Francisco J. Quevedo, autor en Runrun

Francisco J. Quevedo

Los 300 Por Francisco J. Quevedo
chavismo
La  mal llamada revolución bolivariana le ha costado a los venezolanos no menos de US$300 millardos y más de 300.000 vidas en 18 años. Venezuela muere para que una minoría florezca, sin alusiones personales.
33% de la pérdida económica se debe a la corrupción, otro tercio responde a las ayudas, descuentos petroleros y condonaciones de deuda que tanto voto en la OEA y la ONU han comprado, y 26% se correspondería con la caída del PIB desde 2010.
Lo siguiente es el desglose y la fuente de cada cifra que en conjunto representan el título de nuestra entrega que quisimos relacionar con la Batalla de las Termópilas, cuando, paradójicamente, una alianza entre Esparta y Atenas enfrentó la agresión de los Persas.
  • Corrupción: La gran culpable:

 

    • Un reporte de Latin Trade estima que la corrupción se traga casi el 2% del PIB anualmente. Extrapolado a Venezuela, esto representaría unos US$ 5,5 millardos por año que en 18 años remontarían sobre US$ 99 millardos. Si consideramos que al país ha ingresado más de un billón de dólares entre riqueza petrolera y endeudamiento en revolución, la burocracia se habría quedado entonces casi con el 10% de esa fortuna, cifra que suena muy como la vil «matraca».

 

    • El propio ex-Ministro Giordani citó una cifra de US$25 millardos «que se robaron de CADIVI» dijo. Y los cuentos de Odebrech apenas comienzan a salir a la luz pública, tras años de tapareo. «Cuando el río suena, piedras trae…» dicen.

 

  • «A Caballo Regalao’ no se le mira el colmillo»:

 

    • Un reporte publicado en Runrunes que replicaba un reportaje de El Nacional del 02/04/2016, indicaba que «el total de ayudas entre 2005 y 2015 fue de US$96,3 millardos», según cifras de la Unidad de Análisis e Investigación de la Fundación Justicia y Democracia.

 

  • Palo Abajo:

 

    • El Banco Mundial reportaría que la economía venezolana habría caído de US$392,2 millardos en 2010 a US$ 314,1 millardos, según estimaciones del FMI para 2017. Ello significa una pérdida económica de US$ 78,1 millardos en solo siete años.

 

  • ¡Y Nosotros Pelando!

 

    • El salario integral mínimo pasó de $26 mensuales, en Julio 2016, a $13 en Julio 2017, medido por el dólar que se consigue en la calle, el único real para el pueblo venezolano. Si calculamos con base en cifras del INE para 2016 (2º Trimestre, esto es lo que hay, como dice la canción), podemos estimar que la fuerza laboral venezolana perdió US$ 817millones de su poder adquisitivo en apenas 12 meses.

 

    • ¿Y cuánto habremos perdido los venezolanos, en poder adquisitivo, desde 1999, cuando un dólar costaba Bs. 573,86 de los viejos, ó 57 ctmos, un realito, de los de hoy, en «bolívares fuertes», y el pueblo ganaba no menos de Bs. 120.000?

 

    • Pasamos de ganar US$ 209 mensuales en 1999, a US$13, en 2017. Esa pérdida remonta a US$ 12,38 millardos, tras 18 años de «revolución».

 

La sumatoria arroja US$ 286 millardos, aún sin agregar el desperdicio que significan los viajes del Presidente a Cuba, las celebraciones y pachangas frente a Miraflores, los sueldos de una burocracia inepta e inútil, e incluso algunas perversiones sociales que se observan entre misiones.

Para cerrar, según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), desde 1999 hasta mayo de 2016, se registrarían 280.552 muertes violentas. Y ahora que somos el país más violento del mundo, se puede estimar que rebasemos facilmente los 20.000 asesinatos en 2017.Nunca tan poco había costado tanto. La felicidad de una minoría narco-corrupta y boliburguesa no compensa la inmensa tristeza de la mayoría, de un pueblo que come de la basura y muere de mengua, cuando es afortunado, y que vela sus muertos en urnas de cartón…

@fjquevedo

El Precio de la (mala) Leche, por Francisco J. Quevedo

Leche_

 

Un litro de leche UHT en Caracas cuesta Bs. 4.595. Un litro de leche  en los EE.UU. vale un dólar, en promedio. La tasa de cambio oficial para alimentos es de Bs. 10 p/US $. De estos tres hitos emanan muchas lucubraciones, olvidándonos por ahora de aranceles, costos de flete y seguros, precios al mayor y todo lo que complique una explicación sencilla:

1°) Si lo que se importa de leche, y -vale decir- eso «de lechita», o los insumos que se traen para la industria láctea, gozan de la tasa oficial, los venezolanos pagamos el litro que cuesta un dólar en los EE.UU., casi a US $46. Uno se pregunta, entonces: ¿Si el importador exclusivo es el Estado, y he allí «la mala leche», a dónde van a parar los otros 45 dólares por litro? ¡A eso si se le puede llamar «tronco de guiso»!

2°) Si por leche hablamos de paridad de poderes adquisitivos, la manera óptima de definir la tasa de cambio efectiva que pagamos los venezolanos, paridad que no es paridera, aunque parezca, entonces pareciera que la tasa de cambio real debe rondar los Bs. 4600 p/US$. De ser así, nadie se robó nada.

3°) Pero como sabemos que es diez, y si no, es DICOM que promedia Bs. 2.325 p/US$. ¡Qué mala leche! Aquí como que hay gato encerrado’, porque de importarse a esta tasa, ese litro que cuesta un dólar en los EE.UU. debería costarle al público venezolano justo eso, Bs. 2.325. Y uno se pregunta: ¿A dónde van a parar los otros Bs. 2.270?

El consumo de leche en Venezuela promediaba (en pretérito, porque hoy no tenemos tanta leche) 85 litros al año por persona. Eso es unos 2.550 millones de litros anuales. Dice el Gobierno que la producción nacional abastece 90% del consumo. Si usted cree eso, se importan solo 255 millones de litros anualmente, y en función de lo que pagamos, el guiso lácteo puede ser entonces de US$ 11.4 millardos o Bs. 578,85 millardos, dependiendo si se quedan con los dólares o si el negocio es moneda nacional. Mala leche para los venezolanos, pero definitivamente un lechazo para quienes están en la movida.

La verdad es que con este despelote se pierden once «millarditos» (de dólares), y nadie se da cuenta, total, en este disparate cambiario, nadie sabe dónde está parado. No se sabe el cambio real, aunque sepamos que se pagan hasta Bs. 8300 por dólar. No se sabe cuánto es la inflación, aunque se sienta. No se sabe si estábamos creciendo, como asomó Maduro sobre el primer trimestre, para culpar a la 0posición por la recesión que nos persigue desde que él asumió el poder, o si seguimos palo abajo en el PIB.

«Río revuelto, ganancia de pescadores», dicen. Este despelote es a propósito, y en esta revolución pescan con atarraya, pa’ sacar lo que venga…

@fjquevedo

www.qppasociados.com

Las estadísticas no mienten, por Francisco J. Quevedo

Bolívares4

 

Quien miente es el Gobierno, debimos agregarle al titular… Sin embargo, un estudio de las estadísticas económicas venezolanas, realizado con equipos y sistemas de una Universidad de Nueva York, demuestra que a pesar del ocultamiento y la manipulación de las cifras, la verdad, al final, flota.

La investigación tomó ocho variables, como PIB nominal y real, según reportes del BCV, el crecimiento económico reportado, los ingresos corporativos de un importante sector de la economía, reportados por esa cámara empresarial, la tasa de cambio oficial, la tasa flotante, también oficial, y el dólar paralelo, y por último, el INPC, y sumó once más por cálculos directos, ajustando el PIB real al INPC, para observar las diferencias entre lo que se informa y la realidad, el PIB en dólares reportado, con conversiones a Bs. 10 p/US$, la tasa Dicom, y el mercado negro, para observar las diferencias, nuevamente, y otras.

 

Estadíasticas

 

Los resultados del estudio arrojan lo siguiente. Se incluyen algunos coeficientes estadísticos para aquellos interesados en el detalle:

1.- El INPC venezolano está determinado por el Dólar Paralelo: Según sean los años analizados, el coeficiente de correlación entre estas series es de 0,9563, casi perfecto.

2.- Las empresas han aprendido a acoplar sus precios al Dólar Paralelo: Más que al INPC, debemos acotar. Los ingresos corporativos se correlacionan más con la tasa de cambio que reina en la calle que con la inflación. la cual no se reporta desde 2015, en todo caso (coeficiente 0,986 vs. 0,973, respectivamente), ello a pesar de los controles y las amenazas.
3.- El PIB real no es tan «real»:
– No hay correlación entre el INPC y el PIB real, cuando se supone que éste es calculado ajustando cifras nominales entre                aumentos de precios. ¿Si no hay correlación entre las series, entonces, con qué se calcula el PIB?
– La relación que pueda asumirse entre el INPC y el PIB real carece de significatividad estadística (R2=0,533, valor-                       p=0,218).
El uso de la tasa oficial, de Bs. 10 p/US$, para convertir el PIB a dólares, haría la cifra resultante tan artificial como el cambio         bolívar-dólar.
4.- El ingreso de los trabajadores no se mantiene a la par del INPC: Tanto menos al ritmo del Dólar.
– Hoy por hoy, si un trabajador toma todo su salario mínimo y bono alimentario, y acude al mercado en busca de dólares, se             percatará que solo gana $33 mensuales.
– Incluso a la nueva tasa Dicom, el venezolano promedio gana $100 al mes, asumiendo que pueda acceder a estos dólares.

En materia económica, se impone también la censura. El Gobierno aprovecha la ignorancia para manipular u ocultar la verdad. Al final, la mayoría somos neófitos, no tenemos por qué saber de economía. Y, lamentablemente, no se publican análisis que revelen la verdad, para iluminar el criterio del lector, a modo que éste cuente con «información veraz y oportuna», como indica la Constitución.

Aclaramos que los ingresos corporativos responden a solo un sector de la economía, por disponibilidad de series estadísticas. Hemos solicitado a las cámaras información para ampliar la cobertura del estudio. También debemos acotar que se utilizaron estadísticas oficiales (para todo menos el Dólar Paralelo) hasta 2015, momento cuando el BCV suspende sus informes sobre PIB, INPC y otras series. La tasa Simadi fue sustituida por el Dicom.

A pesar de las limitaciones del estudio, la verdad, sin embargo, es evidente.

 

www.qppasociados.com

banderadevenezuela10

La gente se pregunta, con todo lo que está pasando, ante tanto abuso y sufrimiento: «¿Cómo es que el pueblo no reacciona como el paraguayo?»

Políticamente, estamos anulados: nos quitaron la mayoría parlamentaria absoluta, y no reaccionamos; apresaron a muchos de nuestros líderes políticos; nos declararon en desacato legislativo, nada que diga la Asamblea Nacional que nosotros elegimos es «constitucional», pero sí lo es la renovación ad-infinitum del Decreto de Emergencia Económica; nos robaron 605.000 firmas del Referendo, y al final, nos quitaron el Revocatorio; y las elecciones regionales van por el mismo camino; y ahora, el TSJ va a legislar. ¡¿Qué pasa, Venezuela?! Uno se pregunta…

La respuesta es que, psicológicamente, nos han anulado también, con una crisis provocada. «La Guerra Económica» es realmente una guerra psicológica. Estamos atontados, ahogados, agobiados, y quizás resignados ante la criminalidad, la inflación, la devaluación, la escasez, la corrupción, impávidos ante la penetración del narcotráfico en las altas esferas del gobierno y la sociedad. «Aquí quien menos puja, puja una lombriz» dice el pueblo.

Un estudio longitudinal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massashusetts, sobre los efectos de las crisis y situaciones de estrés prolongadas en la psiquis humana, llevado a cabo sobre miles de sujetos en diversas circunstancias y países, confirmó que todos, unos más, otros menos, reaccionamos de la siguiente manera:
1. Con sentimientos de impotencia: Nos creemos incapaces de enfrentar a quienes nos oprimen, o superar las situaciones que nos agobian; sobrevivimos, pasando agachados, como dicen.

2. Enfrentamos dificultades para concentrarnos: Nos afecta en los estudios, en el trabajo.

3. Sufrimos tensión, incluso arterial, e irritabilidad: Los ACV y el cáncer glandular están a la orden del día; y la agresividad se nota en las calles, al volante, y en especial, en el crimen. Y ni hablar de una protesta, porque vienen «los colectivos».

4. Adoptamos una visión fatalista: «Esto se lo llevó el Diablo» decimos. «Esto se acabo», «el último que se vaya que apague la luz…»

5. Pasamos horas en vela, por insomnio: Y deambulamos de día, cansados, en consecuencia.

6. Magnificamos la amenaza: Chávez se veía invencible, y eso lo trabajaron muy bien. ¡¿Pero éste?!

7. Somos incapaces crónicos de razonar: No hay solución, sentimos.

¿Se identifica usted, amigo/a lector/a, con alguna de estas consecuencias, o con todas?

Una inflación que apunta al 1700%; devaluación del 380%; recesión del -12%; desabastecimiento hasta del 90% en rubros esenciales; casi 100 asesinatos por cada 100 mil habitantes que hacen a Caracas la ciudad más peligrosa del mundo; cortes eléctricos habituales, un racionamiento de agua que ya es normal, y sobrinos reales que confiesan que toneladas de droga a ser vendida en los Estados Unidos iban a financiar la campaña de sus tíos. Nada nos sorprende, y todavía no reaccionamos.

La crisis ha sido la mejor herramienta que encontró la revolución para romperle el espíritu al otrora bravo pueblo venezolano.

@fjquevedo

La pauperización de un país, por Francisco Quevedo

Bolívares4

 

«A paso de vencedores», la revolución y tres años de Maduro nos han colocado en el primer lugar, el primer lugar de crimen, de inflación y desabastecimiento, y en el último lugar en perspectivas económicas, en ingreso per cápita y competitividad regional y globalmente. ¡Felicitaciones! Han logrado lo que «El Manifiesto Comunista» propuso, la destrucción del aparato productivo burgués. Todo un éxito marxista-leninista. El problema es que no lo han sustituido sino con empresas estatizadas y quebradas.

Como se observa en la gráfica, Venezuela ocupa los últimos lugares en perspectivas de crecimiento, con una caída del PIB proyectada en -10% este año y, quizás pensando en un cambio de gobierno, calculada en -4,5% para el 2017, por que si no hay Revocatorio, o algo, no se puede ser tan optimista. Y las proyecciones de inflación del Fondo Monetario Internacional rayan 500% en 2016, y se disparan hasta 1600% el año entrante. De llegar a eso, los precios aumentarían más del 4% diario, 30% semanal y 123% mensual. Es decir, se duplicarían mes a mes. ¡Ná guará! ¿Quién aguanta eso? Y luego quieren que se quede Aristóbulo en Miraflores.

Consecuentemente, el ingreso de los venezolanos, nuestro poder adquisitivo, habrá caído como el «bolívar fuerte». Ni siquiera sale en pizarra, quizás por pena, pero -si queremos creer en las cifras oficiales de PIB que primero nos ocultan y luego lo miden a una tasa cambiaria de Bs. 10 por dólar americano- nuestro ingreso per cápita quizás roce los US$ 11.500 anuales, eso es menos de la mitad del de Argentina, otro bate quebrado que dejó Cristina, y un tercio (¡Por Dios! 1/3) del de Panamá que no tiene petróleo, ni tiene hierro, ni carbón, ni revolución. ¡Ah! He allí el detalle…

Hemos sido víctimas y testigos de la pauperización de Venezuela de manos de quienes se han enriquecido del erario público y la droga, como resuena en la prensa nacional e internacional. Tres años de Maduro han elevado la pobreza al 75%, de acuerdo a un estudio de la UCAB, es decir, tres de cada cuatro venezolanos es pobre. ¡Uh, ah, Maduro no se va! Los que se van son los estudiantes, los ingenieros de sistemas, los doctores y la clase media en general. ¡A millòn! Bueno, realmente, a millón y medio, esa es la diáspora venezolana.

A pesar de la Gran Misión Vivienda Venezuela, tres años de Maduro nos han llenado de ranchos e invasiones, hasta en las urbanizaciones más reservadas de las capitales. No hay terreno, cerro o quebrada que se salve. Y mientras más pobres, más ranchos, y mientras más ranchos, más pobres. Tres años de Maduro nos han dejado sin leche, sin pan, sin harina PAN, sin lubricantes, sin repuestos, sin cauchos, sin azúcar, sin cabillas, sin cemento, a pesar que muchos de estos rubros son «hechos en Socialismo». Por lo visto, lo hecho en Socialismo es la escasez.

Las perspectivas de Venezuela, y las esperanzas cuelgan del Referendo Revocatorio, de las damas del CNE que tanto hacen por retrasarlo, de la MUD que todo hace por lograr que se realice en 2016, de la FANB que mantiene un extraño silencio institucional y que parece saltar a defender la constitución cuando se ve entre la espada (¿O será el sable?) y la pared.

Si no hay cambio, seguiremos «a paso de vencedores»: ¡Palo abajo!

 

 

@fjquevedo

La autoestima colectiva, por Francisco Quevedo

personascaminando

 

Si Chávez fue esperanza para muchos, Maduro representa la desesperanza. Si el chavismo fue fuente de identidad, de pertenencia, el madurismo representa el desarraigo. Ya ni los chavistas se identifican con él. Y los que le quedan, están es raspando la olla mientras las cacerolas suenan. Pasamos del chavismo pobre a un pobre chavismo.

Un estudio coordinado por la Universidad del Rosario en Bogotá, con el equipo del profesor Espinosa, y publicado como «Avances en Psicología Latinoamericana», compara la autoestima y otras variables de la identidad nacional de diversos países del subcontinente, entre ellos, Venezuela. Aunque su muestra, por el perfil que observamos, es cuestionable en cuanto a representatividad, la teoría de fondo es indiscutible.

El citado estudio precisa dos hipótesis sólidas que podemos presentar de la manera siguiente: (1) La autoestima colectiva necesita de autorrepresentación para afianzarse como una identidad nacional, y define esta como una «creencia grupal consensuada»; y (2) esa autoestima a su vez se vincula con el esfuerzo colectivo y el estado de ánimo, a los cuales los investigadores llaman competitividad y calidez.

Si observamos el sentimiento nacional, convertido en amargura, agresividad y desánimo, resulta facil concluir que algo se perdió con la muerte de Chávez y su sustitución por Maduro. Los venezolanos somos ahora «Ni-Ni», ni cálidos, ni competitivos, y abrumadoramente ni maduristas, ni cabellistas, si es que eso existe. 57% de los encuestados por empresas confiables querría más bien irse del país. El amor por la patria no puede con esta hambre, ni con la inseguridad.

Y a las cifras nos remitimos. De respaldos que superaron hasta el 60% en los mejores momentos de popularidad del fallecido presidente, pasamos al 80% de rechazo, y más, por el actual quien refleja un respaldo que algunos analistas colocan en 15%, pero que en cualquier caso no pasaria hoy del 20% con una buena dosis de pan y circo electoral. El Estado ya no se sostiene con votos. No en vano evaden el Referendo Revocatorio y las Regionales. Medirse condenaría a muerte al chavismo.

El problema es que con Maduro se pierde mucho más que empleos e inversión, mucho más que tiempo en las colas, mucho más que plata, al pagar el mercadito, mucho más que 28.000 vidas al año de manos del hampa, se pierde la autovaloración de 30.000.000 de venezolanos, la identidad nacional, la esperanza, se pierde el talento que sale hacia otros países en hordas, y si permanece éste, «como sea», perderemos hasta el futuro.

Ya PDVSA, como Venezuela para muchos, no vale medio. Standard & Poor’s bajó su rating crediticio a «CC». Vergüenza nacional es lo que se siente. El país no vale el esfuerzo. ¿Para qué ir a trabajar, si el sueldo no alcanza? Marchamos una vez y no salimos para la segunda. ¿Qué hacemos, tiramos la toalla?

El último que salga que apague la luz…

 

 

@fjquevedo

Francisco J. Quevedo Sep 11, 2016 | Actualizado hace 8 años
El rol del Estado

EstadodeExcepción3

Los «Socialistas Bolivarianos» piensan que el rol del Estado es controlar, controlarlo todo. Fidel Castro se ufanaba en Cuba que él mismo le ponía el precio al litro de leche. En Venezuela nos controlan hasta los huevos. Por eso, en Socialismo, todo desaparece, y cuando reaparece, reaparece más caro. Así de simple.

Allá saltarán algunos ñángaras a decir que si no controlan todo, se descontrola, alegando una especie de entropía (Clausius, 1865) que nos lleva al despelote y a la explotación de la clase obrera. A ellos hay que remitirlos a las pruebas, en las calles, en los anaqueles y en las cajas registradoras. Anarquía, desabastecimiento e inflación son los resultados del control socialista. En Cuba se compra azúcar, el cultivo nacional, con bolsas y tobitos, porque envases no hay.

La confrontación entre el «laissez faire» y el centralismo es centenaria. Desde que Adam Smith escribió «La Riqueza de las Naciones» en 1776, proponiendo que cuando cada quien le ponga el hombro a las cosas, a lo suyo, sin la intervención del Estado, la suma de esfuerzos superará la suma de las partes, han saltado críticos como Karl Marx («Das Kapital», Vol. I, 1867, con dos ediciones posteriores) para alertarnos contra los venenos del Capitalismo («La plusvalía» decía Marx, la ganancia del capitalista, es la condena a muerte endógena del sistema) y para proponer el centralismo como modelo, por medio de una revolución del proletariado («El Manifiesto Comunista», Marx & Engels, 1848).

A ellos -nuevamente- hay que remitirlos a las pruebas. ¿Cuál lado de esta confrontación hemisférica ha progresado más, ha provisto la mayor suma de prosperidad? Estados Unidos vs. Rusia; Panamá vs. Cuba; Corea del Sur vs. Norcorea; la anarquía, el desabastecimiento, la corrupción, la represión y la inflación, oculta o declarada, han sido los resultados del modelo socialista. Y quien quiera apuntar a China que viaje allá a ver si eso es Socialismo o Capitalismo de Estado; que vaya a sus zonas rurales, si quiere ver pobreza; que compare salarios, si quiere hablar de la explotación de la clase obrera.

En Socialismo, las cárceles estarán siempre más llenas que los anaqueles. La represión es necesaria porque el modelo es contra-natura. Lamentablemente, bajo este sistema, terminamos siempre sometidos por un absolutismo absurdo, corrupto e ineficiente, pero muy eficaz para fines de dominación política, como el cubano. En Cuba, hoy y desde 1958, como Luís XIV en 1655, trescientos años antes, Fidel Castro diría «L’etat c’est moi».

A eso se le llama retroceso.

El crimen toca al 55% de nosotros, por Francisco J. Quevedo

Francisco Quevedo

 

No es en un barrio, no es producto de una encuesta en la Morgue de Bello Monte, en cualquier familia, en cualquier oficina, preguntando, sumamos que casi seis de cada diez personas entre nosotros ha sido tocada por un crimen violento.

 

La muestra puede no ser estadísticamente válida, pero es patéticamente elocuente. En una oficina de ocho personas, seis han sufrido al menos un crimen violento recientemente. A la asistente del Presidente de la Fundación que allí manejamos, le mataron al papá en un atraco hace dos años. El hermano de la abogada se salvó de chiripa, como dicen, en otro asalto, y quedó con una bala incrustada en el tórax. La administradora, al salir de la universidad, vio como mataban a un compañero con ocho disparos en plena calle, y «del tiro» se retiró. A la Gerente le mataron a un primo con un punzón en el corazón en una discusión callejera sobre Chávez. Al Consultor Legal se le mató un hijo que venía siendo perseguido en la autopista, según presumen los investigadores. Estos, como tantos otros hechos, quedaron impune. ¡Van cinco! Y eso que no le preguntamos al mensajero, ni la señora que limpia, por pena, porque esos debe tener más de un muerto cada uno en su familia…

En efecto, la Procuraduría General de la República ha dicho que 98% de los crímenes en Venezuela quedan impunes. Gallup revela en sus encuestas que la criminalidad se ubica como primera preocupación de los venezolanos, en una lucha cabeza a cabeza con la escasez y la inflación, seguramente, ahora.

Informes del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos indican que somos la ruta predilecta del narcotráfico hacia el norte. Y apartando las versiones de «Alicia en el País de las Maravillas» que nos presenta la Fiscal General, el Observatorio Venezolano contra la Violencia ubica la tasa de asesinatos sobre 90 muertos de cada 100.000 habitantes. ¡Díganselo a la gente de la oficina!

Y no estamos hablando de robos, ni secuestros, sino de muertos. Las reaseguradoras internacionales indican que en Venezuela, en todo momento, hay al menos 90 personas secuestradas. Y las agencias de seguridad del mundo alertan que hay militares y policías involucrados en esto, como en el narcotráfico, cosa que leemos en la prensa a diario.

Y si queremos sumar algo más humanitario, la revolución mata. Nuestro propio padre muere en diciembre por falta de medicinas. A decir verdad, en alguna oportunidad se consiguieron solo dos de un cocktail de cuatro pastillas que tomaba a diario. Ese desbalance le disparó un ACV que un año en cama después terminó llevándoselo.

Es que hasta el perro se nos murió la semana pasada por falta de alimentos y medicinas. Lo que se conseguía para darle de comer era basura con tinta que le causaba alergias y problemas renales y hepaticos que se fueron agravando.

¿Qué se puede decir? Maduro, desde mi corazón…

 

@fjuevedo