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Carolyn Rodriguez-Birkett

Editorial de El Nacional: Guyana muestra los dientes

guyanamapa

 

El trato que nuestro gobierno dispensa a la República Cooperativa de Guyana se ha convertido, con el tiempo, en un muy liberal dejar hacer y dejar pasar que los guyaneses han aprovechado para irse por la guardarraya y autorizar operaciones de exploración petrolífera en la zona que Venezuela reclama como suya, y que es objeto de un contencioso mal manejado desde la Casa Amarilla, la cual en un “tarde piaste pajarito” expresó su oposición a tales actividades, pues las mismas se practicarían en aguas pertenecientes al territorio disputado.

La reacción no se hizo esperar y el 2 de marzo –aprovechando el creciente desprestigio de Maduro, las evidentes contradicciones en el seno de la FANB y el agotamiento de un canallesco nacionalismo fundado en la idea de que es insustancial que no haya esto o lo otro mientras tengamos patria–,  en Georgetown se pusieron duros e hicieron saber, por boca de su canciller, Carolyn Rodríguez-Birkett, que “han solicitado al gobierno de Venezuela que desista de tomar cualquier acción que solo podría resultar en obstaculizar el desarrollo de Guyana y su pueblo y que estaría en incumplimiento del derecho internacional”.

Que el país limítrofe está sacando partido de la caída en picada de la influencia regional del chavismo sin Chávez, lo pone de manifiesto el que Guyana haya informado a la Comunidad del Caribe (Caricom), Unasur, la OEA, la Mancomunidad de Naciones y la Secretaría General de Naciones Unidas sobre la petición venezolana.

La administración socialista, que no vacila en exigir, de modo impertinente, explicaciones a los gobiernos democráticos sobre  noticias difundidas en los medios de sus países, pareciera trastabillar ante las presiones del país limítrofe. Frente a una conducta que podrá catalogarse como agresiva, e incluso hostil, Maduro, sus asesores y sus miniburócratas han optado por un fofo accionar que, a juicio del  ex director de la Unidad Especial de Guyana de la Cancillería se debe a la “politización” del diferendo territorial, cuyo tratamiento, estima, requiere una política de Estado consensuada”. Tiene en ello mucha razón el almirante (r) Elías Daniels, porque si se hubiese transitado por esa vía, informando oportunamente a la opinión pública, sin excluir a ningún sector de la sociedad, nuestro vecino se lo pensaría dos veces antes de mostrar los dientes.

Y no solo se trata de un proceso de politización del reclamo, sino, sobre todo, de dogmática ideologización que opera a nivel de una burocracia que no sabe cómo reaccionar cuando se presentan situaciones en las que la solidaridad revolucionaria y el internacionalismo proletario no conjugan en absoluto con los intereses nacionales.

De allí tanta dejadez y tanto perder tiempo. De allí, también, que proceda de la forma que lo ha hecho el vecino, pues no se definieron en su momento los alcances de la querella sobre la cuestión petrolera ni se le puso el necesario “parao” cuando clavaron una pica en el Esequibo para seguir robando territorio.

El Esequibo y la Corte Internacional de Justicia por Milos Alcalay

Guyana

 

Uno de los grandes logros de la Diplomacia Venezolana en relación a la histórica  controversia territorial sobre el Esequibo fue alcanzado durante la etapa democrática, gracias a la suscripción del Acuerdo de Ginebra de 1966 que es el  instrumento jurídico vigente entre las partes para resolver pacíficamente el diferendo.

Por ello la opinión pública venezolana quedó indignada con las declaraciones del día 22 de diciembre en las que la Canciller de Guyana Carolyn Rodriguez-Birkett afirmó: “Han pasado más de 20 años desde el proceso de buenos oficios (1989). Si en dos décadas no se tienen resultados, hay que revisar otras opciones“, para concluir que su Gobierno ya ha solicitado la asesoría de expertos y mencionó poder recurrir ante la Corte Internacional de Justicia.

De inmediato la Mesa de la Unidad Democrática emitió el 24 de Diciembre una Declaración categórica en la que le exige al Gobierno del Presidente Maduro que se pronuncie de inmediato para repudiar estas declaraciones inamistosas que violan el Acuerdo de Ginebra que establece la necesidad de que sea entre los dos países que se determinen los mecanismos de solución pacifica definidos en el Acuerdo, y se rechacen las medidas unilaterales por parte de Georgetown, ya que deben agotarse los otros métodos previstos en el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas acordadas conjuntamente por los dos países.

Pero es que además del Esequibo, Guyana ha adoptado últimamente medidas que ponen en peligro la soberanía venezolana de la fachada Atlántica frente a las costas del Delta Amacuro, cercenándose centenares de miles de kilómetros de áreas marinas y submarinas.

Es necesario reconocer que por primera vez en mucho tiempo, vimos una Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores que recoge algunos de los planteamientos hechos por la MUD. A pesar de que es un primer paso que transforma la negligencia y abandono que  la Cancillería Venezolana ha asumido en los últimos años al ideologizar el tema de la justa reclamación venezolana, atribuyéndola a “presiones del imperialismo” y no a la justa reivindicación Venezolana que se adelanta desde finales del Siglo XIX,  creemos que no basta con una simple declaración, sino que es necesario que el Gobierno actúe, y para ello debe convocar a los dirigentes venezolanos y a los conocedores del tema para realizar una amplia consulta en la defensa de los intereses de la Patria en la que participen expertos, académicos, historiadores, diplomáticos, parlamentarios, dirigentes de los partidos políticos, medios de comunicación y de esa manera, entre los diversos responsables del país, se pueda fijar una solida posición de Estado. Si no, terminaremos obligados a aceptar la decisión de Guyana de ir obligados al Tribunal Internacional de Justicia, lo que sería muy riesgoso para el país.

 

@milosalcalay