Centro Gumilla Sic Semanal, autor en Runrun

Oct 17, 2016 | Actualizado hace 8 años
Editorial SIC: Tuve hambre y militarizaste el pan

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El hambre y el militarismo son dos signos visibles de esta hora que vivimos como país. Dos caras de la misma moneda. Podríamos decir que el hambre es el resultado más dramático de la imposición de un modelo económico inviable que nos está arrebatando el derecho a vivir con dignidad, y el militarismo la respuesta sorda y dura del poder que se resiste a aceptar su fracaso y estar éticamente a la altura de la situación. El militarismo, cada vez más, se ha ido convirtiendo en el modelo de gestión gubernamental que implica un ejercicio arbitrario del poder que desplaza la razón, la palabra, y cualquier espacio institucional y modo democrático de relación, entronizando el lenguaje arbitrario del más fuerte, el de las armas.

Con la palabra hambre queremos señalar la falta en nuestras familias del pan nuestro de cada día, lo más básico, lo necesario para estar de pie y con salud. Esto a la mayoría, estructuralmente, les está negado. Y cuando se accede a una bolsa de comida se tiene que pasar por una serie de humillaciones denigrante para nuestra condición humana: horas de colas, lluvia, sol, insultos, agresiones, restricciones, abusos, maltrato, discriminación política y un gran etcétera. Los relatos son escandalosos y ocurren en todos los rincones del país, con registros mediáticos limitados y con información escasa y maquillada por parte de las instituciones públicas competentes en la materia, que desconocen el hecho.

La narrativa cotidiana no se puede ocultar, toca a la puerta, roba el sueño, viaja en transporte público, camina por las calles, llora, desespera, escarba en los basureros de la ciudad. “José, taxista de sesenta años y cuarenta en el oficio, levantó a sus hijos a punta de volante. Todos profesionales. Dos de sus hijos emigraron este año, uno a Colombia, otro a Costa Rica. Él ha asumido la carga de cinco nietos, mientras sus hijos se sitúan en el extranjero. José vive con insomnio pensando cómo hacer para llevar el pan a sus nietos. Taxiar ya no es negocio. El carro pide más de lo que da. Lo que gana solo alcanza para medio comer. Su esposa Eugenia tiene una artritis avanzada, no puede ir a las colas a comprar, menos ahora que ya no dan preferencias a los enfermos y tercera edad. José pasa todo el día en la calle taxiando en su carro viejo. Las veces que hace la cola del CLAP pierde el día de trabajo. No es negocio. Por eso, no le queda otra alternativa que comprar en el mercado negro donde la inflación se come su presupuesto. Muchas veces se acuesta con hambre para que sus nietos coman algo”. “Elena es una joven de 27 años, madre soltera con tres niños, está amamantando y algunos días desesperada comparte el pecho con todos sus hijos, saca energía de su instinto maternal, esa fuerza misteriosa le sostiene”. “Anderson tiene doce años, se inscribió en la escuela de boxeo porque allí le dan algo de comer. A la mamá no le gusta a idea porque dice que ꞌlos boxeadores terminan locosꞌ. Pero impotente, no le ha quedado más remedio que aceptar que su hijo intercambie golpe por comida”. “Un hombre joven se desplomó en la calle. Tocaron a la puerta de las hermanas. La religiosa compró unos cambures y le dio de comer. Poco a poco el hombre volvió en sí. Llevaba dos días sin comer. Agradeció. Se levantó y se fue en silencio. Uno de los presentes comentó: ꞌLleva dos días sin comer, tiene tres hijos, trabaja, gana sueldo mínimo, lo que gana apenas le alcanza para dar de comer a sus hijosꞌ. El trabajo regular y asalariado no da para vivir”. A este propósito, el Observatorio de Conflictividad Social (OCS) registró para el mes de agosto 139 protestas por el derecho a la alimentación, 25 por ciento de las protestas registradas en el país, 36 más que en agosto de 2015, 32 saqueos y 57 intentos de saqueo.

Pero para las élites del partido-gobierno, que ha quebrado el aparato productivo por la vía de la expropiación y monopolización estatal, estos relatos de hambre son parte de la narrativa de la guerra económica que tiene como objeto minar la credibilidad del proceso revolucionario. Para ellos estas historias no son una realidad, sino una matriz de opinión propia de sus enemigos nacionales e internacionales que pretenden detener la “revolución bonita” y la gestación del hombre nuevo y la sociedad nueva. Están tan ensimismados en su ficción de país y en el resguardo de sus intereses de poder, que el señor Presidente en sus alocuciones, con craso cinismo, se ha venido mofando del hambre del pueblo, diciendo, con pseudo humor: “La dieta de Maduro nos pone duro”. Recordemos que ya en mayo, ante la OEA, la canciller Delcy Rodríguez declaró a los medios internacionales que “más de 300 medios vendían que Venezuela no tenía que comer y que los supermercados estaban vacíos. Solo los medios alternativos lograron desmentir esta infamia y mostraron las imágenes de los anaqueles llenos”, razón por la que concluía la canciller “es irrespetuoso considerar que en nuestro país hay una crisis humanitaria”[i]. Esta es la visión y ficción sobre la que han montado sus políticas de Estado completamente de espaldas a la situación cotidiana que vive la gente. En contraste y coherente con las historias del hambre, Datanálisis, en su monitoreo más reciente, calcula en 42 % la caída de poder de compra de los venezolanos ante el comportamiento de los precios, el desabastecimiento de productos regulados en 77,8 % y la inflación de alimentos en el mercado negro en 2.375,4 %.

Como respuesta a esta situación, la Iglesia ha venido exigiendo la apertura de un corredor humanitario que posibilite el acceso tanto de alimentos como de medicinas mientras exige se negocien y concierten las medidas necesarias para reactivar y progresivamente estabilizar el aparato productivo. El Gobierno se ha negado. No está dispuesto ni a reconocer la crisis, ni sus efectos humanitarios. Por el contrario, considera que esta decisión vulnera la soberanía nacional que en realidad no es otra cosa que sus intereses de grupo y, en consecuencia, ha militarizado el acceso a la alimentación concentrando la distribución de alimentos en el Ministerio de la Defensa, quedando ahora un general encargado de la distribución por cada uno de los dieciocho rubros alimenticios elegidos. Tragicomedia nacional. Sin embargo, paradójicamente, en la práctica han venido tomando medidas de apertura de las fronteras colombo-venezolana y brasileña-venezolana creando un corredor de abastecimiento por la vía de la importación de particulares y de sectores boliburgueses, fortaleciendo las economías vecinas, mientras el aparato productivo nacional sigue paralizado y lo poco que queda activo, estrangulado y amenazado por la presencia militar.

 

*Publicado como editorial en la Revista SIC

Jul 14, 2015 | Actualizado hace 9 años
Editorial SIC 776: A parir el futuro

embarazo y pobreza

 

El gobierno se ha empeñado en tener el control de todas las dimensiones sociales, tanto públicas como privadas y ha descuidado su tarea más básica: garantizar el derecho a la vida. Ha volcado todas las instituciones del Estado al servicio del poder en sí y no al servicio de la protección de la vida y la convivencia pacífica, dejando a su paso un país herido de muerte y necesitado de sanación.

Escalada de violencia

La escalada vertiginosa de muertes violentas corrobora esta dolorosa realidad. Pese a que el Gobierno ha anunciado en estos quince años veintiún planes de seguridad, cada año que pasa los indicadores son más dramáticos. En diciembre de 2014 afirmábamos:

“Son cifras de un país en guerra… en 2009 fueron 20 mil 875; 2010, 21 mil 080; 2011, 21 mil 866; 2012, 24 mil 057; 2013, 24 mil 230”.
Para 2014, el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), nos indica que rondamos la dolorosa cifra de 24 mil 980 muertes violentas. Esta escalada ha ido generando en la población un efecto perverso: “Se percibe la muerte violenta como un hecho cotidiano normal”. El sagrado respeto por la vida se está perdiendo. Somos una sociedad enferma y anestesiada.

Un dato escalofriante

La sumatoria de las nefastas cifras de los últimos seis años nos coloca ante un escenario fratricida de aproximadamente 137 mil 88 asesinatos. Esto implica 137 mil 088 familias heridas por la pérdida injusta de un ser querido, en su mayoría jóvenes masculinos. Si calculamos un núcleo familiar de cinco personas, estaríamos hablando de alrededor de 685 mil 440 personas afectadas por las muertes violentas, sin contar otros parientes y amigos. Son tantos los afectados directa e indirectamente por esta calamidad, que los indicadores superan en números la población de ciudades como San Cristóbal, Mérida y Acarigua. Estos números no incluyen a aquellos que por un evento violento han quedado impedidos y se les ha trastocado totalmente su proyecto de vida.

 Hechos que hablan

Un amigo jesuita relata que iba de visita a un proyecto social en un barrio suburbano. Al llegar como a las 7am, se topó, cerca del centro educativo, con un cadáver abaleado la noche anterior. Se quedó pasmado. Las madres pasaban por el lugar para llevar los niños a la escuela. Al terminar la visita, ya de medio día, la escena se repitió. El cadáver continuaba en la carretera. Perplejo, reflexionó: “La primera vez que vi un cadáver fue a los 30 años de edad, estos niños, ya desde los brazos de la madre, crecen sorteando cadáveres en su trayecto para ir a la escuela”.

Leonardo estaba en la plaza con sus amigos. Conversaba y preparaba la fiesta de sus 18 años. Era 5 de Julio de 2012. La plaza estaba llena de niños jugando. Las madres conversaban en los bancos. En una de las aceras se encontraba un grupo de hombres que estaba bebiendo desde la mañana. Ya borrachos, a uno de ellos se le ocurrió probar un arma, eran como las 5pm. Se escucharon unas detonaciones. Hubo gritos. La gente corrió. Unos se lanzaron a recoger a los niños. Muchos se dispersaron para protegerse de nuevas detonaciones. Leonardo cayó herido de muerte. La madre salió angustiada a socorrer a su hijo pero ya se lo habían llevado al hospital. Permaneció un mes en terapia intensiva. Murió con el sueño de celebrar sus 18 años. La comunidad indignada quería linchar al asesino. Otros estaban dispuestos a pagar un sicario que vengara la muerte de Leo. La madre, cristiana cabal, se mantuvo firme diciendo: “No quiero que con la sangre de mi hijo se tiñan más des- gracias”. Así, con gran fortaleza espiritual, cortó una espiral de violencia, convencida que el mal solo se vence a fuerza de bien.

Venezuela ante la ONU

La mayoría de estas muertes en el país quedan impunes. El ciudadano de a pie está en la absoluta orfandad. El actual Estado es estructuralmente un aparato ordenado para la impunidad. Además, mantiene una política de desinformación al respecto. No informa y cuando informa maquilla los números. Ante esta política de impunidad y decidida desinformación del Gobierno venezolano, las ONG de DDHH, en junio de 2015, han presentado el informe alternativo ante el Comité de DDHH de la ONU, señalando entre otras cosas que:

«Las muertes violentas representan en Venezuela doce por ciento (12 %) de la mortalidad general, siendo los hombres jóvenes las principales víctimas, creándose una distorsión demográfica en el país. En Venezuela, están muriendo 53 % más hombres que mujeres, quienes además se encontraban en edad productiva. Aunque el Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz expresó que la tasa de homicidios ‘podría cerrar’ en 32 homicidios por cada cien mil (100.000) habitantes para el año 2014, el OVV estimó (…) una tasa de ochenta y dos (82) muertes violentas por cada cien mil (100.000) habitantes».

Mutación criminal

La criminalidad está mutando en sus modos y métodos. Los asesinatos son rituales y públicos con el fin de amedrentar e intimidar a la población. Hay asaltos colectivos en autobuses, así como en lugares públicos, instituciones, y en casas de familia. Las ciudades están repartidas, fraccionadas por los negocios e intereses de las bandas criminales. Hay una reorganización. Ya no se trata de las guerras sectoriales entre bandas de un mismo barrio. Ahora una fuerza organizativa mayor, sin rostro pero con poder, ha ido cooptando las pequeñas bandas afiliándolas a corporaciones criminales que les proveen poder de armas, dinero y zonas de control. Los centros educativos se están convirtiendo en lu- gares para el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. Los recientes sucesos en el barrio las Torres de La Vega, en la Cota 905, en sectores del estado Miranda y Aragua, sin contar muchos otros del interior del país, son indicadores de esta tragedia nacional: el control territorial por parte de las bandas criminales.

Estos hechos están generando desplazamientos internos de familias enteras. En un pequeño barrio del oeste de Caracas, en 2014, la comunidad cristiana local llegó a contabilizar 31 desplazamientos de núcleos familiares a causa de la violencia criminal

 ¿Qué hay detrás?

Reconocemos que la pobreza y la desigualdad son variables importantes para analizar el tema de la violencia, sin embargo, coincidimos con Roberto Briceño León, al constatar que hay paí- ses más pobres que Venezuela que son menos violentos, y de igual manera, países más desiguales que no presentan indicadores tan escan- dalosos como los nuestros. Entonces, ¿qué hace de Venezuela uno de los países más violentos del hemisferio? El análisis del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) da cuenta de cómo en la medida que desde el poder se han dado señales de irrespeto a los acuerdos sociales de convivencia, minando la institucionalidad y la cohesión social, en esa medida se han incrementado exponencialmente los indicadores de violencia.

¿Qué hacer?

Estamos convencidos que podemos salir de este ciclo fatal del crimen y parir el futuro. Otros países han logrado reducir la violencia asesina significativamente. Creemos que es necesario un pacto social por la vida encaminado a fortalecer la cohesión social, acompañado de una política de reforma del sistema judicial que posibilite recuperar la confianza en el mismo, dejando atrás el ciclo de impunidad que tanto daño nos ha hecho como sociedad. De igual modo, es necesario acompañar este proceso con una estrategia socio-educativa integral destinada a la constitución de un sujeto personal y comunitario denso, autónomo y solidario. Estamos convencidos, desde nuestra presencia orgánica en los sectores populares, que cuando hay personas interiormente densas, el ciclo de la violencia se corta, como en el caso de la madre del joven Leonardo. De igual modo, cuando hay sujeto comunitario, cohesión social, se puede vencer el mal a fuerza de bien. Es nuestra apuesta desde la acera de enfrente en esta Venezuela herida de muerte y necesitada de sanación.

 

¿Cuál es la situación social de Venezuela en el contexto latinoamericano?

VlaAL

 

Por Lissette González

La difusión en días pasados de los principales resultados del más reciente Panorama Social de América Latina, informe publicado anualmente por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), causó revuelo en las noticias y redes sociales del país. La razón: en esta publicación, Venezuela es el único país de la región que presenta un incremento de la pobreza de ingresos en el último año que analiza el estudio.

Frente a la polémica que este dato ha generado, son necesarias algunas precisiones: en primer lugar, las estadísticas que utiliza CEPAL en todos sus informes provienen de las fuentes oficiales de cada país. En el caso de Venezuela, todos los cálculos son realizados a partir de la Encuesta de Hogares por Muestro que recoge el Instituto Nacional de Estadística de forma ininterrumpida desde 1967.

 

En segundo lugar, estos datos no son nuevos. Reflejan la información sobre pobreza de ingresos que están disponibles en la web del INE desde mayo de 2014. El Panorama Social 2014 compara los resultados del segundo semestre de 2012 y 2013 en todos los países latinoamericanos y lo que resalta es el pobre desempeño de los indicadores de Venezuela en comparación con el promedio regional.

El informe muestra con preocupación que en el conjunto de la región latinoamericana parecen haberse estancado los logros en materia social: a partir de 2011 ha disminuido el ritmo de disminución de la pobreza y, en virtud del crecimiento demográfico, el número de personas pobres en la región aumentó a 165 millones en el año 2013. La principal razón para este resultado tiene que ver con la economía, puesto que América Latina presentó un menor crecimiento del Producto Interno Bruto per cápita en los años 2012 y 2013 en relación con los años precedentes.

Al comparar los resultados económicos de Venezuela con los de la región, encontramos que sistemáticamente el PIB per cápita en nuestro país es menor, salvo en el año 2012 (año de las últimas elecciones presidenciales en las que Hugo Chávez fue candidato). Al mismo tiempo, el desempleo nacional estuvo todo el período por encima del promedio regional y la inflación de Venezuela bate récord en el conjunto: 56,2% anual en 2013, mientras que el promedio de los países latinoamericanos para ese año es 6,8%. Esto significó una caída de 4,4% en el salario medio real del venezolano, lo que explica en buena medida el incremento de la pobreza de ingresos.

La desigualdad en el ingreso es otro de los elementos que se analiza en el Panorama Social 2014. El índice de Gini, que en Venezuela había mostrado la mayor disminución de la desigualdad en América Latina en el período 2002-2008, muestra un panorama contrario entre 2008 y 2013, cuando Venezuela pasa a tener muy pequeñas ganancias en desigualdad, solo por encima de República Dominicana, Panamá y Costa Rica.

En resumidas cuentas, los resultados de Venezuela en términos del ingreso de su población están por debajo de los obtenidos en el resto de los países latinoamericanos. Pero estos hallazgos refieren a 2013; aun no contamos con estadísticas oficiales disponibles para cuantificar el efecto social de la inflación de 2014 (63%), la más alta registrada desde 1998. Estas cifras no se han dado a conocer a la opinión pública nacional, pese a que las estimaciones de pobreza deben haber sido realizadas, al menos las del primer semestre del año pasado. ¿Estarán los datos de Venezuela en el Panorama Social 2015 de CEPAL? Eso dependerá de si el gobierno nacional opta o no por la transparencia para actuar frente a la crisis económica y social que atraviesa el país.

 

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