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Marcha del #12Feb partirá de cinco puntos y concluirá en avenida Francisco de Miranda

LA AVENIDA FRANCISCO DE MIRANDA DE CARACAS será el lugar de concentración de la oposición este martes 12 de febrero, día de la Juventud.

«Nos movilizaremos en todo el país para lograr la entrada de la ayuda humanitaria que permita atender la crisis», escribió el presidente encargado Juan Guaido en su cuenta de Twitter.

La marcha saldra de cinco puntos de la ciudad: Santa Fe, Parque Cristal (de donde saldran estudiantes y jóvenes), Centro Comercial Milennium, Plaza Brión de Chacaito y avenida Vollmer de San Bernardino.

Los manifestantes concluirán en la avenida Francisco de Miranda a la altura de McDonalds e Imgeve.

La hora de concentración es partir de las 10 de la mañana.

 

15.890 jóvenes murieron a causa de la violencia en 2017

ESTE 12 DE FEBRERO, fecha que conmemoramos como Día de la Juventud, es ocasión propicia para enfatizar que en Venezuela, la mayoría de las muertes violentas tienen como a adolescentes y jóvenes entre 12 y 29 años de edad.

Esta triste realidad se acepta como una sentencia inexorable, y no se generan políticas o programas destinados a prevenir la violencia, enfrentar sus causas o a garantizar la protección y resguardo de esta población vulnerable.

En 2017, 15.890 adolescentes y jóvenes fallecieron en muertes violentas, cifra que corresponde al 60% del total de muertes violentas que ocurrieron en todo el país.

Muertes violentas en jóvenes para el 2017 en Venezuela

Grupo de edad                         %                Número de víctimas Adolescentes

12 a 17 años                                  6,2               1.650

18 a 24 años                                 34                9.050

25 a 29 años                                19,5              5.190

Total de 12 a 29 años          59,7             15.890

InfografíaJuventud

En 2017, de los 15.890 jóvenes de 12 a 29 años muertos por asesinatos, 12.553 fueron por homicidios y 3.337 por actuaciones de las fuerzas públicas, que son documentadas en los registros oficiales como “resistencia a la autoridad”.

De esta manera, se hace evidente que ser joven hoy en Venezuela significa afrontar el alto riesgo de morir en circunstancias violentas, porque la situación de inseguridad y violencia impacta con mayor fuerza en la juventud. Están matando a los jóvenes, principalmente a los hombres, mayoritariamente a los pobres.

Los mata la delincuencia, o los mata la actuación de funcionarios de un Estado que, enfocado en políticas belicistas y violatorias de derechos humanos, parece haber renunciado a la prevención del delito y a la contención delictiva.

Cada año se confirma esta tendencia, y no se emprenden políticas, programas o decisiones públicas destinadas a detener este maleficio. Por el contrario, se incrementa el abandono, la desatención pública de esta población y todos los indicadores sociales advierten como, en lugar de protección y oportunidades de desarrollo, los adolescentes y jóvenes enfrentan hoy difíciles situaciones de desabastecimiento y carestía de alimentos, pobreza, precariedad de servicios básicos (agua, transporte, luz) y, por primera vez en la historia, nos enfrentamos a la lamentable realidad de adolescentes y jóvenes buscando comida en la basura, prostituyéndose para llevar comida a sus casas.

También hay que notar que no son pocos los adolescentes y jóvenes que dejan de comer para que sus hermanos puedan alimentarse, o salen a buscar algún ingreso para ayudar en el hogar y hasta los que se privan de gastos, preocupados porque su madre come cada vez menos para que le alcance a sus hijos. Muchos de ellos están dejando de estudiar para salir a la calle a trabajar o a mendigar en procura de un alivio a la pobreza de las familias. Otros entienden que la mejor solución es irse del país y buscar un trabajo afuera con el que puedan colaborar económicamente con sus familias, o queriendo dejar de ser una carga para los padres.

En este caso es el país que muere, con jóvenes capaces y dispuestos al bien común que abandonan nuestra tierra forjando sueños, trabajo y riqueza en otro lugar.

En contextos de pobreza y violación de derechos humanos, la vida del joven ha estado sometida a situaciones de injusticia y uso abusivo del poder. Para miles de jóvenes que han salido a las calles en protesta pública, la respuesta del Estado ha sido la represión, el amedrentamiento, el encarcelamiento y hasta la muerte.

Pero los jóvenes, además de ser el sector más vulnerable a ser víctima de la violencia, también pueden convertirse en potenciales victimarios, siendo instrumentos útiles de la delincuencia organizada. Según nuestros registros, un 60,7% de los victimarios tiene menos de 30 años; un 34,5 % de este grupo tiene entre 20 y 24 años.

En la mayoría de las comunidades, impera la ley que imponen grupos criminales, que someten y controlan a la población ante la ausencia de la institucionalidad del Estado. Las bandas armadas crecen y se fortalecen incorporando a adolescentes en sus actividades, con amenazas, extorsión y engaño, pero también brindándoles la comida, el dinero y las oportunidades que las familias no pueden garantizar.

El aparente éxito y poder de los jóvenes armados atrae a adolescentes que ven en el delito un camino accesible a la riqueza fácil, o a ingresos que no son percibidos por quien vive honestamente de su trabajo diario.

Los equipos de investigación de las universidades que integran el OVV -UCV, ULA, UDO, UCAB, UCAT, UCLA, LUZ- expresaron su preocupación por la violencia que padece la juventud venezolana y reiteramos nuestra convicción ética por la defensa de los derechos a la vida y a la libertad.

Es hora de parar la fábrica de la incursión de adolescentes y jóvenes en la criminalidad, garantizándoles las oportunidades de alimentación, salud y educación, y atendiendo la emergencia humanitaria que hoy coloca a la mayoría de la población en situaciones de pobreza.

El Estado es responsable de garantizar sin más demora, políticas y programas públicos que reconozcan a los jóvenes como sujetos de derechos y personas corresponsables del desarrollo social. Reiteramos nuestra esperanza en una juventud cuya vida no esté sometida a la violencia, sino aferrada a sus sueños de un futuro de paz, trabajo y conocimiento.

 

El destino de los jóvenes venezolanos: los que se quedan, los que se van y los que se lleva la violencia

jovenes

Por Paola Martínez, Ronna Rísquez y Francisco Zambrano

¿QUÉ OPORTUNIDADES, OPCIONES Y PORVENIR tienen los jóvenes venezolanos? En el Día de la Juventud y después de 18 años del gobiernos chavistas, Runrun.es describe los tres destinos visibles que tiene este sector de la población que constituye el futuro del país: los jóvenes.

Los que se quedan

Existe un tipo de jóvenes cuyo futuro, a pesar de la inseguridad, la crisis económica y la incertidumbre política, lo continúan viendo en Venezuela. Son jóvenes que estudian y trabajan en un contexto que jamás imaginaron vivir, uno que coarta sus posibilidades e incluso pone en peligro sus vidas. Un país en el que muchos de ellos deben sobrevivir hasta conseguir los medios para emigrar, o hasta que acaben las pesadillas en la tierra en que sus padres cumplieron sus sueños.

Daniel Salazar es uno de ellos. Un estudiante de ingeniería de 23 años a la espera del título universitario que le podrá dar un mejor nivel de vida en otra nación, donde espera hacer una vida sin el peligro constante de entrar a las lista de víctimas del hampa. «Uno de los mayores problemas que afecta a todos es la inseguridad. Todos nos vemos afectados y corremos el riesgo de que nos pase algo en cualquier momento, como al salir a tomar el bus para ir a clases».

Mientras tanto, Daniel debe trabajar en sus tiempos libres para pagar sus gastos universitarios. Junto a su hermana, emprendió un negocio de comida a domicilio que le permite estudiar en dos universidades, una pública con interminables problemas y paros como protestas, y una privada de la que espera graduarse pronto. Sin embargo, el doble esfuerzo no se le hace fácil, y a pesar de que gana dinero por su cuenta, está consciente de que no podrá independizarse económicamente en esta Venezuela. «Uno se ve afectado por la inflación todos los días cuando vas a sacar copias, comprar guías o cuando te da hambre y debes gastar una cantidad considerable de dinero en solo un desayuno, y a veces puede que no tengas suficiente».

Por lo mismo, su vida social se ha relegado a pasar los fines de semana en su casa, y de vez en cuando en casa de sus amigos, acompañados de la botella más económica que puedan comprar. Las cenas en restaurantes, las noches en discotecas, los viajes de fines de semana, que representan un gasto económico que un sueldo mínimo no permite, han quedado en un lejano pasado, en otra Venezuela, que para él a veces es mejor no recordar.

Por otro lado están los jóvenes como José. Él dejó su carrera para empezar a trabajar en la empresa familiar hace tres años, cuando el prospecto de aprender el oficio, ayudar a sus padres y ganar dinero lucía más atractivo que esperar a que el gobierno resolviera los problemas de las universidades, que estaban en paros intermitentes.

Hoy José puede vivir cómodo con lo que gana. Frecuentemente se permite lujos que no todos sus amigos pueden –viajes al extranjero, ropa de marca, uno de los últimos Iphones– aunque considera que debe trabajar mucho más duro que la mayoría de ellos. De igual forma, José acepta su vida como es, con la suerte que le ha garantizado un buen trabajo, pero con la certeza de que su tierra natal no tiene esa dicha, y de que es una cuestión de tiempo para que los problemas del país lo alcancen él también.

La libertad económica que José goza resulta bastante codiciada en la calle. Comenta que debe elegir la ropa que se pondrá de acuerdo a donde vaya a ir, ya que usar ropa de marca puede marcarlo como un objetivo. «Para ir al trabajo, que queda cerca de una zona popular no muy segura, no puedo usar un buen reloj, y en ocasiones debo dejar mi celular en la casa, para no arriesgarme a que me roben, o algo peor». Aunque su día a día no se ve limitado por los problemas que afectan a la gente de su edad –la inflación, la escasez o la incertidumbre política– el temor a la inseguridad lo persigue igual que a los demás venezolanos.

Y de noche, todo se complica. En el camino entre su casa y el lugar en que sus amigos lo esperan puede depararle incontables peligros, por lo que José debe tomar todas las previsiones necesarias para evitarlos. La paranoia vive consigo, y el miedo a ser robado o secuestrado lo mantiene en casa muchos fines de semana. Aún así, él espera que algún día todo esto cambie, y esa esperanza lo mantiene en Venezuela.

Yhoger Contreras solía ser uno de esos venezolanos que ponía buena cara al mal tiempo. Ya no más. «En mi mente todavía está apostar por el país, pero llega un punto en que estás tan atado de manos que no hay manera de surgir». Ahora es uno más de esos jóvenes que sueña con el día en que pise otra tierra, el día en que sus derechos sean respetados y pueda hacer todo lo que aquí no puede.

«Muchas personas nos hemos cansado de luchar, de dar la guerra desde nuestra trinchera sin ver resultados», dice Yhoger con trazos de desesperanza en su voz. Lamenta que, a pesar de que tiene toda la vida por delante y está a meses de ser un profesional de la comunicación, sus oportunidades laborales son limitadas, y las pocas que puede conseguir no satisfarán las necesidades básicas que necesita cubrir. Su idea de ser un periodista y trabajar por el país se ha difuminado, y en su lugar la búsqueda de una vida segura ha tomado su lugar.

A sus 23 años, Yhoger no ha podido comprar carros, terrenos y casas como sus padres a su edad ya lo habían hecho. Su papá a los 19 años pudo comprar dos terrenos que más tarde le permitieron adquirir su primer carro, explica él, resaltando la facilidad con que su padre lo logró y lo imposible que ello resulta en la actualidad. «Ya por los menos mis padres vivieron y tuvieron su etapa, y ahora viene la nuestra. Es bastante difícil aceptar que nuestro futuro está truncado por un sistema político».

Sus padres le cuentan como de jóvenes solían salir con unos pocos billetes que les alcanzaban para comer, disfrutar y comprar toda la ropa y cosas que se les antojaran, sin que el gasto hiciera mella en sus bolsillos, «cosa que yo no puedo hacer», añade resignado. Sin embargo, si él hubiese vivido en la Venezuela de sus padres, no cree que habría gastado el dinero en eso. «A mi me hubiese gustado tener dinero para poder viajar, pero no lo he podido hacer».

El consejo que da a sus amigos, y el que espera seguir pronto, es emigrar. «No me he ido no porqué no quiera, porque las ganas están, sino porque no hay economía, porque no tengo sustento y es difícil irse como aventurero». Es por eso que sus resoluciones del 2017 ya no se enfocan en ayudar a salvar a Venezuela desde el periodismo. Ahora, él se puso a sí mismo primero. «Ese es mi plan de este año, ahorrar y buscar dinero, terminar mis estudios y poder emigrar».

Diferentes a la mayoría de jóvenes venezolanos, unos pocos están obligados a permanecer en Venezuela, exactamente tras las barras de una prisión, por haber continuado creyendo en el futuro que muchos han olvidado, o se han resignado a perder. Al menos 27 jóvenes se encuentran privados de libertad por causas políticas, denunció otra joven, Ana Karina García, quien funge como activista del Comité de Liberación de Voluntad Popular. Según ella, estos 27 muchachos están hoy, 12 de febrero –día de la juventud–, encarcelados por haber defendido los mismos ideales, la libertad y la independencia, que los jóvenes de 1814 defendieron un día como este.

Los que están por irse y los que se fueron

Orlando Zamora es un periodista de 27 años, todavía no ha tomado el vuelo en Maiquetía que lo lleve fuera de Venezuela, pero está en proceso. Orlando como miles de jóvenes nacidos en la tierra de Bolívar planea salir casi corriendo de la tragedia de país que se ha convertido su terruño. Al igual que sus contemporáneos siente que el oxigeno se le está acabando, que esa compuerta llamada libertad y calidad de vida se cierra poco a poco, como a Indiana Jones cuando escapa del Templo de La Perdición no quiere que la roca gigante rodante lo golpee o que el muro de concreto caiga y no le de tiempo de recoger su sombrero.

A Orlando le ha tocado lo mismo que a miles en el pasado reciente, correr de aquí para allá de Registro a un Ministerio en busca de un expediente, volver al lugar donde estudió para solicitar notas certificadas y pensum académico, llevarlos a que los legalicen y luego apostillen, todo un proceso largo y burocrático que ha pasado a ser parte de la cotidianidad de la juventud venezolana.

Lo normal por estos días es ver a personas regularmente menores de 30 años con títulos, pergaminos y carpetas deambulando por las oficinas del Ministerio de Educación Superior y del de Relaciones Exteriores en el centro de Caracas. Las colas largas no solo se hacen frente a mercados, farmacias y panaderías, también a las puertas de instituciones del Estado. La pregunta que ronda en el ambiente es: ¿Para donde te vas? La incertidumbre está a la orden del día, pero también la convicción de que se está haciendo lo correcto. El “aquí no hay futuro” ya es el lema de esta generación castigada con 18 años de chavismo. “Tengo pensado irme a Argentina como la mayoría de los que emigran ahorita me atrevería a decir”, dijo Orlando. “La razón es bastante lógica, es el país cuyos tramites son más fáciles. Debido a que Venezuela pertenece al Mercosur, puedes viajar sin pasaporte para allá”, agregó.

“Comencé a arreglar mis papeles en noviembre del año pasado, en diciembre los introduje en el GTU, pero me perdieron el pensum y el programa de estudio, el oficial con quien traté no sé hizo responsable y me dijo que los sacara de nuevo”. A Orlando este percance, posiblemente habitual en las instituciones gubernamentales locales no le paralizó en su afán de irse. La cólera del principio se transformó en una fuerza abrumadora, esa que se desprende del comentario mundano. “Por estas vainas es que me debo ir”.

“Así que nuevamente los saque en enero y debo esperar por ellos. Conseguí cita para apostillar relativamente fácil para finales de marzo”.

Dichas citas se han convertido en una especie de migraña para muchos, debido a la cantidad de solicitudes, la insuficiente modalidad de atención ministerial, los días feriados que cada año inventa el gobierno y hasta el ahorro energético, el tiempo entre solicitarlas y asistir al ente puede ser de meses, cuestión que ha hecho frotar las manos de los nuevos ejecutivos públicos: los gestores.

“Son muchos los problemas burocráticos, para lograr salir legal debes tener puestas las pilas”, recomendó Orlando.

Orlando nunca ha ido a Argentina, pero su hermano está allá desde hace un año, lo que podría facilitarle la adaptación. La motivación de este joven para dar un paso tan importante en su vida no es diferente a la del resto. “Solo busco calidad de vida, en Venezuela es cuesta arriba ahorrar dinero, mucho menos independizarte”, arrojó. “En un punto como la profesión te sientes estancado porque no puedes seguir creciendo y la inseguridad es una preocupación diaria”.

Asegura que regresar a Venezuela en un futuro, cuando el río vuelva a su cauce (si es que eso sucede) no es un planteamiento vago y retórico. “Claro, nunca he descartado esa opción”.

Jorge siempre tuvo la vena de inmigrante en su cuerpo, pero la llegada de Nicolás Maduro al poder aceleró su deseo de salir de Venezuela.

Graduado hace un año de abogado en la Universidad Católica del Táchira, el oriundo de San Cristóbal vive desde hace ocho meses en Buenos Aires, representa la nueva generación de venezolanos autoexiliados, su misión de vida hoy en día es procurarse un futuro óptimo, objetivo que en su tierra natal es prácticamente imposible de conseguir.

“Desde más pequeño siempre quise salir del país, irme de intercambio o algo así, pero siempre lo vi como una manera de conocer y poder formarme por fuera. Ya en los últimos tres años de la universidad fue que confirmé que la única manera de poder crecer profesional y personalmente era saliendo del país”, dijo desde Argentina.

A Jorge le tenía perturbado desde hace rato el hecho de no poder adquirir un carro y mucho menos una vivienda, pero más que eso la imposibilidad de avanzar en su profesión.

“Es imposible pensar en que ejerciendo normalmente una carrera y sin trampas o vueltas pueda llegarse a tener comodidades normales como en cualquier lado del mundo. No caer en la maquinaria de la corrupción es imposible ya en el país, y así no puede hacerse un profesional íntegro”.

Jorge sabía que no iba a ser fácil la adaptación, entiende que en otra latitud no te están esperando con los brazos abiertos con una oferta laboral. Pero ante eso y la realidad de hacer cola para comprar comida, no conseguir medicamentos y ser presionado para sacar el Carnet de la Patria, prefirió montarse en un avión. Una decisión que han tomado miles de jóvenes venezolanos desde que el chavismo se instaló en Miraflores.

“A mi me ha ido bien. No trabajo en mi área pero tengo un buen empleo y un buen lugar para vivir. Al principio si cuesta un poco, estar nuevo y no conocer absolutamente nada ni a nadie, pero ya luego uno se va amoldando a la situación y puede conseguir buenos resultados. Lo más seguro es que no sean inmediatos, pero a la larga los proyectos se construyen con paciencia”.

A Jorge le costó llevar a cabo todos los trámites burocráticos para obtener un permiso laboral en el extranjero, desde ingresar a páginas webs con amplio tráfico en la madrugada hasta hacer una cola kilométrica en el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero lo más duro fue decir adiós en Maiquetía.

“Lo más difícil es despedirse de la familia, los amigos y la casa, pero eso es parte del proceso de crecer. El tema papeles se complicó, la página del Ministerio nunca cargaba para solicitar los antecedentes”, confesó.

Si bien los padres asumen regularmente la partida de sus hijos con tristeza, Jorge advierte que la situación país de alguna manera preparó a los suyos para el desenlace de hoy en día.

“En mi familia lo aceptaron muy bien realmente, ya varios primos se habían ido del país desde hace tiempo, primero a España y otros a Estados Unidos luego, así que ya en la casa sabían que era un paso necesario. Siempre estoy en contacto con ellos por WhatsApp y Skype, que es lo que deben hacer como al 80% de las familias venezolanas ahora”.

Jorge no ha tenido experiencias xenofóbicas en Argentina y tampoco cree que se presenten. “De rechazo nada. Este es un país de inmigrantes, mucha gente sabe que sus abuelos vinieron de otro lugar a establecerse acá, y la aceptación cultural es buena”. Dice que la mayoría siente curiosidad por conocer el fenómeno venezolano y algunos creen que lo informado en los medios de comunicación es una exageración.

“¿Está tan jodida Venezuela como dicen las noticias?, me preguntan en la calle. Trato siempre de responder eso con la mayor paciencia”.

Contrario a lo que podría pensar la mayoría de la gente acerca de un joven acabado de partir de un país con un futuro incierto, Jorge no solo aspira regresar para una eventual reconstrucción de la República, sino que desea iniciar esa recuperación desde ya. “El país no se va a arreglar cuando cambie el gobierno y la estructura que dejó. Mi idea no es regresar cuando todo mejore, sino ser parte del grupo de gente que quiere reconstruir al país desde mi área, poder representar a Venezuela mucho mejor que este gobierno, el cual realmente deja una mala imagen».

Los que se lleva la violencia

Además de los jóvenes que siguen en el país con la esperanza de forjar un futuro aquí, y de los que tiraron la toalla para tomar un avión que los sacara de la pesadilla revolucionaria, queda un grupo de venezolanos menores de 25 años de edad que, por decisión o por accidente, corren el riesgo de tener el peor de los destinos que puede ofrecer el país más violento del mundo: la muerte o la delincuencia.

Este grupo está expuesto cada 18 minutos a entrar en la nefasta estadística que lo puede convertir en uno de los 78 venezolanos que son asesinados cada día en el territorio gobernado por Nicolás Maduro. «La gran mayoría de las víctimas de la violencia en Venezuela son jóvenes. De las 28.479 muertes violentas del año 2016, nuestras estimaciones indican que 21.643 personas tenían menos de 35 años de edad, es decir, un 76% del total de fallecidos. En el año 2016  fallecieron 9.967 jóvenes menores de 21 años,  como resultado de la violencia. Fueron 27 fallecidos cada día del año. De ellos, 854 tenían menos de 15 años», dice un informe realizado por el Observatorio Venezolano de Violencia.

Según está organización, 40% de las víctimas de muertes violentes en 2016 (homicidios, resistencia a la autoridad y averiguación muerte) tenían menos de 19 años de edad. Algunas de estas víctimas forman parte de ese grupo que, por deseo o necesidad, permanece en el país trabajando, estudiando y abogando por un cambio.

Profesionales, estudiantes, prospectos del deporte, artistas han caído a manos de la delincuencia. Ya no están y todo lo que podían ofrecer a sus familias y al país -en la etapa más productiva de sus vidas- se lo llevó la violencia.

En su análisis el OVV agrega que: «Los jóvenes, además de ser el sector más vulnerable a ser víctima de la violencia, también son los más propensos a delinquir y convertirse en potenciales victimarios. Según nuestros registros de monitoreo de prensa, un 72% de los victimarios tiene menos de 35 años, y casi la mitad de este grupo posee entre 20 y 24 años, representando el 32%».

Hay un sector de jóvenes que eligen la vía de la violencia, estimulados por la idealización de la figura del «pran», y ven el camino de criminalidad como un alternativa de ascenso social. Pero también influyen otros factores. «Las dos grandes fuentes de integración de la juventud a la sociedad: la educación y el trabajo, se han visto debilitadas como mecanismos de esperanza en el futuro. Una parte importante de la juventud abandona el sistema escolar entre los 11 y los 15 años de edad, 2 de cada 5 jóvenes no asisten regularmente a un centro de educación», explica el documento del OVV.

La edad de incorporación de los niños venezolanos al mundo delictivo se ubica entre los 12 y 14 años de edad. A los 19 años muchos ya han pisado una cárcel y a los 25 años suman una lista de prisiones entre sus últimos sitios de residencia, además ya se han convertido «en una máquina de matar», según refiere el padre Alejandro Moreno en un reportaje publicado por el diario El Tiempo de Anzoátegui, en 2014.

Adicionalmente los que se encuentran en libertad, luego de haber cumplido una condena, ya han contraído nuevas deudas con la justicia: siguen presos en sus barrios, sin mucho que perder, porque están «solicitados» por algún delito. Saben, además, que su futuro es corto.

*Foto: ellugardedalia.blogspot.com

Casi 80% de las víctimas de la violencia en Venezuela son jóvenes

LA GRAN MAYORÍA DE LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA en Venezuela son jóvenes. De las 28.479 muertes violentas del año 2016,  21.643 personas tenían menos de 35 años de edad, es decir, un 76% del total de fallecidos, según estimaciones del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).

Al celebrar este año el Día de la Juventud, los equipos de investigación de las universidades nacionales que integran el OVV señalan en un informe que «los jóvenes de Venezuela no están muriendo por la Independencia de la Patria, como ocurrió en esa Batalla de La Victoria el 12 de febrero de 1814, sino en las calles y el transporte público, no por las guerras sino por la violencia cotidiana, víctimas del delito y la desprotección. Cada semana en Venezuela mueren más jóvenes víctimas de la violencia que los que fallecieron en la batalla que hoy se conmemora».

En el año 2016 fallecieron 9.967 jóvenes menores de 21 años, como resultado de la violencia. Fueron 27 fallecidos cada día del año. De ellos, 854 tenían menos de 15 años, esto significa 2 menores de 15 años asesinados cada día, indica el OVV.

La mayoría de esos jóvenes que tuvieron una muerte sin gloria son hombres: cerca de 9 de cada 10 víctimas son varones, y aunque ha aumentado la proporción de las mujeres, todavía es muy amplia la diferencia.

El OVV alerta que también que esos hombres jóvenes son además pobres. Si bien la criminalidad afecta a todos los sectores sociales, son los habitantes de los sectores populares del país quienes más padecen las muertes violentas; en contextos de pobreza, la vida del joven está siendo regulada y sometida por el miedo, la injusticia y el abuso. Una gran cantidad de estos jóvenes son también padres que han dejado a sus hijos huérfanos.

 

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Las dos grandes fuentes de integración de la juventud a la sociedad: la educación y el trabajo, se han visto debilitadas como mecanismos de esperanza en el futuro. Una parte importante de la juventud abandona el sistema escolar entre los 11 y los 15 años de edad, 2 de cada 5 jóvenes no asisten regularmente a un centro de educación, en el momento en que se necesitaría un mayor esfuerzo para que permanezcan estudiando, no sólo por los conocimientos y destrezas que adquirirán, sino por la integración social y normativa que les ofrecerá la escuela.

Y los jóvenes que salen del sistema escolar no logran integrarse al mercado de trabajo, no hay las oportunidades suficientes y las remuneraciones no resultan atractivas. El empleo formal ha sido destruido como un camino honorable y prometedor para la juventud. Esto nos coloca al frente de una importante cantidad de jóvenes, un 31%, que constituyen unos verdaderos “ni-ni”: ni trabajan ni estudian, y son, por lo tanto, el caldo de cultivo propicio para el reclutamiento criminal y para ser víctimas vulnerables de la violencia.

Los jóvenes, además de ser el sector más vulnerable a ser víctima de la violencia, también son los más propensos a delinquir y convertirse en potenciales victimarios. Según nuestros registros de monitoreo de prensa, un 72% de los victimarios tiene menos de 35 años, y casi la mitad de este grupo posee entre 20 y 24 años, representando el 32%.

El cambiante mundo contemporáneo ofrece muchos atractivos sociales y tecnológicos a la juventud, las aspiraciones para acceder a ellos y consumirlos se incrementan continuamente, pero el empobrecimiento generalizado en Venezuela hace que exista una brecha inmensa entre lo que se quiere y lo que se puede alcanzar. ¿Puede acaso un joven pensar que trabajando honestamente podrá alimentarse bien, pagarse sus estudios o comprarse una casa o un carro? Ante esos dilemas, aunque la mayoría de los jóvenes persiste en el estudio y el trabajo honrado, a unos los tienta ingresar al mundo del delito y a otros abandonar el país.

La acumulación de más de una década de muy altas tasas de homicidio está alterando la tradicional composición etaria y de sexo de la población. Al reducirse el número de hombres jóvenes se genera un impacto demográfico que afectará las condiciones del progreso y el desarrollo en el futuro del país.

 

 

Ministro Maldonado denuncia campaña para que juventud venezolana emigre

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Mervin Maldonado, ministro para la Juventud y el Deporte,  manifestó que la juventud de Venezuela debe asumir varios retos. Producir en pro de la economía del país es uno de ello, lo cual permitirá superar el modelo dependiente de los precios del petróleo.

Durante una entrevista en Televen y a propósito de celebrarse este domingo el Día de la Juventud, el ministro se refirió al aumento de la migración de los jóvenes en los últimos meses asegurando que es un fenómeno que aunque no escapa de la realidad mundial, en Venezuela puede estar influenciado por grandes campañas para que abandonen el país.

“El Gobierno le da la oportunidad a los jóvenes a través de las becas de que salgan a estudiar a otro país, unos vuelven y otros no, eso ya depende de los ideales de cada quien”.

El Gobierno está trabajando para darle a los jóvenes todas las condiciones para que no emigren y se queden en su patria”, lo que muchos consideran que no es así y es por ello que muchas familias venezolanas han tenido que despedir a sus hijos, alegando que no tiene calidad de vida aquí.

Maldonado explicó que en el país ha habido avances en todos los sectores y la juventud ha tenido participación en eso: “A los más jóvenes no hay que idealizarlos, hay que aprovecharlos al máximo para así continuar con los avances en sectores como salud, educación, trabajo, deporte y cultura”.

Finalmente, se refirió al ámbito político que gira en torno al proceso de diálogo el cual está paralizado y que a su juicio, “si no es diálogo, es violencia”. Para él, la mayoría de los venezolanos quiere dialogar para encontrar los solución a los problemas que atraviesa Venezuela, pero existe un sector que está pendiente de sus aspiraciones electorales: “Para terminar con las diferencias debe haber diálogo para que podamos llegar a puntos de encuentro”.

Un muerto y 24 heridos dejó accidente de autobús que transportaba a jóvenes a Caracas

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Un muerto y 24 heridos fue el saldo que dejó un accidente de un transporte colectivo que transportaba a personas desde el estado Anzoátegui a Caracas para los actos oficialistas del Día de la Juventud en Caracas este domingo 12 de febrero.

La víctima fue identificada como Rosa Vestalia Barrios de 61 años, quien pertenecía a la aldea universitaria Santeliz Peña de El Tigre.

El accideente se produjo entre las poblaciones de Río Chico y Caucagua en el estado Miranda.

La unidad, que salió el sábado hacia la capital, trasladaba una significativa cantidad de jóvenes pertenecientes al Municipio Simón Rodriguez del estado Anzoátegui, la mayoría estudiantes de la Misión Sucre.

Los heridos fueron trasladados al hospital de Caucagua.

Marcha de estudiantes de este domingo saldrá desde Chacao con destino incierto

estudiantes

 

Para honrar la memoria de Bassil Da Costa y Robert Redman, asesinados hace tres años durante las manifestaciones de 2014, el movimiento estudiantil conmemorará este domingo un nuevo aniversario del Día de la Juventud con una marcha

“No dejaremos que nos quiten el futuro” es una de las premisas de la caminata que comenzará en la calle Élice de Chacao a las 2:30 de la tarde. El resto del recorrido se anunciará el mismo día por razones de seguridad.

Se tiene previsto que al finalizar la marcha se celebre una misa en memoria de los jóvenes caídos.

El presidente de la Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, Daniel Ascanio, explicó que la movilización, más que una celebración, será una fecha para recordar a los caídos en la lucha por recuperar la democracia. “Los jóvenes de esta generación no tenemos nada qué festejar, pero sí muchos motivos para luchar. Además, vamos a enviar un mensaje a todos los venezolanos: los estudiantes seguiremos luchando por un mejor futuro, por un mejor país”, afirmó.

El consejero universitario de la Universidad Católica Andrés Bello, Santiago Acosta, dijo que los jóvenes también pedirán que se respeten los derechos establecidos en la Constitución.

“Mantenemos una posición firme en relación con la exigencia de elecciones en Venezuela, demandamos que se convoquen inmediatamente, el pueblo exige que se respete su derecho a elegir a sus gobernantes. Ya basta de abusos”, enfatizó Acosta.

Oficialistas para variar, también marchan

Por su parte, los estudiantes afectos al gobierno marcharán este domingo a partir de las nueve de la mañana desde la Plaza Morelos en Bellas Artes hasta el Palacio de Miraflores, donde esperan ser recibidos por el presidente de la República, Nicolás Maduro.

Se espera la asistencia de militantes del Psuv, del Movimiento Robert Serra y demás organizaciones populares.

 

Con información de El Nacional 

 

Diputada Bolívar: El joven venezolano es la primera víctima de la violencia

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La diputada Manuela Bolívar aseguró que en el Día de la Juventud los jóvenes venezolanos más que celebrar tienen que trabajar para tener un país diferente.

“Poco tiene que celebrar el joven venezolano cuando es la primera víctima de la violencia”, dijo Bolívar, quien detalló que los jóvenes entre 15 y 23 años son las principales víctimas del hampa.

Aseveró, además, que el joven es el primer afectado por el desempleo, lo que hace que el futuro se muestre incierto, «porque el hecho de comprar una casa y un carro es algo inalcanzable”.

“No hay motivo de celebración cuando se es víctima de la impunidad como el caso de Bassil Da Costa, Robert Redman, Geraldin Moreno y demás jóvenes que fueron asesinados por la represión de los cuerpos de seguridad del Estado o el hampa y cuyos casos siguen impunes”, destacó la diputada.

Asimismo, calificó de indignante “que el día de la juventud el Gobierno continúe sin reconocer su ineficacia y que el modelo de estos 16 años lo que le ha traído a los venezolanos ha sido miseria, muerte y desesperanza”.

Bolívar hizo un llamado a los jóvenes venezolanos a participar para lograr el cambio de Gobierno: “Mi llamado a los jóvenes es a participar en lo público, a organizarnos y comprometernos en cambiar este modelo para tener uno que sí funcione”.

Con información de Prensa Manuela Bolívar.