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Orlando Viera-Blanco Abr 20, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Cuando era niño
Tuve una infancia de duchas enlodadas. Llegaba cada tarde a casa y mi «primer deber» era aprovechar lo que quedaba de luz para pasear en bicicleta e ir a la montaña

 

@ovierablanco

Boris Cyrulnik profesor de Psicología de la Universidad de Toulouse, especialista en la teoría del apego -la más reconocida en psicología sobre la capacidad de socialización de los niños- nos ofrece una búsqueda del reconocimiento y la autoestima a través del aseguramiento, que es aprender y aprehender desde la infancia. Vivencias -éxitos o fracasos- que nos permiten una línea de expresión e identidad por haber sido el remedio para el sufrimiento y el trauma. Esa herramienta es la resiliencia, que se nutre de ralentizar. ¿Qué es ralentizar? Es contar tu historia, lentamente, suavemente. Buena o mala, pero expresarla…

A partir de ahí liberas dudas y dolor. Recuerdas la alegría por superar los sufrimientos. Y eres feliz. Quiero contar la mía…

Una infancia de tierra, aire y mucha calle…

Cyrulnik nos enseña que la educación de los países nórdicos ha acogido la ralentización. Desde muy pequeños a los niños se les guía compartir, ser creativos, participativos a través del deporte, las artes, el oficio al aire libre. Comparten aulas con espacios para cocinar, dibujar, practicar deportes, cantar, tocar un instrumento. De esta forma comunican mejor compartiendo su experiencia creativa, desarrollando sus habilidades o reconociendo las que no tienen o no les gusta, mientras generan empatía. Frente al revés, no escatiman pedir ayuda. Y aprendiendo lentamente cada proceso (ralentizar) aseguran noblemente su conocimiento.  

De niño tuve una infancia de duchas enlodadas. Llegaba cada tarde a casa regreso de la escuela y mi «primer deber» era aprovechar lo que quedaba de luz para pasear en bicicleta e ir a la montaña. Éramos cinco críos inseparables. Arturo, Pascual, Jorge, Armando y Paul. Apenas con 8 años aprendimos a degustar la arena y las piedras de las nuevas edificaciones de la cuadra.

Cuánta audacia asistida de inocencia. Nos lanzamos hasta de un segundo piso al montículo de arcosa para la mezcla de cemento, y ver quien se sepultaba más. Jugábamos a “los equilibristas” cabalgando delgados muros medianeros. Mamá nunca se enteró y nunca se explicó de dónde salía tanta tierra. Hoy sería un cuento de ficción… De esa audacia aprendimos que temer y prevenir, es bueno…

Un templo llamado béisbol

Pasar el día en casa era imposible. Los espacios no eran generosos y ver TV era un lujo reservado a las telenovelas de mamá o los noticieros más juegos de pelota de papá. Un Caracas-Magallanes en blanco y negro por TV ¡era mágico! Cuando fui por primera vez al Universitario, me impresionaron tres cosas: la velocidad del lanzamiento del pitcher, la inmensidad de la pizarra y Lezama. Otra mágica realidad…

Un terreno baldío muy empedrado -cerca de casa- era nuestro campo de béisbol, y también nuestro campo de los sueños. Tanto aprendíamos a lanzar, batear o atajar como recibir pelotazos del bote pronto de la pelota de spalding (en honor a Albert Spalding, creador de la dura esférica de cuero de caballo y único olor y costuras rojas), descocida de tanto morro (…). Luego, visitar el quiosco de José en la esquina, era un ritual.  Íbamos por sobres de barajitas de cartón [peloteros] o de Kool-Aid (que nos fiaba), terminando en una farmacia por curitas o un tarro de mercurio cromo. Nos defendíamos de la sed, el ocio o las heridas a solas ¡pero en equipo! Pololo, nuestra mascota-cacri (peludo a rabiar) ¡era nuestro guardaespaldas! 

A las duchas

Al llegar a casa después de una tarde muy sudada y mugrienta, el grito de guerra de mamá: «¿Dónde estabas metido que no te he visto hacer la tarea? Prepárate para comer porque a las siete comienza La Usurpadora”. Un poco antes de la telenovela llegaba papá de su consulta… Después de pelear con el portugués de la panadería, Joao (copeyano, calderista y magallanero, siendo papá adeco, romulero y caraquista), llegaba a casa con sus canillas de pan recién horneadas más un maletín de muestras médicas (que obsequiaba a sus pacientes, Joao incluido). La vida transcurría en vivo, pausadamente. Nada de Instagram, nada de Facebook. Ni Nintendo, ni Netflix. Nada fugaz…

Aprendimos a obedecer, a ir y a volver, con desprendimiento. Nunca supe la clave de aquella sana obediencia. Me enteré cuando papá se fue de esta vida. Su imagen llegando a casa bien trajeado, de corbata o bata blanca, con sus manos llenas de ilusión, trabajo, autoridad y tutela, me viene siempre a la cabeza. Y no se marcha, felizmente ¿Cómo no obedecer?

Entre sol, mar y fogatas, de sufrir a ser feliz, había un paso. Boris Cirulnik (por cierto único sobreviviente de su familia en el Holocausto) afirma que lo que alimenta la resiliencia es nuestra capacidad de olvidar lo malo y recordar lo bueno. Cambiar rencores por apegos, que es nostalgia, que es alegría de ir para volver… a esos recuerdos.

Inventaba historias…

Cuando era niño me gustaba correr, saltar o navegar. Un clásico ir de Camurí a Naiguatá empopado en una pequeña veleta en un mar picado y salvaje… Subir el Ávila desde Macuto al “teleférico amarillo”, era perderse entre cascadas, cocadas, uveros de playa, zapote y topo topo.  Al decir de aquella maravillosa canción de Delia (que casi gana el festival OTI 79) “(…) cuando era niño ¡me gustaba corretear con todos mis sueños por la arena de la mar; inventaba historias de una estrella que se hundió dentro de las olas de mis cuentos de ilusión”.

Jamás dejemos de ser niños porque es la historia de todas las alegrías por la que superamos todos los sufrimientos. Así vamos, suavemente, lentamente, ralentizando, atesorando apegos que es arraigo, que es pertenencia, que son cuentos de ilusión, que es resiliencia, ¡que nos hará libres!

Y volveremos…

Érase una vez Venezuela

Érase una vez Venezuela

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Orlando Viera-Blanco Dic 26, 2019 | Actualizado hace 3 semanas

«Padres que nos enseñaron que cada cuarto donde crecimos, es valor, amor, sudor, orgullo y esperanza. Grandes historias en «pequeños rincones» donde soñamos lo que somos»

Siempre por estos días nos atrapa la nostalgia. Tres episodios en un día me hicieron aliviar las cargas sobre los hombros que son ansiedades acumuladas de paz y de libertad. Quiero compartirlas con ustedes. Es mi regalo de navidad….

49 Cuartos vacíos…

María Julia Baccino es una amiga de toda la vida. Estudiamos Derecho en la UCAB.  Escribió el libro 49 cuartos vacíos. Historias vivas de arraigo costumbrista, que acompañadas de una fotografía de cada cuarto vacío por cada migrante, cuentan lo vivido y adonde nos llevó la vida….

49 cuartos vacíos es la representación sublime de la Venezuela pujante, menesterosa y sana que en esas recámaras se iba a la cama con un sueño y se levantaba con una canción, un emprendimiento, un libro que escribir, un madrugar a trabajar o estudiar. 49 cuartos vacíos es la historia de nuestros padres y nuestros hijos. Aquellos que nos educaron en una Venezuela entre los próceres y el parque del este, entre el lago de Maracaibo y el puente de Angostura, entre sabanas y llanos, playas y montañas…Nuestros hijos a quienes tratamos de darle lo mismo.

Padres que nos enseñaron que cada cuarto donde crecimos, es valor, amor, sudor, orgullo y esperanza. Grandes historias en «pequeños rincones» donde soñamos lo que somos, sembramos lo que hicimos, cantamos rock, trova y bolero e hicimos nuestras primeras promesas a nuestra primera novia.

Cuartos que guardan la esencia de nuestra vida, nuestros secretos, nuestros estudios, amores y pesares. Nuestros libros y muñecos. Nuestros recuerdos…Cada fotografía de 49 cuartos vacíos es un cuarto humilde, cálido y decente, limpio y colorido, abundante en gentilicio, en memorias, hábitos y desafíos. 49 cuartos vacíos son vivencias llenas de Venezuela que refuerzan un cantar y una bandera tricolor que llevamos en el pecho por cada calle del planeta.

Pero cada “cuarto vacío” es también un estruendoso silencio de alegrías, dolor y desprendimiento, que hablan o callan  la grandeza de cada corazón que se ha ido. Una nube andante y gitana que no se evapora, una luz que no se apaga. Dios te recompense a María Julia esa bella dedicación a la vida del migrante y del vibrante luchador. Una hermosa pausa en el andar, porque en la fatiga, el reposo es mi cuarto vacío de Caracas…

Noche de Paz noche de humor

Wilmer Ramirez, ese estupendo actor, productor y animador Venezolano, nos invitó  a ver su obra de teatro, Noche de paz, noche de humor, acompañado de Joselyn Rodriguez y el Sr. Carlos Acosta, bajo la producción de Giandry Alfonzo. Fue un melodioso paseo por nuestra infancia. Como decía Wilmer, los Venezolanos crecimos con la TV. Imágenes de las bellas producciones navideñas de Venevisión y de RCTV, donde al son de villancicos y gaitas los actores de planta nos regalaron un trozo de tierra de gracia. La obra desliza con inteligencia y fino humor nuestras costumbres navideñas. 

Nuestra madre que nos decía al montar su mesa de pascuas [entre velas, perniles, ensaladas, hallacas, pan de jamón, sopa de gallina y sopón de pavo], “¡cuidadito y me tocas esa mesa que está así para la foto!»…Una pieza ligera y ocurrente donde vi con gracia, la Venezuela que iba al CCCT y le alcanzaban sus aguinaldos para comprar el niño Jesús, que exhibía con orgullo su tarjeta del Banco Unión o disfrutaba su pan de jamón Plumrose… 

Noche de paz, noche de humor es la demostración del tesón y talento venezolano que no se deja, que sigue adelante y que con poco o nada, vuelve a comenzar porque le sobra ímpetu y voluntad. Así Josselyn, Wilmer y el Sr. Acosta, con un equipo de producción todos compatriotas, nos hicieron pasar un rato realmente nostálgico y alegórico a la vez. El cierre fue no menos adecuado: «Vemos cerca un nuevo futuro que nos llevará a nuestro hermoso pasado, pero con el aprendizaje y dolor de vuelta en la maleta, para que esta v….no se vuelva a repetir y no nos vuelvan a arrebatar a nuestra linda Venezuela». 

Soy extranjero…no soy de aquí no soy de allá. 

Tuve el honor de estar con Luis Enrique desprendido de tarimas, luces y protocolos. Una sencilla tenida en honor a su amigo y compositor Venezolano, el gran Fernando Osorio. “Dice su prosa: “Hoy tengo un hijo y no quisiera verlo pasar esa experiencia si un día no hubiera frontera, creo que mi historia no se repitiera…crecí en las sombras del silencio fui un ilegal con miedo sin papeles y sin dirección».

La historia del inmigrante cantada por un poeta y músico consagrado, eleva inmensamente la grandeza de sus esfuerzos,  penas y silencios. Lo he vivido y trato de sujetarme cada día al último nudo de la cuerda que son mis reminiscencias de Venezuela. El café de la abuela en la Trinidad, la quincalla del abuelo en Campo Claro, mi escuela de béisbol en la ciudadela, nuestros hurras y león en el Universitario o mis andares por Venezuela en carro o a caballo…

Y cierra la prosa del trovador: Desde los quince años soy el extranjero, no soy de aquí ni soy de allá, entre mi gente soy la voz que vive lejos, pero jamás voy a olvidar esos amaneceres bellos de somoto los juegos en la calle real, mi primera novia y mi identidad..»

Volveremos a llenar el cuarto vacío, con lo aprendido y sufrido en la maleta. No te olvido Venezuela, soy tu voz que vive lejos, fuiste mi primera novia que jamás olvido…y mi única identidad. ¡Feliz Navidad!

@ovierablanco *Embajador de Venezuela en Canadá.

Carlos Dorado Ene 28, 2018 | Actualizado hace 6 años
¡No te rindas! por Carlos Dorado

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Me parece que recién ayer era joven. Sé que los viví, pero todos los días me pregunto: ¿a dónde se fueron los años de mi juventud?; la vejez lo toma a uno de sorpresa. Un buen día la tienes delante y te preguntas. ¿Cómo llegamos tan rápido aquí? Pareciese que el tiempo nos tomó desprevenidos con el paso de los años, y siempre creíamos que la vida era muy larga, y nos estamos dando cuenta que ya comenzamos a visualizar la meta de llegada.

Los amigos ya están comenzando a retirarse, y están teniendo más canas, más barriga y menos pelos. Ya nos movemos más lento, y salimos caminando, cuando antes lo hacíamos corriendo.  Algunos están en mejor forma, otros peor, pero todos hemos cambiado.  La edad comienza a sentirse y a notarse. Ya somos aquellas personas mayores, que nunca pensamos que algún día lo seríamos.  

¡Parece mentira! Parece que fue ayer, pero ya estamos en la fase de observación. Observando las viejas pasiones  que se alejan, observando como los viejos impulsos ya no nos zarandean, observando lo que antes ni siquiera veíamos. Observando el final.

Hemos entrado en esta nueva etapa de la vida, sin preparación alguna para sufrir los dolores y achaques que comienzan a asomarse, y ya notamos la pérdida de fuerza o habilidad para ir y hacer las cosas que de nuevo quisiéramos hacer.

Ya comenzamos con cada día que pasa, a parecernos más a nuestros padres. Ya comenzamos a ser repetitivos, a hablar más del pasado que del futuro. Ya no somos curiosos como antes, y ya no queremos sorpresas ni que nos sorprendan. Ya la soledad comienza a acompañarnos con mayor frecuencia cada día. Ya no aprendemos, vivimos de lo aprendido. Ya no miramos, sólo observamos. Ya no vivimos de la esperanza, sino del recuerdo. Ya no entendemos a los jóvenes, pero no nos damos cuenta que ellos tampoco nos entienden a nosotros. Ya cambiamos el entusiasmo por la pasividad.

Llegamos a esta etapa de nuestras vidas, donde tenemos mucho que decir, pero a nadie le interesa. Tenemos mucha experiencia, pero poca creatividad. Donde el entusiasmo lo sustituimos por la indiferencia. Donde el sueño de creer en imposibles, se convierte en el despertar de no lograr ni lo posible. Donde, de esa lista tan larga de creencias, cada año se va borrando inexorablemente cada creencia, hasta dejarnos prácticamente sin lista.

La vejez, es ese enemigo que irremediablemente siempre terminará ganándote la batalla. ¡Sólo es una cuestión de tiempo! Sin embargo, todos soñamos con llegar a viejos, porque entendemos que es el único medio para vivir más tiempo.

Hemos tenido mucha suerte al haber llegado hasta aquí. Pero la nostalgia, los recuerdos, la tristeza nos van invadiendo poco a poco, al saber que la fiesta se está terminando, a pesar de que hace tiempo que hemos dejado de bailar. Recordamos dónde hemos ido, qué hemos hecho; pero sabemos que no volveremos a ir, y no lo volveremos a hacer.

Y quizás más de una tarde en nuestra soledad, leyendo en ese sofá que ya forma parte de tu vida, tratando de “pasar el día”,  tal vez nos volvamos a quedar dormidos, mientras leemos un poema de Mario Benedetti:” No te rindas, por favor no cedas, aunque el río queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”.

Despertamos, lo leemos de nuevo, y nos quedamos pensando: ¿a dónde se fueron los años de mi juventud?, ¿Cómo llegamos tan rápido aquí? Mientras te repites a ti mismo: ¡No te rindas! ¡No te rindas!

cdoradof@hotmail.com

Nostalgia por el regreso, por María Elena Arcia Paschen

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Y se quedaron solos el cuatro y la partitura. No tenían a nadie que los hiciera producir esas bellísimas melodías que en el pasado habían deleitado a tantos. Todos se habían ido. Huyendo del desconcierto, de la asfixia que generaba no saber hacia donde dirigirse, incapaces de fluir conjuntamente con las circunstancias o de influir en esa sociedad desmoralizada y vacía, cada vez más agónica, que envejecía lentamente. Hubieran podido propinarle nuevas energías que le hicieran brotar esperanzas y no lo hicieron.

Tantos ratos maravillosos que nos habían dado y ahora yacían inermes en un cuartico tristes y sin vida, sólo recordando ese pasado glorioso que tantas satisfacciones y aplausos les habían regalado y que los habían elevado a niveles para ellos inesperados.

Recorrieron el mundo, se subieron a las mejores tarimas, fueron parte de maravillosos espectáculos en los cuales se dieron a conocer conjuntamente con el virtuosismo de quienes fueron, durante muchos años, sus dueños y compañero de proyectos.  Fueron ovacionados una y mil veces haciendo estallar en llanto a quienes, lejos de su patria, podían sentir su música tan cerca como si nunca hubieren partido  de ella y con ésto se les devolvía la sonrisa extraviada.

Ese cuatro sonoro, de fina madera caroreña, con la afinación tan peculiar de cam-bur-pin-ton, que de niños les provocaba tocarlo, rasgar sus cuerdas aunque sólo fuera para obtener un sonido desastroso pero que en sus memorias evocaba momentos muy gratos, lloraba hoy de tristeza y le rogaba a las notas que cubrían la gastada partitura que lo abrazaran para enjugar las lágrimas que le producía la partida de sus compañeros de viajes y vida.

“Nos dejaron solos, nos abandonaron”- los escuchabas murmurar cuando te acercabas a ese pequeño depósito del sótano de la casa. “Entendemos que se hayan ido en busca de nuevos horizontes pero ¿porqué no nos llevaron con ellos?” Esa pregunta se la hacían y no encontraban respuesta que pudiera mitigar el dolor de la ausencia.

Muchas veces se les podía escuchar desde lejos lamentarse con tristeza: “Tenemos la capacidad para adaptarnos a vivir en otras latitudes, incluso podemos aprender otros idiomas y melodías que nos permitan integrarnos en sus nuevas vidas” Pero no había quien pudiera explicar el abandono, estaban ya muy lejos y cada día más distantes e indiferentes.

Ese cuatro que entonó tantos veces el “cumpleaños feliz” en aquellas piñatas de la infancia, el “compadre pancho” de su niñez y que luego creció para enseñarles que era tan versátil que podía componer unas melodías ricas en armonías como cualquier instrumento orquestal y que tenía la virtud de haberse transformado, con el pasar de los siglos, desde la época del renacimiento español  hasta nuestros días, siendo hoy en el instrumento mas representativo de nuestra cultura musical.

Ese cuatro se quedó solo, acompañado únicamente por las amarillentas hojas de la partitura de a “A tu regreso” que tarareaban antes de irse: “A tu regreso traerás aquel pedazo de algo que estuvo ayer, tumbando mangos como a las tres, chupando caña y robando miel. A tu regreso traerás aquí lo que llevaste dentro de ti, la luna llena como un melón y de la vida nuestra razón”

Y todavía hoy, aún cuando ya han transcurrido varios años de esa triste despedida, siguen esperando que regresen y les devuelvan la alegría perdida y luego juntos puedan llenar de bellas melodías los espacios y las vidas de quienes también decidan volver.

 

@malarcia

Carlos Dorado Mar 19, 2017 | Actualizado hace 7 años
Carta de un emigrante, por Carlos Dorado

Emigraciónvenezolana

 

¡Es muy triste dejar la tierra que nos vio nacer, nuestra familia y nuestros amigos! Son decisiones valientes motivadas por lograr un sueño, el cual siempre comienza con una pesadilla, y donde hay que acostumbrarse de nuevo a todo; pero sobre todo a volver a vivir. ¡Es algo así como si tuvieses que morir para volver a vivir!

Comienzas a notar detalles que antes ni siquiera los percibías, y haces comparaciones en todo lo que ves, y ese cielo azul que ni lo notabas, y  quizás hasta te aburría, cómo lo extrañas ahora; mientras que la nostalgia se va poco a poco apoderando de uno ¡Era feliz y no lo sabía, quiero ser feliz y no sé cómo volver a serlo!

Esa nostalgia que termina atrapándome entre las paredes de una casa, que todavía le falta mucho para llegar a ser un hogar. Esa nostalgia que me atormenta de recuerdos, y que me lleva continuamente al pasado, impidiendo ver el presente, y sólo soportable por la esperanza de un futuro.

Esa añoranza o sentimiento de pena que produce la ausencia, la privación de la familia, de un país, de unas costumbres, de unos amigos, de cosas muy queridas. Los recuerdos te persiguen, sin saber cómo ni dónde colgarlos, y son muchas las noches que te quedas viendo la luna, pensativo, a sabiendas de que esa luna que estás observando, es la misma que ve la gente que tuviste que dejar atrás.

Recuerdos que revives, y ahora se vuelven más nítidos inclusive que en el momento en que ocurrieron, y que se niegan a morir, recordándonos continuamente lo que nos entristece, sin poder borrarlos de nuestra mente.

Y no es una cuestión de que el país donde has ido a parar sea mejor o peor, es que simplemente no es el tuyo, ni tú eres de él. Quizás hasta sea más bonito que el mío, mejores sus costumbres, más culta su gente, más cívica su sociedad…..pero no es el mío; y ese proceso donde yo llegue a sentirlo mío, y él me sienta como suyo, quizás sean mis hijos los que lleguen a alcanzarlo, pues yo busqué un futuro en otro país; no otro país.

Habrá recuerdos, personas y lugares, que ni la escoba del tiempo logrará borrar, y a pesar de que los recuerdos son algo así como una pizarra donde tienes que ir borrando unos para poder ir escribiendo otros, esos que te hicieron llorar durante muchas noches, nunca se borrarán porque…… son la pizarra de tu vida.

“Dicen que quien sabe de dolor, todo lo sabe” Los emigrantes llegan a momentos en su vida donde ya no saben qué hacer con tanto dolor, mirándole todos los días a la cara. Sin embargo, será ese dolor el que los enseñará a vivir de nuevo.

El futuro será mejor mañana……, el futuro será mejor mañana”; es esa frase la que nos hace soportar el presente, mientras el futuro termina siendo presente. Hasta que un buen día, te das cuenta de que ya el futuro es pasado y te preguntas: ¿Mereció la pena? La respuesta te atormenta, te confunde, ya que nunca sabrás si lo que perdiste fue menos de lo que ganaste.

Y algún día, los hijos de tus hijos dirán: “Creo que mis abuelos eran venezolanos”, ajenos al dolor con el que esos abuelos construyeron los cimientos para que ellos tuvieran un nuevo país, un futuro; y lo que nunca se llegarán a preguntar es: ¿Lo que hicieron mis abuelos, mereció la pena? Porque la respuesta ya será muy ajena a ellos.

Para estos nietos, éste será su país, y quizás algunos en un futuro -por curiosidad- vendrán a Venezuela, para ver dónde nacieron sus abuelos, sin llegar a imaginarse, las lágrimas que derramaron cuando se fueron.

cdoradof@hotmail.com

Mar 29, 2016 | Actualizado hace 8 años
Desbandados... a sus anchas por Andreina Muñoz-Tébar

Internet

 

   Disfruté una Semana Santa nostálgica. Evitando gastar el “sagrado” presupuesto destinado a cubrir La Cruz Alimentaria (lo de Canasta ya es ridículo, tomando en cuenta las últimas cifras publicadas), decidí quedarme en casa y aprovechar de adelantar trabajo pendiente. La ciudad lucía como un primero de enero, pero sin la esperanza típica, aunque sea ilusoria, de un comienzo de año. Una que otra salida, tempranera, una que otra entrada al mercado soñando con ganarme el Triple Gordo: que llegara Harina Pan, Margarina y Pastillas de Jabón. ¡Por Dios, Andreina! Ni que hubieses acompañado en procesión al Nazareno.

  Pero la nostalgia del pasado no llegaba como reacción a la escasez o por la falta de agua. De hecho, como toda comunicación de este gobierno, la tan publicitada sequía durante la Semana Mayor en Caracas, por casa resultó todo lo contrario; gozamos los vecinos, vaya que nos quedamos muchos, de chorro desatado y libérrimo sin recurrir a camiones cisternas. Por supuesto no voy a decir donde vivo porque capaz y no las aplican. Y a quienes conocen mi paradero, les cambio regadera por pastilla de jabón.  

   Los recuerdos vinieron fue sentada al computador. Como dije al principio, con trabajo por adelantar pensé que tendría garantizado el  Plan Internet en Semana Santa Seguro. La Banda Ancha, de largo a largo para mí y los cuatro pelagatos citadinos. En casa tenemos contratados dos servicios de internet precisamente para dividir la “pésima conexión” en diversas bandas hogareñas: sala, cocina y comedor se conectan a la red “Bájalosipuedes”, y mi estación de trabajo más los cuartos gozan de la conexión “hazcafémientrasabrelapágina”.  Los nombres son perfectos para espantar a cualquiera que quiera robarse la conexión, pero de paso gozan de sendas contraseñas.

  El hecho es que pude comprobar que las típicas teorías robolucionarias como, por ejemplo, que no hay carne porque la gente ahora desayuna mechada, almuerza asado y cena molida, resultarían igual de panfletaria de aplicarse a la internet. La Banda es Híper Angosta, incluso accediendo a ella un tercio de los vecinos. Porque me imagino que nadie se va a tripear un video en youtube mientras salta en las olas, nada en la piscina o monta caballos en los páramos merideños. Se ha invertido en el área lo mismo que en el sistema eléctrico: 80 cadenas televisivas, 90 cuñas fantasiosas y 0,00 Bs. Y recordaba entonces cuando llegaba la world wide web a nuestro país. Nos conectábamos por Dial-Up, es decir, conectados a la línea telefónica. ¡Mi amor, que te estoy llamando!! Ay, disculpa, es que me distraje en el Foro de noticias. Corría la segunda mitad de los 90, rumbo a las elecciones del 98. En ese entonces ya podía enviar mis guiones de “Muñecotes”, un programa de humor político del cual formé parte, invitada por César Miguel Rondón. No había Banda Ancha, el navegar más o menos rápido dependía del Modem, y lo que variaba eran los Planes, es decir, cuánto de más pagabas  de teléfono por las horas conectada a internet.

   Han pasado por tanto 20 años aproximadamente desde esas, mis primeras conexiones a la web. Y me maravillo al evidenciar cómo han evolucionado los contenidos, las plataformas, han nacido gigantes como Google, Facebook, Amazon, ha crecido el mercadeo, las soluciones y herramientas digitales y la internet móvil. A pasos agigantados evoluciona el mundo, los negocios, las comunicaciones, etc. gracias a un internet cada día más veloz y accesible desde la laptop, la tableta,  el celular, pero también desde el carro conectado, el internet de las cosas (hogares), las estaciones inalámbricas en Manhattan, en un vuelo comercial. Las conexiones, cada vez mejores, impulsan la radio y la Televisión en Streaming, Radio (Podcast) y TV (Netflix, PopCorn, etc.) a la carta, completos cursos para emprendedores con los mejores panelistas, en un auditórium virtual.

  Han pasado 20 años, el internet sigue evolucionando en buena parte del mundo, pero en Venezuela se quedó…. en el aparato (basta con mirar la calidad del modem que entrega CANTV). Se crean Info-Centros para acceder a un servicio de internet que no se da abasto por falta de inversión. La telefonía móvil la venden como 4G, quizás por la Grotesca lentitud con la que accedemos a contenidos desde el celular. Veinte años y el Seniat se apoya en la eterna excusa del saboteo para justificar que, quien lo dejó para última hora,  tenga que entrar en el portal a partir de la media noche para poder declarar. Ese internet que ha permitido soluciones ciudadanas impresionantes y que aquí se implementan sin lograr funcionar en condiciones óptimas. Podríamos resumir el panorama haciendo uso de uno de tantos slogans inventados por el atraso rojito: La eficiencia en la Web es igual o peor que la Eficiencia en la Calle.

  Añoro la sensación de modernidad que me invadía en aquellos años 90. Hoy, con todo y el avance, más el que leo que el que he podido experimentar, me invade una realidad signada por el estancamiento.

Pareciera que aquí la única Banda que crece, a sus Anchas, es la del Picure y sus secuaces.

@dremunoztebar

Estos objetos revivirán tu niñez si naciste en los 90s

1.- Estos patines eran el juguete favorito de cualquier niño

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2.- Los tamagotchi (Mascoticas) lo más tecnológico que uno podía desear

 

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3.- Vasos plásticos con colores neón y Mtv: una poderosa fusión noventosa

 

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4.- Estos zapatos eran el sueño máximo de las niñas ¿recuerdan su olor?

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5.- Sabrina la bruja adolescente

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6.- La fiebre de los trolles

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7.- Toy Story en VHS fue un lujo que los niños de hoy no entenderían

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8.- La pasta dental dulce, brillante y con forma de estrella…

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9.- Manos elásticas y pegajosas… Nada como manchar los vidrios de la casa con una de estas

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10.- Y estos maravillosos dulces que duraban una eternidad

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11.- Mi pobre angelito…

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12.- Cassettes: toneladas de música y colores que se rebobinaban con un lápiz

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13.- Loa primeros selfies: Estas cámaras eran universales

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14.- Los horrendos bultos que provocaban la envidia de muchas

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15.- De seguro trataste de bajarlos todos de una vez y perdiste el bolígrafo

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16.- Estos termos de Pepsi no podían faltar en el hogar, aunque se perdían las tapas en menos 24 horas

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17.- ¿Quién no tenía un par?

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18.- Ganchitos con miles de formas y diseños diferentes para cada día del año

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19.- La respuesta a todas las preguntas… Del examen de matemáticas

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20.- El clásico de los clásicos

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21.- Plaza Sésamo

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22.- El mejor juguete sin batería, hasta que terminaba en el techo de la casa o en casa del vecino

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23.- Nintendo 64, edición transparente: Un sueño hecho realidad

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24.- El amado viewmaster, el primer viaje a la realidad virtual. La nostalgia misma.

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25.- Este comercial, uno de los más pegajosos de la TV de los 90s

26. El comercial de Parmalat que todo el mundo cantó… ¿Tomó?

 

 

27. O este comercial de José Vieira para Maltín Polar

 

28. ¿Quién casi no se saca un ojo con este juguete?

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29. Los yoyos de Coca-Cola, el juguete más decomisado en los colegios venezolanos durante los 90s

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30. Seguro también jugaste con uno de estos…

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Con información de: UPSOCL y Runrun.es

Nostalgia del jabón por Elías Pino Iturrieta

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En los tiempos modernos y debido al pellejo de Luis XIV, el jabón se consideró como asunto de Estado. El Rey Sol se acostumbró a las pastillas de aseo que le suministraban dos proveedores de su confianza, hasta cuando empezó a notar asperezas en la piel. Lo iban a retratar y el pintor prefirió aplazar el trabajo porque observó ciertas ronchas en el modelo, a quien aconsejó una revisión médica que después permitiera la elaboración de un óleo fiel de un  famoso personaje que no debía aparecer maltrecho ante los espectadores de la corte. Las ronchas eran culpa del jabón, diagnosticaron los facultativos, para que el soberano entrara en cólera y ordenara la ejecución de los fabricantes. Desde entonces se estableció una vigilancia estricta del producto, mediante visitas a la real fábrica y a los negocios de expendio. Cuando ascendió al trono de España, su nieto Felipe V recordó el episodio y recomendó a sus ministros una atención que evitara la repetición de un hecho tan desagradable.

Ya los faraones se habían preocupado por la difícil materia, mediante la creación de un equipo de fiscales que garantizara la circulación de un producto sin posibilidad de reproche. Consta en numerosos jeroglíficos el empeño puesto entonces por la búsqueda de un material que, en la medida de lo posible, imitara la calidad lograda por los sumerios en materia de aseo personal, pero también en ingredientes dedicados a la limpieza de la vestimenta. Los fiscales llegaron entonces a recomendar la manera de hacer jabón iniciada por los sirios, que trabajaban el aceite de oliva y el laurel para lograr resultados de notable refinación.

El cuidado en la fabricación de jabón se establece en España hacia finales del siglo X, concretamente en Andalucía durante la dominación de los árabes. Bajo el control del califato de Córdoba se crearon unas fábricas llamadas almonas, que no solo atendieron las necesidades de aseo de los súbditos musulmanes, sino también de los infieles del contorno, a quienes les costó no poco trabajo, por cierto, acostumbrarse al rito del aseo personal que no formaba parte de sus hábitos. Preferían la cochambre de la antigüedad y miraban con malos ojos a unos moros que no espantaban con su olor a los cristianos. Sea como fuere, las almonas tuvieron gran éxito. Perfeccionaron la manufactura con el agregado de finas esencias del lugar, y llegaron a importar el producto hacia Inglaterra. Se comenzó entonces a popularizar un género denominado Jabón de Castilla. Se dice que, aficionado al olor de las esencias producidas en España, Enrique VIII de Inglaterra se enamoró perdidamente de Ana Bolena por la fragancia de su cuerpo bañado con pastillas castellanas. Después prefirió la señora el Jabón de Marsella, veleidad que quizá cambiara el rumbo de su vida hasta entonces beneficiada por el favor de un monarca capaz de mudar los gustos con brusquedad.

En 1575 los españoles fundaron una almona en México, para que el jabón comenzara a reinar entre nosotros. Lo enriquecieron con un ingrediente denominado tlaquestique, que lo hizo  popular y permitió su exportación. Según antiguos cronistas por ese camino llegó a Venezuela para su trabajo en sentido industrial, si se puede utilizar el término. Fue fácil de elaborar, debido a que existía aquí un ingrediente parecido al mexicano y también porque los antiguos pobladores eran una especie de fanáticos del aseo individual. Pero los nuevos pobladores, familiarizados con la mugre personal, no desarrollaron aprehensiones ante lo que consideraban una costumbre incómoda que les quitaba  tiempo. La incorporaron a sus rutinas, hasta el punto de que se produjera una especie de milagro cuando la fetidez de los cuerpos dejó de sentirse en las aglomeraciones de los oficios religiosos. No faltó quien considerase que se estaba ante un portento de san Sebastián, quien ahora  no solo libraba a los españoles de los flechazos de los indígenas, sino también de las ofensas de la humana podredumbre.

De cómo el jabón desapareció de nuestras vidas nos ocuparemos en otra oportunidad, cuando el mal olor  obligue a estudios más profundos. Pero también cuando falte otro tema atractivo para llenar la cuartilla, como le ha sucedido hoy al escribidor por fallas de inspiración.

 

@eliaspino

El Nacional