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Laureano Márquez P. Sep 08, 2020 | Actualizado hace 1 mes
El sentido común

@laureanomar

Dicen por ahí que el sentido común es como el desodorante: el que más lo necesita es el que menos lo usa. Del sentido común han hablado desde los filósofos hasta los odiósofos. Bergson, el filósofo francés, por ejemplo, decía que es “la facultad de orientarse en la vida práctica”. El sentido común podría definirse como aquello que una comunidad considera prudente, sensato, lógico. Sin embargo, es muy común ver en las redes videos caseros que muestran la total ausencia de sentido común en gente que hasta tiene la apariencia de ser inteligente.

Algunos creen de manera irrestricta en el sentido común, como el escritor Max Jacob quien afirma que: “El sentido común es el instinto de la verdad”. Otros, sin embargo, no creen en él, como el caso de otro escritor, esta vez Saramago, que dijo: “No te dejes engañar, el sentido común es demasiado común para ser realmente sentido; en el fondo no es más que un capítulo de la estadística, y el más vulgarizado de todos”. De lo que señala el novelista portugués se infiere que el hecho de que todo el que se lance de un rascacielos muera, es un dato meramente estadístico que no tiene por qué ser una ley universal y -ciertamente- se han visto casos de gente que se ha lanzado y ha sobrevivido; pero más casos se evidencian de gente probando suertes a gran altura con fatal desenlace.

Parece que vivimos tiempos que dan validez a aquella frase de Ramón Gómez de la Serna que decía que el sentido común “es el menos común de los sentidos”.

El sentido común es en definitiva una colección de conocimientos que resultan evidentes y que no debemos desafiar. Por ejemplo: es de sentido común que si conduces de noche, enciendas las luces del vehículo; sin embargo, en nuestro país nos hemos topado en la autopista no pocas veces con vehículos que andan en la total penumbra, como el carro de Drácula.

Es también de sentido común dejar salir a la gente que viene en el vagón del metro antes de entrar, sin embargo, tal cosa no siempre sucede. Es de sentido común no usar el teléfono mientras se maneja o cuando se habla con otra persona o cuando se camina por la calle (bueno este último ejemplo no es válido para Venezuela donde el sentido común recomienda desde hace mucho tiempo no sacar el celular en la calle ni de vaina, pero por seguridad). En fin, la vida cotidiana está llena de ejemplos.

El sentido común tiene, sin duda, un componente histórico: llegamos a ciertas conclusiones porque miles de años de vivencias humanas sobre el planeta nos brindan un conjunto de certezas sin las cuales  correríamos grandes riesgos. Por tanto, desconocer la historia nos hace vulnerables. Si no tenemos -por ejemplo, en el caso de los venezolanos- el conocimiento de que cada vez que los militares han intervenido en política ha sido contraproducente para el destino del país y la libertad de los ciudadanos, podemos incurrir en el error de aupar a un militar e incluso elegir a uno para que nos gobierne.

Quien esto escribe, está más en la línea de Jacob que en la de Saramago. No apostaría nada a la premisa de que la división en la oposición venezolana nos va a sacar de este atolladero.

El sentido común indica que la unidad en estos difíciles momentos es más que indispensable y que el único que gana con la división es quien tiene el poder.

Pero parece que, en el caso de los políticos, el sentido común es, la más de las veces, el menos común de los sentidos. Si hacemos una introspección retrospectiva de nuestra historia lo más común ha sido la contravención del sentido común al punto de que se pregunta uno: ¿Será que nuestro sentido común es no tener ninguno y vivir en la imprevisibilidad permanente?

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La unidad no es un propósito, es una obligación

@BrianFincheltub

En una de las tantas manifestaciones a las que me tocó ir en Caracas, vi una pancarta en el distribuidor Altamira en la cual se podía leer la frase “Luchar unidos para que no nos fusilen por separado”. No sé a quién pertenece la frase, pero aplicada a la realidad actual venezolana no pudiera ser más apropiada.

Es verdad que nada garantiza que luchando unidos vayamos a tener éxito. De hecho, muchas veces lo hemos hecho y más allá de victorias puntuales, no hemos podido alcanzar la victoria definitiva, esa que nos libera de una vez por todas del chavismo.

Lo que de algo estamos seguros es que luchando cada quien por su lado no solamente no habrá victorias puntuales, sino que nos aplastarán a todos por igual.

Apartando la frustración que pudiese causar tanta espera, hoy la unidad debe seguir siendo el objetivo. No como una palabra bonita para adornar un discurso o una excusa para el chantaje, sino como una obligación de supervivencia. Si algo hemos aprendido en estos años es lo fácil que es arrasar un país en momentos donde reina la división, la desorganización, la improvisación y la ausencia de objetivos comunes.

En el pasado ha sucedido que hay distintos planteamientos y se ha logrado avanzar más allá de los desacuerdos a una ruta común. Lo que no se puede permitir es que la discusión interna, el debate, el desacuerdo natural entre posiciones y visiones diferentes sea sustituido por la descalificación. Porque más allá de las enemistades circunstanciales, a la conducción política le toca pensar en las necesidades de la gente y la angustia de una espera que se cobra en vidas.

El primer paso para entendernos es el reconocimiento de todos los liderazgos. Al reconocimiento debe seguirle el respeto y la consideración que en la lucha contra la dictadura cada persona cuenta y que todas las posiciones son complementarias en el objetivo final de alcanzar la libertad de Venezuela. Sería absurdo trasladar el debate a otro plano personal que en nada ayudaría a salir del letargo actual que vive la población venezolana. Está más que demostrado que cuando la gente ve unidad en su liderazgo, pero sobre todo determinación, responde mayoritariamente como lo han hecho de una manera más que estoica durante más de veinte años.

Nosotros siempre hemos sido unos campeones de la unidad y en esta circunstancia no será distinto. Nuestra intención hoy no es asumir posiciones que agraven el conflicto, sino ser voz de quienes no esperamos otra cosa que la libertad de Venezuela. Es la postura que debemos tomar todos los que amamos este país, poner a Venezuela primero.

Más allá de quien tenga razón, aquí todos perdemos cuando nos dividimos y cuando no somos capaces de escuchar al otro con respeto e inclusión.

Todos debemos estar a la altura que pide el país. Ver los puntos de coincidencia y concentrarnos en lo que nos une hasta salir de este cáncer llamado chavismo.

 

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Orlando Viera-Blanco Ago 11, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Con el sacrificio de todos
La unidad no se reduce a que un grupo de partidos o líderes políticos «se unan» en torno a una causa. Es rigurosamente al revés. La verdadera unidad es fundamentalmente idiosincrática, racional.

 

@ovierablanco

Después de más de dos décadas de infortunios y miserias nunca vividas en Venezuela, las preguntas siguen siendo por qué y hasta cuándo. Creo que es momento de agregar otra pregunta: con quién y cómo.

Sin liderazgo sólido y unitario es muy difícil vencer en una pelea muy desigual.

Y sin corregir ciertos elementos culturales, que degeneran en posturas individualistas, seguiremos perdidos. La historia está llena de movimientos sociales y/o partidistas que alcanzaron su libertad con muchos sacrificios (Frente Unido en Chile o Uruguay, Solidaridad en Polonia, OTPOR -resistencia-en Serbia, CNA en Sudáfrica). Pero si los esfuerzos de unos son demonizados por otros que se suponen del mismo bando, el resultado seguirá siendo el mismo: fragmentación y anomia.

La cultura del “ese no es mi problema”

Tiene su origen en la desconfianza grupal. Decir “resuélvelo tú porque ese no es mi tema” comporta inmensos atavismos que van mucho más allá del egoísmo. La cultura hispana que nos ha dado tanto, también nos legó inmensos desenfados. Por siglos hemos estado subyugados primero a los designios de la colonización y de la corona, a la imposición de castas y convencionalismos de la nobleza.

La cultura judeocristiana consagró al rey como representante de Dios en la tierra. Luego a la espera del mesías y después a la inmolación aprendida al dios de nuestros pecados, teniendo la culpa, la flagelación la contrición y el perdón como “ave marías” que nos harían merecedores de otra vida después de la vida. Lo contrario, es decir, desconocer la Santísima Trinidad, cuestionó el poder de los nobles y catapultó el poder del proletariado.

La llegada del pensamiento colectivista-positivista, terrenal y existencialista, “sustituyó a Dios” por las masas, convirtiéndolas en el nuevo “orden social”. En el medio quedaron los liberales, los ilustrados de la razón, del imperativo moral, los justicieros. Nadando quedaron las democracias de orientación eurocentrista, donde el poder reside en el pueblo.

El autoritarismo de sable emerge como brazo contenedor del comunismo.

¿Cuáles democracias sobrevivieron? Aquellas donde el pueblo se reconoce así mismo como ciudadano por formar parte del Estado. La democracia inglesa tiene su máximo valor de representación en la corona (monarquía constitucional), pero con un prístino sentido de autorrealización. La democracia norteamericana tiene su valor originario en el pensamiento liberal de los 7 fundadores de la patria (John Jay, Washington, Jefferson, Madison, Hamilton, Adams, Franklin), cuyo valor superior es el deber de defender por encima del derecho a ser defendido. Las democracias europeas y latinas aún están en pleno proceso de maduración que no es más que emanciparse del poder benefactor del Estado, por lo cual su responsabilidad (que soy yo) no es mi problema. Bajo esta lógica el Estado tampoco me importa, por lo tanto, nace el Estado ausente: un perder-perder.

La unidad en la política

La unidad como herramienta política es un factor profundamente cultural e identitario. Un elemento muy poderoso en los procesos transicionales. ¿Cuál ha sido el cambio sustancial de la Venezuela preindependentista a la Venezuela des-republicana? El sentido de pertenencia. Vivimos un proceso de igualación y democratización [1810-1998] y de despojo…Pero aún quedan muchas carencias y complejos por superar.

La llegada del caudillo (fantasma que pulula como alma en pena) aviva la cultura del mesías, que es endosar al “taita” la solución de nuestros enredos. Y con la democracia pactada, redentora y petrolera que alivió las cargas de la exclusión, igual sobrevino la cultura socialista del Estado benefactor y rentista. En este escenario la unidad es esencialmente política, instrumental, utilitaria, partidista, dejando escapar lo ciudadano. Entonces cobra cierta legitimidad la consigna “ese no es mi problema”, prendiendo en llamas la confianza grupal ¿Cómo derrotarla? Desprendimiento y emplazamiento de base.

La unidad no se reduce a que un grupo de partidos o líderes políticos “se unan” en torno a una causa. Es rigurosamente al revés. La verdadera unidad es fundamentalmente idiosincrática, racional, tradicional. Es la convicción colectiva de un valor común de conveniencia y confianza, entorno al cual grupos de representación se unen para luchar y sobrevivir.

Distinguir lo bueno de lo malo luce ser una tarea simple, pero se complica cuando algunos líderes no controlan sus ansiedades de poder y agendas.

La unidad es la consecuencia de un inquebrantable ejercicio de discernimiento y desprendimiento (disposition). No lo contrario. Pienso, luego me uno. La unidad no es automática. No encuentro ninguna dificultad para distinguir en Venezuela quién es el bueno y quién es el malo. No saberlo (elegir) le ha costado muchas vidas a la humanidad entre guerras y holocaustos. La fragmentación de los clivajes de resistencia ha sido la causa de permanencia de las coaliciones autoritarias.

Depender de la cultura del endoso político o del “liderazgo por default” (quítate tú para entrar yo), es lo que nos ha frustrado la Venezuela posible, democrática y libre. Es con el sacrificio de todos como veremos la luz. Escalando unidos. No trepando…

* Embajador de Venezuela en Canadá.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El embuste y anfibología como política

@ArmandoMartini  

Los ciudadanos demandan claridad, reclaman certidumbre, emplazan de ley rendición de cuentas y exigen como obligación ¡la verdad! Sin embargo los ignoraron, se burlaron por el atrevimiento de solicitar nitidez; optando transitar senderos de falsedad, eligiendo fracasos, exilio, muerte, cárcel, persecución, tortura, violaciones a los derechos humanos pudiendo evitarse apuntando a la verdad. No obstante, persisten porfiados, obsesivos, en adornar la mentira y ocultar correspondencia entre lo que pensamos o sabemos con la realidad.  

Emergen sospechas por actuaciones de representantes del gobierno interino. ¿Es moral el silencio? Hay quienes razonan que no señalar la descomposición es corrupción. Se les tilda de radicales, reprocha de divisionistas y califica de traidores. Imprimiendo frases utilitarias como “suma, no restes”, “los trapos sucios se lavan en la casa”, “no es el momento, ya habrá tiempo”.

Reclamar no implica -como aseguran conniventes- complacer la dictadura, fortalecerla, generar desconfianza en el pueblo opositor. Al contrario, demuestra madurez y lucidez política al exigir de sus representantes la verdad y la rendición de cuentas. Ello no puede ser motivo de extorsión alegando “unidad”. Así lo pretenden titiriteros con su vil chantaje. Denunciar que entre quienes adversan a ladrones y bandidos oficialistas hay pudrición, no es hacerle daño, lesionar al interinato ni apoyar al régimen. Creerlo así sería de una sandez y estulticia infinita.

Que la ciudadanía reclame limpidez no es delito, denota raciocinio y conciencia. Esperar moral y ética de las instituciones públicas no debe extrañar; no hacerlo, es inobediencia.

¿Realmente deseamos recuperar el país? No basta sustituir al usurpador régimen castrista, es inevitable apartar a quienes acaricien establecer el poder sobre bases de mentira y podredura.

Sin duda, es corrupción la complicidad con el delito y delincuentes, estén en el bando que sea; no denunciarlos, ni llamarles la atención a quienes se sirven del silencio y sigilo para hacer ellos lo que critican a los otros es vagabundería y desvergüenza.

¿Es imprudente denunciarlos, decirles a todos que del lado opositor también hay forajidos? Existen los convencidos de que no. La indiscutible labor de patria, rescate del país y restauración de la democracia es transitar con la verdad como bandera y el rechazo a la impunidad como guía de acción.

La libertad de opinión, expresión, pensamiento y criterio son pilares básicos de la democracia. Su ausencia impide el ejercicio de otros derechos. La protesta, participación en asuntos públicos o defender libertades como la vida, justicia, educación, salud, trabajo, propiedad privada, entre otros.

La Constitución, honorabilidad y respetabilidad no establecen diferencia de ubicaciones. Un ladrón es bandolero en el partido que esté, indistinto de quien apoye, o provenga del nivel socio-económico que sea. El séptimo mandamiento de la ley de Dios, derecho natural y cimiento de las estructuras legales del mundo, no señala “no robarás cuando estés en el Gobierno”, ni tampoco “no robarás cuando estés en la oposición a cualquier gobierno”, o “no robarás si eres cristiano”. Dice clara, pura y simple “no robarás”. El delito, el pecado, es robar; el mandato es no hacerlo.

Quien recarga indebidas cantidades en el presupuesto para una obra de interés público es un ladrón, y tanto como lo es quien le aprueba el cálculo ilícito. También es cleptómano el funcionario que cobra gastos excesivos, consumos por lujos, para ser cancelado por la institución para la cual trabaja, viviendo por encima de las previsiones de su cargo y responsabilidades.

E igualmente corrupto es quien conociendo estas acciones no denuncia, no hace lo que esté en su deber ciudadano, no solo para advertir, sino para frenarlas. Por ello, se insiste, rendir cuentas como manda la ley. No solo financieras, sino de gestión. Su relajación e incluso la omisión de controles legales, institucionales, sociales y públicos que pongan en riesgo la transparencia, aminoren mecanismos para la rendición de balances y lucha contra la corrupción son inaceptables. La exigencia para imponerlos con la participación de los ciudadanos es cada vez más mayor, enérgico e imperativo. La protección de lo público es indispensable.

No se quiere pasar de una tiranía pervertida a una democracia corrompida. Hay que sacar de sus trincheras a los delincuentes para llevarlos a la justicia, al castigo, y poner en su lugar a ciudadanos honestos, responsables, calificados, que puedan mirar cara a cara, con la conciencia limpiam no solo a cónyuges e hijos, sino también y aun más, a cada ciudadano. La democracia y libertad no se construyen ni se fortalecen perdonando o complaciendo. Se fundan, al pie de la letra, con la moral como gallardete.

Si por pensar así, proclamarlo y exigirlo, se les califica de radicales, serán nada distinto a lo que fueron nuestros libertadores. La libertad, derechos y deberes no se practican con impunidad ni simpatías, se ejerce como hay que ejercerla, radicalmente.

Las complicidades, contradicciones y anfibologías no permiten avanzar, la falta de exigencia a los líderes paraliza. Los ciudadanos precisan libertad, pero también requieren la verdad, abarcando honestidad, buena fe y sinceridad, conocimientos de las cosas que se afirman como realidad, por parte de la dirigencia política e instituciones. El embuste, la patraña, el gazapo han hecho más daño que los errores cometidos.

Venezuela demanda justicia. Se es honesto o deshonesto, no hay medias tintas.

“Encuentro por Venezuela”, la nueva alianza política que nació en la oposición

Este jueves 5 de septiembre los directivos de los partidos políticos Movimiento Progresista de Venezuela (MPV) y Encuentro Ciudadano,  anunciaron la creación de un nuevo movimiento nacional, que tiene como objetivo construir alianzas para lograr el cese de la usurpación.

El secretario general de MPV y diputado de la Asamblea Nacional, Simón Calzadilla anunció desde la clandestinidad la creación de esta alianza, “estamos estrechando al máximo nuestra alianza, hemos decidido que nuestras direcciones políticas regionales, nacionales y municipales, activen juntos” la lucha por la restitución de la democracia.

Explicó que ahora el objetivo de ambos partidos políticos es trabajar en conjunto, en la búsqueda de “sumar esfuerzo y organizar a nuestro pueblo, aumentando las capacidades para lograr el cambio de nuestro país”.

Durante una rueda de prensa en la que el parlamentario intervino por medio de un vídeo, ratificó la necesidad de fortalecer las organizaciones políticas de oposición y recordó que es “indispensable” crear estas alianzas para poner fin al régimen de Nicolás Maduro.

Por su parte la diputada y coordinadora del partido Encuentro Ciudadano, Delsa Solórzano explicó que este “Encuentro por Venezuela”, busca crear aún más condiciones para lograr el cese de la usurpación, siguiendo así la ruta fijada por el presidente del parlamento Juan Guaidó, quien se juramentó como mandatario encargado y es reconocido por más de 50 países.

Aclaró que con esta alianza ambos partidos no se están apartando de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ni se están haciendo a un lado en la oposición venezolana.

“Vinimos a sumar y no a dividir, vamos a seguir representando a la unidad dentro de la AN, vinimos a respaldar cada decisión del presidente Juan Guaidó”, dijo Solórzano para dar formalizada la creación de este nuevo movimiento.

Abr 08, 2019 | Actualizado hace 5 años
La fuerza que se activa, por Carlos Valero

LA OPOSICIÓN INICIÓ EL AÑO 2019 con buen pie. Cuando el 5 de enero la Asamblea Nacional designó como su presidente a Juan Guaidó, pocos se imaginaron las transformaciones que se sucederían aceleradamente. La recuperación de la esperanza de forma tan repentina  podría presentarse como un milagro si alguien quisiera presentar al diputado Guaidó como un mesías, sin embargo lo que ha sucedido ha sido la consecuencia política de respetar y defender la unidad dentro de la Asamblea Nacional reiteradamente y sin descanso, a lo cual por supuesto se sumó que el liderazgo de esta Asamblea recayera sobre los hombros de un joven ingeniero valiente, comprometido con la transformación económica y política del país, conocedor del estamento militar y con amplia vocación unitaria.

 

Entre los extraordinarios logros que hemos alcanzado una vez que se produjo la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado de la República, está el del renacimiento de la Unidad. A menudo se presenta la Unidad solo como expresión de una medición cuantitativa de la fuerza que se tiene. Pero hay algo más allá de la suma de fuerzas, la existencia de un ideal, el móvil humanista de una causa noble, la pasión por el país al que pertenecemos. Todos somos hijos de ese país. Todos estamos llamados a defender la unidad como una condición necesaria  para lograr el cambio político y comenzar la reconstrucción del país que todos merecemos.

 

La legitimidad y el extraordinario liderazgo  de Guaidó estuvo y está asociado a que su figura  y su posición emanan de un órgano colectivo y único poder público que puede demostrar que su legitimidad nace de representar el último vestigio de legalidad y legitimidad en un país cuya Constitución ha sido asediada hasta el cansancio por un régimen violento, y después del 10E, claramente usurpador.
Guaidó es la expresión evidente de la unidad de la Asamblea Nacional. El segundo nivel de la Unidad que encarna hoy el presidente (e) Juan Guaidó es el de la oposición. Todos los diversos, y a menudo enfrentados partidos que disienten y se oponen al gobierno, lo respaldan. La oposición dejó sus divergencias y aceptó apoyar la estrategia de cambio formulada por Guaidó.


El tercer nivel unitario reside en la sociedad civil y sus variadas organizaciones. Y aquí la Unidad comienza a pisar el terreno de la pluralidad de motivaciones, visiones y objetivos: hay organizaciones sociales que respaldan a Guaidó porque son partidarios de un cambio, no porque estén alineados con la oposición. Pero las manifestaciones más positivas y benéficas de la unidad se están dando en la gente común, en los ciudadanos, sin renunciar a sus ideas e identificaciones políticas. Es la unidad desde abajo, concitando la cooperación y la solidaridad en momentos tan duros como los de la falta de luz, de agua, de gas, alimentos y medicinas. Es una unidad muy valiosa para construir el mejor futuro para Venezuela.

La unidad es el capital político, emocional y organizativo más potente para colocar a Venezuela en el siglo XXI. Una unidad que nos asegura victorias y que se irá ampliando en la medida que otros venezolanos, partidos, organizaciones e instituciones decidan entenderse y acordarse en un pacto para hacer plenamente vigente el programa social, económico e institucional que contiene la Constitución Nacional.

Esa unidad es la que hay que defender y transformar en conciencia de cambio, voluntad de lucha y organización para sostener la reconquista de la libertad. El régimen usurpador sigue apostando por volver a sembrar desesperanza. Nunca como hoy hemos estado tan cerca de superar esta pesadilla. Nuestro trabajo como ciudadanos consiste en crear cada día más fortalezas, defender el liderazgo colectivo y minimizar en extremo las ambiciones individuales y grupales. El cambio en Venezuela no es generacional ni tiene color político, estamos obligados a actuar con mente y corazón abierto, para construir desde la diversidad un país moderno, tolerante y próspero.

 

@carlosvalero08

¡Dejemos la corredera, vamos bien! Por Orlando Viera-Blanco

Lo primero es enlistar los errores políticos que nos condujeron a este pandemónium. El primero (1992) cuando se le permitió a Hugo Chávez celebro-debutar con su por ahora en cadena

Han sido tortuosos 20 años del deterioro criminal que jamás experimentó sociedad alguna en Latinoamérica. Hemos tenido etapas más violentas como guerras civiles, dictaduras o guerrillas urbanas. Pero nunca la hambruna, el éxodo y la fechoría que alcanzamos hoy ¿Por qué?

Nuestras razones erróneas

Lo primero es enlistar los errores políticos que nos condujeron a este pandemónium. El primero (1992) cuando se le permitió a Hugo Chávez celebro-debutar con su por ahora en cadena de radio y televisión. Un país minado por la antipolítica y clientelismo pronto convirtió a Hugo Chávez en el nuevo mesías. El segundo otro gran error: La conjura contra Pérez desde los sillones de los notables… El tercer gazapo: el sobreseimiento de Rafael Caldera (1994) a HCHF, lo cual habilitó a Chávez para fuese candidato a la PDR en 1997… Una coalición entre Enrique Salas y el resto de los partidos, catapultó -ayudadito por los medios, intelectuales y empresarios- al “Tenientazo-Coronelote” de Sabaneta. Una historia acicalada por estas calles, el gendarme necesario y la obra de Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario, ilustró una épica caliche. Simpatías ingenuas y malsanas por doquier. Nacía un aprendiz de sable y caudillo que se autoproclamó bolivariano-revolucionario. ¡Hasta Olavarría le creyó…!

El golpista se hizo Presidente. La otrora CSJ le concedió el llamado a Constituyente (inexistente en la Constitución de 1961). ¿La otra seguidilla de infortunios?: El Kino electoral que eligió la Asamblea Constituyente; llamar a plebiscito [no previsto]; desmantelamiento del Estado; relanzamiento de una macrocomuna a la medida de Chávez; conversión de las FFAA en un brazo político; decreto de “emergencia económica” que habilitó más de 40 leyes ilegítimas; inicio de la cubanización y del apoderamiento del botín: Pdvsa. ¿Más? Llamar a un paro nacional inmolador sin reserva militar y política (2002); el golpe de estado del 11A/2002 donde Carmona se precipita y disuelve los “Poderes Públicos” y la clase política lo deja solo. ¿Común denominador de las pifias?: El síndrome de nuestra cultura política: “la cabra que salta pal’ monte… (Dixit Ruth Capriles). Eso no es conmigo, ese no es mi p…

En 2005 fuimos a un RR tolerando en nuestras narices un andamiaje electoral defraudatorio. Debutaba Smartmatic. “Minutos” más tarde, regalamos la AN… En 2006 Manuel Rosales es “elegido” como candidato presidencial de la oposición. Sólo un 40% de las máquinas se vigilaron [La cabra que salta…]. Era natural: Un candidato impuesto de arriba hacia abajo no contó con la lealtad de la militancia. En 2009-desunidos-Chávez mete de contrabando la reelección presidencial. Y en 2012 -enfermo y terminal- impone a Nicolás Maduro. Todo ocurre, mansamente…

Ganar y no cobrar

Capriles gana las elecciones de Abril 2013. Pero arruga (Confesión de parte). En 2014 Leopoldo López comete otro error: Le cree a Cabello, se entrega y jura que el pueblo le sacará de la cárcel. La salida se convierte en un salto caótico a la anarquía, la confusión y la fragmentación del liderazgo. Se pisa el peine del diálogo con elevadísimas expectativas de un desenlace pacífico, democrático y constitucional. Se desmorona la protesta. Surge la MUD. Emerge el consenso táctico. Gracias a una agenda cohesionada se logran 112 escaños en la AN (2016).

Instalada la nueva AN comienzan los saboteos internos que impiden la eficacia en la toma de decisiones. Nos doblamos y nos partimos. Temprano llegan las sentencias del TSJ de Maduro anulando curules, el poder de censura de la AN y la Ley de Amnistía. Se decreta el abandono de cargo de Maduro y la designación de nuevos Magistrados del TSJ. Es tarde. Estalla la protesta de 2017 reeditando el formato de descoordinación y desconexión con las masas populares 2014. Vamos a un referéndum ciudadano el 16 de Julio 2017 [sin músculo ejecutorio] y de pronto, el bombazo: Una Asamblea Nacional Constituyente agarra a todos fuera de base. La convocatoria electoral nos divide. Nadie sabe cómo tragar ninguno de los dos caminos. Ni papeletas ni 350. Todos a la lona (puff!)…como condoritos…

Unidad, prudencia y outsider

Llegamos a 2019 fracturados, divididos e invadidos de un radicalismo normativo en una oposición que pasa del realpolitic. Expira el término de Maduro. Surge la tesis de la usurpación de poder. Nadie apostaba que un joven político imprevisible, modesto y disciplinado inspirara nuevamente a la gente. Los “tartufos” no se hicieron esperar: ¡Que se juramente y se ponga la banda! Y el muchacho les contestó con humildad: “Ya va, bájale dos, no puedo solo…”. Sencillo. Suave. Suficiente para que reemergiera la luz, la emoción, la confianza.

Los errores cometidos son previsibles: Desagregación, divisionismo, presidencialismo, prepotencia, inmediatismo e improvisación. Es tiempo de unidad, patriotismo, humildad, disciplina y planificación. La justicia se aplicará al restituir la república. No al revés. Los Cabildos Abiertos son maravillosos. Nacionales, locales, no capitalinos. Hay que surfear la ola con el pueblo. Eso es la política. “Defensiva en la ausencia, ofensiva en la abundancia”. La soberbia es mala consejera, y la única forma que la cabra no salte otra vez pal’ monte, es dejando la corredera… Falta poco. ¡Vamos bien!

 

@ovierablanco

Laureano Márquez P. Ene 16, 2019 | Actualizado hace 1 mes
El miedo se muda

EL FENÓMENO DEL MIEDO FORMA PARTE de la vida de los seres humanos, todos los tenemos y gracias a él, animales y hombres –o mejor dicho: todos los animales y entre ellos, el hombre– hemos sobrevivido. El miedo nos previene contra el peligro de muerte. Pero el miedo también puede ser un instrumento de dominación. No es casual que el hato de Doña Bárbara se llame justamente “El Miedo”. La celebérrima protagonista de la obra de Gallegos infunde temor en el llano y somete así a su entorno.

El poder, cuando es ejercido de manera arbitraria, abusiva y dictatorial usa el miedo para doblegar. Es imposible defenestrar a 30 millones de personas, pero basta con hacerlo con algunas emblemáticas y difundirlo, para que la gente saque sus propias conclusiones: “si esto le hacen a una personalidad pública y notoria, protegida por fueros, qué no harán conmigo”. Maquiavelo teorizó sobre el uso de la violencia en la política: el gobernante que es temido por su pueblo ejerce una mejor dominación. La fama de cruel del gobernante, lejos de causar perjuicio, le favorece.

En Venezuela conocemos bien del ejercicio de la crueldad y la violencia, de la utilización del miedo como mecanismo de sometimiento: miedo a la muerte, miedo a la cárcel, miedo a la tortura, miedo a perder el empleo, miedo a no poder comer. Sin embargo, todo tiene un límite y como bien señaló Étienne de La Boétie (Francia 1530-1563) en su trabajo sobre “la servidumbre voluntaria”: el ser humano se comporta según la educación que ha recibido.

Así, a los pueblos acostumbrados a la ausencia de libertad les resulta más sencillo vivir sin ella (como China, Rusia o Cuba) que aquellos que la han conocido y aprendido a valorar. A los tiranos les conviene educar en la servidumbre para que a sus súbditos les parezca cosa natural su esclavitud. La libertad es, entonces, para La Boétie, consecuencia no solo de la tenacidad de la gente para conservarla y defenderla, sino también de haberla conocido y de haber sido formados para ella.

Los venezolanos no hemos podido olvidar que alguna vez fuimos libres, lo recuerdan incluso aquellos más jóvenes que no lo vivieron. Por más de que sean dos décadas, no nos termina de parecer cosa normal la esclavitud

En estos últimos días parece que “desde el Empíreo el Supremo Autor un sublime aliento al pueblo infundió”. Las acciones de la esperanza están en alza y hay que invertir. Tal vez es que comenzó el año con Mercurio en la casa ocho. Quizá es que hay una alineación planetaria que está generando una atracción de fuerzas gravitacionales positivas, quién sabe, pero se percibe un renacer de la ilusión que asusta a los desilusionadores. Una conjunción de factores externos e internos se han dado cita. El monstruo ya no asusta. Monster Inc está en quiebra.

Ahora son ellos los que tienen miedo de no asustar y eso a los monstruos les produce pánico terrible. El miedo cruzó la calle, se mudó de acera, eso a veces pasa

Para lograr el sueño de La Boétie, los que son muchos y pisoteados deben comportarse como uno solo. La unidad es la clave y como suele decirse en criollo: “mucho ayuda el que no estorba”.