenguaje, la palabra y el ejemplo político del intelectual comprometido con la libertad y la democracia, que no es más que el compromiso con la libertad de comunicación y la libertad de pensamiento.

En la Venezuela del presente, salvando el tiempo y la distancia del mundo que expresara Orwell en 1940 o Moore y Lloyd en V de Vendetta, estamos cerca de ver hecha realidad algunas de las imágenes que en esos libros se nos ofrecen. Especialmente aquella que obliga a los personajes principales a abandonar el lenguaje con el que se habían criado, su privacidad, su autonomía personal y social, hasta invadir la facultad del pensamiento.

Usted oprime el botón, nosotros hacemos lo demás.

El gobierno siempre nos saca en cara las continuas victorias electorales. Luego nos dicen, como lo expresaron en estos días, que “…esto significa que gana la revolución porque tenemos la hegemonía en el mensaje”. De ahí me viene a la memoria ese lema de Kodak que a finales del siglo XIX hizo popular a la fotografía: usted oprima el botón y luego nosotros nos encargamos de hacer lo demás.

Ante el des-orden imperante y la crisis que nos arropa, el pensar y opinar por cuenta propia es un peligro para la seguridad de Estado. Ya nos lo dijeron: “La seguridad de un Estado está por encima de cualquier triquiñuela mediática”. Aunque viendo las actuaciones gubernamentales de estos días podían haber dicho también que la seguridad del Estado está por encima de lo que usted y yo pensemos. Lo dijo Fernando Savater: “Piense usted. Como quiera y pueda, pero piense. Luego razone su pensamiento con los demás, para pensar mejor”. Esta idea no puede ser ejercida hoy sin correr riesgos.

Así están las cosas. El gobierno ha ido ahogando el derecho a la crítica, ha venido instaurando la autocensura y la censura. No sé si es la hora del periodismo, pero sí sé que es la hora de pensar, de la ética de la creación intelectual, de ejercer la crítica. Mañana, cuando el des-orden se haga cultura y ley, será ya tarde.

 

Marcelino Bisbal 

El Nacional 

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¡A la inflación! Sí, de eso es lo que hablamos. No de María Corina, que se abre paso como una tromba desafiando la más feroz persecución que se haya desatado contra una mujer en estos últimos 50 años en Venezuela. A María Corina le allanan su inmunidad, para arrebatarle de un plumazo la diputación, esa curul que le asignó el pueblo en elecciones celebradas en medio de un ventajismo inocultable.

A María Corina la golpean, la arrastran por el piso, la denigran, la difaman, la calumnian, la persiguen dentro y también cuando viaja, y no precisamente a turistear, sino a defender la democracia venezolana en cuanto organismo internacional consigue que le den la palabra para llamar por su nombre, directa y firme, la tragedia que sobrellevamos los ciudadanos de un país secuestrado por la yunta Castro-madurista.

Mientras escribo esta crónica María Corina, valientemente, se presenta en la fiscalía general de la república, planta cara a otra maniobra. Esta vez el guion la señala como magnicida, algo que no podrán probar jamás porque sencillamente nunca eso ha pasado por la cabeza de una mujer que ha dado la pelea con su rostro expuesto al sol.

La ruta es transparente, avanza defendiendo sus ideas, transitando por la vía democrática y constitucional. Pero hay que pararla de alguna manera, esa es la orden, por eso montan esa patraña. Pero el régimen sabe que tiene una “papa bien caliente entre sus garras”, porque María Corina no solo es valiente, sino que tiene unas convicciones muy aceradas, y eso cuenta muchísimo cuando se brega contra un régimen autoritario como este que resistimos los venezolanos. Ella no quiere facturar ni como heroína ni como santa venerable, pero sí como una ciudadana resuelta a permitir que brote de su alma lo más excepcional de la mujer venezolana: la determinación. La fe en lo que se hace. La razón de una lucha que tiene destino y propósitos nobles.

Solo el tiempo dictará la sentencia que habremos de aceptar sin regateos y sabrá evaluar a cada uno de los que hemos gritado consignas para advertir esta calamidad. Para juzgarnos a los que sabiendo la dimensión de los riesgos que se corren nos hemos atrevido a acompañar a los estudiantes en una épica batalla por la libertad, por la justicia y la auténtica paz que desde el gobierno proclaman pero termina siendo el gran embuste del siglo. Porque no podrá florecer la paz del callejón oscuro donde entre penumbras se reparten como un botín de Alí Babá lo que queda de un país fusilado a mansalva con la metralla de la corrupción, el despilfarro, la incapacidad y la indolencia. Un país cuyas instituciones han sido devastadas en la molienda instalada en los centros de poder que sin contemplación alguna han triturado los órganos que deberían  ser sólidos y solventes, si de verdad se aspira a vivir en democracia.

La verdadera causa de los desequilibrios que hoy ya no podemos ocultar, por más que maquillen lo que ocurre en Pdvsa y en el Banco Central de Venezuela, es que no hay justicia, y mal puede haberla en un país donde los tribunales, los entes llamados para controlar a los gobernantes y servirles de contrapeso a los ciudadanos de a pie han sido trastocados en herramientas manipuladas por simples “comisarios políticos” comprometidos con los intereses políticos del régimen. Pero los encopetados del gobierno saben que los líderes contestes con esta situación y decididos a luchar por nuestros ideales “somos duros de matar”, parafraseando aquel título que definía a una película de Hollywood.

No detendrán a María Corina, como tampoco, lamentablemente para los venezolanos, detendrán –por lo menos con las políticas de este gobierno– la inflación, la devaluación ni la inseguridad.

 

@alcaldeledezma

El Nacional 

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) nos sorprendió con las cifras reportadas para el segundo semestre de 2013. El número de hogares pobres ascendió al 27,3% (1.899.590 hogares). Los hogares pobres extremos representan el 8,8% (612.051 hogares). Entre los segundos semestres de 2012 y 2013, la pobreza aumentó de 25,4% a 32,2% en personas y de 21,2% a 27,3% en hogares.

El Banco Central de Venezuela señala que la inflación anualizada se ubica en 60%, lo que permite prever que las cifras de pobreza serán mucho más dramáticas durante el primero y segundo semestres del año 2014.

No puede ser de otra manera cuando analizamos la realidad del empleo y la generación de ingreso. Según el INE, en abril de 2014, la informalidad alcanza el 40,7%, lo que equivale a 5.314.876 trabajadores. Por su parte, el empleo formal se ocupa mayoritariamente en el sector de bienes no transables, es decir en los sectores que producen bienes o servicios que no pueden ser exportados, especialmente en el área de servicios, principal motor de nuestra economía. La realidad es que la calidad del empleo es muy baja y su remuneración mínima no cubre los requerimientos de la canasta alimentaria y mucho menos de la canasta básica normativa.

La encuestadora Datanálisis reporta que para la gran mayoría de los venezolanos los principales problemas son: desabastecimiento, inseguridad personal, inflación, alto costo de la vida, desempleo y crisis económica. En los sectores D y E crece el descontento con el régimen, a cuyas políticas se asocia la gravedad de la situación social y económica.

Cualquier Gobierno en esta dramática situación debe plantearse cómo lograr que todos los recursos de la sociedad se articulen entre sí para lograr las sinergias necesarias que hagan posible salir de la crisis económica y social que nos agobia.

Un gobierno serio debería preguntarse cómo generar confianza y cooperación, para incentivar la inversión, la producción, el empleo de calidad y la remuneración necesaria, que permita en poco tiempo salir de la crisis que está matando de hambre a esta sociedad.

Lograr eso es el arte de la política. Y más en concreto, el arte del buen gobierno. Llevamos meses entrampados, empantanados en una confrontación, que el Gobierno que nos dirige se encarga de propiciar y profundizar, cuando su tarea principal sería la de buscar unirnos a todos los venezolanos para la convivencia, la cooperación y subsidiariedad.

El régimen juega a la antipolítica. Y quienes pagan directamente las consecuencias son los más pobres. Esos que supuestamente son los protagonistas de la «revolución bolivariana».

 

Francisco José Virtuoso 

La Opinión del Rector 

Luisana Solano Jun 19, 2014 | Actualizado hace 10 años

Polarización

 

La división política que ha propiciado la «revolución bolivariana» ha sido construida desde las diferencias que han existido entre las clases sociales que conforman la sociedad venezolana. Estas diferencias se agudizaron debido a  la crisis económica de finales del siglo XX, que  estrechamente vinculada a la  baja de los precios del petróleo, condujo a un incremento de la pobreza. La depauperación de vastos sectores del país dio el espacio para que se exacerbaran las desigualdades y se usará el resentimiento creciente para construir un muro imaginario entre «pobres y ricos», combustible fundamental para el proyecto del socialismo del siglo XXI.

La división político social construida por el chavismo para poder tener acordonado su caudal electoral, ha contado con la ayuda de la herencia que nos dejó el  proceso de crecimiento de nuestras ciudades. El mismo se caracteriza por un flujo de lo rural a lo urbano, signado por el desorden, fruto de la expectativa de hombres y mujeres provenientes del interior del país y en menor medida del extranjero, que veían en las ciudades de este país petrolero la posibilidad de desarrollar su proyecto de vida y de satisfacer su deseo de superación.  El remedio a las penurias que sufren en sus comunidades de origen, es trasladarse a zonas con mejores oportunidades, lo cual provocó una concentración poblacional que no contó con la planificación apropiada, y género frustración para quienes la expectativa de un mejor nivel de vida no se hizo realidad.  El saldo de esta nueva distribución poblacional del país, fue ciudades saturadas y sectores rurales menguados. Ahora bien, este crecimiento significativo produjo tanto espacios para una clase media pujante como para grandes sectores populares. Así se generaron nuevas urbanizaciones privadas y populares con los servicios adecuados, pero por otra parte, barrios con casas auto construidas sin las condiciones adecuadas para una vida con calidad. Esta división entre lo urbano y lo popular-rural junto con la prédica de la lucha de clases ha configurado espacios territoriales con determinadas inclinaciones políticas.

La Venezuela de hoy, polarizada en lo político, ha sido objetó de un intento sistemático por convertir las zonas populares en zonas de intolerancia política reservadas para las ideas y proselitismo oficialista. Este esfuerzo se ha visto acompañado por resultados electorales que visibilizan la división política en un plano territorial. Donde las «quintas y apartamentos» son opositores y los de los «bloques y ranchos» son oficialistas.

Ahora bien cabe preguntarnos, qué se ha hecho para romper esta estrategia que persigue que nos mantengamos divididos mientras unos pocos aprovechan esto para permanecer en el poder y desfalcar el país.

Lo cierto es que el país nunca podrá recomponerse, vencer el odio sembrado y superar el resentimiento si no logramos construir puentes sólidos y perdurables entre estos dos mundos en los cuales se ha querido encasillar a los venezolanos.

Es fundamental para reconstituir la nación comprender que todos nos necesitamos, que sin cooperación y respeto mutuo nunca podremos progresa . Acabar los estigmas, los estereotipos, las clasificaciones prejuiciosas que se han querido achacar a la clase media o a la clase popular es una de las tareas pendientes y más urgentes para que juntos podamos dar al traste con el modelo de miseria en que quieren convertir  a Venezuela.

Hemos realizado una serie de testimoniales que compartiremos con ustedes en los próximos artículos donde miembros de nuestras comunidades populares exponen la situación del país y como la misma nos afecta a todos por igual. Si lográramos hacerle entender a cada venezolano este planteamiento podríamos dar un paso gigantesco en el camino de nuestro reencuentro y la posibilidad de configurar una visión incluyente que nos conduzca a una Venezuela donde unidos saquemos al país de la crisis y avancemos hacia el progreso.

 

Manos Unidas

 

 

Y ustedes, ¿cuándo van a dialogar? Con esa pregunta, disparada como si fuera un misil, me abordó una ciudadana a las puertas de un centro de salud de nuestra ciudad. De inmediato absorbí la intención de su lapidaria interrogante, porque para nada se refería al efímero encuentro sostenido por algunos compañeros de la MUD con los jerarcas del régimen el pasado 10 de abril, sino que me emplazaba a fijar posición sobre lo que preocupa a muchos venezolanos: la suerte de la unidad.

Se trata de un destino incierto, porque si no somos capaces de dialogar entre nosotros para definir una estrategia, y acto seguido elaborar una agenda compartida, estaremos a merced de un gobierno que goza metiendo su cuchillo como el que entierra su daga en una panela de mantequilla.

Sin mayores esfuerzos desbaratan una alianza que fue labrada con persistencia y que ha sabido acumular éxitos, nada desdeñables, si los contrastamos con las adversidades con que hemos tenido que lidiar para empujar todos nuestros proyectos. Luchamos contra un régimen hegemónico, porque tiene la supremacía comunicacional, cada día más penetrante. Un régimen que reprime con gases, perdigones, balas, pero también con tribunales, fiscales y policías dispuestos a montar cualquier expediente para declarar “culpable” a quien se convierta en un estorbo en el camino de esta “revolución”.

Además, estamos en presencia de un régimen dirigido por quienes lucen dispuestos a echar el resto con tal de preservar el poder. Eso incluye rematar lo que queda de Venezuela. El cerco mediático que instala el régimen es lo que les queda, después de haber derrochado miles de millones de dólares, para tratar de engañar a la ciudadanía.

La orden es comprar todos los medios, al precio que sea. La revolución está por encima de cualquier tarifa. Porque dependen de eso, de la mentira manipulada mediáticamente y de la represión. Por eso con una feroz reprimenda tratan de parar a un pueblo que ha salido a las calles, como ocurrió entre febrero y marzo de este año (se realizaron 3.671 manifestaciones, según cifras del OVCS) y no para matar a nadie o para convalidar a supuestos militares relacionados con un hipotético golpe de Estado, sino para exteriorizar su disgusto ante la crisis general que es inocultable.

Y es porque no hay comida, ni medicinas, ni agua, ni gas, ni luz ni seguridad, mientras se dilapidan torrentes de recursos públicos que no encuentran cómo explicar o justificar. ¿Ante este cuadro no podemos concluir que es indispensable articular un esfuerzo unitario capaz de salvar a Venezuela? Es hora de dialogar entre nosotros mismos, de retomar el concepto de unidad en la calle, con objetivos precisos conectados con una estrategia común que le sirva a los intereses del país al que nos debemos.

 

@alcaldeledezma

El Nacional 

giordani

 

Jorge Giordani, el hombre al que Hugo Chávez le entregó las más altas cuotas de poder en el manejo de la economía está fuera del Gobierno y su salida desnuda a una administración que no logra acuerdos para implementar un plan de ajuste que restaure los equilibrios mínimos, extraviados tras los excesos cometidos en 2012.

Como respuesta al anuncio de su destitución como ministro de Planificación Jorge Giordani hizo pública una carta donde admite que para impulsar la reelección de Hugo Chávez el 7 de octubre de 2012 se «llevó el acceso y uso de los recursos a niveles extremos».

La disparada del gasto público, costosos subsidios, un tipo de cambio que elevó al cénit las importaciones, aumento de la nómina en empresas públicas en rojo, endeudamiento de Pdvsa, una mezcla que en 2013 dio paso a un cuadro signado por escasez de divisas, inflación y clima recesivo.

Jorge Giordani propuso entonces recorte del gasto y pidió la presidencia de Cadivi para manejar la asignación de dólares, pero Nicolás Maduro no lo complació en ninguna de las dos peticiones.

La pugna por el control del grifo de las divisas y el enfrentamiento con el presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez y el presidente del Banco Central, Nelson Merentes, derivaron en medidas puntuales como devaluar lentamente para aliviar la falta de dólares baratos.

«Comenzaron a aparecer signos de independencia que se agravaban con la caída de los aportes al fisco fruto del actuar independiente del gobierno central de Pdvsa guiada por sus intereses», dice Jorge Giordani en su carta.

El presidente del Consejo de Economía Nacional, Efraín Velásquez, considera que «Giordani quería atacar la coyuntura con un fuerte recorte de gasto, que hubiese derivado en recesión y menos inflación. Ramírez está ganado a aumentar el gasto con bolívares fabricados por el Banco Central. Esto deriva en inflación, escasez y recesión, porque sube la demanda y no hay oferta porque el flujo de dólares del país es insuficiente».

La salida de Jorge Giordani no garantiza que el Gobierno aplique un ajuste integral con recorte de gasto, reforma cambiaria y austeridad fiscal y monetaria porque Nicolás Maduro no ha dado muestras de estar convencido de este camino.

La concepción que durante quince años impulsó Giordani de una economía controlada, minimización del rol del sector privado, agigantamiento del Estado y manejo discrecional de los recursos no está en discusión y el nombramiento de Ricardo Menéndez como ministro de Planificación no señala cambio alguno.

Analistas coinciden en que en el corto plazo Rafael Ramírez podría tener libertad para aplicar la nueva devaluación que tiene en agenda, pero reformas de fondo lucen lejanas.

Los resultados del modelo no permiten festejar. Si bien el boom petrolero dio pasó al auge del consumo los economistas Richard Obuchi y Anabella Abadi indican que en el lapso 2003-2013 Venezuela ocupó el lugar número 11 en cuanto a crecimiento percápita en la región; mayor dependencia del petróleo, elevada inflación y la primera crisis de la historia con el barril de crudo a 96 dólares.

 

@vsalmeron

El Universal 

Yeannaly Fermín Jun 19, 2014 | Actualizado hace 10 años

Venezuela's Minister of Planning and Development Jorge Giordani talks to the media during a news conference to announce new economic measures, in Caracas

 

Hay que armarse de paciencia y, digamos, tener un buen hígado para leer la larga carta de Jorge Giordani. Pero hay que leerla. Hay que leerla porque es la mejor confesión, la mayor revelación de la tragedia que hemos padecido los venezolanos a lo largo de estos 15 años.

En primer lugar, hay que decir que es la carta de un fanático. Es la carta de un individuo arrogante, un individuo encerrado en sí mismo, incapaz de reconocer errores, incapaz de ver la realidad tal como es. Manifiesta una idolatría, una pasión obsesiva por Hugo Chávez, solo comparable a la que el difunto Chávez sintió por Fidel Castro y que nos ha traído a esta desgracia. Más allá de esta obsesión por Hugo Chávez, lo que viene luego es desprecio por todas las personas y compañeros de su revolución que lo han rodeado.

Jorge Giordani además de fanático reacciona como un muchachito malcriado en su carta. Según afirma, los problemas arrancan con la muerte de Chávez, por lo tanto el único responsable ahora pasa a ser Nicolás Maduro. De ahí esta cita que se ha repetido tanto en la prensa en los titulares de hoy: “Hay una sensación de vacío de poder en la presidencia”.

¿Señor Giordani, quién puede creer que los problemas económicos del país comenzaron hace poco más de un año? Usted que ha tenido 12 años en este régimen y ha sido el arquitecto de este disparate es el principal responsable. Por  otra parte, si bien todas las críticas a Maduro tienen sentido, sobre todo en lo que señala sobre su debilidad de carácter, su falta de personalidad para conducir los destinos del país, en el fondo se le siente a Giordani algo parecido al despecho. Le han quitado la escalera, lo dejaron agarrado de la brocha, y ahora viene a chillar.

Claro, hace en esta carta revelaciones terribles. Revelaciones como esta que destaca El Nacional: “Desorden en el gasto fiscal, uso de recursos del Estado con fines políticos. Revela Giordani que el gasto publico se disparó para superar los desafíos que representaban las elecciones del 2012”. Recordemos: el candidato presidencial del 2012 era Hugo Chávez. Además afirma: “El Jefe del ejecutivo tomó decisiones guiado por una asesoría francesa que nada tenía que ver con el país.” Nunca supimos de esa asesoría francesa, bastante calladito se lo tuvo. Habla de la independencia de Ramírez, que actúa por su propia cuenta, cosa que ya se ha observado y criticado. Y, en definitiva, tenemos pues una situación de debacle total en la economía del país.

Maduro le responde. Correo del Orinoco: “En lo que podría asumirse como una respuesta pública a las críticas formuladas por el ex Ministro de Finanzas Jorge Giordani, el presidente Nicolás Maduro afirmó que no hay excusa para la traición de nadie al proyecto revolucionario. En su opinión en algunos casos ha valido más el gran ego pequeño burgués y el orgullo que la humildad de un pueblo”.

No se entiende muy bien esto de la humildad de un  pueblo. ¿Cuál pueblo es el que es humilde? ¿Cuál es el orgullo pequeño burgués? Poco importa, en definitiva es un pleito entre el señor Maduro y Giordani.

Ahora, para cerrar, hay algo interesante. Me ha llamado la atención Lila Vanorio. Nuestra productora dice: Giordani fue quien lanzó la consigna de la “guerra económica”. La guerra económica es la que nos ha traído a este desastre que vivimos hoy en dia. Qué curioso que en toda la larga carta del señor Giordani no hay una sola mención a la fulana “guerra económica”. Es decir, reconoce Giordani, por fin, tarde, muy tarde, que toda esta desgracia, todos estos disparates en la economía han sido culpa de ellos y sólo de ellos, porque no ha habido tal guerra económica.

Giordani, usted, con la arrogancia que le caracteriza, ha escrito una carta que, según su propia definición, es para la historia. Pues la historia le van a condenar y muy feo. Tiene razón cuando dice todas esas cosas de Maduro, pero asuma usted que fue su fanatismo, su ceguera, su obstinación, su ignorancia lo que nos trajo a esta desgracia.

 

@cmrondon

César Miguel Rondón 

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El fútbol comenzó a existir para mí antes de los mundiales, a partir de un caso muy sonado. En 1962, vino de gira a este país, como era rutinario en aquellos tiempos, el Real Madrid, el equipo de fútbol más famoso de Europa. España era un país pobre, el balompié, aunque se practicaba en todo el mundo, no estaba globalizado y venirse a “hacer las Américas” era quizás la única forma de llenar un poco las arcas de pesetas antes de comenzar la temporada española. Igual hacen ahora, solo que las giras no nos tocan, se van a Estados Unidos, Japón, China o Qatar.

Eran los tiempos de la Venezuela de Rómulo Betancourt y el país estaba azotado por las guerrillas armadas. En una operación terrorista, las FALN secuestraron a Alfredo Di Stefano, la famosa “Saeta Rubia” del fútbol mundial. La idea era causar un impacto publicitario y llamar la atención del mundo sobre la lucha armada en Venezuela, y vaya si lo lograron. Recuerdo que aquel episodio ocupó por varios días, hasta su feliz desenlace, la atención de todo el mundo.

Desde bien temprano –mi padre abría su sastrería a las 7:00 de la mañana– comenzaban a llegar los amigos a escuchar Noti-Rumbos, “el periódico impreso en la radio” y enterarse de los avatares del secuestro de Di Stefano. Fue entonces, imposible no enterarse, cuando supe que había un deporte que se llamaba el fútbol y que el argentino era, junto con un brasileño llamado Pelé, su estrella más fulgurante. Igual pasaba al final de la tarde, con la emisión vespertina del noticiero, solo que había más gente y los comentarios eran más nutridos.

Después de la liberación del insigne jugador, el fútbol se disipó y el beisbol volvió a ocupar todo el espacio deportivo de nuestra vida. En aquellos años, Magallanes era un perdedor consistente y los pesares que nos causaba eran demasiado cercanos como para ponerse a seguir un deporte tan distante como el fútbol.

Sin embargo, el fútbol llegó para quedarse en 1966, con el Mundial de Inglaterra. En la sastrería se seguían con pasión las trasmisiones radiales de los partidos y además sucedieron varios episodios que indignaron a aquellos, hasta antes del mundial, apacibles parroquianos. Primero lesionaron a Pelé, “para evitar que Brasil fuese campeón”, y luego con la complicidad de un árbitro “robaron” a Argentina, dejándola solo con nueve jugadores en la cancha en el histórico encuentro contra Inglaterra en Wembley. Detrás de todas esas trampas y componendas, me aseguraban mi padre y sus amigos, estaban los ingleses y su empeño por ganar la copa Jules Rimet, como se llamaba entonces el trofeo.

En la gran final del Mundial de 1966, en la que unánimemente se ligaba a Alemania, los hijos de la pérfida Albión fueron aún más allá y con un gol que todavía se discute, también le robaron el triunfo a los alemanes. Producto de ese bombardeo “ideológico”, mi pasión futbolera inicial estuvo teñida de un profundo sentimiento anglosajón, que se acrecentó con las disputas entre equipos argentinos e ingleses de la Copa Intercontinental, en 1967 y 1968.

En 1970, con las trasmisiones directas por parte de la defenestrada RCTV, el fútbol se asentó definitivamente como una gran pasión y, como mucha gente, admiré aquella selección de Pelé, Tostao y Gerson. Con mis raíces en el mundial anterior, ligué con igual empeño a Perú, Uruguay y México, las selecciones de nuestros hermanos latinoamericanos. Recuerdo que en la final estaba ya de vacaciones en Caracas y que los goles brasileños fueron coreados como propios en toda la ciudad.

A lo largo de los mundiales que se sucedieron desde entonces siempre estructuré mis simpatías a partir de los equipos suramericanos (exceptuando a Brasil porque detesto las hegemonías). Sin embargo, algo cambió desde que la selección venezolana, esa querida Vinotinto que se me parece tanto al Magallanes de los sesenta, participa con algún chance en las eliminatorias suramericanas.

Ha sido tanto el irrespeto expresado por los competidores suramericanos –sus jugadores, directivos y medios de comunicación– por nuestra selección durante la fase eliminatoria que ya para este mundial explotó mi rabia de hincha: no le voy a ninguna selección, ni suramericana ni un carajo. La mía, la Vinotinto, la única a la que voy e iré, no está ahí. Admiro y disfruto, eso sí, ese gran espectáculo que es el Mundial de Fútbol y que gane el mejor.

Pero como desde sus inicios y los míos, el fútbol siempre estuvo teñido de política, también participa, y mucho, de esta actitud, el reconcomio que tengo contra todos los países que han sido por lo menos políticamente indiferentes con el proceso de destrucción de la democracia venezolana. Indiferencia que, si acaso, habría que reciprocar de Estado a Estado llegado el momento, pero que por ahora se las devuelvo desde mi humilde condición de aficionado y en el único campo posible, en los 70 x 110 de la cancha de fútbol. ¿Ligar a un equipo suramericano en el fútbol? Sí, a la Vinotinto, en las eliminatorias de 2018.

 

Harina de otro costal: Tomo esta frase propiedad de Ignacio Ávalos para apartarme solo un poco del tema anterior y celebrar su libro, El alma en los pies, de reciente publicación. Ignacio Ávalos no solo es un insider del fútbol, deporte que, a pesar de su edad, practica con envidiable habilidad y dedicación, sino que además es un estudioso que lo analiza, opina sobre él y expone sus fenómenos con profundo conocimiento. Es un deleite leerlo porque –aunque en algunos casos también la pasión futbolera nubla su raciocinio y preclaro sentido común– trasmite su conocimiento del juego con una prosa impecable que rezuma simpatía por el fútbol y su gente, nunca más inefable que en estos tiempos de mundial.

 

@FSuniaga

El Nacional