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Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados

Migrantes venezolanos violentos son pocos, pero producen gran impacto

LA NOTICIA DE DESCUARTIZAMIENTO de dos ciudadanos en Perú presuntamente a manos de venezolanos, entre ellos dos mujeres, ha ocupado buena parte de la prensa latinoamericana, no solo por lo cruel del crimen, sino porque actos como ese atizan el rechazo creciente hacia los cada vez más migrantes que huyen de la crisis de Venezuela.

La prensa peruana quiso profundizar e ir más allá del registro noticioso. Acudió entonces a unos de los investigadores más acuciosos y productivos en los estudios de violencia en América Latina, el sociólogo Roberto Briceño-León, director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) y del Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO).

La entrevista giró en torno al incremento de crímenes de gran impacto en Perú, protagonizados muchos de ellos por ciudadanos venezolanos que han emigrado para ese país. El periodista quería saber cuál es el perfil del criminal venezolano, su nivel de crueldad y las actividades delictivas en las que están inmersos. Más aún, quería conocer a qué se enfrentan las autoridades peruanas.

Lea el reportaje en El Comercio, Perú

Fuera del interrogatorio periodístico quedó el comportamiento de millones de venezolanos que han emigrado a diversos países del mundo, entre ellos Perú. Comportamiento que, por correcto, normal, pasa desapercibido para los medios de comunicación.

egún la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la cifra de migrantes venezolanos llega a 4 millones, siendo Colombia, Perú, Chile y Ecuador, los países que más connacionales han recibido en sus territorios. De ellos una minúscula cantidad, casi imperceptible en porcentajes, pero escandalosamente activa, sacude la prensa internacional por estar involucrada en actos violentos.

¿Por qué ocurren los descuartizamientos?

-El descuartizamiento es fundamentalmente un mensaje enviado a otras personas. Por supuesto que puede haber algunos casos en los cuales hay un componente patológico de ensañamiento, crueldad o de sadismo individual. A nosotros nos parece que los descuartizamientos son una acción racional que procura enviar un mensaje a otros.

¿Quiénes son esos otros?

-Sus víctimas o sus potenciales víctimas o, de una manera muy marcada, los cuerpos policiales o las bandas rivales. El descuartizamiento es un acto simbólico, es un ritual de la violencia que tiene un propósito comunicacional de enviar un mensaje y que ese mensaje tenga como consecuencia un mayor poder, una mayor respetabilidad para el grupo que cometió el descuartizamiento.

¿Puede usarse para escalar?

-Sí, en algunos momentos se utiliza para escalar dentro de las organizaciones, eso ocurre sobre todo en las organizaciones de una jerarquía importante: se da un mensaje a sus otros pares, también a los otros miembros de las bandas si no lo hacen en conjunto, es decir, es mostrar las agallas, los dientes afilados, es demostrar insensibilidad, que busca tener un efecto práctico para quien lo ejecuta.

¿Cómo es el delincuente venezolano?

-El delincuente venezolano tiene tres rasgos fundamentales: es joven, en general pudiéramos decir que está entre los 15 y los 30 años, porque después de los 30 años o está muerto o cambia en su forma de ejercer el delito o deja el delito o se dedica a ser menos violentos o a dirigir desde más lejos la acción delictiva.

La segunda característica es que es hombre. Si bien puede haber algunas mujeres, y recientemente hay una incorporación de ellas más alla de ser compañeras, en general tienden a ser hombres los que actúan en las bandas.
Y en tercer lugar, es pobre. Si bien es cierto que el 99% de los venezolanos pobres y el 99% de los que emigraron de Venezuela y que deben estar en Perú es gente honesta, hay un 1% del cual derivan estos delincuentes violentos. El delincuente violento viene de los sectores pobres.

Estos tres rasgos: joven, hombre y pobre, son quizás los mismos rasgos que uno encuentra en las víctimas del homicidio en Venezuela y eso lo hemos ido trabajando y mostrando en nuestros estudios.

Pandilla y bandas, dos extemos en el delito organizado
¿Cómo se organiza el delincuente en Venezuela?

-Las bandas en Venezuela tienen diversas formas de organización. En el libro Delito Organizado, Mercados ilegales y Democracia en Venezuela (Editorial Alfa, 2015) hice una clasificación de los grupos hamponiles y de las diferentes formas de organización que tienen. Grosso modo hay dos tipos:
• La pandilla de barrio, de esquina, de favela o de pueblo joven, como llaman allá en Perú, que controla ese territorio y que ejerce dominio, que por lo regular no roba en su propio barrio sino en las zonas aledañas, tiene un ejercicio incontrolado de la violencia; son bandas pequeñas que pueden tener cuatro, seis miembros, no muchos más, y que viven fundamentalmente del delito depredador, del robo, del hurto.
• Las bandas de crimen organizado, algunas de ellas con conexión internacional. Esas han podido llegar a tener muchísimos miembros, en un cálculo que hicimos en aquel momento una de las mayores bandas podía llegar a tener 600 miembros; es decir, era una organización muy fuerte, muy poderosa, que fundamentalmente vivía captando rentas y extorsión, tenía fuentes de ingresos permanentes, que pueden cometer en algún momento dado un delito depredador como un robo, pero que por lo regular trabajan con secuestros de personas, secuestros de bienes, extorsión y se dedican paralelamente a eso, a la venta de seguridad personal, al estilo de la mafia.
Son dos organizaciones completamente distintas. El armamento de la pandilla es pequeño, armas cortas. La banda, en cambio, tiene una forma mucho más sofisticada; tiene armas cortas, pero tiene igualmente armas largas, fusiles de asalto, incluso recientemente ha hecho uso muy continuo de las granadas, es decir, tiene una capacidad de fuego mucho más grande y letal. Eso da una diferencia importante en la violencia porque la pandilla tiende a usar la violencia de una manera más emocional, más circunstancial, a tener un control menor, una administración menor de la violencia. La banda organizada puede tener crueldades extremas, pero hay una racionalidad en el ejercicio de la violencia, es decir, tiene una mayor capacidad de administrar la violencia.

Yo tengo la impresión que muchos de los grupos que han emigrado y que generan esos fuertes enfrentamientos están actuando como las pandillas pequeñas, que usan la violencia de una manera fuerte e inmediata para intentar imponerse en un territorio, intentar generar un control del delito en una determinada área y, por lo tanto, tienen que demostrar mucha fuerza, mucha crueldad, es decir, mucho poderío.

¿Por qué muestran esos niveles tan altos de crueldad, como el descuartizamiento?

-Cuando yo comencé a hacer estudios sistemáticos en violencia para la Organización Panamericana de la Salud (OPS), hace 25 años, yo hacía la misma pregunta en relación a Colombia. Venezuela no era un país particularmente violento, aunque ya estaba en unos niveles altos de homicidios, pero nada que ver con la situación actual; en cambio, Colombia tenía una situación de muchísima más violencia histórica para aquel momento. Ahora la situación ha cambiado, Colombia no tiene el nivel de violencia que tiene Venezuela.

Pero me hiciste recordar porque era la misma pregunta que uno se hacía. Hoy puedo decir que hay diferencias sustantivas. En aquel momento, hace un cuarto de siglo, entrevisté a un colombiano al que le debían un dinero y él me dijo “ese fulano, ese paisano se salva porque estamos en Venezuela, si estuviéramos en Colombia ya yo le hubiera mandado alguien, ya yo lo hubiera mandado a matar”. Él entendía que el contexto social de Venezuela era distinto al de Colombia en ese momento.

Lo que ha cambiado en Venezuela esencialmente es el contexto social y político, una situación dramática de impunidad y de elogio a la violencia y a los violentos en los últimos veinte años.

¿Qué es lo que ha pasado en el país? Que estos jóvenes que hoy tienen veinte años y asesinan y descuartizan, tienen dos décadas viendo un crecimiento sostenido de la violencia, observándola, familiarizándose con ella, familiarizándose con la crueldad de una manera inmediata y continua, es cercana a ellos y eso les ha dado un rasgo fundamental que es cercanía, no extrañeza frente a la violencia, una suerte de normalización y de insensibilidad ante el dolor de la víctima.

Hay un segundo elemento que le ha dado este período a los individuos: el acostumbramiento a la violencia les permite un muy fácil y muy rápido pasaje al acto -así lo llamamos científicamente- es decir, el momento en el cual el deseo de hacerle daño a otra persona deja de ser una intencionalidad, una rabia, un odio y se convierte en una acción. Normalmente en otras sociedades esos deseos son mediados y limitados por un conjunto de ideas, nociones, valores, ética, temor de castigo. En Venezuela, esas mediaciones sociales se cayeron, se derrumbaron, por ello el pasaje al acto es muy cercano, muy pronto.

Un tercer elemento que explica el incremento de la crueldad en Venezuela es la impunidad. Los delincuentes sienten que no les va a pasar nada. En Venezuela la impunidad es gigantesca. Los cálculos que publicamos en un libro hace unos tres, cuatro años, era que de cada 100 homicidios que se cometían en el país, se detenían entre 8 y 9 personas, es decir, que en el 91 o 92% de los casos no había ni siquiera una detención. Esta situación no solo no ha cambiado, sino que probablemente puede haber aumentado.

Aunado a la impunidad, se encuentra otro factor: no hay discriminación en el castigo, es decir, para el delincuente robar o matar implica una pena más o menos similar en el país, no formalmente, no lo que establece la ley, sino lo que ocurre en la práctica. Entonces el delincuente no tiene ningún motivo para contenerse de asesinar. En otros lugares del mundo, en otras sociedades, el delincuente sí se cuida porque sabe que por un robo puede tener una pena, pero por un homicidio tendrá una pena muy superior y, por lo tanto, prefiere no pasar al acto y no llegar a cometer el homicidio.

Lo que no se ve

Briceño-León calcula que solo 1% de los migrantes venezolanos son delincuentes. Unos 40 mil individuos si tomamos en cuenta los 4 millones de venezolanos -estimados por los organismos internacionales- que han buscado un nuevo futuro fuera de su frontera natal.
“Entre esos delincuentes que han huido del país hacia otros destinos son pocos los que realmente son violentos. Pero esos pocos hacen escándalo. Como lo hacen también los venezolanos que piden en las calles extranjeras, una minoría, la más pobre, la última en escapar del país y que está todavía en la búsqueda de un acomodo, esa es la que se ve. La que no se ve, la que no se nota, la silenciosa, es la mayoría de la diáspora que está integrada y trabajando, aportando al bienestar de esos países con su educación y trabajo honesto; son médicos, ingenieros, técnicos. Hacen allá lo que no pudieron seguir haciendo en Venezuela”.

Aumentan muertes violentas de niños en Venezuela, mientras se agrava crisis humanitaria

LA CRISIS HUMANITARIA EN VENEZUELA tiene numerosas y lamentables aristas. Desde cualquier ángulo que se le mire, el régimen de Nicolás Maduro ha incurrido en numerosas violaciones de Derechos Humanos por acción u omisión. La violencia ha sido una constante en el país.

Desde el Gobierno chavista se ha querido acusar a agentes externos y conspirativos por la crisis, sin embargo, esta obedece a un deterioro del Estado de derecho que viene gestándose desde hace 20 años, con políticas erradas y una debacle nacional que ha generado sufrimiento y muerte en la población.

Entre las víctimas de la emergencia nacional se encuentran los niños, niñas y adolescentes, quienes han visto cómo sus derechos y condiciones de vida han sido vulnerados y violados por el Estado venezolano.

Uno de los principales y más preocupantes apartados en la violencia en Venezuela, es el agravamiento de las muertes de niños, niñas y adolescentes.

1.484 niños asesinados en 2018

El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) presentó un informe en donde se revela la dramática situación que viven los jóvenes venezolanos a través de las muertes violentas ocurridas en el año 2018.

En Venezuela, 81,4 personas por cada 100.000 habitantes fallecieron de manera violenta en el 2018, dejando 23.034 fallecidos en tan solo un año, colocando al país suramericano en el primer lugar en el mundo en cuanto a muertes violentas se trata.

De esas 23.034 personas asesinadas, 1.484 fueron niños, niñas y adolescentes. A su vez, esa cifra se divide en 174 de niños muertos y 1.310 adolescentes asesinados, es decir, unas cuatro por día.

Negligencia y brutalidad policial

Uno de los aspectos mas preocupantes del informe, es el de las muertes catalogadas como de “resistencia a la autoridad”. En el 2018, esta cifra -dentro de los 1.484 asesinados- se ubicó en 287 asesinatos por resistencia policial, duplicando la del año 2017, que fue de 108 casos.

De esta manera, es evidente que la actuación policial desmedida contra niños, niñas y adolescentes ha aumentado de manera exponencial. En el país existe la Ley de Actuación Policial, que controla la actuación de las autoridades contra menores de edad. Los agentes de seguridad parecen ignorarlas.

Dentro de este renglón, 256 víctimas del total de 287 fueron varones, mientras que 30 fueron niñas. Roberto Briceño León, director del OVV, afirma que “las víctimas por resistencia a la autoridad se incrementaron en un 267% en niños, niñas y adolescentes”. Una de cada tres víctimas se produjeron por acción policial.

“La actuación policial en contra de menores ha sido deliberada y violenta por parte de las autoridades”, agregó Briceño León.

Violencia como política del Estado venezolano

Además, dentro de estas cifras destacan también muertes de menores de edad durante las protestas sociales y políticas que se han llevado a cabo por la crisis.

Durante el 2018, por lo menos cinco menores de edad fueron asesinados durante manifestaciones por falta de agua, gas y comida, todos por balas de fuego. En el 2019, durante las protestas en contra del Gobierno fueron asesinados tres adolescentes en distintas ciudades de Venezuela.

Por otra parte, el Gobierno intenta maquillar las cifras de las ONG adjudicando las muertes como “resistencia a la autoridad”, utilizando frases como “dados de baja”.

Briceño León deja la pregunta al aire: “¿Cómo niños y niñas pueden representar un peligro enorme a funcionarios equipados y entrenados con armas largas y equipos de protección especial?”.

Crisis humanitaria como catalizador de la violencia

El contexto crítico de Venezuela incide directa y dramáticamente en la situación violenta contra niños, niñas y adolescentes. La violencia estructural ejercida por el régimen madurista ha provocado numerosos fenómenos que atentan contra los derechos humanos de todos los venezolanos, pero principalmente en contra de la población más vulnerable.

Una gran cantidad de jóvenes venezolanos se han quedado solos porque sus padres se han visto obligados a emigrar para conseguir algo de dinero en el exterior. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) la cifra de migrantes venezolanos se elevaba a 3,4 millones a principios de año. La Organización Internacional para las Migraciones, por su parte, calcula que 5.000 venezolanos huyen del país a diario.

Muchos de estos niños, que viven desamparados o con vecinos y otros familiares, dejan de asistir a la escuela y quedan a merced de bandas criminales que los adoptan a cambio de comida y otros bienes de primera necesidad.

 

Cambio 16