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Antonio José Monagas

De empresario a embrollador de oficio
Un ‘empresario’ a quien el poder político sedujo horriblemente pareciera desconocer la historia contemporánea vivida por el desarrollo empresarial nacional

 

@ajmonagas

A veces las situaciones deprimen. Aunque se dice que la dignidad “no tiene precio”, esta dejó de tener razón para algunas personas. Para muchos, la dignidad tiene el precio determinado por circunstancias que exceden al honor. Tristemente, es el problema que ha trastornado la realidad política de nuestro patio.

Es cuando el individuo deja seducirse por la presunción y la arrogancia que puede brindarle una transitoria postura de poder. No comprende que está tirando la dignidad por el más cercano basurero. No advierte que esto lo condena a vivir en un oscuro agujero colmado de repudio y humillación.

Este exordio va a propósito de la vicisitud que atraviesan quienes se precian de ser importantes figuras de la política, del mundo militar y “empresarial”. O que alardean de serlo. No comprendieron lo que es el orgullo de estar investidos de dignidad. Vale aludir al caso de “empresarios” que se han visto tragados por la codicia.

Un concepto incomprendido

Sigue pensándose equivocadamente que el empresario es cualquier capitalista activo decidido a formalizar una organización a partir de algún proceso de producción o de servicios. Quien así lo presume, tiene ante sí una crasa confusión que lo hace desdibujar el mundo al cual se debe.

Ser empresario es más que tener el capital necesario para crear empresas. Es comprender debidamente la responsabilidad que lo compromete a aportar su contribución social al desarrollo económico de la realidad correspondiente. Y para ello se requiere conocimiento, pues no es una aventura de ocasión.

Ningún país se moviliza solo por efecto de la dinámica económica. Es necesaria, pero no suficiente. A decir del discurso e ideas de algunos dirigentes del gremio empresarial, el objetivo de dinamizar las realidades se centra en la economía. Creen que una negociación revestida de poder político, vale por encima de otra. Y así no funcionan las cosas.

¿Et tu, Fedecámaras?

¿Et tu, Fedecámaras?

El meollo del problema. Caso Venezuela

Justo en la situación arriba referida, radican los problemas que afectan el país. En el caso Venezuela, por ejemplo, no es solo una crisis de dominación la que ha generado las conmociones que vive la sociedad. También, es una crisis de acumulación (a la inversa). Y ocurre desde hace varias décadas. Igualmente, Venezuela padece otras crisis que sumadas dan cuenta de cuán atrapado está en el ojo de un remolino. O de un huracán de arbitrariedades causado por decisiones tomadas por individuos sin dignidad alguna. Sin respeto por sí mismos. Menos por el país.

Esto no es nuevo. Una parte del mismo recae sobre personas para quienes la dignidad es opcional. O sea, definida por intereses exhibidos cuando las coyunturas lo permiten. Y de las mismas se aprovechan estos aventureros para aparentar de lo que carecen. En ese compartimiento estanco integrado a las realidades vigentes, se hallan politiqueros, empresarios, militares, policías, aduladores, oportunistas… Y pare de contar…

A contrario sensu

Para destacar la inversión de valores a la que ha incitado estos problemas, los párrafos siguientes quieren dar cuenta de lo que dichas realidades esconden. Razón para acudir en la búsqueda del problema por la vía de la razón contraria.

Es lo que esta disertación busca al intitular: “de empresario a embrollador de oficio”. Específicamente destaca el caso de “empresarios” que tergiversaron el objetivo que las responsabilidades demandan. Pero se desligaron de las mismas, para jugar al “gato y al ratón”. Tal como en efecto lo retratan los casos siguientes:

El primer caso, deja ver un “empresario” a quien el poder político lo sedujo horriblemente. Tanto, que pareciera desconocer la historia contemporánea vivida por el desarrollo empresarial nacional en el curso de un camino figurado por arrebatos y expoliaciones de la propiedad privada. Propiedad representada por empresas creadas a pulso y constancia. La invitación a presumir de funcionario a la orden del poder político, lo apartaría solapadamente de su anterior rol de adversario político para encajar en una zona política de plácida comodidad.

El segundo caso destapa la situación de otro “empresario” que parece despintar la simbología que exalta el compromiso que hay en la aspiración de vida trazada por el concepto de empresa. No entendió que actuar como censurador, acusador o embrollador de oficio a favor de un régimen político que ha actuado oprobiosamente en perjuicio del trabajador, no es otra cosa que opacar el brillo que ha iluminado el esfuerzo alcanzado de muchos con sudor del bueno.

Al cierre

Sendos ejemplos son demostrativos de carencias de valores fundamentales. O quizás, de un sistema de valores sin aliento. Que solo se nutre de la concepción funcional y utilitaria del individuo. O sea, aquella pautada a instancia de las realidades vigentes impuestas por un sistema político que sacrifica humanismo en aras de convertir el ciclo del dinero en el valor central de la forma presente de “socialismo”.

El manido progreso ofrecido políticamente, ha permitido que las realidades enmarañen la conciencia necesaria para hacer que el individuo se desengañe. Y así, situarlo en el camino de las libertades y los derechos. Pues lo contrario es situarlo en la ruta del deshonor. Más, de ofrecerse la «oportunidad política» para saltar de empresario a embrollador de oficio.

Empresarios y política

Empresarios y política

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Soberanía, ¿dónde te escondieron?
En nombre de la Constitución el presidencialismo desplaza toda entidad política que intente superponerse al poder centralizado

 

@ajmonagas

El contexto jurídico-político otorga al concepto de «soberanía» su valor semántico y su relevancia discursiva en la narrativa política.

Toda ley se refiere a la soberanía como poder supremo, expresión de dominio político que legitima su condición como «poder de derecho». En cada Constitución nacional, se establece el sistema político democrático y la presencia del concepto de «soberanía».

El texto constitucional autoriza el ejercicio de una autoridad suprema a través del término «soberanía», el cual se utiliza para alcanzar los objetivos del poder gubernamental en momentos críticos de la sociedad política.

Por ejemplo, en la Constitución venezolana, al igual que en otras, el término «soberanía» se menciona repetidamente al fundamentar el Estado democrático y social de derecho y de justicia.

La soberanía en la Constitución venezolana

El texto constitucional venezolano afirma que la «soberanía» es un derecho irrenunciable de la Nación (Art. 1), reside intransferiblemente en el pueblo (Artículo 5), y los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y están sometidos a ella (Ídem).

No obstante, el texto constitucional limita el ámbito de acción de la «soberanía», restringiéndola a procesos electorales en lo político y ciertas funciones de contraloría en lo social y económico.

Más adelante, el artículo 73 constitucional, cuestiona su valor cuando para legitimar su potestad en medio de su praxis política, dictamina que el ejercicio de su injerencia debe consultarse mediante referéndum aprobado para ello. Por ello, se le supedita a la actividad “(…) de instrumentos fundamentales para el desarrollo económico, social y político del país (…)”.

En el tránsito de distintos preceptos, la “soberanía” empieza a diluirse en su potestad como principio fundamental constitucional. Comienza a aparecer ligada a lo cultural y lo territorial. Véase esto en el artículo 130 constitucional. Por otro lado, el artículo 152 la compromete en el plano de las relaciones internacionales. El artículo 156, confunde el concepto de “soberanía”, tal como reza el inicio del texto constitucional, con la potestad del Estado para velar por la vigilancia fronteriza. El artículo 232, la concibe aparejada con el territorio y la defensa de la República.

El texto constitucional también menciona la necesidad de fortalecer la «soberanía económica», aunque sin ofrecer una explicación clara al respecto. De inmediato, le cambia su esencia como razón política. En el artículo 323, aparece supeditada al Consejo de Defensa de la Nación. El 328, hace suyo el concepto de “soberanía” subordinándola para así “(…) asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar”. Ahora su naturaleza aparece militarizada.

Soberana crisis de identidad

Un análisis permite inferir que lo expuesto solo es un simple relleno de tinte demagógico. Pues las competencias de los órganos de la estructura pública Nacional concentran el poder público. En nombre de la Constitución el presidencialismo desplaza toda entidad política que intente superponerse al poder centralizado, revelando una concentración de atribuciones que deberían corresponder al ejercicio de la «soberanía».

El poder que supuestamente reposa en la «soberanía popular» es claramente usurpado, ya que el texto constitucional muestra que ese poder se encuentra en las atribuciones de la Administración Pública.

De manera que, según lo expuesto, en tales atribuciones se concentra el denominado “Poder Público”. Por tanto, a modo de disfrazar la concentración del poder, el texto constitucional plantea -sin contundencia alguna- que los ciudadanos tienen el derecho de ser informados por la Administración Pública sobre “(…) el estado de las actuaciones en que estén interesados (…)” (Artículo 143) precepto este que no se cumple ni se acata.

Pero para seguir escurriendo la significación del concepto de “soberanía”, los preceptos constitucionales destacan la imparcialidad del funcionario como razón de ecuanimidad en el trato político hacia el ciudadano. Aunque nada de ello es cierto. La opresión del sistema político nacional, propia del autoritarismo hegemónico, reduce la “soberanía nacional” a la mínima expresión.

La comprime al ámbito electoral, después de exaltarla pues al presidencialismo despótico no le conviene dejarla a la voluntad de la mayoría. La democracia de la cual hace alarde el autoritarismo, no se sujeta a ningún Estado de derecho. Menos a un concepto de “soberanía” que encarna derechos y libertades.

No cabe duda de que la “soberanía” atraviesa la crisis de su identidad por las contradicciones que le endilga e imposta un sistema jurídico-político abusador, opresor y usurpador. Razón esta para preguntar: “soberanía” ¿dónde te escondieron?

Soberanía sin parné

Soberanía sin parné

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Antonio José Monagas Jul 15, 2023 | Actualizado hace 2 meses
La UCV encendió una luz
Los criterios de una estructura gubernamental corrupta no pudieron estropear un proceso en el cual la UCV se dispuso a “vencer las sombras»

 

@ajmonagas

Alain Peyrefitte asintió que “no se puede mirar el fondo de la actualidad, sin mirar antes el fondo de la historia”. Por eso, esta disertación busca revivir la palabra escrita, apegada al “sueño encendido de Vargas” cuando destacaba que en la Universidad Central de Venezuela se encendió la luz. Esta vez se hizo con el proceso electoral cumplido.

Al distinguir tan ejemplar evento en la brevedad de estas líneas, despunta el sentimiento ucevista. Particularmente, al resaltar que su claustro hizo ver que lo alcanzado fue propio de la “Casa que vence las sombras”.

La UCV volvió a lucir su “traje de moza” al adornarse “con brisa de mar”. Al asomar estas frases enroladas en el canto del himno universitario, se abren los caminos para que el resto de las universidades autónomas, críticas y públicas, emulen el ejemplo de la primera casa de estudios superiores cimentada sobre la “tierra de gracia”.

Algo de historia universitaria

La cita de Peyrefitte valida la necesidad de acudir a la historia para entender las dificultades que siempre han asediado la Universidad autónoma. La autonomía académica-universitaria precisa de la libertad necesaria para construir conocimientos y arraigar saberes con la amplitud que compromete el proceso enseñanza-aprendizaje. Esa necesidad exige una organización que garantice la funcionalidad de una institución acorde con los cambios que operan en ella.

Por tan importantes razones, la historia de la Universidad, en todas las situaciones donde ha buscado actuar como palanca del desarrollo de urbes ávidas de crear, divulgar y cultivar saberes y conocimientos, da cuenta de cómo ha sido apaleada por regímenes disfrazados de sistemas políticos demócratas.

Las primeras universidades aparecidas en la palestra pública no escaparon de ser víctimas de gobiernos cercados por el egoísmo y la envidia. Resentimientos causados al ver cómo entre maestros y estudiantes descorrían las cortinas de escenarios falseados. O espacios donde se encubrían realidades en perjuicio de las verdades que comenzaron a develar el estudio de las ciencias, las tecnologías, las artes y las humanidades.

Esas realidades reconocieron la necesidad de renovar los cuadros de maestros responsables de coordinar, organizar, supervisar y evaluar el funcionamiento universitario. Sobre todo, al momento de determinar cambios que influían en las guías pedagógicas y didácticas que fijaban el orden seguido por los procesos enseñanza-aprendizaje.

Asimismo, al advertir la competitividad que comenzaba a darse entre universidades. Ello obligó a pautar cambios cuya potestad de inducirlos y acometerlos, quedaba bajo la responsabilidad de quienes eran seleccionados para decidirlos.

Fue así como la historia de la Universidad recorrió parajes que describen cómo ellas comenzaron a reconocer la necesidad de cambios que comprometían nuevas directrices organizacionales, administrativas y ejecutivas. Así el tiempo, justificó la necesidad de remozar los cuadros directivos académicos.

Quizás los hechos que incidieron con mayor fuerza en reconocer la inminencia de cambiar a quienes dirigían y motivaban la dinámica académica, fueron los acontecidos en el seno de universidades inglesas y francesas. Luego, las universidades norteamericanas. Aunque la renovación de las respectivas autoridades, en principio fueron competencia de la autoridad política o eclesiástica que tuviera mayor injerencia a lo interno de la universidad.

No fue sino hasta 1918 en Córdoba, Argentina, donde se forjó la reforma que configuró un nuevo ordenamiento del ejercicio universitario. Así se adoptó la institucionalidad democrática como criterio electoral universitario. Los intereses políticos movilizaron a estudiantes, empleados, obreros y profesores. Ello obligó a considerar propuestas importantes que le valieron a la Universidad latinoamericana acogerse a lo que en esencia inspiraba el concepto de autonomía.

Revalidación de la autonomía universitaria

Luego de trascender por un largo período oscuro que afectó la Universidad venezolana, la inercia de una dinámica política cultivada bajo las sombras del autoritarismo socialista en lo que ha corrido del siglo XXI, provocó las reacciones necesarias que activaron protestas y avivaron decisiones que no tuvieron vuelta atrás.

No fue fácil para la UCV lograr la convocatoria de sus elecciones de autoridades y gobierno universitario. Ello demandó un esfuerzo importante. Su costo estrujó procesos de distinta índole. Incluso, problemas de diferente factura. Pero la disposición y voluntad de validar la autonomía, como la describe la Constitución de la República en cuanto a “principio y jerarquía”, se hizo conciencia en cada miembro de la comunidad universitaria.

Los criterios de una estructura gubernamental corrupta, no pudieron estropear el llamado universitario a consolidar una Universidad Central de Venezuela que le devolvió la fisonomía de ser la “Casa que vence las sombras”.

Asimismo, la próxima reconstrucción de procesos de enseñanza-aprendizaje que bien compaginarán las exigencias de un mundo convulsionado por realidades definidas ante nuevas fuentes y expresiones del poder político y económico, con los recursos a partir de los cuales se edificará una ciudadanía capaz de potenciar el conocimiento adquirido académicamente. En función del desarrollo y bienestar de las comunidades donde cada profesional universitario circunscribe sus proyectos de vida.

En virtud de lo prescrito por la dinámica universitaria encausada por el proceso eleccionario recién vivido y convertido en fuente de inspiración para lo que deberá ser la transformación de las estructuras económicas y sociales nacionales, apegadas a un remozado Estado democrático y social de derecho y de justicia, vale gritar a los cuatro vientos que la UCV encendió una luz.

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La incertidumbre en medio de la nada
Los mercenarios del grupo Wagner pusieron en ascuas a la opinión mundial y desnudaron la fragilidad del autócrata ruso

 

@ajmonagas

Cuando el ejercicio de la política acusa indicios de confusión, las realidades se tornan peligrosamente complicadas. De difícil lectura. De enredada interpretación. Y lo más grave es que los problemas que de dichas situaciones derivan, raramente son fortuitos. Casi siempre son inducidos por gruesos intereses políticos a partir de los cuales se organizan cuantas operaciones son posibles.

Particularmente, aquellas que buscan conciliar decisiones con hechos de inmediato provecho y consabida beligerancia. O sea, operaciones que además de moldear ventanas de información enormemente demandadas, resultan ser de inmediata especulación mediática.

El caso Rusia vs. Wagner

Los eventos que pusieron en ascuas a la opinión mundial, sucedidos en el marco del conflicto que viene marcando Rusia al declararle la guerra a Ucrania, valiéndose de ejércitos mercenarios, resultan ser de sumo interés analítico desde la perspectiva política.

Aun cuando hay mucha información desconocida, el análisis que pudiera realizarse posibilita la construcción de conjeturas que, articuladas con observaciones recogidas por los medios de prensa y redes sociales en lo que va de confrontación bélica, podrían estructurar algunas visiones capaces de ilustrar la realidad con cierta certidumbre.     

La rebelión, insurrección, amotinamiento, golpe de Estado o conspiración, indistintamente de lo que en el fondo significó la acción adelantada por mercenarios del grupo privado paramilitar Wagner, expresó todo un misterio.

Pudiera asentirse que su intención fue desequilibrar y desnudar las coartadas que han justificado al régimen ruso en su macabra operación militar bélica contra Ucrania. Lo ocurrido dejó al descubierto la maldad que incita al militarismo ruso cada vez que se arroga la superioridad que se por su capacidad bélica. Asimismo, de la prepotencia que asoma toda vez que supone actuar según el legado del imperialismo exsoviético.

Sin duda que, en lo sucedido, el mercenario abanderado del grupo Wagner pretendió demostrar su inconformidad con las determinaciones del Kremlin. Sin embargo, a pesar de no haber coronado en su intento de desgarrarle las vestiduras al militarismo ruso tomando la sede suprema del poder, los hechos hicieron ver la fractura ocasionada a la estructura político-militar del Estado ruso. Hasta ahora nadie del alto gobierno ha declarado alguna razón que revierta la sensación de profunda herida que el aludido hecho dejó en la piel del cuestionado régimen.

Posibles inferencias

De esta teoría, es posible inferir ciertas hipótesis que podrían fraguar alguna idea de lo que sacudió la atención internacional durante las horas que duró tan patético evento:

  1. Todo hizo ver que el poder ruso está desbalanceado. Porque hay muchas manos metidas en todo ello. Como dice el refrán criollo: “muchas manos, ponen el caldo morado”. Cuanta más gente hay alrededor de una decisión, todo deriva en una desorganización difícil de restituir.
  2. De acuerdo a lo observado, todo pudo haber sido una escena de teatro con el fin de cubrir o solapar alguna grieta que afectaba la estructura de poder político en la cima del régimen.
  3. La excusa asumida por parte del grupo paramilitar Wagner fue de carácter coercitivo. Así, podía solventarse la enorme deuda acumulada del Kremlin a Wagner luego de advertir el incumplimiento de pago por el régimen ruso.
  4. Podría decirse que fue la forma más directa de provocar un inminente reacomodo en la estructura jerárquica del régimen ruso. A juicio de Wagner, el Kremlin debía frenar la desarticulación que venía advirtiéndose en medio de la maraña que afecta el mando político-militar frente a objetivos militares truncados por el engolosinamiento de poder.
  5. Por las desgracias que venían marcando las tribulaciones soportadas por el grupo Wagner, dado el desorden asumido para actuar con carácter militar en Ucrania.

¿Resultados positivos para Ucrania?

Los hechos acaecidos por la intención de asaltar Moscú, indistintamente de cualquiera de las razones pudieron considerarse, hacen ver que:

Todo fue un episodio que soliviantó a la opinión mundial al no tener idea alguna en torno a cómo podía evitarse el embate entre ambos bandos.

No hay duda de que el impacto de la noticia sirvió para contener otros tantos eventos, también de crudas consecuencias internacionales.

El desenlace de la maniobra del grupo Wagner hizo despertar gruesas sospechas de no poca monta política que afectan el envalentonamiento del Kremlin respecto de sus fuerzas militares.

De tan extraño evento, podría pensarse que, entre sus efectos, debería haber algunos resultados positivos para Ucrania. Más por cuanto el poderío militar ruso se prestó para tan deplorable espectáculo.

Los hechos observados dejaron ver que lidiar con la incertidumbre cuando está mal definida, es porque en el fondo se tienen problemas no bien estructurados. Ni porque idear estrategias para construir la viabilidad que requiere la resolución de los problemas, garantice ganarle la batalla a la incertidumbre. Es ahí cuando en el fragor de eventos como el acontecido en territorio ruso, está la incertidumbre en medio de la nada.

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Antonio José Monagas Jun 17, 2023 | Actualizado hace 2 meses
¿Vicios ocultos en la política?
El ser humano se realiza en la política. Arendt insiste en que “… siempre y cuando se beneficie de los mismos derechos que le son garantizados a los individuos más diversos y diferentes (…)”

 

@ajmonagas

De política, muchos hablan mal. Pero seguramente ninguna opinión elaborada, al amparo de la arbitrariedad, calza con la razón científica que sostiene su concepto. De política se ha escrito mucho. Desde Platón, hasta en la actualidad, cuando se ha redundado en análisis del concepto de “política” y sus implicaciones.

Para efectos de esta disertación, es pertinente partir de un concepto serio que permita hurgar en sus resquicios. Así será posible descubrir dónde y cómo se esconden los vicios que han desfigurado la comprensión de “política”.

El concepto elaborado por Hannah Arendt en su libro Qué es la política (Edit. Paidós, México, 2012) ayudaría en términos de lo que busca revisarse.

Política según Hannah Arendt

Arendt comienza refiriendo la “pluralidad”. La concibe como el ámbito que compromete al ser humano en aras de satisfacer sus intereses y necesidades. Así, justifica el sentido gregario del hombre. Por tanto, valida las acciones que conducen a la convivencia, la concordancia y coexistencia del ser humano.

En la explicación de Arendt, hay razones que justifican el sentido de la política al reconocerla como sustento de la pluralidad. Aunque su concepto no refiere las debilidades que comporta el hombre desde el individualismo que padece. Más, cuando busca saciar ambiciones o codicias. O conducirse por sus egoísmos o envidias.

Ese contexto sí lo exploró Adam Smith, uno de los mayores exponentes de la economía clásica. Fue así como logró formalizar el concepto de la “mano invisible”. Dio cuenta de los problemas que padece el ser humano al momento de compensar las carencias que restringen o condicionan la calidad de vida que naturalmente desea para sí.

Ciertamente, el ser humano se realiza en la política. Arendt insiste en que “(…) siempre y cuando se beneficie de los mismos derechos que le son garantizados a los individuos más diversos y diferentes (…)”. Esa disposición aceptada social y jurídicamente, asienta que “(…) la pluralidad de los hombres es creación de una condición que ellos mismos reconocen”.

El meollo del problema

El problema surge cuando se obvia la convivencia. O sea, “vivir en armonía con los demás”. Justo, ahí el concepto de política pierde la capacidad de conectar intereses y necesidades que, según Arendt, ocurre “(…) en el espacio intermedio a través del cual se desarrollan relaciones mutuas (…)”. Es decir, en el espacio intermedio donde adquiere razón la pluralidad humana. O sea, el terreno donde radica la diferencia entre seres humanos. En proyectos e ideas. En instinto, gusto, actitud, aptitud y pensamiento.

Lo mismo sucede cuando, en el ejercicio de la política, el individuo actúa según su modo de vida particular. Porque cada quien, se arroga -legítimamente- el derecho de hacerlo. Y eso es expresión de libertad.

Naturaleza del problema

El problema se suscita cuando cada persona se apega a lo que la individualidad propia o su humanidad le ordena. En los intersticios que hay en los espacios estructurados por la naturaleza humana, se hallan hendiduras capaces de encubrir perversiones que atentan contra la convivencia, la coexistencia y la concordancia. Más, sabiendo que la concordancia al abrirle el paso a los derechos que aplican o incluyen a otros, se cae por su propio peso.

Sin embargo, se tiene que a lo interno de esos espacios de los cuales nace la política, según Arendt, se esconden pérfidos vicios: la mala fe y la mala voluntad, entre otros. A pesar del ordenamiento moral y ético existente. Dichas perversiones derivan del ejercicio político.

Al cierre

La política no siempre sabe defender o reivindicar los valores que exaltan su esencia epistemológica. Podría hablarse de dos caras de la política ateniéndose a la fecundidad de hechos que propicia su propia dinámica. Esto permite asentir que la vida es política. O que la política es la vida misma. Los seres humanos tienen cabida en los espacios estructurados por esta ciencia.

Esta afirmación cobra sentido, atendiendo el concepto de igualdad relativa que acompaña la vida humana. Aunque la diversidad en la que tiene cabida la individualidad como razón de diferenciación personal, acepta que la política envuelve al hombre en todas sus manifestaciones. Indistintamente de la intención que precede lo que decide. Sea para construir. O para destruir. Aunque al destruir, arrasa con los principios y valores en los cuales se depara la pluralidad humana.

Podría hablarse de dos caras de la política. Una, según la cual “todo lo que no es totalmente correcto, está mal”. Así lo advirtió Edward Kennedy. La otra, ilustrada por la “picardía”. Y que, según la RAE, significa “astucia, viveza, disimulo y engaño”.

Quizás, la interpretación de política del inglés John Morley, es bastante acertada. Dice que “es el campo en el que toda decisión se da entre dos desaciertos”. Ante lo explicado, podría negarse la existencia de ¿vicios ocultos en la política?

Política, poder y realidad

Política, poder y realidad

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Elecciones UCV o hacer leña del árbol caído
No tiene sentido referir provecho alguno con el malicioso propósito de especular en situaciones como la ocurrida en la UCV

 

@ajmonagas

Una cosa es la democracia entendida como sistema normativo de organización, planificación, coordinación, evaluación y legitimación del poder público. Y otra cosa es el complicado campo donde coexisten las dinámicas y contracciones bajo las cuales se deciden las políticas en el sistema político democrático.

El sistema político ejercido en democracia no solo es responsable de ver con quién, cuándo y cómo se elaboran y ejecutan las decisiones que orientan y regulan la vida pública. También tiene que ver con el modo en que se halla organizada la sociedad y con la forma como se concibe y percibe la intervención pública en la vida social.

En lo que ha avanzado Venezuela de siglo XXI, el ejercicio de la política ha sido un completo descalabro. Incluso antes. Las prácticas políticas configuraron un contexto diferenciado que ocupó casi la mitad última del siglo XX. Los mecanismos diseñados para consolidar la democracia, como los procesos electorales, habían comenzado a percibir cambios en su manera de concebirse y realizarse.

Degeneración de la política

La Constitución de la República, sancionada en diciembre de 1999, si bien exaltó derechos hasta ahora relegados por la dinámica política del siglo XX, y que fue bastante borrosa, determinó –entrado el siglo XXI– la creación de poderes públicos dirigidos a la vigorización de un sistema político donde comenzó a desdibujarse el sentido democrático.

Un conjunto de tendencias políticas, formuladas a instancia de un militarismo encubierto, en complicidad con estamentos políticos disfrazados, comenzaron a revestir la nación con pintas de un socialismo embadurnado por trazas de un férreo sectarismo que luego denominaron “revolución”.

Así el régimen político responsables de gobernar al país, durante lo que va de siglo XXI, impuso progresivamente medidas dirigidas a someter el país mediante el contenido operativo de una ideología que respondiera al trazado del llamado “socialismo del siglo XXI”

De ello derivó un concepto de Estado con serias deformaciones en su manejo, a causa de la distorsión que arrastraba su estructura organizacional y su dinámica funcional. En el fragor de tan artero modelo estatal, uno de los mecanismos más afectados fue el que se correspondía con los procesos eleccionarios pautados por la Constitución nacional de 1999. Los agentes responsables de dirigir el Poder Electoral, le imprimieron un perfil jurídico que respondiera a la sed de poder político que, dirigentes de la correspondiente tendencia político-partidista, ostentaban como gobernantes.

Para lograr cada objetivo pautado por la normativa aprobada, los susodichos agentes gubernamentales se valieron de la represión, como mecanismo de coerción, lo que permitió lograr sus apetencias electorales. Cuando un proceso en particular evidenciaba alguna tendencia de fracaso, procedían a implantar medidas de inhabilitación de candidatos contrarios. O a suspender los comicios, para reordenar la estrategia política conspiradora que les dejara hacerse, por cualquier camino, de la victoria electoral pretendida.

¿Cómo la Universidad autónoma se ve afectada?

De tan radicales procedimientos no escapó la universidad autónoma. Particularmente, toda vez que históricamente ha sido considerada un objetivo a dominar de cualquier manera. Solo que, hasta ahora, ha sido imposible de lograrlo en la totalidad del gobierno universitario.

Aunque sí, el régimen político ha logrado desguarnecer la autonomía universitaria de las atribuciones y providencias que la ley determina. Un régimen “bolivariano”, cuando el mismo Libertador Simón Bolívar entendió la autonomía universitaria como necesaria para otorgarle el peso específico de institucionalidad académica.

Pero como alude Norbert Lechner, destacado investigador, politólogo y abogado alemán nacionalizado chileno, “la política ya no es lo que fue”, la frase hace ver que la democracia se ha debilitado en su ejercicio político. Ese problema ha dado lugar a que aquellos mecanismos que exaltan el ejercicio de la política y que le infunden vigor a la democracia, como el proceso electoral, hayan entrado en una fase de extenuación estructural. Justamente, atendiendo el concepto que destaca sus bondades e implicaciones. Ante tan delicada razón, la democracia que enaltece la autonomía universitaria por igual ha disminuido su potencia procedimental en cuanto a sus modos de operar.

Deberá comprenderse que, en el contexto de sistemas políticos coercitivos, cualquier proceso electoral puede convertirse en centro de manipulaciones que terminan reduciéndole a dichos procesos sus capacidades para actuar como recurso de la democracia.

Elecciones UCV, entre el azar y la malicia

Es común que cualquier situación que comprometa procedimientos que tiendan a velar por la organización en función de los alcances que sus propósitos planteen, se vean dificultados por razones que para nada tienen relación con la política institucionalizada.

Sobre todo, cuando causas ajenas a toda posible implicación interna o externa, restringen sus compromisos. A pesar de conocer las imbricaciones del campo de maniobras por donde han de transitar sus elementos operativos.

La situación que atascó el proceso electoral de la Universidad Central de Venezuela, simplemente obedeció a variables azarosas. Sin embargo, las circunstancias parecieran haber actuado en directa complicidad con el carácter fortuito de las contingencias bajo las cuales se dio lo ocurrido.

De todos modos, ello no es respuesta que pueda acusar hechos que no tienen relación alguna con la eventualidad vivida. Las circunstancias son inexorables. Especialmente, cuando no es nada fácil lidiar con la incertidumbre por cuanto siempre se verá insuficientemente definida.

De ahí que no tiene sentido referir provecho alguno con el malicioso propósito de especular en situaciones como la ocurrida en la UCV. Por tanto, tampoco es posible obtener de ello beneficio loable o plausible que justifique cualquier irregularidad producto del azar y de la incertidumbre. Menos aun lo tiene en el sentido político el hecho de querer que de lo inexplicable se anime la difamación de “hacer leña del árbol caído”.

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El poder: ¿persuasivo o conspirativo?
Muchos pierden la compostura luego de verse investidos por una milésima de poder por encima del que podrían manejar

 

@ajmonagas

El poder existe por cuanto es propio del carácter humano. Y este se despliega en la condición política, que configura el enfoque que posee de la situación que vive.

Cuando el poder se asocia con la coerción o la arbitrariedad, afecta irremediablemente la libertad y el derecho. Ello constituye la razón que ha dificultado definir un concepto de poder que pueda unificar las nociones de su interpretación.

La oportunidad que brinda este espacio justifica la necesidad de indagar hasta dónde el poder se arma de un carácter persuasivo o conspirativo para conseguir sus objetivos. Sobre todo, cuando las realidades se ven interferidas por su dominio. El poder se vale de la praxis política para exponer o demostrar la fuerza que coexiste a lo interno de sus múltiples expresiones.

Es la razón de la cual se sirve para aprovecharse de cualquier situación, disfrazándose de acuerdo a los intereses o necesidades que rigen una situación en concreto. Así, logra imponer la decisión elaborada o ingeniada. Es decir, busca investirse con el recurso más inmediato a su alcance para que cualquier demanda del otro termine aplastada.

La versatilidad que tiene el poder para hacerse de cualquier artimaña que le lleve a ganar el mayor espacio posible de una realidad particular, es quizás su mecanismo de “artillería” más expedito. En consecuencia, busca aprovecharse del carácter conspirativo o persuasivo que pueda serle propio para tramar situaciones en las que se dedica a tiranizar al adversario valiéndose de cuánto enmascaramiento le sea posible disponer.

Las máscaras del poder

Vale aludir a algunas de las máscaras más usuales que emplea el poder para conquistar el propósito tramado. Así se tiene, entre otros, los siguientes:

El poder del politiquero mentiroso. Del advenedizo pendenciero. Del especulador activo. Del sufrido quejoso. Del subalterno astuto. El poder del impulsivo retrechero. Del charlatán malicioso. Del cacique, dirigente o jefe endiosado. Del funcionario enganchado y el poder del engreído ambicioso.

Cualesquiera de las caracterizaciones permiten advertir cuánta arrogancia, insolencia o hinchazón consume a quienes las circunstancias los reviste de mando, del cual se valen para lograr la intención maquinada.

Generalmente, son personas a quienes no se les puede prestar atención porque “pierden piso” fácilmente. Se muestran aturdidas y hasta desfiguradas respecto de su personalidad natural. Pierden la compostura luego de verse investidos por una milésima de poderío por encima del que podrían manejar.

Son individuos a quienes el poder los transforma. Incluso, llegan a desconocer el lugar de dónde vienen o el gentilicio que los identifica. Al primer indicio de reconocer que pueden valerse del poder que ahora tienen les da por actuar con manifiesta altanería. Y que la situación política, económica o social que los arropa, les hace olvidar o abandonar valores morales primordiales.

El mando desnuda

Reconocer que el poder es categórico como mecanismo político o social para influir sobre la persona débil de convicciones, voluntad y ética, hace ver que está dotado de una fuerza pasmosa que puede cambiar a muchos. Pues en un instante, lo contagia de la vanidad suficiente para creerse o sentirse superior al resto. Aunque a decir del padre de la relatividad, Albert Einstein, que “la fuerza siempre atrae a hombres de baja moralidad”.

No hay duda alguna de que el poder actúa como una expresión política que pone de relieve las carencias emocionales de quien lo ejerce. O sea, pone al descubierto la ausencia de humildad, el sentido de la gratitud y la significación de lo servicial como criterio espiritual de reciprocidad hacia el prójimo.

Es posible que la explicación intentada a lo largo de esta disertación, podría responder la pregunta de si ¿es el poder persuasivo o conspirativo?

Poder impotente

Poder impotente

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Antonio José Monagas May 06, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Sin conocimiento de la política
La ruina de la política estriba en la obcecación que hay en la persona se ve investida de poder absoluto

 

@ajmonagas

Jamás ha sido fácil la comprensión cabal del concepto de política. Menos, cuando es necesario entenderla como filosofía de vida. Ni siquiera porque dicho esfuerzo viene procurándose desde que Aristóteles se dio cuenta de la razón de la política. Más aun, luego de reconocer que el hombre por naturaleza es un ser profunda e implícitamente político. Sin embargo, este problema tiene distintas explicaciones que, en el tiempo, han sido discutidas, debatidas y hasta delineadas. Pero escasamente internalizadas.

Quizás una de las lecturas de mayor arraigo entre estudiosos de la ciencia política ha sido la riqueza de su significación y alcance como recurso del conocimiento. De esa forma, ha sido posible dominar un mayor campo de visualización de problemas desde el enfoque de otras ciencias sociales. No obstante, la proliferación de contextos de debate teorético y de análisis socio-histórico ha sido causa de apreciaciones del concepto de política que terminan desvirtuando no solo su acepción, sino, más grave, su praxis. Es decir, el ejercicio político. Consecuencias estas que han derivado en contradicciones y ofuscaciones que, a su vez, perjudican la lucidez del pensamiento político y acción política.

Las perversidades del poder

Estas implicaciones vistas como secuelas del problema de deformar y desvirtuar el concepto de política han sido reiterativas históricamente. Sobre todo, bajo circunstancias dominadas por perversidades propias de carácter usurero, egoísta y mediocre de hombres con una voracidad enfermiza por el poder político.

Por eso, el sentido de pluralismo que exhorta la política, en su más fecunda concepción, choca con toda doctrina que reivindica la imposición del pensamiento único y de un arbitrario criterio de socialización. Así que cualquier intento de actuar al amparo de lo que la verticalidad dialéctica pretende justificar, se convierte en factor de repulsión ante lo que el concepto de política propone.

Bastaría con reconocer la diferencia sobre la cual la vida del hombre se desenvuelve, para así aceptar que el concepto de política no se resuelve en la nimiedad del pensamiento obtuso, cerrado y marginado preparado para divulgar una doctrina política o un proyecto ideológico de gobierno. La noción de diferencia establece la base conceptual y metodológica para comprender la amplitud de lo que concierne a la política como fuente de vida. Sobre todo, al reconocer el respeto como actitud capaz de considerar la diferencia que se establece entre las múltiples perspectivas y respuestas que bien posee toda persona ante la vida.

La esencia de la política

Por ahí comienza a estructurarse el concepto de política. La diferencia hace que el hombre se apegue a las libertades cuya naturaleza determina el pluralismo. Se entiende este como la condición que avala la tolerancia y el respeto frente a cualquier opinión desgajada de las distintas corrientes del pensamiento.

Justamente, en su fragor, adquieren sentido las necesidades y los intereses que orientan el esfuerzo por elegir la dirección que habrá de determinar las libertades. Lo contrario, representa el ámbito social en cuyo terreno se abona toda intransigencia al pluralismo político.

Por otro lado, la ruina de lo político estriba en la obcecación que hay en la persona se ve investida de poder absoluto. Pero también, caprichos que brindan oportunidades para insuflarse de la soberbia necesaria que aviva posturas en el curso de un ejercicio de gobierno determinado. Esta decadencia de la política es de fácil observación en el aquí y el ahora. Tiempo y espacio ocupados por quienes toman decisiones sin medir sus efectos. Mucho peor, son cuadros de improvisados dirigentes de un gobierno usurpado mediante pronunciamientos disfrazados de democráticos. Y, además, sin conocimiento de política. 

Política, poder y realidad

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