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Unidad sin principios no es unidad
Nosotros apoyamos la unidad de principios desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

 

@ovierablanco

La unidad sin duda es un valor relevante en la política. Lo primero es distinguir en qué circunstancia, propósito y contra quién escogemos estar unidos. No es lo mismo la unidad enmarcada en un terreno democrático, a la unidad política que demanda luchar contra un modelo totalitario. Esto nos lleva a un “análisis estructuralista” (o acaso no-estructural), donde la unidad política, si se trata de alcanzar victorias electorales es una cosa; pero si el reto es derrotar un régimen totalitario, es otra. En un primer supuesto bastan alianzas partidistas, mientras que en el segundo, la unidad demanda un movimiento inspirador, sustantivo, ilustrado y liberal.

Ofrecer un modelo de poder alternativo

Armando Chaguaceda en su obra La izquierda como autoritarismo nos alerta sobre algunas ideas posmodernas del posestructuralismo francés y el posmarxismo, representados en autores como Ernesto Laclau, Chantal Mouffe o Judith Butler: “(…) Existen diferencias teóricas, epistemológicas y políticas sustantivas entre los pensadores actuales de la izquierda posmoderna, cuyo surgimiento fue posible luego del auge del posestructuralismo representado en figuras como Jacques Derrida, Michel Foucault y Jacques Lacan”. El tema no se reduce a un debate sobre derecha o izquierda, sobre estado centralizado o descentralizado, libertad o igualdad, mercado o lucha de clases. El reto es alertar entre totalitarismo y democracia.

Es impostergable definir el ideal de poder. Concebimos el análisis de lo particular a lo general. Foucault habla del análisis microscópico del poder. De las relaciones más íntimas del hombre. Del hombre y la mujer, del niño y el adulto, entre vecinos, padre e hijo, la familia, estudiantes y profesores; en fin, del hombre en su microcosmos. A partir de esa relación estrecha, íntima, capilar, el poder se construye sobre bases sólidas y originarias. El tejido social va de lo fraterno –por cercano e inclusivo– a lo ciudadano. No es el Estado estructuralmente concebido como una institución superior que decreta su autoridad. Es el Estado constituido por una diversidad concertada, donde la unidad es la nación, que son los valores culturales, históricos, identitarios y democráticos de la sociedad.  

Aún en Venezuela no hemos resuelto nuestras diferencias porque desconocemos qué tipo de democracia queremos y cuál es el cambio social que debemos emprender.

No basta una unidad funcional para rescatar la república. Mal podemos darle sustentabilidad política a una transición democrática si antes no hemos discutido, desde lo más íntimo de la sociedad, qué modelo de poder deseamos implementar. 

Pensadores críticos –apunta Chaguaceda– como Roger Bartra, Luis Villoro, Beatriz Sarlo o Amartya Sen “tienen en común, dentro de la izquierda posmoderna, su deriva autoritaria”. Y otros, los denominados «aceleracionistas» (Alex William, Nick Srnicek, Enrique Dussel, Alfredo Serrano Mancilla, Chantal Mouffe y Judith Butler) son más agresivos e impugnan el pluralismo, la libertad individual, los DD. HH., la institucionalidad y economía de mercado de la democracia liberal”.

La izquierda –autoritaria o acelerada– tiene un discurso epistemológico que embiste el fundamento básico de la democracia liberal “como es el individuo en su capacidad de decidir”. Entretanto intelectuales ganados a la democracia liberal deshojan margaritas sobre una unidad instrumental ausente de pensamiento crítico (unido) y de una oferta política constructivista, potable, creíble y alternativa a la izquierda globalizante.

La unidad de Occidente duerme en sus laureles

“Atención –continúa Chaguaceda–, la palabra «Occidente» resume todos los males posibles: ciencia, tecnología, democracia liberal, cultura letrada, pensamiento (valores) que llegan a contemplarse como manifestaciones de la colonialidad del saber y del poder (…) como racismo, explotación y opresión.  

¿Quién le da respuesta unida, con sentido de responsabilidad histórica a este despropósito de “descolonización” y desintegración cultural? ¿Acaso una unidad peregrina, sin ideología? Entonces vamos derrotados por la vanguardia esclarecida leninista en detrimento de la cultura, el saber y la libertad (…). Un ethos (irracional) con impronta religiosa que alimenta el rescate del populismo como política de izquierda, reivindicador del líder carismático, de la razón populista (Ernesto Laclau / 2005).

La deuda de Occidente con la modernidad es que no ha sabido –al decir de Foucault– penetrar las entrañas de las comunidades, de nuestros jóvenes, nuestras madres, vecinos, pensionados y trabajadores con libros, saber, tecnología, pico y pala, para construir un ideal fraterno de poder.

De París a El Cují

Lo que hace el líder vecinal, prof. Oswaldo Rodríguez (82) en El Cují, distrito Iribarren, estado Lara, es fascinante por hacer política artesanal, capilar, originaria (París, Foucault). Un artista, que educa a los niños de su barrio y a sus madres. Que pide ordenadores, softwares, consolas de internet, a la par de alimentos, sillas de rueda y guantes de béisbol. Desde esos valores es que se construye la verdadera unidad. Nosotros lo apoyamos desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

La unidad política se construye en torno a principios –nos dice el chileno Miguel Lawner– si no, se trata de un simple revoltijo. La unidad es un compromiso no una fachada (María Isabel Puerta dixit). Unidad no solo de los venezolanos sino de Occidente, de las democracias liberales, humanistas y solventes del mundo.

* Embajador de Venezuela en Canadá

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Julio Castillo Sagarzazu Oct 26, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Un audio y una tragedia
Una de las cosas por hacer es construir un liderazgo consecuente, que mire por los intereses superiores del país y no por los personales o de grupo

 

@juliocasagar

Hace poco circuló profusamente (se hizo viral, dicen ahora) un audio del candidato oficialista a la gobernación del estado Bolívar en el que revelaba, escatológicamente por cierto, una realidad lacerante. Decía el señor de marras, dirigiéndose a uno de sus adversarios (a quien llamaba coprófago) que más de la mitad de los 8 candidatos “opositores” estaban pagados por él. Afirmaba, sin recato alguno, que ya habían pagado la primera parte (sustanciosa por cierto); y que, luego de las elecciones, se cancelaría la segunda parte de la mascada.

Desgraciadamente, la especie tiene todas las características de ser cierta. Explica, de manera lacerante, cuál es la realidad de lo que hoy es una parte de lo que genéricamente se conoce como “oposición”. Es una demostración de cuán equivocados están los ingenuos que dicen que la unidad debe incluir a todo bicho con uña que declare que se opone al régimen.

Igualmente pone de manifiesto cómo es posible que, con un 80 % del país en contra, puedas lograr terminar ganando una elección, como la que este señor puede ganar en Bolívar (si es que la gana). Es más que obvio que se puede ganar una elección con un 20 o 30 %, si tu adversario está picado en varios pedacitos. Ya era trágico que la oposición se dividiera por competencias fútiles entre sus dirigentes. Hacerlo por razones innobles lo que hace es agregarle dramatismo a esa tragedia.

Está visto que la estrategia del régimen es clarísima y además sencilla: dividir a  la oposición; promover la abstención opositora y dejar que las cosas fluyan hasta el 21 de noviembre.

¿Qué significa que dejarán fluir las cosas? Pues que harán una campaña de bajo perfil; que no harán nada para que la campaña se parezca a una campaña, porque lo que les interesa es que el votante opositor ni siquiera sienta que habrá elecciones.

No van a tentar al 80 % que le responsabiliza de la pesadilla que vivimos con una campaña estridente a favor de Maduro y del gobierno, cumplirán con la máxima del sentido común que recomienda que hay que “dejar quieto lo que está quieto”. Ya consideran el mandado hecho: han dividido la oposición y han estimulado la abstención.

Decía Al Pacino a Gabrielle Anwar en la escena final de Perfume de mujer “En minutos puede pasar una vida”, cuando esta no aceptaba su invitación a compartir su mesa porque “en minutos llegaría su pareja”.  Donna (así se llamaba su personaje) no solo permitió que se sentara a su mesa, sino que luego nos regaló una de las más maravillosas escenas finales de una película: terminaron bailando Por una cabeza, ese tango que Gardel hizo inmortal. Falta un mes para que ocurran las elecciones y en un mes pueda pasar una vida. Quienes hoy no aceptan sentarse en una mesa común, podrían terminar bailando un tango. Nadie lo sabe. Ya veremos.

Por lo pronto, queda una lección: la unidad es un valor importante en la lucha política, pero hay unidades de unidades. Unidad con aquellos que  cuentan euros detrás de las puertas de los baños, unidad con quienes están pagados para dividir, unidad con quienes usufructúan o son aguantadores de las tarjetas robadas a los partidos no puede ser unidad.

En fin, habrá un 22 de noviembre. Muchos líderes regionales serán elegidos a cargos de elección popular. Ellos serán, querámoslo o no, una parte de la semilla de la que debería germinar un nuevo liderazgo nacional.

Los problemas no desaparecerán, tampoco la necesidad de superar la pesadilla que vivimos. La comunidad internacional, la decente, la democrática, sigue firme en la búsqueda de una solución política y en lograr una elección presidencial libre.

Como decía el maestro Carlos Cruz Diez: “Lo que viene es maravilloso. En Venezuela, todo está por hacer”

Una de las cosas por hacer es construir un liderazgo consecuente, que mire por los intereses superiores del país y no por los personales o de grupo.

Una tarea inmensa, pero fascinante.

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Una apuesta… aprender a convivir con las diferencias
El país opositor cayó en la trampa de Chávez: se cayó en la polarización gobierno-oposición en vez de una oposición de la gente con problemas que reclama al gobierno sus derechos

 

@juliocasagar

Uno de los valores que más se ha difundido en el nuevo milenio es el respeto a la diversidad. Es evidente que si ello se convierte en un tema esencial de la educación de nuestros niños, el mundo va a ser mejor en algunas décadas. Aprenderemos a convivir, independientemente de nuestras ideas, nuestro color, nuestra raza, nuestro sexo y nuestra religión. Todo ello nos hará poner el foco en causas mayores y en unidades superiores.

Sabemos que no es fácil para los adultos asimilar estas ideas. Venimos de un mundo de conflictos, polarizado, cruzado por intereses subalternos y hemos sido moldeados en muchos prejuicios que dejan siempre marcas profundas en el alma.

Recordemos alguno, nada más que por interés pedagógico: Chávez supo siempre manejar bien el tema de la polarización y atizar las diferencias para su provecho: la lucha de ricos contra pobres; patriotas contra pitiyankis; escuálidos contra los rodilla en tierra.

El país que no se sentía identificado con él (casi el 50 %) cayó en su trampa. No solo en su elección comprándole la baratija que planteaba y señalando a los chavistas como “monos” y “tierrúos”, sino luego, después de electo, cayendo en todas sus provocaciones argumentales y privilegiando su salida del poder con un acto mágico o de fuerza, en lugar de acompañar  a la gente, sobre todo al pueblo chavista, en su decepción y en sus problemas para evitar la polarización gobierno-oposición y lograr otra, la de la gente con problemas que reclama al gobierno sus derechos. Tuvimos un pequeño oasis de clarividencia en el enfoque que dimos a la campaña del 2015, pero nos duró poco: no teníamos horas en la Asamblea Nacional, cuando volvimos a la trampa polarizadora, ofreciendo que en 6 meses sacaríamos a Maduro de Miraflores. Así estamos desde entonces.

La vuelta al terreno electoral, con todas las incertidumbres que provoca un proceso en un régimen como el de Maduro, ha vuelto a poner en contacto a la dirigencia opositora con amplias capas de sus bases y sobre todo con aquella gente común y corriente que pateó las calles y pidió, a voz en cuello, un cambio en el país. Es más que evidente lo que está ocurriendo y la enorme potencialidad que tiene este paso.

Peeero… (siempre hay un pero) es momento de preguntarnos si no vale la pena hacer un pequeño alto en el fragor que toda campaña produce para reflexionar sobre un tema capital.

Veamos: es inevitable que una de las cosas que aún se interponga entre la duda del opositor a votar y decidir hacerlo, sea que no se ha logrado la “UNIDAD”. La ponemos en mayúsculas y entrecomillada ex profeso, porque aquí es cuando tenemos que lidiar con la palabreja. En efecto, la unidad es un tema importantísimo. La palabra en sí misma tiene miles de virtudes. Quizás por eso es que debemos incorporar a nuestra narrativa la idea de que la unidad de la oposición se da en medio de su diversidad y también que no todas las “unidades” son necesariamente virtuosas.

Es necesario, entonces, incorporar al debate la noción que explica que este proceso electoral, más allá de las posiciones que se puedan conseguir y arrebatar al chavismo, deben servir también como una suerte de tamiz popular por el que pasarán las diversas opciones de quienes se postulan como opositores. Y que eso no es ninguna tragedia.

Es necesario empinarse un poco por encima del inmediatismo. Ciertamente, lo ideal es que el madurismo tenga menos votos que las demás opciones y que quienes se llaman opositores hagan más esfuerzos de lo que han hecho para presentar opciones unitarias. El mundo, efectivamente, debe saber que Maduro es una minoría. Pero este árbol no nos debe tapar el bosque. El 22 de noviembre amanecerá un país con un nuevo liderazgo y eso debe motivarnos a la reflexión.

Ese nuevo liderazgo no solo estará encabezado por aquellos opositores que hayan logrado alcanzar posiciones o buenas votaciones, sino también por muchos “chavistas” que sortearon el pintoresco proceso interno en sus primarias y que lograron imponerse a pesar de los arreglos internos de grupos del PSUV, porque tenían fuerza en sus bases.

Será inevitable que el país comience a definirse en torno a los grandes desafíos que tendrá por delante: la negociación de México; las perspectivas de un referéndum revocatorio; la realidad social y económica agravada por la falta de inversión y de recursos del gobierno y sus posibles consecuencias en el ánimo de la gente.

No cabe duda de que frente a este horizonte, el liderazgo nacional tendrá que plantearse alternativas audaces y no convencionales. Las elecciones producirán un nuevo escenario y nuevos líeres, pero los partidos, sobre todo los de la oposición, deberán idear mecanismos novedosos que superen las plataformas existentes. Es necesario que se armen de coraje y diseñen un proceso de verdadera relegitimación de todos los liderazgos.

En esta perspectiva, quien “tenga más saliva, tragará más harina”. Hay que formar los cuadros, abrirse a los liderazgos naturales; saber diferenciar los intereses generales por sobre los individuales y sobre todo asumir la diversidad y la tolerancia con los que no piensan igual.

Es una apuesta audaz, pero vale la pena analizarla. Hay que abrir el debate.

En unidad y con la unidad

En unidad y con la unidad

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Julio Castillo Sagarzazu Jun 15, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
La unidad de nuestros tormentos

@juliocasagar

Hace unos meses escribíamos en una nota, y ahora lo confirmamos: hay palabras con las que no se puede pelear en el centro del ring porque te noquean. Palabras como: paz, amor, convivencia, diálogo, entendimiento y unidad son alguna de ellas.

Tienen una carga semántica que le dan valor por sí mismas. No necesitan ponerse al lado de otras, ni adjetivarlas. Tienen buena prensa, buena reputación, son atractivas y la gente las acepta como buenas.

La nota de hoy tiene que ver con una de esas palabras. Una que nos atormenta: unidad. Reconocemos que no es fácil tratar de hacerle una disección para separar sus cosas buenas o malas porque, repetimos. Casi todas sus connotaciones son buenas.

En el caso de Venezuela, el tema de la unidad para enfrentar a Maduro, es un tema de primera importancia y lo es porque aunque pareciera evidente y de perogrullo que teniendo el régimen una evidente minoría de aceptación entre los venezolanos que no llega al 15 %, el otro 85 % que le adversa no se ha podido articular para desalojarlos del poder.

Una de las razones por las cuales hay que examinar el término unidad, es que ha sido evidente que Maduro ha logrado poner como operadores de sus planes políticos a una parte de quienes en algún momento se presentaron como sus opositores. La mayoría de ellos siguen presentándose como gente de oposición y algunos, incluso, no se ahorran críticas a los disparates de Miraflores. Por supuesto que ello forma parte del plan. Si no hablaran como oposición, no servirían a esos propósitos. Como decían los abuelos “chirulí se coge con chirulí”

La línea entre ellos y el resto de la oposición no es fácil de trazar y cometeríamos enormes injusticias si nos erigiéramos en el juez de delitos de opinión para arrogarnos la prerrogativa de decir quién es  puro y quién no lo es, como lo hacían los tribunales nazis que decretaban la pureza racial aria.

De manera que para no hacer ese papel de cazador de brujas, hay que asumir que hay gente que aunque tenga posiciones que directa o indirectamente benefician a Maduro, ellas son producto de su manera de ver las cosas y que algunos de ellos proceden de buena fe. Lo razonable sería entonces que la línea roja de separación que hay que trazar es con aquellos que ostensiblemente vendieron su primogenitura por un plato de lentejas; aquellos que resolvieron traficar con sus conciencias por unos cuantos euros que contaban detrás de las puertas de los baños y que son descaradamente agentes del régimen y sus colaboradores confesos.

Con ellos no hay unidad posible. Ellos ya escogieron su campo y cuando hablemos de esa unidad en los siguientes párrafos de esta nota, el tema no tiene nada que ver con ellos. Sencillamente no hacen falta, que se queden donde están.

Para el resto de los venezolanos, esa inmensa mayoría del 85 % de nuestros compatriotas y para el liderazgo que eventualmente lucha por conducirla es que van las recriminaciones, sugerencias y entrepituras que siguen, porque, por más vueltas que le demos el asunto, será indudablemente necesario que actuemos juntos para terminar con la pesadilla.

Veamos entonces:

Que nadie está diciendo que tenemos que jurarnos amor eterno y casarnos de velo y corona. Que ya sabemos que no somos iguales, que pensamos distinto en muchas cosas. Nadie nos está pidiendo que sellemos un pacto de sangre, ni siquiera que forjemos un acuerdo por los siglos de los siglos.

Lo que está pidiendo a gritos la gente es que nos entendamos, no a pesar de nuestras diferencias, sino con nuestras diferencias. Es que actuemos unidos porque tenemos un objetivo común que es salir del régimen que nos mal gobierna.

Es obvio que las diferencias son necesarias e indispensables para que avancen los procesos. Si no hay debate, si no hay discusión, todo se pudre como el agua estancada.

La dialéctica y el movimiento están en el origen de la existencia de todas las cosas. El organismo más pequeño que es la célula, se divide a diario y compite con otras para asegurar su existencia, pero llega un momento que tiene que convivir para formar un tejido y tiene que trabajar junto con otras células para que ese tejido forme un órgano y para que ese órgano desarrolle su función. No por esa cooperación deja de ser un organismo vivo e independiente.

Repitámoslo: hoy lo que nos pide a gritos la sociedad venezolana no es que dejemos de ser quienes somos; o que hipócritamente nos digamos que somos la misma cosa cuando no lo somos.

Lo que nos pide a gritos la sociedad venezolana martirizada, es que nos pongamos de acuerdo para desarrollar una política unitaria para enfrentar a Maduro y a su minoría.

Como ya dijimos, no es comprensible que un régimen, que no tiene más del 15 % de apoyo popular, se mantenga en Miraflores porque hay pequeñas y parroquiales diferencias; que por cálculos subalternos o simplemente por falta de miras, no nos ponemos de acuerdo para transitar un periodo de tiempo con una posición común y liderar la gran mayoría de los venezolanos, es 85 % de compatriotas que no quieren a Maduro.

¿Y sobre qué debemos ponernos de acuerdo? Pues para lo que todo el mundo decente y civilizado nos apoya: lograr una salida política.

Para tratar de conseguir ese objetivo se ha puesto sobre la mesa un nuevo proceso de negociaciones auspiciado por el reino de Noruega, que cuenta con el apoyo de los Estados Unidos, Canadá y de la Unión Europea. ¿Entonces? ¿Por qué buscamos a Dios por los rincones?

Lo que tenemos que hacer es definir unos mínimos aceptables para ir a esa mesa de negociaciones. ¿Cuáles podrían ser esos mínimos? (y disculpen la entrepitura) Lo primero, lo esencial, tendría que ser la promoción de condiciones para atender la dramática y cada vez peor situación humanitaria, no solo la que deriva de la pandemia, sino la que se ha agravado por la inflación, y el caos de los servicios como el agua, la luz y el gas.

Concertarnos para hacer frente y proponer soluciones de emergencia es de primera necesidad y luego, y entrando en el terreno político, obviamente que ese acuerdo debería tratar:  libertad de los presos políticos, civiles y militares; regreso de los exiliados; habilitación de los inhabilitados; compromiso de elecciones limpias con observación internacional adecuada y un cronograma que establezca dilucidar todos los mandatos pendientes de elegir. Las fechas podrían discutirse.

¿Es todo esto muy difícil? No pareciera. Ciertamente, si sobre eso nos ponemos de acuerdo, podremos ir en mejores condiciones para negociar con la dictadura. No son cosas originales, en realidad es lo que se ha venido planteando desde hace un tiempo. Es una versión comprimida del decálogo aprobado por la AN para ir a las elecciones del 6D.

Esto tiene que ponerse sobre la mesa pronto y hay que presionar para que sepamos rápidamente cual es la respuesta del régimen sobre esas propuestas. Cuando las conozcamos deberemos abrir un debate para saber si las aceptamos o no las aceptamos.

Lo más importante es que podamos decidir conjuntamente lo que hay que hacer. Si el régimen logra batirnos al detal; si tiene éxito en dividirnos para que unos hagan una cosa y otros hagan otra (sobre todo de cara a las elecciones regionales) nos enfrentaremos a la peor de las derrotas.

Ninguno de los discursos sobre “recuperar espacios” “organizar y movilizar en medio de la campaña”, y otras afirmaciones parecidas, van a funcionar.

El régimen se saldrá con la suya. El votante natural de la oposición se quedara en su casa. No importa cuán brillante, cuan chévere, cuán buena nota sean los candidatos. Si no accionamos unidos quienes verdaderamente adversamos a Maduro, no habrá vida.

Bien nos valdría recordar a Benjamín Franklin, sabio por muchos títulos y razones y quien debió enfrentarse a la amarga realidad de la desunión de sus compañeros de ruta, y quien tuvo que recordar a sus contemporáneos: “O ACTUAMOS JUNTOS, O NOS COLGARAN POR SEPARADO”

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Guaidó informa que licencia de la OFAC para cadena de frío y logística para vacunas está por aprobarse
El presidente criticó las «contradicciones» de Maduro en cuanto a la adquisición de vacunas para la COVID-19

Foto: Vero Ravelo

El presidente interino y de la Asamblea Nacional electa en 2015, Juan Guaidó informó que la licencia de la Oficina de Control de Activos Financieros (OFAC, por sus siglas en inglés) para la cadena de frío y logística de las vacunas contra la COVID-19, está por aprobarse. 

En rueda de prensa semi presencial, Guaidó señaló que esperan que en los próximos días la licencia esté aprobada y que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Unicef puedan disponer de esos recursos para la mejora de la cadena de frío. Este monto asciende a $27.615.720. 

«La licencia más próxima a salir tiene que ver con la cadena de frío y logística a través de OPS y Unicef. Hasta que no tengamos más precisión del sistema de implementación a través de Covax, en este caso, se van a retrasar un poco más las siguientes licencias», explicó. 

Guaidó igualmente criticó las contradicciones del gobierno de Nicolás Maduro, en cuanto a la compra de vacunas para la COVID-19, porque en diciembre hablaron de 10 millones de dosis de la Sputnik V, después usaron como excusa las sanciones, luego informaron sobre el pago del sistema Covax, aunque rechazaron la AstraZeneca. 

«No entienden el mercado de vacunas, no se preocuparon en ingresar temprano COVAX. Por la soberbia de una dictadura no hay vacunas y porque quebraron al país, todo lo demás es propaganda para confundir, no tiene que ver con sanciones, porque entonces cómo pagaron COVAX», añadió. 

Guaidó indicó que Venezuela es el país de América con menor porcentaje de población vacunada, detrás de otros países como Haití o Cuba. Igualmente hizo un llamado a los ciudadanos a no caer en el mercado negro de vacunas, porque no contribuye a salvar vidas, deteriora el sistema de salud y pueden ser víctimas de estafas. 

Guaidó pide acuerdo integral

Sobre un posible proceso de negociación con el gobierno de Maduro, el presidente Guaidó celebró que otros dirigentes como el exdiputado Stalin González o el exgobernador, Henrique Capriles se unieran al comunicado de la Plataforma Unitaria, que promovió el «acuerdo de salvación nacional». 

También dijo que han adelantado sesiones formales con Noruega, aunque no se tiene una fecha para iniciar la negociación y tampoco un lugar. Guaidó agregó que en los próximos días anunciarán quiénes serán los representantes opositores. «Cuáles son las premisas en este momento, buscar espacios de participación seguros para la gente, fomentar el liderazgo, marchas, no vamos a caer en un dilema que nos pretende dividir», señaló. 

Por eso pidió no caer en el «lenguaje de la normalización», sobre el nombramiento del directorio del Consejo Nacional Electoral (CNE) porque la Constitución establece que deben ser miembros independientes. «No hay porque tolerar ese lenguaje que pretende normalizar la dictadura (…) Hay que aproximar todas las soluciones, pero apegadas a la Constitución». 

«En una elección aislada sabemos lo que pasa, lo vivimos en 2017, encarcelaron, arrebataron, nombraron protectores, no permitieron juramentarse por tecnicismos inexistentes», dijo. 

Guaidó hizo un llamado a tener la «mayor y mejor unión posible» de cara al acuerdo de salvación nacional y que debe incluir la mayor cantidad de sectores, incluido el chavismo. «Mientras más unidos estemos, más derrotada estará la dictadura», enfatizó.

Sobre el proceso de referendo revocatorio, que quiere impulsar un sector opositor, el presidente lo catalogó como un gesto de buena voluntad, pero que se debe incorporar a un acuerdo integral para elecciones libres y justas. «Qué hacemos con el Tribunal Supremo de Justicia que anuló firmas, con la persecución en los estados. Cómo levantamos firmas en Apure donde ni la FAN puede entrar», puntualizó. 

Guaidó sobre una nueva plataforma unitaria: No estamos para inventar el agua tibia
Guaidó indicó que en los próximos días se darán detalles de una convocatoria para el próximo 12 de febrero

Foto: Leo Álvarez

El presidente interino y de la Asamblea Nacional electa en 2015, Juan Guaidó aseguró, con respecto a crear una nueva plataforma unitaria propuesta por Leopoldo López, que no «estamos para inventar el agua tibia».

Desde la plaza de Los Palos Grandes, en Caracas, Guaidó señaló que no se necesita una nueva unidad, pero sí mejorarla. «Porque hay unidad, por cierto, y ha sido eficiente y lo ha demostrado en los últimos años».

Indicó además estar acompañado en el lugar por representantes del Frente Amplio, el movimiento estudiantil, sectores de la sociedad civil y diputados miembros de la Comisión Delegada.

«El consejo político, por ejemplo, es una plataforma que responde al gobierno encargado y a la Asamblea Nacional, para mejorar o evolucionar lo que fue el centro de gobierno que funcionó por 2 años, reconociendo los errores cometidos, pero sobre todo (mejorando) la eficiencia que debemos tener de cara a lo que estamos enfrentando en este momento», agregó.

El pasado domingo, 31 de enero, Leopoldo López, coordinador nacional de Voluntad Popular y excomisionado presidencial para el Centro de Gobierno, aseguró en una entrevista para el medio El Español que tiene reuniones a diario con distintos sectores como el universitario para ir construyendo una plataforma unitaria, «que es la condición necesaria para todo lo demás. Cualquier estrategia que construyamos para por que estemos unidos», añadió.

Guaidó no expresó de forma precisa si descarta por completo esta idea de López, pero señaló que es necesario afinar detalles en torno a la unidad. «Aprendimos que la protección de un proyecto de futuro pasa por la unidad. Hay que llamar a todos para afinar detalles. No se inventa el agua tibia en 2021», dijo.

Guaidó anuncia una convocatoria

El presidente Guaidó informó que en los próximos días se darán detalles de una convocatoria para el próximo 12 de febrero, día de la juventud en Venezuela.

«Vamos a reactivar la agenda de participación ciudadana, acompañaremos a los jóvenes el 12 de febrero, en los próximos días daremos detalles. Nada hacemos siendo mayoría en nuestras casas. Debemos presionar por una solución, por condiciones electorales», explicó.

También aseguró que las «puertas» están abiertas para escuchar a todos, pero que ya no hay «diagnóstico que aguante». «Vinimos a presentar propuestas y acciones, no va a caer del cielo una solución, tenemos que hacerlo todos en conjunto. Lo peor que podemos hacer es quedarnos detenidos, repartir culpas. Aunque aquí las asumismo», añadió.

Sobre un proceso de negociación o diálogo con la administración de Maduro, el presidente indicó que «a la dictadura no le interesa un acuerdo, solo negociar por negociar y lo hemos demostrado los últimos años».

Aunque no descartó reunirse con la comisión de Noruega que anunció llegaría al país, o con alguna otra delegación de otros países interesados en la crisis venezolana.

«La consulta popular estableció buscar ayuda internacional para presionar y exigir condiciones para elecciones libres. Para nosotros es transparentes, si vienen los noruegos o los que vengan», refirió.

Igualmente dijo que están dispuestos a buscar los mecanismos para que puedan llegar las vacunas contra la COVID-19, a través de organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el mecanismo COVAX.

«Para nosotros siempre es sí la ayuda humanitaria, a pagar por el mecanismo COVAX. No es cierto que dispongamos de esos recursos, están protegidos y hay que mover licencias para su correcta utilización en pro del venezolano y de la emergencia humanitaria compleja», aclaró.

También dijo la administración de Maduro incumplió el acuerdo preliminar con la OPS y solo distribuyeron 1% de las pruebas PCR. «No les interesa, solo les interesa la propaganda para confundir a la comunidad internacional».

«Lo segundo es que el régimen debe aceptar el esquema de implementación para que puedan recibiro los fondos los organismos multilaterales. Hay un plan propuesto por la misma OPS, pero claro que les preocupa la ejecución y que no tenga vinculación política, no te pueden pedir el carnet de la patria para vacunarte», expresó.

#ApuntesDeOtoño 4 | Cuando alzas la voz, la gente no te escucha

@juliocasagar

Casi toda la Venezuela de hoy se ha convertido en una gallera. Lo peor de todo es que es una gallera virtual, infinita, cuyos gritos llegan al planeta entero, amplificados por la potencia de las redes sociales. Todos estamos en grupos de WhatsApp, que son un endemoniado escenario de gritos, incordios, desacuerdos que mezclan tantos insultos por no compartir puntos de vista con sus emojis ofensivos, hasta paradójicas felicitaciones por el cumpleaños de alguno de sus miembros, con sus tortas de velitas encendidas y botellas de champaña descorchadas. Una verdadera esquizofrenia colectiva cuyo análisis haría las delicias de Freud.

Hasta en el de la urbanización, a la que he llamado en alguna nota anterior: Bonita vecindad, ocurren a veces agrios comentarios sobre si hay que matar o no a una mapanare que se te metió en la casa, o tumbar o no el árbol que tapa las cloacas. Allí y, pese a la fraternidad que nos une en bonitos momentos, se desatan los truenos entre “conservacionistas” y “ecocidas”.

Lo más curioso de todo es el hecho de que no hay que ser ni filólogo, ni lingüista, para reparar en que, en una gran cantidad de casos, los contendientes están de acuerdo. Solo que no se han dado cuenta, porque están más interesados en halar la brasa para su sardina argumental, que en tratar de entender al otro para ver dónde están las coincidencias.

Estemos claros en que hay diferencias; en que hay distintas maneras de ver el país y las rutas para rescatarlo y que también hay intereses subalternos y/o legítimos que juegan su papel. Esto es así hoy y será así hasta la consumación de los siglos. Es muy probable, incluso que ese quimérico día, habrá distintas opiniones sobre cómo afrontar el Apocalipsis y el gran Armagedón que nos prometen las Escrituras. De manera que esto no debe escandalizarnos.

Las unidades completas y perennes nunca han existido en el liderazgo de los procesos históricos.

Es una ingenuidad pretenderlas y una pérdida de tiempo luchar por un cuadro idílico, como el de los angelitos de las obras de Zurbarán, agarraditos de la mano, adorando a la virgen María.

De manera que lo sensato es asumir las diferencias y aprender a vivir con ellas. No obstante, hay que decirlo y de esto va esta nota, es necesarísimo también hacer el babilónico esfuerzo para tratar de no sobreexponerlas con exuberancias fuera de lugar, que lo que hacen es entorpecer el camino y fabricar problemas donde, a veces, no los hay.

Es a ese respecto que me han venido al recuerdo dos anécdotas que pareciera importante referir y que ilustran bien lo que señalamos.

La primera es sobre un debate radial al que concurrí con Saúl Ortega, candidato del PSUV en las elecciones parlamentarias del 2010. Saúl es un amigo de las luchas universitarias y un ponderado adversario de las luchas políticas, aun cuando era particularmente ácido en sus comentarios. Tuvo por años, por ejemplo, un programa de radio en el que presentaba a su operador de controles como Julio Castillo “el bueno”, lo cual no era precisamente simpático.

Lo cierto del caso es que durante el programa perdí el control del volumen de lo que decía. Quizá me alteré significativamente al punto de haberme salido de las casillas, porque de pronto me vi alzando la voz, lo cual no suele ocurrirme normalmente.

Yo juraba, sin embargo, que había hecho un gran programa; que me la “había comido” y que le había ganado la partida a Saúl. Mi desconcierto fue grande cuando comencé a preguntar a los equipos que nos acompañaban y a familiares sobre la opinión del debate. Prácticamente ninguno supo decirme si la había parecido bien o mal y, aun menos, analizar los argumentos que había expuesto. Prácticamente lo único que recordaban todos, eran la “grisapa” en la que el programa se había convertido y la gritería que la pobre moderadora, trataba de inútilmente de controlar.

Moraleja: cuando alzas la voz la gente no te escucha. La gente oye el ruido, pero no se entera de lo que dices.

La otra anécdota tiene que ver con la discusión entre los líderes. Henrique Salas Romer fue electo como primer presidente de la Asociación de Gobernadores de Venezuela. Consciente del momento que vivía el país y de lo necesario que sería luego mantener aquel espacio, lo manejó con prudencia y claridad estratégica.

Solía acompañarle en las sesiones, aun cuando mi cargo en el gabinete era el de Secretario de Desarrollo Económico. En aquel equipo, era no obstante, de los que quien tenía más kilometraje en la política, y por eso, termine tomando nota de aquellas reuniones. Fue una oportunidad inmensa. Conocer a los primeros 22 líderes regionales del país y tener el privilegio de estar en sus reuniones, fue una escuela de excepción. Por inercia entonces, me fui convirtiendo en una suerte de secretario ad hoc de aquella asociación. De allí viene lo que nos interesa relatar.

Cuando observaba las discusiones de aquellos personajes tan importantes, en un país donde la descentralización comenzaba a tener un gran sex-appeal, notaba que la mayoría de las veces estaban contestes en las cosas que discutían; pero la manera como se lo decían creaba el espejismo de un desencuentro, cuando en realidad estaban de acuerdo. Era natural que así fuera. Estábamos observando a 22 líderes, 22 personalidades; 22 egos con sus defectos y virtudes.

Estar de simple observador me permitía tomar cierta distancia. Cuando aquellas cosas ocurrían, tomaba papel y lápiz y trataba de redactar unas líneas que permitieran recoger lo esencial de lo que se discutía, buscaba lo sustantivo y trataba de desechar lo adjetivo. Con la anuencia del presidente, pedía la palabra y con la excusa de exponer las conclusiones del debate, tomaba aquel papel y leía.

Era impresionante lo que invariablemente ocurría. Aquellas 22 personas que minutos antes parecían estar en desacuerdo, terminaban concluyendo que, en realidad, estaban de acuerdo. No había milagros, aquel Pentecostés del consenso estaba a flor de piel, solo había que escarbar un poquito para encontrarlo.

Lo cierto es que, cuando se baja el volumen, se atemperan las pasiones, se pone de lado el protagonismo, las cosas ocurren de manera diferente.

Bien nos valdría en este momento ensayar mecanismos que nos permitan separar esa paja del grano y talar ese árbol que nos impide ver el bosque.

Este tema, aparentemente trivial, ha devenido en un tema crucial del movimiento de las fuerzas democráticas en Venezuela. Estamos en uno de esos momentos en los que la FORMA ES EL FONDO y en el que la manera como abordemos los problemas va a tener mucho que ver con la solución de ellos.

Si algo nos ha enseñado la pandemia es que si el médico se contagia de la enfermedad del paciente, no lo puede curar. Si permitimos que la maledicencia, el insulto, el odio y la procacidad escatológica del chavismo se nos meta en las venas, no podremos curar al país de esta otra pandemia que nos ha caído. Una cruzada por recuperar la sindéresis, no nos vendría mal.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Orlando Viera-Blanco Sep 09, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Respeto para el pueblo venezolano
Para este escritor hoy honrosamente embajador, la cuestión venezolana, el estado superior del arte del poder, demanda un profundo respeto de los valores de la confianza política y los objetivos republicanos».

 

@ovierablanco

Respetar es una palabra que se predica con más soltura de la que se practica. Para muestra, la más rabiosa actualidad venezolana. Una marabunta de desviaciones políticas, sociales y humanas donde el Estado dejó de existir.

En política el respeto es la medida de la aptitud de los hombres de poder de llevar con decoro, la honorabilidad y el recato ciudadano. Respeto en materia de poder es coherencia, rectitud, solvencia moral. ¿Cómo espera un líder ganarse el respeto y la confianza grupal si su discurso es contrario a los propósitos y principios de sus representados? ¿No incurre en un mar de contradicción aquel que, siendo opositor a un régimen expropiador de derechos civiles y políticos de los ciudadanos, llama a votar?

Respeto a los cuatro vientos…

El respeto como el viento debe ir en toda dirección. Desde lo urbano hasta lo institucional. No respeta quien “aclama o canta en la mesa porque una tuerca le falta en la cabeza” como quien apela a lo que la mayoría niega. El liderazgo político debe evitar la apariencia de lo inapropiado. Y demuestra desprecio -por impropio- quien pide al pueblo actuar inversamente proporcional a la realidad de las cosas. Es pedir al miserable que se inmole por la revolución cuando quien lo demanda exhibe charreteras de oro. Es exigir a la gente que sufrague con resultado cantado (pactado). 

¿Cómo un político pide ciudadanía y predica papeletas cuando a la gente le fue arrebatado su voto en las narices de quien lo solicita? ¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta? ¿Cómo pedirle al pueblo fatigado, incrédulo y abandonado que compita y confíe en un evento electoral que es un embutido utilitario? ¿Quién autorizó   “un líder opositor” a negociar (ni conversar) con turcos, iraníes, chinos, rusos o cubanos -usufructuarios ilegítimos de nuestro oro, petróleo e identidad? ¿Debemos seguirle? ¿Cómo dormir en la cama del enemigo? ¿Quién no rectifica sus errores?

Con base a un estudio en tres democracias asiáticas, Japón, Corea del Sur y Taiwán, Wang (2016) encuentra que la ausencia de corrupción aumenta el efecto positivo del buen desempeño del gobierno sobre la confianza política. El respeto por el ciudadano es el respeto por la probidad que es confianza y honestidad política. No es corrupto solo el que malversa el tesoro público, sino también al tesoro ciudadano que es la conciencia pública. 

Beramendi [et al] 2016], analiza el caso de Argentina y concluye que la confianza política está condicionada por la percepción de eficacia de las instituciones. La confianza política aumenta -decíamos- en la medida en que aumenta la imparcialidad de los actos de gobierno. ¿Podemos confiar en el nuevo CNE? ¿Podemos confiar en aquél que llama a votar con ese árbitro? ¿Es el nuevo CNE imparcial, justo, creíble y transparente? ¿Es un opositor que emplaza a votar con ese CNE, lógico, creíble, justo y transparente? ¿Lo son sus postulados?

Respeto a los ciudadanos es respetar y hacer que se respeten las reglas del juego. Los venezolanos queremos votar, pero legalmente, sin fraude. Que cada voluntad sea un voto. Que la identidad sea la que se cuente. Votar sin libertad es un despropósito. Y llamar a hacerlo: un disparate.

Lo dijo Churchill: «Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar, pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar».

Imprescindible entre políticos, pero también entre ciudadanos. No se sienta y escucha al pueblo quien lo desorienta y confunde, por favorecer una agenda personal. No se sienta ni escucha al pueblo, quien premeditadamente rompe la unidad. No se sienta, escucha, y mucho menos quiere al pueblo, quien poco lo importa llevarlo a un matadero electoral. No es lógico alcanzar objetivos éticos, políticos y sociales cuando el modo es flaco y tiene apariencia de impropia por destructiva.

El sentido común

El sentido común

El respeto al pueblo es el respeto por la causa superior que es la libertad, la paz, la justicia y la democracia. Quien subestima la inteligencia ciudadana e invita a “cantar” papeletas en una mesa, es porque en la cabeza le falta una tuerca… Nada libre, nada justo, nada democrático, nada de paz, nada de nada. Poner freno a la intención totalitaria es no hacerle el juego al totalitarismo.

La cuestión venezolana

Para este escritor, hoy honrosamente embajador, la cuestión venezolana, el estado superior del arte del poder, demanda un profundo respeto de los valores de la confianza política y los objetivos republicanos. Nuestro reto político y social como asunto ciudadano debe ser solucionado desde un gran consenso nacional. Por hombres de Estado y dirigentes en quien confiar por exhibir fuerza y voluntad para resolver nuestros problemas, no para crear otros. Cuestionar al servicio exterior, crea problemas. Ofender a los embajadores, entorpece nuestro trabajo. No somos embajadores de internet. Somos embajadores unidos a una noble, leal y difícil tarea: recuperar la libertad, defender los DD. HH. y aliviar la carga de penurias de nuestros compatriotas.

En política echar un pulso siempre acaba mal para los ciudadanos porque no pierde el que pierde el pulso-que suele tener todo muy bien amarrado-, sino pierde el pueblo que es rehén de unas decisiones personalistas que no piensan en el bien de todos, sino en el de unos pocos afines.

La buena política, por cierto, es respetar la Constitución. Llamar hoy a votar en Venezuela es inconstitucional, por lo que una falta de respeto al pueblo venezolano. 

* Embajador de Venezuela en Canadá.

 

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