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Julio Castillo Sagarzazu May 25, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
La lección del fémur roto

@juliocasagar

En la primera clase del semestre, intento explicar a los estudiantes cuál es el origen del Derecho, de las leyes y del Estado. Suelo recurrir al expediente de explicar que en las comunidades primitivas el más fuerte del grupo era quien imponía las normas. La fuerza física era tanto o más importante que el talento personal para dirigir a los demás. Se hacía lo que él decía y cuando alguien se salía del carril, pues estaba la superioridad física para recordar quién era el que mandaba.

De manera que la aparición de las normas y del Estado está vinculado a la capacidad de coerción y al monopolio de la violencia. De allí nació el ser humano como ser político.

Sin embargo, el ser social, la graduación de aquel Homo erectus como ser humano, ocurrió cuando apareció la compasión. Cuando alguno del grupo pudo detener la marcha para socorrer a quien se había caído, cuando se organizó la comunidad para atender a quienes estaban menos dotados y a los más débiles.

Hace unos días, leímos un interesante artículo que me confirmó en esta tesis. Hablaba de la respuesta dada por la antropóloga Margaret Mead a un estudiante que le pregunto cuál era el primer signo de civilización de una cultura. Mead no le dijo que era una vasija o un instrumento que revelara la habilidad de la mano humana. La profesora respondió que era el hallazgo de un hueso, de un fémur roto que había sanado. Es decir, la prueba de que alguien había ayudado a aquel antepasado nuestro que no fue abandonado a su suerte.

Recordé (y me disculpa el lector la digresión personal) una anécdota que suelo señalar como el momento en que verdaderamente me gradué de dirigente político. Llego bastante después de que creía que esa carrera había comenzado. Para la época, ya había sido dirigente estudiantil en las más importantes responsabilidades del liceo y la universidad; concejal de Valencia; dirigente nacional de partidos; diputado al Congreso, vicepresidente de la Cámara de Diputados y secretario de varios gobiernos regionales. Había prestado juramento como alcalde de Naguanagua, apenas dos días antes y se abatió una tormenta bestial sobre el municipio. Una especie de bienvenida que nos dio la Virgen de Begoña, la patrona del municipio, que ese día celebraba su fiesta. Hubo decenas de barrios y comunidades inundadas. Mientras recorría las zonas afectadas, llegué a una población llamada El Salto, cercana a Las Trincheras. Allí cerca del río que había arrasado con lo que encontró a su paso había un rancho (aunque un rancho era mucho decir. Eran cuatro tablas con cuatro plancha de zinc agujereadas). En el medio de aquel esqueleto que se derrumbaba, había un camastro y una mujer de edad indescifrable con dos niñas de dos y cuatro años. Estaba postrada y apenas hablaba. Le entendimos que tenía un cáncer terminal. Comprendí, igualmente, que no podía salir de ese sitio sin resolver ese problema. Por primera vez me di cuenta de que toda la carrera que me había llevado hasta allí eran solamente un ensayo. Nada era verdad. Nunca había tenido la necesidad de atender de tan cerca el dolor ajeno y tener que hacer algo para aliviarlo. No como un buen samaritano ni como un boy scout que hace su buena acción diaria. ¡No! Se trataba de que mi trabajo y mi responsabilidad era resolver aquello. Atrás había muchos discursos, muchos mítines, muchas asambleas, debates, actos protocolares, antesalas a funcionarios. Ahora es que había que probar que el cambur verde mancha.

Aun hoy, como ya lo dije, asumo que aquel fue un bautizo de fuego. Un acto pequeño. Nada del otro mundo y que afortunadamente pudimos resolver, pero estaba lleno de significación.

Comprendimos que hacer política está vinculado con mejorar la calidad de vida de quien te elije e implica un compromiso con quienes son más vulnerables y no pueden, a veces, valerse por sí mismos.

Pero este tema tiene otro ángulo también importante y que no necesariamente tiene que ver con la política. Se trata del trabajo ciudadano y voluntario que muchísimas personas desarrollan para ayudar a otros. No hablamos de la derivación de la responsabilidad de ayudar al prójimo que es un mandato de casi todas las religiones del mundo. En realidad es de la existencia de una red de servidores públicos que trabajan a diario porque les nace de la conciencia.

No es un tema menor. Cuando los órganos de las Naciones Unidas que evalúan la calidad de vida de las naciones hacen sus investigaciones, uno de los ítems que toman en cuenta es la cantidad de personas dedicadas al trabajo voluntario. Infieren que mientras más bomberos, rescatistas, paramédicos, trabajadores sociales hay en un país que presten servicio a la comunidad de manera voluntaria, más avanzado esa nación.

A Venezuela tendremos que reconstruirla dentro de muy poco. Vamos a necesitar cientos de miles de hombres y mujeres de buena voluntad que metan el hombro para ayudar en la ingente tarea de hacer renacer una patria distinta de entre los escombros que dejarán estos últimos años.

Bien nos convendría comenzar desde ahora, aunando esfuerzos, organizando cuadros y líderes para cuando llegue ese ansiado día.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Guaidó: voluntarios para la ayuda humanitaria deben registrarse en plataforma en línea

El presidente encargado de la República, Juan Guaidó, informó que todos aquellos que deseen registrarse como voluntarios para permitir el ingreso de la ayuda humanitaria deben inscribirse a través de la plataforma en línea voluntariosxvenezuela.com.

«La ayuda humanitaria tiene rostros, familias y personas que atender (…) Bloquean la ayuda humanitaria porque son victimarios, son genocidas. Son delitos de lesa humanidad (…) Para que cese el hambre y la miseria e ingrese la ayuda humanitaria, es necesario registrarse en el voluntariado voluntariosxvenezuela.com para salvar vidas en el país (…) El régimen se niega a reconocer la crisis que ellos generaron. Pero los venezolanos estamos trabajando muy duro para que cese la usurpación y atender esta emergencia», dijo el también presidente de la Asamblea Nacional, luego de haber participado en el Gran Rosario Mundial por la crisis humanitaria en el país.

Guaidó también anunció que en los próximos días se instalarán formalmente los otros dos puntos de acopio de la ayuda humanitaria y adelantó que uno de estos estará en el Caribe y se prepara a través del Gobierno de Holanda (Países Bajos).

Un cuarto punto, afirmó, se asentará en Colombia, en una ciudad que todavía no se ha revelado.

«El TSJ ilegítimo declaraba inconstitucional la ayuda humanitaria, negando el derecho a la vida (…) El conflicto en Venezuela existe producto de quien usurpa Miraflores, de quien creó la crisis humanitaria, de quien manda al FAES a asesinar. Este conflicto se solucionará mientras más rápido logremos el cese de la usurpación», reiteró el presidente encargado.

Insistió en llamar a los militares para que dejen pasar los cargamentos de productos destinados a las poblaciones más vulnerables a través de la frontera con Colombia.

«El uniforme militar nuevamente cobrará brillo con sus propias acciones, depende de ustedes hacer valer el orgullo y el honor al permitir el ingreso de la ayuda humanitaria», señaló Guaidó.

El mandatario encargado recordó que la oposición se mantiene en la calle. «Mañana se movilizará un sector. El martes 12F salimos en todo el país. El miércoles saldrá otro sector (…) Para la marcha del 12F en Caracas habrá 5 puntos de salida que anunciaremos esta noche (domingo) a las 8:00 PM. El punto de llegada fue sugerido por el movimiento estudiantil», dijo.

Guaidó también denunció que este sábado, 9 de febrero, varios colectivos (paramilitares del chavismo) arribaron al pueblo de Tovar, en Mérida, donde vive la abuela de su esposa Fabiana Rosales.

«(La abuela) Tiene 83 años y 35 nietos. No crean que la van a intimidar, ni que van a intimidar a nuestra familia, no tiene nombre que amenacen a una bisabuela. No es prudente. Amarren a sus locos», recalcó.

Del simulacro al miedo: venezolanos en la escala de Richter

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Seis venezolanos que actualmente residen en México relatan lo que vieron y vivieron durante el terremoto que derrumbó más de 40 edificios y dejó a casi 300 personas sin vida

Paola Martínez

Laura Helena Castillo

Fotografía: Carlos Eduardo Ramírez / @fotocarlos28

Un terremoto de 7.1 sacudió a los habitantes de la ciudad de México el pasado 19 de septiembre, reavivando el fantasma del que sacudió la tierra mexicana 32 años atras, otro 19 de septiembre. En el aniversario de la muerte de miles de personas por el antiguo sismo, un simulacro a las 11:00 de la mañana se realizó a lo largo y ancho de la ciudad, el cual se repitió pocas horas después, cuando comenzó a temblar de verdad.

El evento telúrico fue vivido por los venezolanos que migraron al norte y se asentaron en la capital mexicana. Desde una ciudad llena de polvo y escombros, con gente volcada en las calles para ayudar a los que lo necesiten, seis venezolanos cuentan lo que vivieron aquel martes.

Terremoto México

Yolanda Cazalis

Consultora de sistemas

8 años viviendo en México

El día antes del terremoto, una compañera de trabajo en una fábrica de software me invitó a unirme al grupo de brigadistas: al día siguiente había simulacro y no teníamos suficientes voluntarios. Acepté con la ilusión secreta de recibir entrenamiento de primeros auxilios que pudieran llegar a salvar la vida mi hijo. Con sinceridad, ese fue mi primer pensamiento.

El martes me preparé para llegar temprano a nuestra primera reunión de coordinación. Dudé si serán apropiadas las zapatillas «bailarinas» que se me salen con tanta facilidad de los pies, pero pensé: «Es solo un simulacro y ni siquiera tenemos que usar las escaleras. Es pan comido». Me dieron un chaleco naranja.

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El simulacro transcurrió a las 11:00 a.m. sin mayor inconveniente, pero tuvimos que arrear a la gente. Exactamente dos horas más tarde, tembló inequívocamente y ahí sí se pararon todos rapidito. Teresita y yo nos pusimos los chalecos y empezamos a recorrer los pasillos que nos asignaron. No vivimos el sismo con la violencia de otras zonas, no sé cuál sea la razón. Inmersa en la importancia de mi papel, todavía no me preocupo, aunque estamos incomunicados. No hay internet, ni teléfono fijo, ni celular, ni tengo «datos».

Me logro comunicar con mi esposo y me dice que ya está en la guardería con el niño y que están bien. ¿Será que hoy se quedó a trabajar en la casa? No entiendo ¿Cómo que está en la guardería?

Resulta que su oficina está en La Roma y él vivió una experiencia completamente distinta. Salió corriendo como Forrest Gump entre los edificios que se tambaleaban, las ventanas que se estrellaban contra el suelo y la gente que gritaba. Corrió y corrió hasta la guardería.

Ya casi estoy llegando a mi casa con un compañero de trabajo que tiene una moto, cuando escucho una explosión. Por primera vez pierdo los papeles. Recupero la razón y corro hacia mi casa. Mi marido está en la puerta también alarmado por el ruido que resultó ser un generador eléctrico. En el edificio todas las puertas de las casas están abiertas. Mi hijo y mis ahijados están jugando.

-Cayó un rayo mamá, pum, cayó un rayo, me dice al verme.

Me siento a ver videos y a digerir la magnitud de la tragedia. Finalmente, mis compadres y vecinos logran llegar. Preparamos pasta carbonara para las dos familias.

Terremoto México Rescate

Ileana García Mora

Periodista

3 años viviendo en México

Yo estaba en mi oficina y tuvimos que hacer el simulacro. Es un edificio muy grande y fuerte, de estructura hidráulica, tecnología antisísmica. Un par de horas después empecé a sentir que mi escritorio temblaba, como si me estuvieran literal hamaqueando. El protocolo que habíamos aprendido minutos antes lo pusimos en práctica. Aquí hay un lema que dice “cuando hay sismo, no corro, no grito, no empujo”. Yo estaba muy nerviosa y se me olvidó todo eso. Yo corrí, grité y empujé.

Cuando todo pasó, mi esposo me escribió: “No tienes idea de lo que está pasando en este edificio”. Él había bajado de nuestro apartamento para comprar algo en el supermercado para el almuerzo y ese fue el momento en que tembló. Cuando él llegó al edificio, estaba completamente cuarteado, con muchas grietas y fisuras. Al parecer, las columnas estaban muy mal.

Mi esposo, como pudo y bajo su propio riesgo, subió hasta el último piso –el piso 8– y bajó un bolso de emergencia, que la verdad teníamos muy mal hecho, solo teníamos una pijama y nuestros principales documentos allí. Tras dos inspecciones de Protección Civil, la conclusión es que el edificio es inhabitable. No se vino abajo, pero si lo soplas, se cae.

No sabíamos qué hacer. Gracias a Dios, muchos amigos nos echaron la mano, muchos amigos mexicanos que manifestaron su solidaridad de inmediato. Estamos quedándonos en casa de una amiga que vive cerca. A mi esposo le costó conciliar el sueño esa noche, pero yo sí dormí de 1 a 6 de la mañana. Por ahora, no podemos subir a buscar ropa, nos quedamos con la que tenemos puesta. Nuestro próximo plan es buscar departamento. Pusimos estados en Facebook por si alguien sabe de un lugar que estén rentando. A pesar de lo que sucedió, tenemos la vida, que es irrecuperable. De resto todo se recupera.

Terremoto México

Paola Palazón Seguel

Periodista. Directora General en Time Out México

7 años viviendo en México

Ese día mi rutina fue igual a la de otras mañanas: preparé la comida de mi bebé, desayuné tostadas y café con leche y caminé a la oficina. No amanecí pensando en el aniversario del terremoto, pero lo recordé muy rápido porque cada año, en esta fecha, se celebra un gran simulacro. Sabía que a las 11 :00 am debía bajar y seguir las normas del protocolo. Es algo que hemos hecho varias veces.

Ya he vivido un par de temblores en México y al inicio no lo sentí muy fuerte, pensé que era un temblor más. En mi oficina acabábamos de tener el simulacro y estaban muy frescos los protocolos, así que salimos al pasillo camino a las escaleras muy en orden. Yo estoy en un piso 9. Allí empezó a moverse muy duro. Sólo pensé en mi bebé de 6 meses y agarré mi cartera, porque tenía allí las llaves de casa. Agarré mi celular y le escribí a mi esposo: “El bebé”. Primero pareció que había pasado y empezó de nuevo más fuerte. Cuando vino más fuerte me asusté muchísimo y sólo decía: «El bebé, el bebé». Nos hicieron bajar las escaleras y el chat que tenía más visible en mi WhatsApp era de mi hermano, le escribí diciendo que estaba bien, que avisara a todos. Mientras bajaba las escaleras trataba de hablar a mi suegra que estaba con mi hijo y no me caía. Mientras, los brigadistas voluntarios me pedían que guardara el celular para no retrasar la fila.

Apenas bajé nos hicieron concentrarnos en el camellón de la calle. Yo no hice mucho caso, rompí filas y salí corriendo a mi casa. Vivo muy cerca de mi oficina. En casa todos estaban abajo. Mi bebé estaba bien.

Antes de que mi señal se fuera, en el chat familiar mi hermano y mis tíos, que son chilenos y están acostumbrados a estas cosas, aconsejaron que comprara comida y agua. Eso hice en una tienda muy cercana. Compré lo poco que ya había. Allí medio sospeché que era grande, porque no quedaba casi comida y la gente se estaba llevando cosas.

Ya hacía la noche mi esposo salió junto con unos vecinos a las colonias más afectadas (Roma/Condesa) a llevar comida a los rescatistas. La zona donde estoy no sufrió tanto, por suerte; la oficina tampoco.

Cené un sándwich y me acosté muy tarde porque estábamos viendo noticias. En la noche ya no tenía tanto miedo porque habían anunciado que no habría réplicas fuertes. En lo que pensaba era en cómo ayudar. Desde ese momento nos organizamos y el día siguiente montamos un centro de acopio en la oficina. El miércoles llenamos 4 camiones que mandamos directo a Morelos. Ha sido increíble la gente.

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Richard “Comepiña” Borges

Periodista

2 años viviendo en México

Esa mañana desayune mi acostumbrado sándwich de jamón y queso con un jugo de naranja en mi trabajo. A las 9:30 a.m. ya estaba en mi puesto de trabajo. A las 11 hicimos el simulacro y casi dos horas después empezamos a sentir que el piso se movía. Saliendo empezó a sonar la alarma. El temblor fue tan rápido que no dio chance a sonar la alarma. Era una sensación fea, porque duró mucho tiempo. Yo me llegué a marear. Estaba asustadísimo, pero conservando la calma. Temía por los temblores que suceden a cada rato, pero no por un terremotos como este, al menos yo trato de no pensar en ese tipo de calamidades de grandes magnitudes.

Las líneas colapsaron. Hasta cerca de las 3 de la tarde, cuando empezaron a llegar mensajes de manera intermitente, me enteré de que había edificios caídos. Todos nos fuimos a nuestras casas caminando. Durante el trayecto a mi casa, vi edificios fracturados, un estacionamiento con los carros tapiados, llenos de bloques y tierra. Un edificio con todos los vidrios rotos, que cuando pasé seguían cayendo. Logré llegar a mi casa después de una hora.

La noche fue tensa, me toco que dormir con ropa y zapatos porque estaba asustado, no sabía qué iba a pasar. Durante toda la noche escuché sirenas, ambulancias, helicópteros. Al día siguiente me dediqué a formar parte de un grupo de voluntarios para recolectar víveres, medicinas y agua para los damnificados de la zona. El viernes empezamos a trabajar de nuevo. Estos días nos pidieron ayudar en los centros de acopio de nuestras colonias.

*Para leer más de su experiencia entra aquí

 

Terremoto México

Juan Carlos Solorzano

Video Periodista

1 año viviendo en México

Era la 1:15 p.m. más o menos. Estaba en casa, sentado en mi computadora cuando todo se comenzó a mover. Sabía que algo no estaba bien, a pesar de que las alarmas no sonaron. Fue la peor sensación que he tenido en mi vida, porque a la medida que caminaba hacia la puerta, me caí al piso en el pasillo del edificio y me di cuenta de que había dejado la puerta abierta. Como pude regresé, la cerré -no sé, son cosas que uno hace en el momento sin pensar- y bajé corriendo los tres pisos. Yo lo que quería era alcanzar la calle para correr al colegio donde estaban mis hijos, que queda a tres cuadras.

Ya abajo, dejé una nota de voz a mi esposa haciéndole saber que iba a buscar a los mellizos. Corrí, la gente lloraba en la calle. Cuando llegué, los chicos ya estaban sentados en el patio con sus maestras. Todos estaban tranquilos porque pensaban que este era otro simulacro. Mi esposa me mandó un mensaje aterrador. Apenas había alcanzado la calle tras bajar de un piso nueve.

Más tarde nos encontramos con ella. Fuimos a un lugarcito cerca de la casa que tiene wifi, allí pude comunicarme con mi familia en Venezuela y mi hermana en Puebla, donde también se sintió muy fuerte. Luego nos fuimos al parque de la colonia. Estaba lleno de niños con uniforme escolar. Muchas familias se acercan allí, sobretodo por el temor a las réplicas y para estar en un sitio alto y despejado. Me llamó la atención que estaban jugando con otros niños, y decían: “Corran, tápense la cabeza”. Ellos estaban bastante tranquilos, gracias a Dios.

Terremoto México

Camila de la Fuente

Periodista y caricaturista

1 año viviendo en México

Cuando comenzó a temblar, yo estaba en mi oficina, que queda muy cerca de La Roma y La Condesa. El otro terremoto fue como un columpio, como si estuvieses en un barco. Este sí se sintió mucho más fuerte porque fue trepidatorio. Escuché un edificio cayéndose. Vi una grúa moviéndose de un lado a otro. Tenía al frente un poste de electricidad que parecía nos iba a caer encima. Más tarde, cuando salí, estaba muy asustada porque hacia donde vivo había mucho tráfico y estaban asaltando. Tuve que irme acompañada.

Mi prima que vive en La Roma tiene seis meses de haber comprado un apartamento, y al parecer el apartamento no era nuevo, sino que la estructura era vieja pero la fachada era nueva. No aguantó. Tiene daños estructurales graves, aunque no se ha caído. Pero el edificio de al lado sí se está derrumbando y se le está cayendo encima, entonces el apartamento de mi prima ya no es habitable.

Estuve todo el día ayudando en centros de acopio por La Roma y La Condesa. Llevamos comida, medicinas, herramientas y recolectamos dinero. Traté de informar por mis redes sociales lo que estaba sucediendo. Andar por ahí sigue siendo muy peligroso. Hay fugas de gas graves en algunas partes. En una calle se derrumbó un laboratorio y, por los químicos, era peligroso acercarse. A pesar de lo peligroso, la gente se está arriesgando por querer ayudar.

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