desorden archivos - Runrun

desorden

Carlos Blanco Ago 19, 2015 | Actualizado hace 9 años
El orden malandro por Carlos Blanco

violencia3

 

El colosal desastre actual, sin empuñadura por donde asirlo, da la impresión de ser un caos permanente, potenciado hasta la exasperación. Parece que el estado de bochinche supremo y de hiperestesia fuese algo incompatible con un cierto equilibrio. No es así. Bajo el imperio chavista, incluida esta etapa final marchita y ultracorrompida, se ha ido varias veces desde el orden al desorden y de nuevo al orden; de la estabilidad a la fragilidad, una y otra vez, y esto explica por qué ha estado a punto de melcocha varias veces y por qué se ha recompuesto otras tantas; sin que esto prejuzgue sobre lo que ha de venir.

A la mirada estrecha y adocenada, las rebeliones habidas en estos años han sido “aventuras” fallidas; sin tomar en cuenta –o desechando– que un cambio radical es posible cuando se pasa de un cierto orden a un desorden, de la armonía al caos. En el filo de ese tránsito los cambios radicales pueden –digo, pueden– tener lugar. Si no ocurren en ese momento, viene una nueva estabilidad aunque sea precaria.

El bachaqueo ilustra este vaivén. El desastre económico condujo a la escasez; la escasez a crecientes niveles de desesperación por las colas y las migraciones de un sitio a otro para conseguir lo inexistente; ese caos podía conducir, como ocurrió varias veces, a disrupciones violentas. Poco a poco se le sobrepuso un orden: desde el gobierno se inventaron variedades de racionamiento; y desde la sociedad civil la imposición de una nueva profesión, la del bachaqueo: un orden nuevo sobrepuesto al desorden de la escasez.

Así ocurre con la inseguridad. La desprofesionalización de las policías y la creación de los grupos paramilitares, así como el enaltecimiento del malandraje como tributo a la pobreza que supuestamente lo producía, generó el caos. Luego, los colectivos, la policía y los guardias nacionales coludidos instauraron un orden rojo en las calles que no combatía el crimen sino a la oposición. Se desataron los asesinatos al por mayor. El gobierno intenta controlar el caos que ha generado en 16 años, pero lo que emerge es un caos mayor en el cual muchos colectivos, malandros, pranes y policías no pertenecen a bandos opuestos sino que son parte de la misma úlcera que deshace el tejido social. Germina un orden instaurado por el crimen en barrios, prisiones y pueblos del país.

El Orden Malandro no está destinado a durar. Vendrá una nueva crisis. No es cierto que los ciudadanos no volverán a salir a la protesta; lo hacen a diario y en una de esas idas y venidas se producirá el tsunami y la salida del régimen.

 

@carlosblancog

El Nacional

Crónica del caos y la improvisación por Marcelino Bisbal

Panamericana

 

En astrofísica se ha desarrollado una teoría que se ha dado en llamar “teoría del caos”, la cual ha originado todo un estudio acerca de las irregularidades y el desorden en que se encuentra el universo como parte de la realidad. En la naturaleza, por supuesto que en la vida como un todo, existen irregularidades y fenómenos complejos que hacen que nuestra percepción de las cosas resulte inacabada, por decir lo menos. En tal sentido, se ha configurado una disciplina que propone estudiar la existencia desde un nuevo modo que consiste en aceptar al mundo tal cual es y tal cual se nos presenta.

Desde la Caología, así se le llama al estudio del caos, el mundo visto como sistema es caótico, flexible y no lineal y está impregnado de caos ordenado. Conceptos como la no linealidad, el efecto mariposa y la complejidad de la vida y su conocimiento constituyen categorías, mejor paradigmas, para entender y explicar el orden como un desorden armonioso. La película El efecto mariposa escrita y dirigida por Eric Bress es una buena muestra del intento de explicar, en imágenes, lo que nos plantea esta teoría: “El aleteo de una simple mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.

Carlos Monsiváis en un excelente libro de crónicas, Los rituales del caos, nos dice que en este se inicia el perfeccionamiento del orden. Si esto en algún momento, en relación directa con el universo-mundo, fue y pareciera ser cierto,  en la realidad venezolana ha dejado de serlo. ¿Se puede extrapolar la teoría del caos para explicar nuestro caos? ¿Podemos aceptar nuestro desorden, nuestro caos tal como se da, renunciando a la ilusión de un mejor país como realizable y previsible?

En estos diecisiete años del gobierno, primero con Chávez y ahora con Maduro, la vida del país se ha convertido en un “feroz desorden”. Desde el poder se ha venido imponiendo la raíz de ese desorden, de la improvisación y de la incapacidad llevada a extremos inimaginables: proyectos que han ido y venido; políticas públicas que se contradicen entre sí; planes que no atienden al mínimo sentido común; la improvisación como método para atender las urgencias; los operativos que confluyen en las llamadas misiones llenas de voluntarismo pero de mucha incapacidad para atender las realidades; la creación de nuevos poderes públicos como intento de refundar al país; la ideología como instrumento para explicarlo todo y polarizar, incluso para producir exclusiones y marcar diferencias… En fin, esos rituales marcados políticamente han servido para mostrarnos el fracaso rotundo del régimen. Otra vez el mexicano Monsiváis acude para que intentemos entender: “El desorden se aquieta, las multitudes admiten las disciplinas del pasmo, y tiene lugar la mezcla perfecta de imposición autocrática y nivelación democrática”.

La antropóloga Paola Vásquez nos ofrece una gran investigación para que podamos explicarnos la tragedia de 1999, en el momento mismo en que Hugo Chávez salía triunfante por la aprobación de la nueva Constitución, cuando se dio el llamado deslave por las copiosas lluvias que se precipitaron desde el 11 de diciembre. Aquello fue nombrado por los medios y el discurso presidencial como “La tragedia”. El estudio se tituló Poder y catástrofe. Venezuela bajo la tragedia de 1999 (Editorial Taurus, 1999). En la investigación la antropóloga demuestra, entre muchos aspectos, “la manera en que se atribuyen y distribuyen las responsabilidades en las instituciones del Estado” y “la justificación política de la militarización”.

Desde ese trabajo pudiéramos entender lo ocurrido la semana que ha transcurrido en la carretera Panamericana. Estas son las imágenes vistas:

–Jueves 23 de julio. A la altura del kilómetro 4. Un grupo de familias portaban una pancarta: “Presidente Nicolás Maduro, nosotros lo apoyamos con el voto. Están montados ahí gracias a nosotros. Pedimos su ayuda”.

–Viernes 24 de julio. Funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, del Servicio Bolivariano de Inteligencia, de la Guardia Nacional Bolivariana y gran cantidad de maquinaria pesada se hacen presentes para proceder al desalojo. No hay paso hacia Caracas. Los vecinos del lugar, El Cují, manifiestan por la acción llevada a cabo y se niegan a ir a los refugios. Desde el poder se les llama “ocupantes ilegales”. El operativo responde a la Operación Liberación del Pueblo que adelanta el Ministerio de Interior y Justicia. Estábamos celebrando 448 años de la fundación de Caracas, además del natalicio de Simón Bolívar.

–Sábado 25 de julio. Sigue cerrada la carretera Panamericana. Despliegue del Ejército, Infantería de Marina, GNB, PNB, Sebin… Camiones militares, tanquetas antimotines… Habitantes del lugar y desalojados observan impasibles la escena. No pueden hacer nada, sino mirar cómo las paredes y techos de sus viviendas son destrozadas y ruedan por la montaña. La gente no renuncia a su espacio, no tienen otro sitio adonde ir, y en rigor, no quieren ir a otro sitio.

Aludamos ahora a un intento de comprender:

–Estos “ocupantes ilegales” están en el lugar desde hace seis años.  Se instalan allí con apoyo de las autoridades. Se les hizo vías de acceso, escalinatas, terrazas… Las autoridades estaban al tanto del surgimiento de ese barrio. Se les dejó construir viviendas bien edificadas. Hasta tenían legalizado su consejo comunal, Emmanuel.

–Algunos testimonios de los desalojados: “Esto nos agarró por sorpresa a todos los vecinos, pues somos una comunidad organizada como lo establece la Constitución. Nos parece muy extraño la medida, venga de donde venga, no sabemos quién la tomó”.  Otro habitante: “Nunca se sentaron a conversar con nosotros. Aquí hay muchos niños… A las mujeres nos han agredido y se las llevaron presas por defender lo que es nuestro”.  Uno más: “Se están llevando a las familias engañadas y luego la GNB dice que no les sale refugio porque nos califican de invasores”.

–La voz oficial. La del ministro del Interior, Justicia y Paz: “Estos despliegues, apegados a las leyes, son para la protección de los ciudadanos. Este es un trabajo pueblo-pueblo; pueblo-soldado, contra las bandas criminales que atentan contra la paz, el amor y la fe”. También se ha dicho que los terrenos serán utilizados para el proyecto de construcción del Parque Hugo Chávez Frías.

¿Por qué ese ensañamiento? ¿Por qué se les dejó invadir unos terrenos? ¿Por qué se les ayudó y aupó desde instancias gubernamentales? ¿Qué ocurrió ahora para llevar a cabo tal operativo militarizado? ¿Por qué se aludió a temas como la seguridad, la protección, la reubicación? ¿Por qué?

Cualquier explicación resulta incierta. Lo que sí está claro es que la teoría del caos no funciona para explicarnos y descifrarnos este des-orden militarizado que nos gobierna a los venezolanos. Estas escenas que se dieron en la carretera Panamericana y las que se darán en los meses y días siguientes, nos están hablando de aquello que nos dice la canción de Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos que recordar que no existe eternidad”.

 

El Nacional