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Una vez más, ¡gracias, papá!

@cjaimesb

Hace dos días me llegó una invitación que cursaron a un grupo de periodistas para un evento en el Hotel Humboldt. De inmediato, me puse a indagar quiénes estaban detrás, no fuera a ser que se tratara de unos enchufados, porque el hotel ahora es el lugar favorito para ir a demostrar cuánto dinero tienen y cómo lo gastan. Se toman videos sin ningún recato y los postean en todas las redes sociales. Mientras, casi la totalidad del pueblo venezolano se muere de hambre y de mengua. Pero a esa gente le importa tres pitos quién sufre y quién carece.

Cada día es más difícil no caer en sus redes. Están por todas partes y comprando negocios de todo tipo, sobre todo a quienes han trabajado toda su vida y se encuentran ahogados por la situación actual.

Supe del caso del dueño de una pequeña hacienda en los Andes, que hace cuatro años decidió emprender exportando café gourmet, para no irse del país. Le costó Dios y su ayuda sacar todos los permisos. Compró la producción de sus vecinos, procesó el café y cuando llegó a embarcar el primer lote, un general de la “gloriosa” Guardia Nacional le dijo “si quieres que esto salga, vamos “miti-miti”, ya sabes”. El señor, desolado, se devolvió con su cargamento, lleno de deudas y de impotencia.

Entrar en un comercio hoy en día es empezar a elucubrar sobre si los dueños o sus socios son boliburgueses, sobre todo verdeolivas.

Yo no quiero engrosar más sus ya abultados bolsillos de dinero mal habido con el dinero que me gano con el sudor de mi frente. Pero es imposible saberlo y lo más probable es que lo haya hecho, sin quererlo, muchas veces.

Corrupción espiritual

Corrupción espiritual

Esta mañana conversaba con una amiga que tiene dos hijos de veintitrés y veinte años. Y justamente me comentaba la angustia que sentía cada vez que salían, por la misma razón: quienes hacen fiestas donde tiran la casa por la ventana, van grupos de música divinos y corre la caña a borbotones, son miembros de esa nueva clase parida por el socialismo del siglo XXI. Y para un joven, resulta muy atractivo ir a una fiesta así.

Ya he contado esta historia en algún artículo, pero vale la pena recordarla: cuando yo tenía diecisiete años, me invitaron al baile de una niña a quien yo no conocía, hija de un señor con muy mala fama. Tocarían la Billo´s y Los Melódicos en un mano a mano que prometía ser de antología. Llegué a mi casa del colegio feliz con mi tarjeta. Mi papá y mi mamá estaban almorzando y yo blandí mi invitación frente a ellos: “¡me invitaron al baile de fulana!”.

Recuerdo la cara de mi papá. “¿Te invitaron?… ¿Acaso ella es amiga tuya?”. Yo respondí que no, pero que “todo el mundo” se moría por ir y yo había sido una de las privilegiadas. “A ver la tarjeta”, me dijo. Cuando se la di, la rompió en cuatro pedazos. “Usted no va a casa de ese sinvergüenza”, me dijo. Yo me quedé paralizada. Cuando mi papá volvía a sus orígenes gochos y me trataba de “usted” era asunto serio. Cuando reaccioné, lo increpé: “¡Nunca te lo voy a perdonar!”, le dije aguantando las lágrimas. “No solo me vas a perdonar, me lo vas a agradecer… es solo cuestión de tiempo”, fue su respuesta. Hoy, más de cuarenta años después, sigo agradeciéndole que hubiera roto aquella tarjeta.

Aquí tiene que haber sanción social si queremos reconstruir el país. No será fácil, porque la corrupción ha permeado todos los estratos y muchos se han acostumbrado a vivir con ella al lado, aunque no sean corruptos.

Y es que aceptar invitaciones de corruptos, también es corrupción, porque es darles un espaldarazo a sus malos procederes. Pero tenemos que respirar profundo y por más tentador que resulte, hacer un ejercicio de voluntad.

El parto de la nueva Venezuela será doloroso, como todos los partos. Y no hay anestesia que valga. Siempre decimos que “los buenos somos más”, ¡vamos a demostrarlo con acciones!

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Padre de Juan Requesens: Mi hijo está en aparentes buenas condiciones

JUAN GUILLERMO REQUESENS, padre del diputado a la Asamblea Nacional, Juan Requesens, informó que cuando visitó a su hijo en El Helicoide constató que está en «aparente buenas condiciones».

Requesens indicó que señala de tal manera el estado del parlamentario porque así se trata en el área de salud a los pacientes cuando se realiza una historia médica.

“Lo demás se va a determinar cuando lo evalúen nuestros médicos, incluso si es necesario un psicólogo o un psiquiatra”, precisó Requesens.

El padre del diputado resaltó que su hijo debe ser evaluado y sometido a ciertos exámenes debido a una cirugía que se realizó anteriormente.

 

 

Carta a un padre, de un hijo en el exterior, por Carlos Dorado

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¡Ahora sé lo que es estar lejos de ti! El no tener a esa persona cerca que me criticaba, pero me guiaba por ese difícil transitar que es la vida. Ahora que no tengo la crítica ni la guía, me toca apelar a todo eso que me enseñaste cuando te tenía a mi lado.

¡Sí! Me quise ir de tu lado; fue mi decisión, y me dolió mucho más de lo que te imaginas. Es difícil dejar tu casa, tus padres, tus amigos y tu país. Pero necesitas cambiarlo por un futuro. Sé que lo más fácil hubiese sido estar bajo tu ala protectora, y estoy seguro de que mi decisión te hizo llorar mucho; pero no dudo que en el fondo, te sientes orgulloso, porque tú hubieses hecho lo mismo. ¡Vienes de abuelos que también lo hicieron!

¡No sabes las noches que me quedo pensando en tus enseñanzas! Cuando me las distes, siempre con tu ejemplo; en esos momentos se iban archivando en el “disco duro” de mi cabeza, sin que se notasen; pero ahora van aflorando, y van apareciendo cada día, en cada experiencia que vivo.

Tú, papá; eres para mí una combinación extraña de razón y sentimientos. El que sabe decir “no” cuando es lo justo, y saber decir “sí” cuando es lo conveniente. Eres ese que cuando uno lloraba, era el refugio donde siempre encontraba consuelo, y cuando reía siempre encontraba compañía en ti. Eres el que me hacía sentir importante cuando me sentía insignificante, e insignificante cuando me sentía importante. Hoy lejos de ti, tengo que aprender a caminar sin que estés a mi lado, y no es fácil papá.

Tú adivinaste mi  futuro, y sabías que me iba a ir. Ahora entiendo por qué algunas veces, cuando me abrazabas fuerte, casi no podía moverme, y me tenías así largo rato. ¡Sabías que me terminaría yendo algún día! Cosas que en su momento eran normales y hasta fastidiosas; son ahora, mis mejores recuerdos; como por ejemplo cuando me enseñaste a andar en bicicleta, a sabiendas de que me iba a caer.  

Tú fuiste el que nunca dejabas de llamarme, aunque pocas veces te contestase. Yo que nunca te llamaba, pero las pocas veces que lo hacía siempre me contestabas. Papá, tú no eres ese hombre duro, exigente e intransigente que pretendías ser. ¡Eres un higo! Que es algo duro por afuera; pero dulce y blando por adentro.

Tú papá, pasaste de ser ese hombre viejo, al cual no le creía casi nada cuando me hablabas, al que hoy le creo todo. ¡Qué ironía; cuando ya no puedes hablarme viéndome a los ojos y pasándome tu mano por el hombro!

Tú papá, no sólo me diste la vida, sino que me enseñaste a vivirla; y con tu vida ofrecías un gran amor. Estoy seguro papá, que tener un hijo es fácil, ser un padre es la parte más complicada; y tú lo has sido, y lo sigues siendo aunque estés lejos.

Tú papá, no has sido un padre bueno, sino algo más importante: ¡Has sido un buen padre! Y ojalá logre ser lo suficientemente agradecido para apreciarte  y agradecértelo toda la vida; y algún día pueda regresar a Venezuela, y sientas ese mismo orgullo que estoy comenzando a sentir por ti.

Me tuve que ir a buscar mi futuro, me fui físicamente, pero papá estás más presente en mí que nunca, y estoy seguro que también yo para ti, y la parte más importante tuya siempre estará conmigo: ¡El haber sido y ser un buen padre!

Lo importante papá, no es por dónde estoy caminando ahora, sino por dónde caminaste tú, porque aunque no lo creas, los hijos casi siempre siguen los  pasos del padre, y algún día regresaré para demostrarte que el maestro no perdió su tiempo. ¡Ese es mi reto!

cdoradof@hotmail.com

Los pecados del padre, Por Gonzalo Himiob Santomé

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Por @HimiobSantome

Hace unos trece o catorce años, me tocó dar clases en la extensión del postgrado en ciencias penales y criminológicas de la UCAB en El Tigre, allá en Anzoátegui. El vuelo salía el viernes muy temprano, y el avión era uno de esos muy pequeños de una aerolínea que por aquellas fechas era la única que cubría la ruta desde Maiquetía hasta el pequeño aeropuerto de San Tomé, que es el más cercano al que era mi destino final. Estábamos unas 15 personas sentadas ya en nuestros puestos asignados de la aeronave, bajo el sol de esa mañana que cada vez nos calentaba más y más, pero el vuelo no salía. Pasaron unas dos o tres horas, llenas de impaciencia y de acalorado desespero, cuando por fin el piloto y el copiloto dieron muestras de que por fin despegaríamos, fue allí cuando advertimos cuál era la causa de la demora: El entonces diputado Tarek William Saab, oriundo del El Tigre, viajaba ese día también a su tierra y, aunque no puedo asegurarlo, alguna palanca debió haber movido, porque la aerolínea nos hizo esperar a todos, en esas condiciones, durante todo ese tiempo, solo a la espera de su llegada.

 

El ahora Defensor del Pueblo se asomó entonces a la puerta del avión y, apenas fue reconocido no solo como oficialista sino como el causante de nuestro calor y de nuestro retraso, se escuchó en su contra una grave serie de improperios y hasta un improvisado “cacerolazo” a cargo de los demás pasajeros que, por fin, comprendían que la demora no tenía nada que ver con problemas técnicos ni con las variables del clima.

 

En un primer momento, yo no dije ni hice nada ¿La razón? De la mano de Tarek, subiéndose también al avión, estaba un niño pequeño, su hijo (imagino que era Yibram) que no podía ocultar en su mirada la incomodidad y la vergüenza que todo eso representaba para él. Yibram tendría en aquel momento unos cinco o seis años, no sabría decirlo, y era hacia su padre, que como todo padre para un niño de esa edad era su héroe amado más allá de cualquier otra cosa, contra el que, por razones que el pequeño no estaba en capacidad de comprender, se descargaba en ese momento una molestia que, incluso ya en aquellos días lejanos (recordemos que esa fue la época en la que los “cacerolazos” se hicieron costumbre contra los afectos al gobierno) tenía mucho que ver con situaciones que iban mucho más allá del tiempo de espera obligada en esa vaporosa cabina.

 

No espero que ni Tarek ni Yibram lo recuerden, quizás ni cuenta se dieron, ni busco con esto que les cuento reconocimiento ni agradecimiento de ningún tipo, pero sí quiero dejar claro que inmediatamente, a ver en el pequeño la fuerte impresión que le estaba causando el alboroto, le pedí con un gesto a los demás pasajeros que tomasen en cuenta al niño y que no le hicieran pagar la culpa del padre. En ese momento no tenía yo hijos aún, pero me parecía muy duro que un inocente se viese obligado a tan temprana edad a llevar sobre los hombros cargas ajenas. Me vi en ese espejo y sentí que lo que estaba ocurriendo, aún justo contra el progenitor, no lo era contra el vástago, y pensé que dejar correr las aguas de esa ira no serviría para cosa distinta que para promover resentimiento y dolor en quien no lo merecía.

 

No iba a ser yo el que avalara que nos comportásemos de la misma forma en la que, ya estaba claro incluso en aquellos momentos remotos, se comportaban y se comportarían los intolerantes que ayer y hoy nos oprimen por el simple hecho de pensar distinto y de tener sueños diferentes.

 

En fin, de alguna forma, quizás porque al reparar tras mi gesto en la mirada nerviosa del niño todos los pasajeros sintieron lo mismo que yo, el escándalo cesó. Tarek, eso lo recuerdo con claridad y no tengo prurito en contarlo también, pretendió no darse por enterado, pero abrazó con ternura a su hijo calmando, como corresponde, su ansiedad. Desde allí, el vuelo transcurrió con normalidad.

 

Cuento esto porque a mí sí me movió mucho la reciente declaración pública de Yibram Saab, hijo del ahora improbable defensor, mejor llamarlo “ofensor”, del pueblo, y no dudo ni por un instante de su sinceridad y de la valentía de la que tuvo que hacerse para encarar a su padre de esa manera. Me lo imagino enfrentado una y mil veces a situaciones similares a la narrada, por lo que pudo haberse dejado llevar una y mil veces por el resentimiento, convirtiéndose en uno de estos seres irracionales y obtusos que no miden al opuesto más que con las varas del odio, pero no lo hizo. Por el contrario, creció, y puesto en el lugar de hacerlo, desafió a su padre como pocos lo habrían hecho, y esto no debió ser fácil para él. Yibram es presente y futuro que le exige a su padre, el pasado, que no le corte las alas ni la vida. Su gesto, simbólico y contundente, merece respeto.

 

Además, no encuentro sustento válido ni lógico que permita afirmar con seriedad que se trató la expresión de Yibram de un “juego de laboratorio” ideado por algún oscuro estratega del G2 cubano, o por alguno de esos “iluminados” de nuestros cuerpos de “inteligencia”, como algunos han querido hacerlo creer. Si así fuese, ¿cuál beneficio le reporta al régimen?, ¿tan brutos son los espías antillanos o los Maxwell Smart criollos que se lanzan una jugada como esa, esperando obtener de ella algún tipo de ventaja contra la oposición? Lo más que se ha llegado a decir, y es francamente absurdo (a las pruebas me remito) es que como esa declaración se hizo pública el mismo día en el que fue asesinado de un bombazo en el pecho Juan Pablo Pernalete, con la difusión del video de Yibram se pretendía “ocultar”, como si eso fuese posible, el vil asesinato de ese día, o en todo caso, restarle notoriedad ¡Y vamos! Aún cuando eso fuese cierto, ya que nadie ha podido demostrarlo más allá de su propia afirmación visceral, la reacción de Venezuela entera ante las hasta ahora cerca de 30 muertes en las protestas, y especialmente ante la de Juan Pablo, bastaría para demostrar que ese tiro le habría salido por la culata directo a la jeta del que lo pensó (repito, en la hipótesis improbable de que hubiese sido así) como una certera “maniobra” en defensa de la “revolución”.

 

Tampoco veo en esto ningún beneficio “colateral”, ni político ni personal, para el padre, esto es, para Tarek. En todo caso, lo único que queda claro es que su hijo es un joven digno y valiente, lo cual debe enorgullecerle. Él mismo se ocupó de volver a mostrarse como se le percibe al afirmarse ante la prensa, sin modestia alguna, como un “padre ejemplar”, y quizás lo sea, no lo sé, pero es que, como ocurre con las damas, la que en verdad lo es, no tiene que estarlo gritando a los cuatro vientos. Igual pasa cuando te reclamas continuamente como defensor de los derechos humanos mientras permites que vapuleen, encarcelen injustamente y hasta asesinen a tus compatriotas, a esos que juraste y que estás en posición de proteger.

 

Bien decía un amigo en estos días que, si algo quedaría de todo esto para la posteridad, es que cuando Venezuela vuelva a ser libre, a Yibram no se le conocerá como el hijo de Tarek, sino al revés. Tarek quedará relegado a ser recordado no solo como el peor defensor del pueblo que hayamos tenido jamás, como el que se negó a recibir constantemente a la ciudadanía que le reclamaba que cumpliera cabalmente sus funciones ocultándose tras las barreras de la más brutal represión policial y militar que hayamos conocido en los últimos tiempos, y solo podrá a su favor, en todo caso, exigir que se le recuerde como el padre de Yibram.

 

Por supuesto, eso no es poca cosa. No hay buen padre que no anhele y desee que sus hijos terminen siendo mucho mejores que él mismo, desde que soy padre lo sé, pero por mucho orgullo que le inspire su descendencia, esto no le servirá a Tarek para aliviar el peso de las piedras históricas él mismo ha puesto en su mochila. Esa es su carga y su responsabilidad, y a él le corresponde lidiar con las consecuencias de sus acciones y omisiones.

 

Y a eso voy. Al igual que lo pensaba hace ya tantos años, creo que los pecados del padre no se trasladan a los hijos. Las virtudes tampoco. Porque esa es ley de vida, aunque a los hijos y a los padres nos unan vínculos especiales y poderosos, creo que cada cual construye su propio camino y cada quien, al llegar el momento de rendir y de rendirse cuentas, es dueño de su propia tragedia, de sus propias ignominias, o de la gloria y buena reputación que se haya labrado en su curso vital. Es verdad, el buen nombre de nuestros padres nos enorgullece y nos conforta tanto como la mala reputación o sus malas acciones pueden llegar a avergonzarnos, incluso cuando ya se hayan ido, pero ni lo uno ni lo otro nos define como seres humanos.

 

Los padres e hijos podemos ser parecidos, pero no somos lo mismo, y jamás estará bien juzgar al fruto por el árbol del que proviene. Así lo he creído siempre, no solo ahora, y creo que a todos nos haría bien aceptarlo, sobre todo en estos tiempos crispados tan fáciles para el juicio apresurado y para la visceralidad. Venezuela, este es mi llamado, nos merece mejores, menos desconfiados o suspicaces y, sobre todo ahora, mucho más cercanos a la mejor versión que de nosotros mismos podamos mostrar.

 

Asesinaron al padre del diputado de la MUD Robert Alcalá para robarlo

robertalacala

 

A la 1:30 de la madrugada de este jueves 09 de junio, cuatro antisociales ingresaron a la residencia de Luis Beltrán Alcalá Villaroel (73) en Macarapana, Carúpano (Bermúdez), lo amordazaron, amarraron y le propinaron golpes en la cabeza, ocasionándole la muerte. La víctima es padre del diputado opositor a la Asamblea Nacional (AN) por Sucre, Robert Alcalá.

Versiones policiales manejan como móvil del homicidio el robo y describen que la víctima, quien era docente jubilado, se encontraba en su hogar cuando escuchó ruidos extraños y fue a verificar la situación, dirigiéndose al patio trasero de su residencia, lugar en el que fue interceptado, maniatado y amordazado.

La esposa de Alcalá Villaroel y madre del parlamentario, Elizabeth Arellán de Alcalá, informó a las autoridades que, luego de que la víctima fuera amarrada y golpeada, los cuatro sujetos ingresaron a la residencia y sustrajeron algunos objetos, que introdujeron en un vehículo Toyota Corolla color rojo, automóvil en el cual se dieron a la fuga, dejando al padre del Alcalá en el suelo y con heridas en la cabeza.

Robert Alcalá es diputado a la Asamblea Nacional por el estado Sucre, miembro de la Comisión Permanente de Contraloría y secretario general de Acción Democrática en la seccional Cumaná, partido en el que milita desde los 17 años.

Alejandro Moreno: “Lo primero es cambiar el Estado, que debe guiarse por la defensa de la vida”

@diegoarroyogil

NACIDO EN TORRALBA DE OROPESA, España, en 1934, el padre Alejandro Moreno llegó a Venezuela cuando contaba 16 años y desde entonces reside aquí. Es un hombre de carácter (habla con firmeza y en voz alta), pero es amable y tiene buena disposición de ánimo. Además de sacerdote y salesiano, es filósofo y doctor en Ciencias Sociales. Estudioso de la sociedad venezolana, ha puesto la lupa en el rol que desempeña la violencia entre nosotros, hoy en día un flagelo que, según ha señalado en diversas oportunidades, atenta incluso con diluir a la nación. Con todo, dice, confía en las posibilidades de salir con bien de la crisis actual porque “el bien siempre prevalece”.

–Padre, ¿hay algún indicio que nos haga suponer que el Gobierno desea acabar con la delincuencia?

–En la orden que se le da, desde arriba, a un grupo constituido por militares, guardias nacionales y policías, de perseguir a los jefes de banda “así estén en la cama”, ¡esa es la expresión!, está la intención de querer dar la “imagen” de que el Gobierno está dispuesto a darle seguridad a la población. Pero no es más que eso: una “imagen”. En verdad el objetivo no es ni la seguridad ni el respeto de los Derechos Humanos (DD HH). Porque en la actuación de la OLP (Operación de Liberación del Pueblo) y de todos estos agentes, en El Valle, en El Cementerio, en El Sombrero, no se han tenido en cuenta los DD HH. Nadie tiene la potestad de acabar con un delincuente por más delincuente que este sea. Porque los DD HH no dependen de la conducta de una persona sino del hecho de que cada quien es una persona, y un delincuente nunca deja de ser una persona. Hoy, en Venezuela, la palabra “abatido” está sustituyendo a la palabra “detenido”. Dicen que los delincuentes caen por intercambio de disparos, porque hay enfrentamientos, pero causa mucha suspicacia que casi no les pase nada a los funcionarios de seguridad.

–¿Por qué al Gobierno le interesa que haya violencia? ¿No es contraproducente? El país se le ha ido de las manos.

–Yo no digo que el Gobierno esté interesado en fomentar la violencia. Yo digo que no está interesado en detenerla. Son dos cosas distintas. Por ahí corre mucho la especulación de que el Gobierno quiere que haya violencia para que la gente esté asustada, para que no se alce, para que no asista a manifestaciones. Pero no tengo datos que me permitan afirmarlo. Lo que sí se nota, y es una conclusión a la cual se puede llegar con mucha probabilidad, es que el Gobierno no está interesado en ponerle un coto verdadero a la violencia. El hecho de que miembros del Ejército formen parte de grandes bandas, como la de “El Picure”, es ya un indicio. Al principio, en el tiempo de Chávez, fundamentalmente, el Gobierno no intervenía porque consideraba que el delincuente es una víctima de la sociedad capitalista, de modo que no se puede reprimir al que ya está reprimido. Solamente después, cuando se logre el triunfo absoluto del socialismo, se podrán eliminar las causas de la violencia y esta desaparecerá. Esa es una posición teórica y doctrinaria que guió la actuación del Gobierno. Ahora, en este momento, parece que las fuerzas represivas del Ejército y demás han cobrado importancia y para limpiar la imagen tan negativa que la población tiene de ellas, están actuado de la manera como hoy lo hacen, en la supuesta erradicación de la violencia, que no es tal.

–¿Nota diferencias entre el delincuente de hace más de 17 años y los que han surgido a partir de 1999?

–No quiero limitarme a estos 17 años porque eso implicaría un sesgo político, pero sí hay una diferencia notable entre el malandro “viejo” y el malandro “nuevo”. El malandro viejo, según nuestras investigaciones, conservaba cierto respeto por la opinión de la comunidad en la cual vivía e incluso tenía un sentimiento de culpa que lo llevaba a no exhibirse como un delincuente propiamente dicho, a no exhibir sus crímenes como triunfos. Más bien trataba de justificarlos, explicaba por qué había cometido un delito, etcétera. En cambio el malandro joven, de 18, 20 años, algunos incluso de 12 o 13 años, no necesita, ¡para nada!, justificarse. Él se siente justificado en función de su propia potencia, de su capacidad de actuación, de su “valor”, entre comillas. Actúa fríamente, sin sentimiento de culpa, sin procesar éticamente su conducta, sin elaborar ideas de ningún tipo. Tal vez tiene que ver con la droga. Se drogan para cometer el delito.

 

–Pero ¿esa frialdad se mantiene una vez que pasa el efecto de la droga?

–Sí, porque termina convirtiéndose en un estado duradero de consciencia, o de inconsciencia. Pero esto es solo un quizás: quizás la droga tenga importancia en los primeros momentos.

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–¿No cree que también contribuye a esa conducta el hecho de que se haya legitimado la figura del delincuente socialmente?

–Pero eso no es “social”, en el sentido de que allí no está implicada toda la sociedad. Los implicados en ese caso son los dirigentes, nada más. Y sin embargo no sé si la aprobación de la conducta delictiva tenga importancia para los delincuentes. Lo que sí tiene una gran importancia para ellos es la impunidad de la cual gozan y la facilidad con la que se libran de cualquier tipo de castigo.

–Usted ha afirmado que la erradicación de la violencia pasa por una reforma estructural de la sociedad. ¿En qué consiste esa reforma?

–En primer lugar, hay que cambiar esas ideas sobre violencia que circulan entre los que son adictos a una determinada tendencia política y que por lo tanto tienen una determinada concepción de la sociedad. Me refiero a todo eso que hoy nos domina. Mientras esa manera doctrinaria de entender la violencia persista, no hay esperanzas de que solucionemos el problema. Lo primero es cambiar el Estado, que debe guiarse por los valores humanos y por la defensa de la vida. Hay muchos medios pacíficos para acabar con la violencia. A veces no se podrán emplear y sucederá algún accidente, está bien, pero no es necesario violar los DD HH para controlar la violencia.

–No consideremos lo que hace falta para que sean propicias las condiciones para el cambio. Imaginemos que esas condiciones ya están dadas. ¿Se atrevería usted a decir cuánto tiempo le llevaría al país minimizar la violencia?

–No tengo idea, porque estamos en unas condiciones tales que… ¡Que no sabemos en qué punto estamos, ni cómo vamos a estar! Pero en Medellín no llevó mucho tiempo. Bastó un período de un alcalde. Y un caso parecido es el de Bogotá.

–Usted ha hecho afirmaciones treméndamente alarmantes, incluso apocalípticas. Por ejemplo, que de seguir como vamos acabaremos disolviéndonos como sociedad, desapareciendo como nación.

–Sí. Porque en este momento hay bandas que dominan sectores completos del país: ciudades, barrios. Bajo esa perspectiva, la geografía de Venezuela es espantosa. La banda de El Picure y su gente, por ejemplo, ¿qué hacen? Vienen de Anzoátegui, pasan por Guárico, empatan con los Valles del Tuy, se encuentran con el tren de Aragua y desde allí invaden todo el oeste de Caracas. Y si vamos al Zulia encontramos las bandas de la frontera. Y si vamos al Táchira, a Apure y al Amazonas, lo mismo. ¡Uno mira el mapa del país y se asusta! La perspectiva, trágica, (que ojalá no se cumpla), es que las bandas se afinquen en determinadas zonas, se fortalezcan, se encierren y dominen totalmente a determinadas poblaciones. Y eso es posible porque hay un Gobierno central, un poder central, que no tiene dominio sobre esas bandas.

–Es lo que usted ha llamado la “feudalización” de Venezuela por el crimen.

–Exactamente. Una “feudalización” distinta de la de la Edad Media, desde luego. Nosotros estamos muy limitados de dinero, pero las bandas tienen una gran capacidad de financiación: por sus crímenes, por el narcotráfico, por la extorsión. Todo el mundo sabe que los chinos abandonaron la construcción del tren del Centro porque estaban presionados por excesivas exigencias de pago de vacunas. En estos momentos es difícil que una empresa no esté pagando vacuna. No lo dicen públicamente, pero sí en confianza. Estamos hablando de empresas muy importantes, como contratistas de PDVSA.

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–Es evidente que las bandas se mueven en el narcotráfico de la mano de organismos de seguridad del Estado, pero ¿tienen esos organismos verdadero control sobre los delincuentes con los que hacen negocios?

–Por supuesto que no, porque los delincuentes tienden a independizarse. ¿Quién se puede fiar de ellos? Basta ver lo que pasó con los intentos de acuerdo entre algunos grupos y el entonces viceministro del Interior José Vicente Rangel Ávalos. Si el viceministro actuó de buena fe, pues el resultado dejó mucho que desear. Yo quiero creer que lo de Rangel Ávalos era ingenuidad, pero…

–Pero pudo haber sido una ingenuidad interesada.

–Y muy imprudente. Un viceministro del Interior no puede andar en eso.

–Ha hecho hincapié en que las operaciones de erradicación de delincuentes llevadas a cabo por el Gobierno, bien en las llamadas “zonas de paz”, bien fuera de ellas, están al margen del Estado de Derecho. Pero entre la población hay gente que cree y dice que cada malandro muerto es un problema menos.

–Sí, hay esa idea en alguna gente, y la fomentan ciertos dirigentes que así contribuyen a que haya una consciencia violenta en el venezolano. Justifican la violación de los DD HH del malandro en razón de que es un malandro. Quiero insistir en esto: los DD HH no están adheridos a la conducta de una persona sino al hecho de que el sujeto es una persona.

–Al escucharlo piensa uno que tan grave como la perversión de otros órdenes de la vida social, como el político y el económico, es la perversión de la consciencia individual del venezolano. ¿Es correcta la impresión?

–Sí. Y uno lo ve en los comentarios que generan en las redes sociales atrocidades como desmembramientos públicos, por ejemplo. Los comentarios son a veces incluso más violentos que la violencia propia del crimen. Son palabras, pero hacen que uno piense que si quienes las dicen tuvieran la oportunidad de linchar a alguien lo harían. Los linchamientos manifiestan la tendencia a justificar la muerte del delincuente a como dé lugar.

–Sin embargo, también ha afirmado que la mayoría de la población no está “dañada”. ¿A qué se refiere al decir eso?

–Cuando aparecen esos comentarios, de igual manera hay otros que condenan esos crímenes. El venezolano en sí no tiene dentro el ansia de corromper su propia consciencia. Uno comprende que ante una situación muy trágica, como la que hoy se vive, haya ira y ganas de venganza, pero el venezolano sabe que debe controlar esos impulsos y que los DD HH deben de ser respetados. Creo que estas ideas predominan en la sociedad. ¡Creo! No tengo datos.

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–Usted es un sacerdote, estamos viviendo en un país donde la gente está pasando hambre, se muere por falta de medicina, los asesinatos están a la orden del día. ¿Dónde está Dios en todo esto?

–Dios está en todo, pero, como dice el dicho, a Dios rogando y con el mazo dando. Dios no interviene mágicamente en las cosas en las que tenemos que intervenir nosotros. Dios no nos quita la libertad, no actúa en nuestro lugar. Está dispuesto a ayudarnos y lo hace siempre que acudimos a él, pero la sociedad es responsabilidad nuestra y la población venezolana lo sabe. Los resultados de las elecciones del 6 de diciembre fueron muy claros. El venezolano tomó en sus manos el compromiso de cambiar las cosas. Que tengamos que seguir luchando contra la tiranía que se nos quiere imponer, es otra cosa.

–¿Se nos quiere imponer o se nos impuso?

–Se está imponiendo. El último decreto (de Estado de Excepción) es prácticamente la imposición de una dictadura abierta. Que siempre la hubo.

–¿Siempre la hubo?

–Desde Chávez para acá siempre la hubo. Solo que se fue reafirmando lentamente. Este gobierno no es un mal gobierno: es un gobierno que ha actuado de acuerdo con sus fines. En ese sentido ha sido eficiente en la implantación del fin para el cual está hecho. Es malo para la sociedad, pero no incapaz en lo suyo.

–¿Cuál es su fin?

–Implantar el comunismo radical en Venezuela. Un comunismo que tiene 200 años de atraso. Qué le vamos a hacer.

–Usted ha dicho que votó por Chávez en 1998. ¿Qué era lo que veía en un hombre que había intentado llegar al poder precisamente por la vía de la violencia?

–La idea era que había dejado de ser un militar. Chávez había fracasado en un intento de violencia y mi impresión era que había renunciado a ella. Estaba equivocado. Desgraciadamente. Aparte de eso, había razones para pensar que la gente que él iba a llevar al Gobierno no tenía malas intenciones, mucho menos aquellos que habían sido de izquierda en las universidades, donde yo pasé la vida, y que hablaban de postmarxismo, como si todo hubiese sido reelaborado, solo que en cierto momento les salió del fondo el marxismo más anticuado, el más primitivo y tiránico, el marxismo leninista y estalinista, que es el que estamos viendo.

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–¿Cuánto tiempo le llevó darse cuenta de que se había equivocado?

–Seis meses. Y nunca más volví a votar por el chavismo. No voté ni siquiera por la Constitución de 1999.

–Por estos días se habla mucho de la posibilidad de una “explosión social”. Usted sigue, día a día, de cerca, la realidad más dramática de la población. ¿Comparte el temor de un estallido? ¿Cree que todavía podamos evitarlo o ya no hay salida?

–No tengo cómo predecir o no predecir una explosión social.

–¿Pero qué intuición tiene al respecto?

–Es difícil comprender cómo la gente no ha estallado, y eso no quiere decir que justifique la explosión. Cuidado. Si esta situación hubiera pasado en otro país… ¡quién sabe! En Colombia, por ejemplo. O en España, donde hubiera habido una guerra civil. Pero todo esto hay que atribuirlo al carácter pacífico del venezolano, a su tendencia al entendimiento. Aquí la gente quiere llevar las cosas de buena manera. El venezolano no quiere el conflicto violento.

–Mantiene usted la fe, por lo visto.
–La mantengo. En el venezolano y en el ser humano, en general. Hemos visto grandes horrores: los horrores de la guerra y del comunismo, pero siempre acaba predominando el bien. A la larga se recompone la convivencia entre la gente, aunque sea una convivencia relativa. Y eso es lo deseable que suceda también aquí.

Al maestro: El padre Gustavo Sucre por Carlos Dorado

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He sido uno de los afortunados de haber tenido un maestro como el padre Gustavo Sucre. Un venezolano a carta cabal, un jesuita entregado, un amigo, un maestro, un hombre que en su vida expresó humildad, cercanía, caridad y una sabiduría excepcional.

Hombre de una gran cultura, licenciado en letras, filosofía, economía y teología en diversos centros de estudios en Europa, y doctor “Honoris Causa” en Derecho. Durante más de 50 años ejerció todo lo que se puede ejercer en la  Universidad Católica Andrés Bello (UCAB): profesor en la escuela de economía, director, decano, secretario general, y secretario ejecutivo;  sin dejar de mencionar que  fue alumno del Colegio San Ignacio, en su sede de la Esquina de Jesuitas (en Caracas), de lo cual siempre se sintió muy orgulloso.

Hombre de una gran calidad humana, y  quien dedicó su vida al Sacerdocio; Ministerio que recibió en 1960, y que con tanto cariño y humildad ejerció. Una humildad, que era su mejor herramienta para estar en constante contacto con la realidad. Era grande porque era humilde, y lo más grande es que nunca se creyó necesario. ¡Aunque sí lo fue para muchos de nosotros!

Hombre de una gran  sabiduría. Sabio porque conocía, y sobretodo transformaba; y a muchos nos logró transformar. Era de pocas palabras, porque muchas palabras, según él, nunca indicaban mucha sabiduría. Vivió como pobre toda su vida, porque su sabiduría compensaba cualquier riqueza, y precisamente porque era sabio siempre estuvo cerca de las personas y del dolor humano. Pensaba como un sabio, pero hablaba con el lenguaje de la gente común, y estoy seguro de que no decía todo lo que pensaba, pero sin lugar a duda que pensaba todo lo que decía. Él nunca quiso tener muchas cosas, y quizás por tener pocas, es que logró atesorar únicamente las más importantes.

El padre Sucre fue un maestro, que siempre prescindió de las reglas, porque él lograba ser la regla. Él no enseñaba, estimulaba el conocimiento a través de mucha humanidad; y nos hacía creer que los imposibles eran posibles. Él nos orientaba, y ése era quizás su mayor orgullo. De él no se aprendía mucho, se aprendía sólo cosas buenas; y siempre repetía que lo más importante era aprender de la vida.

Creo que fue un hombre sumamente feliz, y basó su vida en la sencillez, y en el conocimiento. Desprendía armonía, serenidad y una gran paz interior e hizo mucho bien, sin deprenderse jamás de su fe, su verdadera arma. Para él, el amor no era un concepto, era una acción, y la ejerció durante toda su vida, a través de innumerables obras sociales.

Se fue a los 88 años, pero nos dejó muchas enseñanzas, y todavía hoy me pregunto si vino a este mundo a enseñar o a aprender, porque ambas las ejerció incansablemente. ¡Quizás no nos enseñó nada! Pero nos ayudó a conocernos a nosotros mismos, y ésta es la mayor de las enseñanzas.

Estoy seguro de que llegará al cielo, con ese caminar descansado, tranquilo, como sin prisa por llegar; y tocará la puerta y pedirá permiso, y no entrará hasta que alguien lo mande a pasar, y sin que nadie se dé cuenta que llegó; porque al igual que su transitar por la vida, su humildad y su sabiduría le impedirán atropellar a nadie, y menos a Dios, a pesar de que seguramente lo estaba esperando con una gran sonrisa en su cara, porque era un hijo de regreso, después de haber hecho un excelente trabajo en la tierra.

¡Gracias y que descanse en paz Maestro, se lo ha ganado!

 

cdoradof@hotmail.com

¿Hijos sin padres o padres sin hijos? por Carlos Dorado

PadreeHijo-

 

El otro día, tenía una cita con el Comisionado Bancario de Puerto Rico, y  mientras me anunciaban, vi un afiche que me llamó la atención por su título: “Peligros a la virtud humana”. Me puse a leerlos, y quedaron grabados en mi memoria:

1.- Riqueza sin trabajo.

2.- Placer sin conciencia.

3.- Conocimiento sin carácter

4.- Negocios sin ética

5.- Ciencia sin humanidad.

6.- Religión sin sacrificios

7.- Política sin principios

8.- Casas sin hogar.

9.- Hijos sin padres

Me quedé pensando en toda la sabiduría  que contenía. Me imagino que serán muchos los que lo leen, ya que el Comisionado después de un saludo y un estrechón de manos, me preguntó: ¿Cuál le parece a Usted que es el mayor de los peligros? Claramente se refería al contenido del afiche.

La respuesta es difícil, porque todos atentan contra la virtud humana, pero si tuviese que nombrar uno, quizás me inclinaría por el de: ¡Hijos sin padres!, condicionado por la frase que tantas veces le escuché a mi padre, quien  siempre solía decirme: “Para que los hijos tengan los pies sobre la tierra, hay que ponerles responsabilidades sobres sus hombros”

Pero los que tenemos que poner esas responsabilidades sobre los hombros de nuestros hijos, somos los padres a través del ejemplo y de nuestra obligación como padres. No es que tenemos que dar ejemplo; ¡Estamos en la obligación de dar ejemplo!, ya que no es sólo la principal manera de influir sobre nuestros hijos; ¡Es la única manera! Ser un padre no significa tener un hijo, al igual que tener un piano, no significa que uno sea pianista. ¡Ser Padre, es adquirir una obligación, y tener una responsabilidad!

Sin embargo; en muchas oportunidades, confundimos nuestro rol, y les damos cosas, pero no les damos principios; y en nuestro afán de darles aquello que nosotros no tuvimos, terminamos sacándole la oportunidad de tener todo lo que podrían tener; sin darnos cuenta de que cuando hacemos demasiado por ellos, terminan ellos no haciendo nada por ellos mismos. Olvidamos que mucho de lo que nosotros tenemos, quizás haya sido producto de carencias, no de excesos.

Es difícil; por no decir imposible, sembrar tomates y recoger zanahorias. Es imposible recoger respeto, amor, confianza y responsabilidad, sin haber sembrado el ejemplo y esa responsabilidad. ¡Recogemos lo que sembramos!, y  no son las malas hierbas lo que arruina a las buenas semillas, sino la negligencia del campesino por no saber arrancar esas hierbas.

Muchos de los problemas que vive actualmente nuestra sociedad tienen su origen en el hogar, al abandonar nuestro rol  y nuestras obligaciones como padres, como orientadores, formadores y educadores de nuestros hijos; preocupándonos si acaso (y no en todos los casos), por ser unos proveedores de ingresos. Todo esto bajo un ambiente social que conspira contra los valores y principios, que acaba premiando al más vivo, al más atrevido, al más sinvergüenza.

Una publicidad constante y despiadada, basada en los antivalores, y donde terminan sabiendo el precio de todo y el valor de nada, confundiendo las necesidades con los deseos; y perdiendo así los padres todo tipo de control y guía sobre sus hijos. También se pierde la autoridad para establecer normas, y para hacerlas cumplir.

Las consecuencias terminan pagándolas, esos  que nos jactamos al decir que son el gran amor de nuestras vidas: ¡Nuestros Hijos!

¿Hijos sin padres, o padres sin hijos? ¡Obviamente, Hijos sin Padres!

 

cdoradof@hotmail.com