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Entrevista exclusiva│Padres de Francisco Márquez: “Nos vimos sometidos a la extorsión de no declarar a cambio de que no torturaran a nuestro hijo”

@MariaAlesiaSosa

“ESTO ES COMO UNA TERAPIA. Es como una terapia, porque es la primera entrevista que damos, y estamos diciendo muchas cosas que nos ayudan a procesar nuestra alegría y nuestra tristeza”, dice Ricardo Márquez. Él es Trabajador Social de profesión, y se desempeña como capellán de un hospital en Estados Unidos. María Luz Lara, la esposa de Márquez, es médico alergólogo y doctora en inmunología. Pero desde hace cuatro meses, no son conocidos por sus exitosas hojas de vida, sino porque son los papás de Francisco Márquez Lara, el joven militante de Voluntad Popular que fue detenido el 19 de junio de 2016. “Pancho” como se le conoce públicamente, salió de la cárcel el martes 18 de octubre, y se vio obligado a salir de Venezuela. Gestiones diplomáticas desde distintos frentes permitieron la liberación de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel.

“Era el Día del Padre, y Francisco quería que nos reuniéramos temprano porque dijo que tenía una misión importante y debía viajar a Portuguesa”, relata María Luz. Desde hace algunos años, las reuniones de la familia Márquez Lara se hacen a través de una pantalla, porque todos viven en ciudades diferentes. “Yo estaba muy asustada, yo le pregunté que por qué tenía que ir él, le dije que él no conocía bien el llano, ni esa zona. Pero él estaba orgulloso y feliz de hacer esa tarea. Me dijo: ‘Mamá, es una petición de VP (Voluntad Popular), es una tarea de la MUD, ahí necesitan de nuestra ayuda”.

La reunión por Skype, con las cuatro pantallas, fue a eso de las 12:30 del mediodía y muy rápida. De ahí Francisco salió rumbo al estado Portuguesa con la misión de ayudar en la logística en un territorio donde la MUD había detectado que había muy pocas máquinas, para un universo de votantes gigante. Todo esto, en el proceso de recolección de firmas para activar el Referendo Revocatorio contra Nicolás Maduro.

Su mamá estaba angustiada, y no supo de él sino hasta las 6 de la tarde: “Me mandó un mensaje que decía ‘Ya voy llegando’, y yo me quedé tranquila. Pero a las 6:30 de la tarde nos llega la noticia de que está detenido en Apartaderos (Cojedes). Ahí se me fueron los tiempos”.

Ricardo y María Luz recibieron esa llamada, que todo el que vive lejos de los suyos, teme. Ambos estaban haciendo sendos posgrados en Estados Unidos, y justo esa semana les tocaba guardia en el hospital. “No podíamos agarrar un avión e irnos para Venezuela. Nuestras guardias duraban una semana, no podía abandonar el servicio a los pacientes. Imagínate el dilema y la desesperación de no poderme mover. Sólo pudimos irnos a Caracas cuando se acabó la guardia, una semana después”, relata la madre.

Cuentan que fueron días de no dormir, porque estaban en un huso horario distinto al de Venezuela, y durante el día, mientras trabajaban estaban conectados a Whatsapp, esperando alguna noticia.

Los padres iban y venían para poder terminar sus posgrados y a la vez estar presentes en el caso de su hijo. En esos días, mientras ellos no estaban en Venezuela, María Luz, recuerda el inmenso apoyo que recibió de sus hermanas, así como de Maribel, la mamá Gabriel, el muchacho que detuvieron junto con Francisco.

Pancho está preso

Al día siguiente de su detención, pudieron hablar con su hijo en una llamada de 15 segundos. “Una amiga convenció a un Guardia Nacional de que le pasara el teléfono. Los guardias dijeron que admiraban a los muchachos, y uno de ellos se compadeció y permitió la llamada”, recuerda Ricardo Márquez, al tiempo que su esposa relata la corta conversación: “Él nos dijo: ‘No se preocupen, estoy bien, no se tienen que venir’. Ésa era su mortificación, porque sabía que su papá y yo estábamos en posgrados muy difíciles con compromisos de guardias que no podíamos simplemente soltar. Le dijimos: ‘Te queremos, te amamos, estamos contigo’.

No hubo tiempo para más. María Luz cree que es una actitud muy típica de los presos políticos. “Ellos no quieren preocupar a su familia. Por eso me repetía siempre: Mamá, estoy bien, estoy fuerte”.

Confiesa que al principio esperaban que fuera algo rápido. “Los primeros tres días que estaba en Cojedes, todavía había la esperanza de que los soltaran. No había pruebas de legitimación de capitales, ni instigación pública. Cuando nos enteramos que lo dejan preso, y que serían trasladados a Guárico, yo dije: ‘Esto se va a poner feo’.

Paupérrimas condiciones

“El tiempo que estuvo en la cárcel 26 de julio fue el más duro, pasó una semana completamente aislado, sin poder hablar con nadie, y sin las mínimas condiciones, sin uniformes, sin ropa, sin insumos de limpieza. Esa cárcel es prácticamente un campo de concentración”, relata su mamá.

Llegaron a un calabozo que tenía cerca de 18 lápidas de cemento, que supuestamente sirven como camas. Pancho y Gabo entraron, y tras ellos se cerró la reja. Delante, los recibió un cuarto oscuro, sin luz natural ni bombillos. En una esquina, una manguera desde donde caía agua de vez en cuando, y en la otra, una letrina abierta que impregnaba de hedor el espacio. Un pequeño rayo de luz entraba por un hueco que había en el techo, era el resultado de una granada que explotó en un motín anterior.

El techo era el piso donde caminaban guardias armados. “La sensación de opresión y de vigilancia era máxima”, cuentan los padres de Márquez.

La lápida que Francisco escogió para dormir la primera noche estaba muy sucia, así que decidió quitarse la braga para limpiar con ella, lo que sería su cama. Se acostó en ropa interior, con su braga como almohada, pero los mosquitos no lo dejaron dormir.

“Efectivamente las condiciones eran terribles, pero aseguran que sobrevivieron gracias a la amistad del resto de los presos”, dijo Márquez. María Luz recalca que los presidiarios fueron buenos con su hijo, y le manifestaban su admiración. “Mamá, hemos vivido de la solidaridad de los presos. La solidaridad más bella me la he encontrado en la cárcel”, cuenta que le reveló.

Los padres de Francisco, acudieron a la Defensoría del Pueblo para reclamar que su hijo estaba siendo torturado. Los recibió el director de tortura de la defensoría y la asistente del defensor Tarek William Saab. “Lo más irrisorio es que nos dijeron que eso no era tortura, en tal caso, eran tratos crueles”.

Amenazas y chantajes

Al principio de la detención, la familia y el partido hicieron muchísima bulla con el caso de “Pancho y Gabo”, pero eso les pasó factura: los jóvenes fueron aislados y maltratados.

En una de las visitas a la cárcel, al abogado defensor de Márquez le advirtieron que cuidara sus declaraciones. “Ten cuidado con todo lo que digas allá afuera, porque los que van a sufrir son los muchachos”.

Entonces comenzó ese dilema y susto de la familia por lo que debían o no sacar a la luz pública. “Las familias de los presos políticos vivimos con una mordaza, nos atemorizan con que todo lo que digamos fuera, lo padecerán ellos. Nos envían toda clase de mensajes, que si denunciamos, los muchachos van a sufrir. Es una infamia, todas las familias de los presos nos vemos sometidas a la misma extorsión y chantaje: no hablen, no digan, porque los maltratamos. Las familias de los presos están amordazadas y no pueden confesar las condiciones oprobiosas en que están sus familiares”, reclama María Luz Lara.

La esperanza

Cuenta que lo que los hizo mantener la esperanza era la convicción de que saldrían en libertad y de que se haría justicia. “Por supuesto no se puede abandonar la parte jurídica. Es importante tener un buen equipo legal, porque aunque el sistema judicial no funciona, tú tienes que hacer la tarea”.

Los papás de Francisco dicen que nunca lo vieron decaer. “Vivió esto con un altruismo inmenso, una gran fortaleza. Francisco me repetía que él sabía por qué estaba allí, y que su inocencia se iba a comprobar”.

Coinciden en que el joven decidió conectarse con su parte espiritual durante el encierro, y que eso le dio mucha fuerza y esperanza. Dos libros que leyó en ese tiempo lo marcaron: El hombre en busca de Sentido de Viktor Frankl, un sobreviviente del holocausto nazi, y Dios en mi secuestro, de Germán García Velutini. “Me asombró que Francisco me dijo un día: ‘Papá, entendí que el tema no es por qué estoy aquí, sino para qué estoy aquí”.

María Luz dice que su hijo buscó la mejor manera de sacarle provecho a esta horrible experiencia. “Esto tiene un sentido y por algo estamos aquí, le repetía”.

Un antes y un después

Ricardo y María Luz dicen conmovidos que la vida les cambió para siempre y que el compromiso con las familias de los presos políticos es eterna. “No vamos a descansar hasta que el último preso político salga”, dice ella. Él la interrumpe: “Descubrimos otras familias, nos hermanó el sufrimiento. Y cuando a ti te pasa algo así, no te puedes liberar del sufrimiento de los demás que pasan por lo mismo”.

Como la familia cristiana que son, se aferraron en todo momento a la fe. Sostienen que la oración jugó un papel importante en este proceso. “Tratamos de cultivar desde dentro lo que queríamos ver afuera. La fe fue un gran apoyo durante este tiempo tan duro y doloroso”, dice el papá de Francisco.

Dicen que lo peor que puede pasarle a un preso político es que la gente los olvide, y ese no fue el caso de “Pancho y Gabo”. Ambos padres se quiebran al hacer un recuento de todas las muestras de solidaridad que recibieron durante estos cuatro meses. “Eso fue así como una pólvora, como una explosión de luz. En tres días se logró que Amnistía Internacional los reconociera como presos políticos. Todos sus amigos se manifestaron. Hasta el sol de hoy, la solidaridad de la familia y los amigos ha sido abrumadora. Recuerdo lo que dice la Biblia: ‘Allí donde abundó la oscuridad, sobreabundó la gracia’. Fue así”, explica Ricardo Márquez.

Ella no puede evitar romper en llanto al hablar de ese tema: “Apareció gente que teníamos 30 años sin ver; familia, amigos. Recibimos llamadas, correos, cientos. Con el paso del tiempo eso fue bajando, pero hubo un núcleo de familia y amigos que se mantuvo. Grupos de oración. Tú no sabes cuánta gente estaba rezando por ellos. Yo quiero agradecer a nuestra familia, a mis hermanos, a los primos, a nuestros amigos que estuvieron ahí dándonos tanta solidaridad”.

Ricardo y María Luz describen estos cuatro meses como «haber bajado al hades», pero insisten en que no se quedaron allí, y que más bien fue una experiencia de crecimiento profundo. “Aunque la pasamos mal, pensar que esto tenía un sentido nos dio fuerza. Sabemos que fue un sacrificio para conseguir algo mejor, una Venezuela llena de justicia y paz. Tenemos la confianza en que Francisco seguirá siendo un gran líder y luchador por los DDHH en su país. Vamos a regresar en cuanto podamos para ayudar en la reconstrucción de Venezuela”.

Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, por Luis Ugalde

GaboyPancho

 

Estamos construyendo una “democracia participativa”, dice el gobierno. Participativa porque la gente asume su propia responsabilidad por lo público, por lo político. En nuestros largos años universitarios insistimos por activa y por pasiva en el compromiso y sentido de lo público de toda la comunidad universitaria. La formación de los profesionales no es solamente para que sean personas de éxito individual en la vida, sino que sus logros al mismo tiempo sean éxitos del país. Pusimos en el centro de nuestra reflexión y acción el aguijón de la pregunta: ¿no estaremos formando profesionales exitosos para países fracasados? La universidad –decíamos– tiene que atravesar los puentes que la separan de los barrios pobres para que aliados con ellos podamos construir un país para todos. Viví la alegría de ver cómo en la UCAB, y en otras universidades, esto se iba haciendo realidad con miles de jóvenes que aprendían en la práctica la responsabilidad social y política. Con S. Pablo (Carta a los Gálatas 5) insistíamos a los jóvenes: “Ustedes han nacido para la libertad, solo que no tomen pretexto de ella para el egoísmo, sino que vivan su libertad con amor, de manera que los lleve a ser servidores unos de otros”. Acompañamos con emoción a miles de jóvenes que asumían su responsabilidad política, tomaban horas de su tiempo libre para comprender mejor la historia republicana de Venezuela y los movimientos juveniles que (como la Generación del 28) transformaron el país, corriendo riesgos y venciendo la enfermedad nacional de caudillos autoritarios y al “gendarme necesario” que parecía una maldición invencible. Vibraba nuestra Aula Magna desbordada de jóvenes reflexionando y planificando con madurez sus acciones pacíficas de calle en pro de una democracia participativa. Ellas nos asombraron y asombraron al mundo enfrentando con el obsequio de una flor y una sonrisa a los guardias y policías mandados para reprimir y que tenían que contener las ganas de abrazar a sus hermanos en esos jóvenes. Siempre quedaba la duda, ¿será todo flor juvenil de un día, una primavera prometedora que al llegar el verano de la vida se secará con la dura búsqueda individualista del máximo ingreso en las empresas más exitosas?

La segunda sorpresa fue mayor que la primera: numerosos jóvenes al graduarse buscaban el trabajo social y político de mayor necesidad e impacto público en alcaldías e instituciones que poco les podían pagar; sentían que a eso les llamaba su patria y su conciencia. Todavía mayor y más grata fue mi sorpresa al ver que no pocos, una vez realizados posgrados en las mejores universidades de Estados Unidos y otras partes del mundo, regresaban a hacer “democracia participativa” en su país que estaba quitando a los jóvenes las esperanzas y oportunidades.

Esa es la trayectoria de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, egresados de la UCAB y de la Universidad de Carabobo, respectivamente, estudiantes ejemplares y ahora profesionales responsables y cualificados, comprometidos con el trabajo público para hacer de Venezuela una “democracia participativa”, de acuerdo con la Constitución nueva, uno de cuyos novedosos mecanismos de participación es el “referéndum revocatorio” cuando la sociedad considere que alguno de sus gobernantes no está cumpliendo con el mandato recibido. Lo triste es que quienes hicieron esa Constitución para democratizar ahora están atrapados por el demonio del poder y empeñados en “dictadurizar” toda la vida nacional para perpetuarse en el poder. Pancho y Gabo trabajan en la alcaldía de El Hatillo y son militantes de Voluntad Popular.

El gobierno desvergonzadamente ha dicho que se opone radicalmente al referéndum para revocar al presidente y está poniendo todos los obstáculos para impedirlo. Un obstáculo es abortar el proceso exigiendo e impidiendo la validación de las firmas de quienes solicitaron el referéndum. Para ello inventaron poner pocas mesas y máquinas a muchos kilómetros de los firmantes y sembrar el camino de todos los impedimentos posibles para que estos no llegaran. Pancho y Gabo con su partido fueron a ayudar en Portuguesa a quienes querían validar y ofrecerles facilidades para trasladarse. Los detuvieron en el camino, los mandaron presos a una cárcel de alta peligrosidad, les raparon la cabeza y los vistieron de presidiarios para humillarlos y rendirlos por dentro. No hay delito en ellos, salvo que en una dictadura es subversiva la “democracia participativa”. Les bloquearon la comunicación con los suyos y están fabricándoles delitos… Francisco y Gabriel son dos jóvenes profesionales con gran temple cristiano que saben que no habrá libertad para el país sin sacrificio ni esfuerzo, y sienten que en su prisión está presa la esperanza de millones de venezolanos.

No puede haber república sin “virtudes republicanas”, pero la dictadura solo necesita botas, fusiles, cárceles y juristas entregados a la perversa alquimia de convertir las virtudes ciudadanas en delitos y asesinar la democracia. Este gobierno muestra su perversa metamorfosis transformando las esperanzadoras mariposas de ayer en gusanos rastreros. Por eso debe ser revocado.

El Nacional

Jesús Chuo Torrealba: Mientras el gobierno habla afuera de diálogo, aquí ponen presos a ‘Pancho’ y ‘Gabo’

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“Estamos exigiéndole, no rogándole, al gobierno nacional por la libertad de estos dos jóvenes – Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, ‘Pancho’ y ‘Gabo’ -, quienes, por su hoja de vida, pudieran estar trabajando tranquilamente en cualquier parte del mundo: sin embargo, ellos decidieron estar acá para trabajar por una salida electoral, pacífica, democrática y constitucional al drama venezolano”.

Así se expresó el secretario ejecutivo de la Unidad Democrática, Jesús Chuo Torrealba, en ocasión de una misa oficiada en Caracas, para orar por la libertad de los dos activistas del partido Voluntad Popular, detenidos desde el pasado domingo cuando se aprestaban a participar en las labores de enlace y coordinación de las jornadas para la validación de firmas en la ruta hacia el referendo revocatorio.

“Estos jóvenes se encuentran en una prisión para presos comunes, en la cárcel ‘26 de julio’, en el estado Guárico, en condiciones infrahumanas, rapados, uniformados, sometidos a un régimen inadecuado para personas que no han cometido delito alguno”, dijo el titular de la alianza opositora, rodeado por representantes de la coalición, y junto con familiares, amigos y allegados de Márquez y San Vicente.

El alto vocero indicó que el Ejecutivo de Miraflores mantenía tras las rejas a “dos jóvenes ejemplares”, mientras, en cambio, se encontraban libres los agresores del diputado Julio Borges o de su propia persona.

“Queremos formular un llamado a los entes internacionales – a la OEA, Unasur, a Rodríguez Zapatero, a Almagro -: mientras el gobierno habla allá de diálogo, aquí ponen presos a ‘Pancho’ y ‘Gabo’. Y les decimos a todos los jóvenes que este país es propiedad de ustedes, y que estamos a punto de lograr una solución, un cambio por la paz y la libertad”, aprovechando para enviar, en la víspera del Día del Periodista, un mensaje de solidaridad a los comunicadores que son perseguidos y acosados, “por no revelar sus fuentes o por ser los ojos y oídos de los venezolanos”.

*Con información de Prensa Mesa de la Unidad Democrática