frontera colombo venezolana archivos - Página 2 de 10 - Runrun

frontera colombo venezolana

Puntos fronterizos operativos evitarán paso de migrantes por caminos irregulares
La reapertura facilitará la circulación de los mil migrantes venezolanos que salen a través de Colombia diariamente y evitará el paso por trochas y caminos irregulares

Tras más de una semana de la reapertura de la frontera colombo-venezolana, el intercambio entre las naciones no ha presentado un cambio trascendental. La reactivación de vuelos comerciales aún no se ha concretado. También, continúa el tránsito de vehículos y de migrantes a través de la frontera terrestre. 

Sin embargo, la migración venezolana se verá favorecida por la reapertura de la frontera entre ambos países. 

Madison González, especialista en la geografía de las migraciones, aseguró que tener puntos fronterizos operativos en las fronteras con Colombia y Brasil evitará que los migrantes en tránsito deban salir o ingresar al país por las trochas y que sean víctimas de corrupción al pagar por no tener acceso a los sellos del pasaporte.

“El hecho de que las personas con pasaporte tengan la posibilidad de sellarlo en la salida de Venezuela y la entrada a Colombia facilitaría la movilidad internacional”, indicó González. 

La apertura de la frontera no solo incentivó el tránsito legal entre ambos países, de acuerdo con un informe del Barómetro de Xenofobia, también aumentó la conversación sobre migración y, como consecuencia, la xenofobia en Colombia. 

“Las publicaciones de xenofobia aumentaron en un 169% sobre el promedio del mes”, señaló el informe.

Será más sencillo para los migrantes que tienen pasaporte

La especialista en geografía de las migraciones señaló algunos beneficios que tendrá la reapertura de la frontera en el movimiento migratorio venezolano:

  • La reapertura facilitará la circulación de los mil migrantes venezolanos que salen a través de Colombia diariamente y evitará el paso por trochas y caminos irregulares. 
  • Los venezolanos que emigran y los que retornan se verán favorecidos por la legalización que conlleva la reapertura de la frontera.
  • Las personas que habitan en las regiones fronterizas también se verán beneficiados, pues hay personas que viven en Venezuela y sus hijos estudiaban en Colombia y personas que viven en Colombia y compran mercancía en Venezuela. “Habrá mayor fluidez fronteriza”, dijo González.
  • Al poder sellar sus pasaportes en la salida de Venezuela y entrada a Colombia, o viceversa, la entrada a países como Ecuador también será más sencilla para los migrantes. 

Sin embargo, González reiteró que no todo se solucionará y que también persistirán algunas trabas en el proceso para los migrantes venezolanos.

González explicó que el migrante venezolano actual continúa sin pasaporte, porque no todos tienen acceso al trámite del documento por su alto costo. 

Actualmente, el trámite para adquirir un pasaporte nuevo venezolano tiene un costo de ​​1.231,41 bolívares, es decir, 150 dólares según la tasa oficial del Banco Central de Venezuela (BCV) el lunes 3 de octubre. El salario mínimo venezolano es de 130 bolívares, 15,85 dólares según la tasa del BCV. 

En la frontera sur, también se evita el paso de migrantes por trochas 

De acuerdo con González, desde que Venezuela también abrió la frontera con Brasil, el cruce de alrededor de 500 personas por día se ha flexibilizado. 

“Ha habido menos cruce por trochas, lo que impacta sobre los niveles de violencia y vulnerabilidad de los migrantes en tránsito”, dijo.

Proyectan crecimiento limitado de la economía venezolana para finales de 2022
Los analistas aseguran que después vendrá una recesión

 

Especialistas nacionales proyectan que Venezuela vivirá un limitado crecimiento de la economía para finales de año. Pero también se pronostica una recesión por efecto de una eventual caída en el precio del petróleo.

Así lo advirtió Daniel Lahoud en el encuentro «Hablemos del Entorno Económico, ¿Hacia dónde va Venezuela?», organizado por Cedice Libertad y reseñado por Foco Informativo.

Crecimiento

“Venezuela crecerá un poquito de aquí a final de año y después vendrá una recesión. El país es afectado por el precio del petróleo”, dijo.

Y auguró que como resultado de las políticas adoptadas por la Reserva Federal habrá recesión económica en Estados Unidos en el primer trimestre de 2023.

«Eso llevará a la caída de precios del petróleo e impactará la economía venezolana. Venezuela no tiene ciclo propio sino imputado», dijo.

Y proyectó: “De la recesión saldremos a finales de 2023 cuando se reacomode la parte fiscal venezolana, el gobierno aligere la política monetaria bajando el encaje, facilitando los créditos y probablemente dolarizando la economía”.

Apertura de la frontera con Colombia

El economista también se refirió a la reapertura de la frontera colombo-venezolana. Considera que Colombia será la que más se beneficie y que no tendrá mucho impacto para el crecimiento del PIB de Venezuela.

“Tendremos más variedad de productos y ciertos mercados para productos que producimos y no tienen demanda amplia porque Venezuela está empobrecida. Hay muchas cosas en las que esto puede mejorar”, indicó.

Algo en lo que concuerda el economista Henkel García, quien señaló: “Esa apertura beneficiará claramente más a Colombia que a Venezuela desde el lado productivo, veremos más productos colombianos comprados con esos mismos dólares que nos entran del petróleo”.

García también opinó que el crecimiento del PIB venezolano este año será insuficiente si se considera la brusca caída de la economía nacional desde 2013.

«Después de perder 80% de PIB necesita altas tasas de crecimiento para recuperar ese terreno perdido. Aunque hay crecimiento, es con una pendiente insuficiente para que el venezolano promedio empiece a sentir algo cercano a lo que tenía en el pasado, en 1998 antes del fenómeno del chavismo”, dijo.

Inflación

Sobre la inflación, García señaló que se estaba desacelerando, pero advirtió que tras lo sucedido en agosto con el incremento del precio del dólar se podría revertir la tendencia.

“La inflación se ha ido desacelerando, tenía esa tendencia pero lo de agosto afectó al tipo de cambio y los precios internos, puede ser que la tendencia cambie por lo menos en agosto y septiembre, veremos inflaciones relativamente altas”, dijo.

“Apuntábamos hacia un cierre de 2022 con una inflación de dos dígitos y ahora vemos que pudiese estar entre 100% y 130%», señaló.

Fundaredes contabiliza 10 asesinatos en la frontera colombo-venezolana en lo que va de abril
A través de Twitter, la organización señaló que, en la zona, operan el ELN y el «Tren de Aragua», una de las bandas criminales más peligrosas de Venezuela, que «se disputan el control del territorio fronterizo, lo que ha generado la muerte de venezolanos en las trochas de los dos países»

 

La ONG Fundaredes informó este viernes que, desde principios de abril hasta la fecha, se produjeron diez asesinatos en las pasos fronterizos ilegales que conectan Venezuela con Colombia por el estado Táchira, donde -aseguró- se operan bandas criminales y grupos irregulares.

La organización señaló en su cuenta de Twitter que, en la zona, operan el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el «Tren de Aragua», una de las bandas criminales más peligrosas de Venezuela, que «se disputan el control del territorio fronterizo, lo que ha generado la muerte de venezolanos en las trochas de los dos países».

«El número de víctimas registrado recientemente en los pasos ilegales deja en evidencia la actuación perversa de los grupos irregulares que, además de generar terror en las poblaciones de ambos lados de la frontera, mantienen el control del territorio a través de la violencia», sostuvo la ONG.

Según el reporte, tres personas, cuyas identidades se desconocen, fueron asesinadas el jueves de esta misma semana.

«Rechazamos estos hechos violentos y exigimos a los organismos de seguridad del Estado venezolano acciones contundentes que frenen este acontecer perverso», agregó.

En 2021, Fundaredes documentó, al menos, 317 presuntos enfrentamientos en los estados fronterizos de Amazonas, Apure, Bolívar, Falcón, Táchira y Zulia, en los que 439 personas fallecieron, lo que representó el 45 % del total de las víctimas de homicidio en dichas regiones.

Información de EFE

#RíoTáchiraEnvenenado: una cuenca binacional que agoniza en silencio en Colombia
El río Táchira ha sido testigo de migraciones, narcotráfico, contrabando y crimen organizado. Los enormes problemas de este sector de la frontera colombo-venezolana han invisibilizado su crítica situación ambiental
Vertimientos de desechos agrícolas, industriales y domésticos han contaminado el río Táchira mientras se enfrenta a otros fenómenos que agravan su situación en el lado colombiano: minería de material de arrastre, deforestación en su ribera y acaparamiento ilegal de agua

Por: René Mora

*Este reportaje es una alianza periodística entre Mongabay Latam y La Opinión de Cúcuta, Colombia

 

Cada vez que el río Táchira, fronterizo entre Colombia y Venezuela, es protagonista a nivel mundial no lo es por las afectaciones ambientales que padece sino por eventos políticos, comerciales y hasta de seguridad. Los roces diplomáticos entre ambos países, la presencia de bandas criminales, el contrabando de hidrocarburos y el constante flujo de migrantes por el cierre de los pasos fronterizos entre el departamento colombiano de Norte de Santander y el estado venezolano de Táchira, han hecho que los daños ecológicos pasen desapercibidos.

El río Táchira es recordado por el concierto Paz Sin Fronteras, en marzo de 2008, cuando el cantante colombiano Juanes invitó a un grupo de artistas para apaciguar las tensas relaciones entre los gobiernos de Álvaro Uribe (Colombia) y Hugo Chávez (Venezuela) y así estrechar los lazos de hermandad. Sin embargo, en ese momento nadie advirtió el bajo caudal del río y no hubo reparo para que su lecho sirviera de palco para cerca de 400 000 espectadores que disfrutaban del espectáculo sobre la tarima instalada en el puente Simón Bolívar, que une a la población colombiana de La Parada con la localidad venezolana de San Antonio.

Hoy, los niveles del río Táchira siguen siendo mínimos casi todo el tiempo e incluso es posible cruzarlo a pie, sin obstáculos, solo con el temor que infunden los ilegales que controlan las trochas en esa zona de frontera, donde el contrabando es el rey y el río no es más que un escollo que hay que sortear para seguir robusteciendo las finanzas de los grupos al margen de la ley.

Cuando el caudal baja considerablemente, sobre el lecho del río apenas se vislumbran hilos de agua o se forman especies de pozos que se mezclan con las aguas servidas de las diferentes poblaciones que se asientan a su alrededor, desde su nacimiento en la cima del cerro Las Banderas, a 3368 metros sobre el nivel del mar, en el fronterizo Parque Nacional El Tamá (Venezuela), hasta su desembocadura en el río Pamplonita, en la ciudad colombiana de Cúcuta, capital de Norte de Santander. En esta ciudad es donde más se percibe la escasez del recurso ya que tiene casi un millón habitantes y concentra actividades relacionadas con las industrias mineras (carbón) y materiales de construcción (arcilla), además de ganadería, piscicultura y avicultura.

Sin embargo, durante las temporadas de lluvia el río es visto con respeto por su volumen y fuerte corriente que, en ocasiones, inunda poblaciones o destruye viviendas construidas sobre la ribera como ya ha ocurrido varias veces en La Parada, en el municipio de Villa del Rosario, departamento de Norte de Santander.

Este río, que sirve de frontera natural entre ambos países durante casi todo su trayecto, es testigo de migraciones, narcotráfico, contrabando y crimen organizado. Pero también de una crítica situación ambiental. Vertimientos de desechos agrícolas, industriales y domésticos han contaminado el río mientras que se enfrenta a otros fenómenos que agravan el problema como la minería de material de arrastre, la deforestación en su ribera y el acaparamiento ilegal de agua.

Este es el segundo de dos reportajes que dan una mirada al problema ambiental desde ambos lados de la frontera y en el que han participado Runrun.es de Venezuela y el diario La Opinión de Cúcuta.

Vista aérea de la cuenca alta del río Táchira, en el Parque Nacional Natural Tamá. Foto: cortesía Parque Nacional Natural Tamá.

 

La agonía del Táchira

A lo largo del río Táchira, en el tramo que comprende la frontera con Venezuela, se tienen detectados al menos 55 pasos informales o trochas por donde se mueve el contrabando y el narcotráfico, actividades que se disputan bandas criminales como Los Rastrojos, las Autodefensas Gaitanistas y Tren de Aragua.

Las principales afectaciones ambientales de esta cuenca internacional van desde el vertimiento de aguas residuales y la pérdida de cobertura vegetal, hasta el uso ilegal del recurso hídrico. De estos factores, la descarga de aguas sin ningún tipo de tratamiento es el que más preocupa a los expertos, pues esto se ve agravado por la explotación de materiales de construcción y la deforestación propiciada por las malas prácticas agrícolas y pecuarias, con poca o casi nula tecnificación.

La docente e investigadora Marjorie Sánchez, magíster en Biología de la Universidad de Los Andes y experta en recursos hídricos, señala que ríos como el Táchira se han convertido en cloacas que recogen los desechos de los asentamientos humanos sin ningún tipo de tratamiento –ni doméstico ni industrial– y comprometen la calidad del agua y la biodiversidad del ecosistema. “La descarga de aguas negras y la remoción del sustrato del cauce para materiales de construcción desmejoran los indicadores de calidad y la variedad de especies”, comenta.

Sánchez, que en el 2003 hizo un estudio de la calidad del agua del río Táchira a partir de los macroinvertebrados presentes en él, afirma que, 19 años después, la biodiversidad varió mucho y hoy casi no se consiguen especies indicadoras de buena calidad del agua, y los pocos organismos que existen se han adaptado a los contaminantes.

Varias especies de moscas y zancudos son los que predominan en los ecosistemas contaminados porque son bastante resistentes. “Esto no quiere decir que no haya dos o tres familias indicadoras de buena calidad del agua en el río, pero son mucho menos que hace 18 años, cuando se hizo el estudio”, comenta Sánchez.

La docente afirma que esto es resultado de la falta de tratamiento de agua residual, porque todo lo que desechan las actividades agrícolas, pecuarias, domésticas e industriales va al río por una tubería. “Adolecemos de esos tratamientos, por eso los ríos están como están, por la cultura de nuestros vertimientos. Aunque uno paga en el recibo del agua el vertimiento del agua que contamina, la verdad es que esos líquidos residuales pasan de la tubería al río sin tratamiento”.

 

Panorámica del río Táchira a la altura del puente internacional Simón Bolívar, entre el sector de La Parada (Colombia) y la población de San Antonio (Venezuela). Foto: Cortesía Johnny Granados Peñaloza.

 

La contaminación del Táchira también ha llegado por otros frentes. Por ejemplo, miles de peces murieron en 2015 y aparecieron apilados sobre las piedras que bordean el río Táchira, tanto en El Escobal (Cúcuta, Colombia) como en Ureña (Venezuela). En ese momento se señaló como responsable a los desechos tóxicos de una empresa azucarera venezolana y a los desvíos del cauce para el riego de cultivos de caña de azúcar.

Antes del cierre unilateral de la frontera entre Colombia y Venezuela, también en 2015, era muy común el vertimiento de las tintorerías en los municipios venezolanos de San Antonio y Ureña. “Si allá [Venezuela] no hay, aquí tampoco hay tratamiento de las aguas residuales. De este lado, el colombiano, por ejemplo, predominaban las curtiembres en la parte baja de la cuenca… Ya se podrá imaginar la calidad del agua”, señala Sánchez.

 

La eterna espera por las plantas de tratamiento

El río Táchira nace a 3368 metros sobre el nivel del mar, al noroeste del páramo de Tamá, en el cerro de Las Banderas, entre el estado venezolano de Táchira y el departamento colombiano de Norte de Santander. Tiene una longitud de 87 kilómetros y desemboca en el río Pamplonita, en Cúcuta, a 326 metros sobre el nivel del mar. En su recorrido, sus aguas atraviesan siete poblaciones fronterizas: Herrán, Ragonvalia, Villa del Rosario y Cúcuta en Colombia; y las localidades venezolanas de Delicias, San Antonio y Ureña en Venezuela.

Solo Cúcuta vierte 2000 litros por segundo de aguas contaminadas, de las cuales más del 60 % van a parar al río Pamplonita –donde desemboca el Táchira– y el porcentaje restante al río Zulia –que desemboca en el río Catatumbo, en territorio venezolano–, según datos de la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor, autoridad ambiental del departamento).

Aunque los municipios colombianos están obligados a presentar un Plan de Saneamiento y Manejo de Vertimientos (PSMV), en el caso de Norte de Santander, solo el municipio de Pamplonita tiene el plan aprobado por 10 años. El resto no está vigente. Cúcuta lo presentó en octubre de 2020 pero todavía está a la espera de su aprobación por parte de Corponor.

Hace una década había 10 puntos de vertimiento pero en los últimos años ya se han eliminado cinco. Dos continúan en operación en el municipio de Herrán, uno en Ragonvalia, uno en Villa del Rosario y uno en Cúcuta, según datos de la Subdirección de Desarrollo Sectorial Sostenible de Corponor, que dice que su meta es seguir reduciéndolos.

 

El río Táchira recupera su caudal en temporada de lluvias e inunda las viviendas construidas en sus riberas, como ocurre en La Parada, en el municipio de Villa del Rosario (Colombia). Foto: Cortesía La Opinión.

 

Pero los expertos consideran que no solo se trata de reducir los puntos de vertimiento sino de empezar con la construcción de las plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) que reduzcan la contaminación no solo del río Táchira, sino de otros como Pamplonita y Zulia. Estos proyectos serán construidos con el apoyo del Ministerio de Vivienda y estructurados por la Corporación Financiera Internacional (IFC), y Corponor espera que este año inicie la contratación público-privada del diseño y construcción. Pero, por ahora, estos no son más que planes.

Uno de los obstáculos para que las PTAR  sean una realidad son los altos costos de construcción. La docente e investigadora Marjorie Sánchez explica que, durante años, se han hecho muchas propuestas para tratar las aguas residuales en la región, pero no se han concretado. “Una PTAR es de alto costo; por eso, lo que se busca con los planes de saneamiento y manejo de vertimientos (PSMV) es un tratamiento primario. Los estudios que hicimos hace 18 años sirvieron para establecer que ni siquiera existía ese tratamiento primario”.

El subgerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Cúcuta (EIS), Carlos Ibarra Rodríguez, dice que tienen priorizadas tres plantas de tratamiento: dos en el río Zulia y una en el Pamplonita, “en el Táchira no pondríamos planta sino que pasaríamos las aguas por debajo del Pamplonita, [a través] de un cruce subfluvial de 4 km hasta llegar a la planta de tratamiento”.

Ibarra explica que el objetivo es recoger las aguas residuales de la margen izquierda del río Táchira –lado colombiano– y de las que caen en el sector de Caño Picho-Canal Bogotá. El problema, como decía Marjorie Sánchez, es el dinero. Según la EIS, este plan tiene un costo de 600 000 millones de pesos (cerca de 158 millones de dólares) y requiere recursos de los gobiernos nacional, departamental y municipal para su ejecución.

 

Una diplomacia fallida y un río en el olvido

Aunque el proyecto de las plantas de tratamiento es ambicioso y pondría fin a décadas de vertimientos sobre los ríos que bañan a varias poblaciones fronterizas con Venezuela, los planes para recuperar la cuenca del río Táchira pueden resultar en vano debido al deterioro de las relaciones con el gobierno del vecino país. El río Táchira forma parte de la cuenca del río Pamplonita, y esta, a su vez, de la cuenca del río Zulia, el cual aporta sus aguas al río Catatumbo, que desemboca en el lago de Maracaibo.

La Cancillería de Colombia asegura que, a la fecha, no hay relaciones diplomáticas entre ambos países y, por lo tanto, tampoco hay acciones de cooperación con ninguna autoridad, a ningún nivel, para avanzar en un plan de recuperación del afluente fronterizo.

 

El paso de combustible de contrabando por el río Táchira era muy común antes del cierre unilateral de la frontera entre Colombia y Venezuela. Foto: Cortesía La Opinión.

 

Los únicos intentos por hacer algo por el río han venido desde la academia colombiana y venezolana que han venido liderando una serie de encuentros denominados Gobernanza en Aguas de Frontera. A la fecha, se han desarrollado dos actividades: una en el 2020 y otra a comienzos de 2021, en las que participaron universidades de Colombia y Venezuela, colegios de las ciudades de  Cúcuta y Villa del Rosario, la autoridad regional ambiental de Norte de Santander y varias ONG.

De ahí han salido tres apuestas: la conservación del parque binacional Tamá, donde nace el río; educación ambiental en colegios de la zona de influencia y la construcción de una estrategia para hacer un gran acuerdo que, a pesar de las dificultades diplomáticas, permita planificar acciones, tanto en Colombia como en Venezuela, para mejorar la calidad del agua del río y proteger las áreas naturales.

Jhon Suárez Gelvez, docente e investigador de la facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) y uno de los líderes de Gobernanza en Aguas de Frontera, explica que los niveles de oxígenos disuelto y la baja concentración de materia orgánica en la cuenca alta, hacen que el río tenga buena calidad, pero al salir del parque Tamá, el agua se utiliza para el riego de algunos cultivos propios de la zona y recibe sus primeras descargas contaminantes en los municipios de Herrán y Ragonvalia. La contaminación persiste en Villa del Rosario y Cúcuta, y en esta última, donde el Táchira se une con el río Pamplonita, “los niveles de oxígeno bajan a cero”, resalta.

El investigador afirma que las plantas de tratamiento de aguas residuales son la mejor alternativa para limpiar los ríos pero insiste en que los esfuerzos deben ser tanto colombianos como venezolanos. “Por eso, es importante el acuerdo de gobernanza entre los dos países para que la descontaminación no sea a medias. Obviamente, este proceso debe ir acompañado de planes de ahorro y uso eficiente del agua: menor consumo, mayor caudal para el río y menor cantidad de contaminantes vertidos”, comenta.

 

Un problema más: el uso ilegal del agua

En el lado colombiano, la captación de agua del río Táchira está vigilada y regulada por Corponor pero ha representado un eterno dolor de cabeza. El promedio del caudal del río Táchira es de 1171 litros por segundo en la estación meteorológica El Tabor, en el municipio de Herrán, pero cuando llega a Cúcuta disminuye casi a la mitad (600 litros por segundos), según datos de la Subdirección de Cambio Climático y Recurso Hídrico de Corponor.

Cúcuta y Villa del Rosario son las ciudades con más concesiones. Allí se han entregado siete: una para uso del acueducto, dos para uso agrícola, dos para uso industrial, una para uso doméstico y una para actividad piscícola. En total, las siete concesiones hacen uso de 352 litros por segundo.

 

El río Táchira permanece la mayor parte del tiempo con bajo caudal, lo que permite el paso de todo tipo de bienes de un lado al otro del cauce. Foto: Cortesía La Opinión.

 

Sin embargo, es común que en algunos sectores se retenga el agua ilegalmente y que la autoridad ambiental reciba denuncias porque el agua no llega a las concesiones, afirma Juan Antonio García, subdirector de Cambio Climático y Recurso Hídrico de Corponor. La táctica más frecuente es la elaboración de trinchos —barreras de piedra hechas por colonos y personas en asentamientos ilegales— muy frecuentes en la parte baja de la cuenca del Táchira. El mayor impacto de estos represamientos de agua se ve en tiempo de sequía, cuando el caudal es menor. “Más nos tardamos en derribar los trinchos que en tener reportes de nuevos”, dice García.

Antonio Navarro Durán, coordinador del nodo norandino de la Red Bosque Seco Tropical Colombia —conformada por instituciones del sector público y privado, de orden nacional, regional y local que trabajan en la conservación de este ecosistema en el país—, explica que ese acaparamiento de agua resulta afectando la calidad del líquido pues los trinchos disminuyen los niveles del caudal y de oxígeno disuelto en el agua. “Cuando hay disminución del caudal, hay pérdida de biodiversidad. Se crea un desequilibrio en el ecosistema acuático, aparecen especies que toleran condiciones más adversas (oxígeno cero) y desaparecen las que necesitan más oxígeno: peces, macroinvertebrados. Solo el cambio de la corriente del agua afecta la dinámica del oxígeno”.

 

Han acabado con la vegetación alrededor del río

La erosión y la pérdida de cobertura vegetal en las riberas del río Táchira es otro problema que se aprecia en toda su dimensión cuando el caudal baja y es originado, según dice Corponor, por las actividades de expansión agrícola relacionadas con malas prácticas.

La tala de árboles maderables y las malas prácticas ganaderas figuran como las principales acciones que ponen en riesgo el bosque ribereño, por lo que los expertos sugieren que es necesario impulsar actividades agropecuarias de bajo impacto que permitan el manejo de los suelos y eviten su pérdida.

César Rey, exdirector de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente de Colombia, señala que el bosque en zonas de gran altura es fundamental para que las gotas se fijen en esa vegetación, ayudando con un aporte adicional al agua disponible. “Los dueños de predios prefieren cultivos en detrimento del suelo, del agua y la misma vegetación; una mirada a corto plazo que no toma en cuenta que su mayor patrimonio es el suelo, con sus fuentes de agua”, señala.

Aunque los expertos, e incluso las personas que viven en la cuenca del río Táchira, dicen que es evidente la deforestación —y que la  cuenca baja, entre Villa del Rosario y Cúcuta, es la zona donde hay mayor avicultura, piscicultura y cultivos de hortalizas, cítricos, arroz y yuca—, la magnitud de la pérdida de cobertura vegetal no se ha podido determinar porque no hay una clara delimitación de la cuenca binacional, según informó la Subdirección de Recursos Naturales de Corponor.

 

Mortandad de peces en el río Táchira por vertimientos industriales. Foto: Cortesía La Opinión.

 

A pesar de la falta de datos, los expertos aseguran que se necesita aumentar la cobertura vegetal a lo largo de todo el río pero, sobre todo, en su cuenca alta para que, cuando llueva, se conviertan en unos “tanques de almacenamiento” para épocas de sequía y que los bosques puedan drenar el agua y mantener el caudal del Táchira y los demás ríos de la zona. Dicen que el esfuerzo debe estar en hacer siembra de especies nativas que permitan una  restauración natural de los ecosistemas.

“Los bosques juegan un papel importante en la acumulación y la regulación del agua de los ríos, sobre todo, en tiempos de sequía. Si esa capa vegetal se quita, el agua no se acumula, se va rápido, y los caudales disminuyen», dice Juan Antonio García, subdirector de Cambio Climático y Recurso Hídrico de Corponor.

Son muchas las tareas pendientes y por ahora, la acción más cercana para mejorar la situación del río Táchira es la construcción de las plantas de tratamiento –a pesar de que es una inversión multimillonaria y una promesa sin cumplir desde hace muchos años–. Las acciones que pueda hacer Colombia siempre se quedarán cortas si las relaciones diplomáticas con Venezuela no se reanudan. La expectativa de expertos y funcionarios ambientales está en que el próximo gobierno restablezca el diálogo con el país vecino.

#RíoTáchiraEnvenenado: la destrucción de un ecosistema clave en la frontera de Venezuela
Científicos venezolanos confirmaron que la zona libre de contaminación de uno de los ríos que marca la frontera entre Colombia y Venezuela es su naciente, en el parque nacional El Tamá
El Táchira, conocido por los cruces que a través de él hacen los migrantes para escapar de Venezuela, no solo es epicentro de delitos sino que sufre los efectos de actividades humanas que jamás tuvieron freno. En varios sectores, la fauna acuática desapareció por completo
Esta es la primera parte de un especial que aborda el estado crítico de un río fronterizo entre Colombia y Venezuela.

@loremelendez

*Este reportaje es una alianza periodística entre Mongabay Latam y Runrun.es

 

 

Wilfrido Mora escarba entre los recuerdos de su niñez y su adolescencia para llegar a la imagen de un río Táchira que hoy se le hace lejano. “Nosotros amamos ese río porque de niños íbamos ahí a divertirnos. Donde habían los famosos pozos. A dónde íbamos a hacer melcocha y sancochos. Pero eso es historia”, cuenta el comerciante de 67 años, nacido en el pueblo fronterizo de San Antonio del Táchira, en Venezuela. Sabe que ya casi nadie ve al río como ese espacio de esparcimiento que fue para él décadas atrás. Los miembros de grupos guerrilleros y bandas criminales que se disputan su control se han encargado de alejar de sus aguas, que marcan los límites entre Colombia y Venezuela, a los habitantes de la frontera. Los migrantes, que pasan a pie por las trochas, también han llenado al río de otros significados asociados al escape de una emergencia humanitaria que llena titulares desde hace más de un lustro.

Pero hay otra razón que ha ahuyentado a los tachirenses del río que da nombre a su estado. “Ayer pasé por el puente y miré el río porque bajaba con fuerza. Llovió quizás para la cabecera y era caudalosa la cosa. Estaba fuerte”, dice Mora. El motivo de esa corriente copiosa, señalan los expertos entrevistados para este reportaje, es la destrucción de la capa vegetal, desde aguas arriba, como consecuencia de las actividades humanas.

El bosque que circunda al río Táchira se ha reducido porque las tierras se utilizan para cultivos lícitos e ilícitos, sus aguas reciben los desechos de los fertilizantes de la agricultura, su curso se desvía para el riego de productos agrícolas, su arena se remueve para fabricar ladrillos y, en los tramos más poblados, se convierte en un depósito de aguas servidas y basura.

“El río tiene problemas desde la cuenca alta hasta el final porque es un río fronterizo. La frontera es muy dinámica y hay mucho paso de gente, mercancía, contrabando, alimentos, ganado. Hay agricultura, poblaciones y hasta extracción de mineral no metálico. La única parte donde pudiera considerarse que está libre de alguna actividad es dentro del parque nacional [El Tamá], que es donde está la naciente”, afirma Eymar García Medina, ingeniero agrónomo, doctor en Ecología Tropical y profesor de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), quien lleva más de 10 años trabajando en esa zona.

El río Táchira ha sido testigo de migraciones, narcotráfico, contrabando y crimen organizado. Los enormes problemas de este sector de la frontera colombo-venezolana han invisibilizado su crítica situación ambiental. Vertimientos de desechos agrícolas, industriales y domésticos han contaminado el río mientras que se enfrenta a otros fenómenos que agravan el problema como la minería de material de arrastre, la deforestación en su ribera y el acaparamiento ilegal de agua.

Este es el primero de dos reportajes que dan una mirada al problema ambiental desde ambos lados de la frontera y en el que han participado Runrun.es de Venezuela y el diario La Opinión de Cúcuta.

 

Tres décadas de contaminación

Los antecedentes de esta contaminación están documentados desde hace al menos tres décadas atrás. Un estudio del Ministerio de la Defensa venezolano publicado en 1994  y referido por otro documento de 2009, detalla qué actividades humanas deterioraban el río entonces. Estos problemas solo han empeorado con el paso de los años.

“El río Táchira en primer lugar y los ríos Grita y Lobaterita atraviesan actualmente por un proceso de contaminación generado por actividades humanas que vienen deteriorando los recursos naturales, produciendo contaminación de las aguas por disposición de aguas servidas de origen doméstico e industrial, utilización de productos químicos (biocidas y fertilizantes), desechos sólidos, contaminación atmosférica, deterioro del suelo en las cuencas Altas, Medias y Bajas, y destrucción de vegetación (Mindefensa, 1994)”, dice el informe ‘Nitrógeno y fósforo totales de los ríos tributarios al sistema lago de Maracaibo, Venezuela’, de la División de Calidad de Agua del Instituto para el Control y la Conservación del Lago de Maracaibo (ICLAM), publicado en 2009.

 

La deforestación provoca violentas crecidas del caudal del río Táchira. Foto: Jonathan Maldonado, diario La Nación.

Esa misma investigación indica que el río Táchira —justo en el tramo previo a la descarga de sus aguas al río Pamplonita, en Colombia— presentaba en la década pasada altas concentraciones de nitrógeno y fósforo total como consecuencia, principalmente, del uso inadecuado de la tierra y del recurso hídrico, “que conlleva a la degradación de los suelos y la ocurrencia de una alta disminución del caudal en la época seca y desbordamiento en la época de lluvia. La actividad agrícola es uno de los factores que incide en la erosión de los suelos”.

En Venezuela hay leyes y normativas que buscan la protección ambiental. El artículo 127 de la Constitución establece que es obligación del Estado garantizar un medio ambiente sano, mientras que en el artículo 15 se dice que el Estado también es responsable de establecer “una política integral en los espacios fronterizos terrestres, insulares y marítimos, preservando la integridad territorial, la soberanía, la seguridad, la defensa, la identidad nacional, la diversidad y el ambiente”. Además, la Ley de Aguas tiene un apartado para “la protección, uso y recuperación” de este recurso.

No obstante, el caso del río Táchira es una muestra de la dificultad para hacer cumplir las leyes y garantizar la real protección de las fuentes de agua y parece haber quedado marginado de cualquier documento legal que le permita estar protegido en Venezuela.

 

Contaminado desde la cuenca alta

El río nace en un páramo, rodeado de frailejones, un clima helado y una fauna variada que incluye desde el oso de anteojos, hasta cóndores y murciélagos, según describe María Eugenia Marcano, bióloga y profesora de la UNET. Sale de una “zona de nacientes o lagunas fluviales, de muy alto volumen”, ubicada en el Cerro Las Banderas, dentro del parque nacional El Tamá, en donde los humedales permiten que el agua atraviese un proceso de depuración por la acción de microorganismos, algas y plantas. Allí, el agua es totalmente potable pero, dice Marcano, dos kilómetros más abajo, todo cambia.

La actividad agropecuaria arranca cuando el río alcanza las poblaciones de Betania y Villa Páez, y arrecia cuando llega a Delicias, capital del municipio Rafael Urdaneta. Allí abundan los cultivos propios de tierras altas como manzana, durazno y pera.

La acción antropogénica en pueblos como Delicias, cercanos al río, ha contribuido a su contaminación Foto: Jorge Jaimes.

“Ya la actividad agrícola produce una fuerte deforestación, precisamente para ampliar esa frontera agrícola. Más allá de eso está todo lo que significa el aprovechamiento de ese suelo de manera poco técnica, con utilización de agroquímicos, pesticidas, así como las mismas aguas servidas y desechos de las poblaciones y caseríos que están a la orilla del río”, cuenta el profesor Eymar García Medina. Según dice, hay pozos sépticos cuyos desechos se drenan hasta el río y se pueden observar hasta tuberías superficiales que terminan en la ribera.

“Lo más bravo es que ellos vierten todo eso, pero esa agua es utilizada para el consumo de los hogares. Cuando uno le pregunta a la gente, ellos dicen: ‘Esta es la mejor agua que hay por aquí, clarita, sabrosa’. Pero cuando hacemos los análisis, nos encontramos que hay excesos de metales”, añade la bióloga Marcano, quien ha hecho investigaciones a lo largo de toda la cuenca del río Táchira desde 2009. Las trazas de plomo, cadmio y, en algunos casos, de mercurio, provenientes de algunos fertilizantes se han acumulado en el agua y producido deformidades en el cuerpo de niños de varios caseríos, indica Marcano.

La bióloga también señala que la deforestación de los bosques de galería, que protegen las márgenes del río, altera incluso la temperatura del agua que en esa zona debería mantenerse baja. Pero lo más grave es que este impacto incide directamente en el caudal del río.

Douglas Rodríguez Olarte, biólogo especializado en el estudio de los ríos venezolanos e investigador de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), explica que los bosques asociados a las riberas de los ríos son importantes para que el agua de las lluvias tenga menor potencial erosivo. “Cuando cae la gota de agua sobre el suelo, causa menos erosión, porque esa agua se infiltra en el subsuelo y va lentamente por los acuíferos que están bajo tierra”, argumenta. Pero eso no sucede cuando la cobertura vegetal ha sido arrasada, como ocurre con el río Táchira.

García Medina añade que cuando las precipitaciones son fuertes, no hay vegetación que contenga las crecidas e inundaciones que deja el río y no existe la vegetación de resguardo que debería mantenerse en la zona alta. “A más de una persona la ha arrastrado el río porque lo atraviesa pensando que está bajo y resulta que lo que viene es un montón de agua que se ha llevado gente, carros y animales”, añade.

Esas crecidas las conoce bien Wilfrido Mora, quien ha visto cómo a lo largo del tiempo se han creado “playones” en la ribera, espacios que quedan desolados cada vez que el río baja con fuerza de la montaña.

 

Actividades peligrosas para el río

A medida que el Táchira continúa su descenso, la actividad humana aumenta y los caseríos —pequeñas comunidades rurales— se convierten en poblaciones más numerosas. Así ocurre con Novilleros, Sabana Potrera y Llano de Jorge, en el municipio Bolívar, estado Táchira. En este punto, el agua clara se vuelve más oscura, no solo porque las condiciones del relieve cambian sino porque las actividades humanas se diversifican. Por ejemplo, se extraen arenas del fondo del río para la industria alfarera de la región. Con estas se hace desde arcilla y cerámica, hasta ladrillos y adobes para la construcción.

 

Expertos alertan que hay tramos del río Táchira en donde ya no existe fauna acuática. Foto: Jonathan Maldonado, diario La Nación.

Esta actividad extractiva contribuye a la destrucción de la estructura del suelo en el río y sus alrededores y a la turbiedad de las aguas. “Cuando llueva, el agua romperá más el suelo y habrá más desastres. Aquí el gobierno debería tomar control de la situación, pero eso no existe”, apunta el profesor Eymar García Medina.

En el estudio La inadvertida presencia de las minerías de arena en los ríos de Venezuela, firmado por el biólogo Douglas Rodríguez Olarte y otros dos autores, se detalló el efecto de esta industria sobre los ríos: “las areneras son estresores que modifican el régimen de perturbaciones en los ríos, pues generan un incremento muy elevado y permanente de sedimentos en las corrientes y, lo que es más grave, fragmentan y eliminan la diversidad morfológica e hidráulica de los ríos”.

El texto también se explaya sobre las alteraciones que producen las areneras en los cauces de los ríos, que van desde la inestabilidad y erosión progresiva de los lechos hasta la disminución del fondo y los acuíferos.

Pero no solo se trata de la extracción de material de arrastre. La agricultura, que es un problema en la parte alta, también lo es en la cuenca media. Los cultivos no se detienen, sobre todo los de plátano y caña de azúcar, y los pobladores usan distintos métodos para desviar el curso del río. En algunos tramos llegan a hacer unas especies de cuevas para represar el agua.

De acuerdo con los reportes de medios de comunicación de Colombia y Venezuela, en la población de Llano Jorge el control lo tienen guerrilleros y disidentes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), quienes suelen utilizar la margen y el río para esconder cadáveres descuartizados. Estos grupos, además de las bandas armadas, se reparten la custodia de la frontera y su río.

“Esa agua ya está tan contaminada que en Llano Jorge, donde debería ser aprovechada como agua potable, ya no se puede consumir ni se puede utilizar para el riego porque se pueden contaminar los vegetales. Entonces, en toda esa área tienen que esperar a que llegue un camión cisterna para poder abastecerse”, dice Marcano.

 

Una de las cascadas del Parque Nacional El Tamá, donde nace el Río Táchira Foto: Ministerio de Ecosocialismo.

Aunque en 2013 se inauguró el acueducto El Mesón para beneficiar a San Antonio del Táchira y comunidades aledañas con agua del río, la frecuente sedimentación de las aguas hace que la interrupción del servicio sea una constante y los habitantes pueden pasar hasta más de dos semanas con las tuberías vacías.

García Medina asegura que en los tramos más poblados del río, es decir, entre San Antonio del Táchira y Ureña, que es donde se concentra la mayor actividad fronteriza, la fauna del río ya desapareció. Las truchas, bagres y moluscos que nadan aguas arriba, no existen allí. “No puedes conseguir ni ranitas. El sistema ecológico desapareció (…) Nosotros como sociedad hemos destruido ese río”, dice con voz de derrota.

Wilfrido Mora refrenda lo dicho por los expertos y añade que varias comunidades fronterizas utilizan al río Táchira como basurero y cloaca, producto de un crecimiento urbano caótico y desordenado que no previó la construcción de tuberías para estas zonas. Para él, un ejemplo de esto es el barrio La Invasión, en San Antonio, levantado justo a la orilla del río y ocupado mayormente por migrantes colombianos. En 2020, ocho casas se derrumbaron en la barriada por la fuerza de la quebrada La Dantera, que se alimenta del río Táchira.

 

Los especialistas aseguran que mientras más población haya, el impacto sobre los ríos es más demoledor. “Una ciudad es un efecto catastrófico en la comunidad [fauna y flora dentro y en los alrededores] de un río porque una ciudad es irreversible, la construyes y no desaparece”, asevera Rodríguez Olarte.

El experto añade que cuando los desechos urbanos y agroindustriales ingresan a los ecosistemas fluviales, hay una ruptura enorme del ecosistema y en algunos casos se produce eutrofización [aumento de la concentración de nutrientes que produce la aparición de algas] y una mortandad masiva de la fauna de los ríos.

“Las poblaciones de peces o los sistemas de peces son heterogéneos, complejos, tienen resistencia y pueden ser resilientes frente a la contaminación, pero si esta persiste y no hay capacidad de recuperación, llega el quiebre definitivo y el colapso”, añade Rodríguez Olarte.

 

El futuro es de los ríos

A principios de la década pasada hubo un intento por recuperar y cuidar el río. La Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor), en Colombia, convocó a autoridades venezolanas al diseño de un plan que analizara los efluentes líquidos y aguas servidas que contaminaban las aguas del río Táchira. De esta iniciativa fue parte el Instituto de la Cuenca del Lago de Maracaibo (ICLAM). Esta institución, que depende del Ministerio de Ecosocialismo —antes Ministerio de Ambiente—, coordinó a mediados de 2013 una serie de reuniones y talleres con representantes del sector industrial de la zona fronteriza. Pero todo quedó en la fase de investigación y nunca se concluyó.

“Al final, Corponor no recibió respuesta y no hicieron nada”, relata Eymar García Medina. Al no poder coordinar acciones con Venezuela, el plan de la institución colombiana se dirigió hacia el río Pamplonita con relativo éxito, porque su principal afluente es el contaminado río Táchira.

 

El río Táchira también se ha convertido en un depósito de aguas servidas. Foto: Jonathan Maldonado, diario La Nación.

Mongabay Latam solicitó información al Instituto de la Cuenca del Lago de Maracaibo (ICLAM) sobre el plan de saneamiento del río Táchira y su situación actual, pero hasta el momento de la publicación de este reportaje no se obtuvo respuesta.

A pesar de todos los problemas, la esperanza de salvar el río no caduca. “Al Támesis [en Londres] volvieron a subir los salmones”, afirma el biólogo Douglas Rodríguez Olarte, quien recordó que la Revolución Industrial había convertido al río más conocido del Reino Unido en una cloaca. “En el Sena [París], con plantas de tratamiento han logrado que el agua esté menos contaminada”, añade.

El experto sostiene que los ecosistemas acuáticos pueden recuperarse a unas condiciones que, si bien no son cercanas a las originales porque las especies pueden haberse extinto, permitan albergar a poblaciones de peces y organismos tolerantes a contaminaciones antiguas tal como ocurre con el río Táchira. Los planes de restauración, eso sí, son costosos y a largo plazo, advierte.

El comerciante Wilfrido Mora asegura que los tachirenses todavía aprovechan algunos pasos del río para bañarse y pasar un día de disfrute, pero cuenta que “por el cambio climático” hay quienes lo hacen con precaución para evitar una crecida abrupta. “En el pasado, el río era de nosotros. Era seguro, no había problemas porque no nos iban a atracar, era la diversión de toda la juventud porque éramos pocos. Para aquel momento, San Antonio tendría unos 12 mil habitantes, ahora tiene más de 60 mil”, comenta.

Y mientras Mora evoca el pasado, el biólogo Douglas Rodríguez Olarte piensa en el presente y en los días que vienen. “Los ríos son los ecosistemas más amenazados del planeta y los más importantes, porque si sacas la cuenta de la cantidad de gente que vive a expensas de los ríos, vas a decir que es todo el mundo. En todas estas montañas de Cúcuta y Venezuela desvían el agua de los ríos y no hay ningún tributo ni pago a la naturaleza, simplemente los ven de manera utilitaria. Se está perdiendo no solamente patrimonio sino calidad de vida. En el futuro cercano habrá peleas por estos ecosistemas”, sentencia.

Eliminan una alcabala en puente fronterizo Simón Bolívar tras denuncias
La reestructuración pretende aliviar el tránsito de los ciudadanos y que solo se atraviesen un punto de control durante su entrada o salida del país

 

Solo hay dos puntos de revisión de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en la zona seguridad que se extiende desde la aduana principal de San Antonio del Táchira y hasta el puente internacional Simón Bolívar, luego de que el tercero quedara eliminado por constantes denuncias de retrasos de quienes cruzan.

La reestructuración, señala el diario La Nación, busca aliviar el tránsito de los ciudadanos por el paso formal y que solo se atraviesen un punto de control, ya sea durante la entrada o salida del país.

 

Para el retorno de los venezolanos, el punto de control está ubicado justo al frente de la plaza La Confraternidad, mientras que para la salida, la revisión se hace escasos metros de la entrada al puente.

 

 

Los funcionarios de Migración Venezuela están ubicados tanto en la entrada a la aduana principal de San Antonio, como en la mitad del tramo binacional, para la revisión de documentos y permisos para el paso con menores.

En la avenida Venezuela, justo a la altura de donde funcionaba la estación de servicio internacional, hay otra alcabala de la GNB encargada de despejar la vía e instar a los peatones a usar la acera.

El puente Simón Bolívar está abierto desde las 6:00 am y hasta las 4:00 pm, para el ingreso a Colombia, y desde las 6:00 am y hasta las 8:00 pm, para retorno a Venezuela.

 

Colombia reabrirá gradualmente fronteras con Venezuela a partir del #2Jun
El Gobierno colombiano cerró todas las fronteras del país el 17 de marzo de 2020 como parte de las medidas para contener la propagación de la pandemia que hasta el momento deja 3.432.422 contagios y 89.297 fallecidos en el país

 

El Gobierno colombiano autorizó la «apertura gradual» de los pasos terrestres y fluviales con Venezuela, medida que comenzará a regir a partir de este miércoles 2 de junio, informó el Ministerio del Interior.

El decreto 0746, de fecha 1 de junio que lleva la firma del ministro del Interior, Daniel Palacios, precisa que autoriza a la «Unidad Administrativa Especial Migración Colombia, la apertura gradual de los pasos terrestres y fluviales de la frontera con la República Bolivariana de Venezuela a partir de las 00.00 horas del 2 de junio».

El documento explica que en esas zonas de frontera se continuarán aplicando las «medidas de bioseguridad establecidas por el Ministerio de Salud y Protección Social», adoptadas para combatir la expansión de la pandemia del coronavirus.

El Gobierno colombiano cerró todas las fronteras del país el 17 de marzo de 2020 como parte de las medidas para contener la propagación de la pandemia que hasta el momento deja 3.432.422 contagios y 89.297 fallecidos en el país.

Colombia y Venezuela no tienen relaciones diplomáticas desde el 23 de febrero de 2019 por orden del presidente venezolano, Nicolás Maduro, en respuesta a un intento del líder opositor Juan Guaidó de ingresar al país desde la ciudad colombiana de Cúcuta al frente de una caravana de ayuda humanitaria.

Migración Colombia detalló que el ingreso al país por los pasos fronterizos con Venezuela se hará de acuerdo al número final del documento de identificación del viajero ya sean par o impar y siempre en horarios diurnos.

Colombia tiene una frontera terrestre de 2.219 kilómetros con Venezuela y los principales pasos fronterizos están entre Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, y el estado venezolano de Táchira.

También hay puestos de frontera entre La Guajira colombiana y el estado venezolano de Zulia; entre Arauca y Apure, y entre los departamentos colombianos de Vichada y Guainía con el estado de Amazonas.

El pasado 19 de mayo el Gobierno colombiano reabrió sus fronteras terrestres, marítimas y fluviales con Panamá, Ecuador, Perú y Brasil, medida que ahora complementa con la de Venezuela.

Reportan enfrentamientos entre la FANB y disidencias de las FARC en Apure
El alcalde del municipio Arauquita, Arauca, dijo que desde tempranas horas del domingo vecinos de la zona han escuchado bombardeos y ráfagas en fusil

Un reporte de Noticias Caracol, informó sobre un presunto operativo militar que involucra helicópteros, aviones y tropa del ejército venezolano en la región fronteriza entre el estado Apure y Arauca. 

El alcalde del municipio Arauquita, Etelivar Torres, dijo que según información de la población, se han escuchado ráfagas de fusil y bombardeos, lo cual ha generado mucha zozobra y miedo en la población de ambos países. 

Algunas personas registraron videos con sus teléfonos donde se ven aviones militares venezolanos en el estado Apure, específicamente en la zona baja de La Victoria, punto limítrofe entre Venezuela y Colombia. 

«Posiblemente haya un desplazamiento masivo tanto de venezolanos como de colombianos que viven en ese lado de la frontera. Por esa razón estamos haciendo un alistamiento de los cuerpos de rescate y personal médico para apoyar a la población», dijo el alcalde. 

La autoridad de Arauquita también confirmó que en está llevando a cabo un concejo extraordinario de seguridad para analizar la situación. También aprovechó para hacer un llamado a organismos internacionales para que acompañen esta «situación compleja». 

Según el reporte de Noticias Caracol, en el territorio donde se lleva a cabo el operativo hay presencia de la estructura 10 de las disidencias de las FARC, las cuales están al mando de alias Arturo.

Al menos nueve personas resultaron heridas tras el enfrentamiento registrado entre militares y disidentes de las Farc en los sectores Los Arenales, El Ripial, Guafita y El Ocho, según señaló El Pitazo

«Triangulación perversa en la frontera»

 

«Pareciera estarse dando una triangulación perversa en la frontera en la que se protegen las actividades del ELN para que sigan actuando con bajo perfil y sé “castigan” a la disidencias de las FARC que quieren actuar con un alto perfil», explicó Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional. 

Por su parte, el director de Fundaredes Javier Tarazona, dijo que la «movilización militar en el aeropuerto de Guasdualito en el estado Apure es evidencia de la situación tensa que ocurre en la Victoria, unos 80km aproximados de esta zona, el enfrentamiento de hoy es contra la disidencia de la FARC-EP que no recibe línea de Iván Márquez y Santrich. 

Noticia en desarrollo.