Filtraciones de confidencias papales en Vatileaks arrancan como un guión del Código Da Vinci
HACE ALGO MÁS DE TRES MESES el corresponsal en Roma del diario español El País, Pablo Ordaz, se adelantaba a lo que desde la semana pasada se comprobaba
Lamentablemente su premonitorio reporte, en torno a que el Sumo Pontífice estaba rodeado de lobos, se cumplía a cabalidad con la detención de quien estaba muy cerca, al lado, del Papa Benedicto XVI.
Paolo Gabriele, quien hasta el jueves 24 -día de la Virgen María- era la persona con la que el pontífice se levantaba y en la noche era el último en verlo antes de dormir era detenido por considerar las autoridades del Estado Vaticano era quien había suministrado a medios y redes documentos confidenciales de la Santa Sede.
La saga continúa cuando este domingo 27 se filtró que se esperaban más detenciones.
Quiero que lean las abundantes crónicas del colega de El País pues parecieran sacadas de un libro más parecido al Código DaVinci que una simple trama policial.
Coloco de entrada la nota escrita por Ordaz el 18 de febrero y luego las que desde el jueves han ido apareciendo en el prestigioso medio español.
Un Papa rodeado por lobos
Intrigas y luchas de poder preparan la sucesión de un Benedicto XVI solo y enfermo
18 FEB 2012
Cuentan que a Juan Pablo II le preguntaron en cierta ocasión: “Su Santidad, ¿cuánta gente trabaja en el Vaticano?”. A lo que el polaco Karol Wojtyla, Papa entre 1978 y 2005, contestó con ironía: “Más o menos, la mitad…”. Ahora ya sabemos —siguiendo una broma que en realidad no lo era ni lo es tanto— a qué se dedica la otra mitad. De unas semanas a esta parte, el Vaticano vive conmocionado por una serie de filtraciones de documentos secretos que han llevado al portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, a admitir que la Iglesia está sufriendo su particular Vatileaks. La publicación de una denuncia interna sobre corrupción y de un extraño complot para matar a Benedicto XVI dejan al descubierto las descarnadas luchas de poder ante la posible inminencia del fin de su papado. Aunque representante de Dios en la Tierra, Joseph Ratzinger es en realidad un hombre enfermo a punto de cumplir 85 años. En expresión de L’Osservatore Romano, “un pastor rodeado por lobos”.
Los lobos, aunque se vistan de púrpura, se excitan con la sangre. Y el pastor Ratzinger ya avisó hace dos años —en una entrevista de Peter Seewald convertida en libro— que “cuando un Papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el encargo confiado, entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de dimitir”. ¿Piensa Benedicto XVI dar un paso atrás coincidiendo con su 85 cumpleaños —el 16 de abril— o con el séptimo aniversario —tres días después— de su papado?
Tal vez solo él y Dios lo sepan, pero lo que sí parece estar muy claro es que, ante tal posibilidad, los candidatos a sucederle se han puesto a luchar como hombres para un puesto divino. Y, por afinar un poco más, como hombres italianos. Tanto los apellidos que ilustran esta historia de intrigas y golpes bajos como las armas elegidas para el duelo son puramente locales. Hay además una razón de peso. La silla de Pedro lleva siendo ocupada por un extranjero desde 1978. ¿No es hora de ya de que el Espíritu Santo vuelva su mirada hacia un cardenal italiano en la próxima reunión de la Capilla Sixtina?
La lucha de poder en el seno de la Iglesia se está dirimiendo —de forma inédita y dolorosa para muchos verdaderos hombres de fe— en las páginas de los periódicos. Como si se tratase de la última filtración sobre los zafios escándalos de Silvio Berlusconi. El primer golpe llegó con la divulgación, a través de un programa de televisión, de una carta del arzobispo Carlo Maria Viganò, actual nuncio en Estados Unidos, en la que le contaba al Papa diversos casos de corrupción dentro del Vaticano y le pedía no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato —el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos—. Viganò, sin embargo, fue enviado lejos de Roma. La segunda filtración destapaba un supuesto complot para matar al Pontífice. El periódico Il Fatto Quotidiano publicó una carta muy reciente enviada a Benedicto XVI por el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos en la que le contaba que el cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo (Sicilia), había realizado un viaje a China durante el cual habría comentado: “El Papa morirá en 12 meses”. Pero no solo eso. Según la carta del obispo colombiano, escrita en alemán y bajo el sello de “estrictamente confidencial”, el arzobispo de Palermo se había despachado a gusto en China contando supuestos secretos del Vaticano tales como que el Papa y su número dos, Tarcisio Bertone, se llevan a matar y que Benedicto XVI estaría dejando todo atado y bien atado para que su sucesor al frente de la Iglesia fuese el actual arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola.
¿Qué hay de verdad y de mentira en tales confidencias que ven la luz ahora? Tal vez nada a partes iguales. Quizás lo único cierto es que un sector de la curia vaticana, la casta de diplomáticos pontificios, considera que el actual Papa ha ido demasiado lejos al promover la transparencia en los dineros de la Iglesia y al cortar de un tajo la permisividad con los abusos a menores. Demasiado lejos y demasiado rápido para quien, a fin de cuentas, es un alemán de 85 años, enfermo y solo, perdido en un laberinto ajeno de intrigas y golpes bajos. Durante 26 años, reinó sobre el Vaticano un Papa polaco, experto en relaciones públicas. Desde hace siete, un introvertido Papa alemán. Da la impresión de que Italia ha iniciado la reconquista de la silla de Pedro
Este es el primero de los 3 artículos firmados desde Roma por Pablo Ordaz el corresponsal de El Pais de Madrid tras descubrirse el escándalo:
Detenido el mayordomo del Papa por desvelar y difundir documentos secretos
Un topo ha estado suministrando a periodistas informaciones que desvelaban, por ejemplo, la existencia de una extraña conjura para matar a Joseph Ratzinger
25 MAY 2012
Nunca un Papa había estado tan desnudo. De un tiempo a esta parte, los documentos confeccionados para ser leídos en exclusiva por Benedicto XVI, también los más íntimos y sensibles, no esperaban siglos en los archivos secretos del Vaticano hasta ser descatalogados, sino que circulaban por las calles de Roma aún con la tinta fresca. Un topo, no se sabe con qué intereses ni a qué precio, había venido suministrando a distintos periodistas documentos que desvelaban, por ejemplo, la existencia de una extraña conjura para matar a Joseph Ratzinger. La secretaría de Estado vaticana reaccionó encargando al cardenal español Julián Herranz una investigación que, según se acaba de saber, ha logrado cazar al presunto culpable. Se trata nada más y nada menos que del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele.
El padre Federico Lombardi, portavoz de Benedicto XVI, ha confirmado que la gendarmería vaticana ha detenido y sometido a interrogatorio a un laico en posesión de documentos privados del Vaticano, si bien aún no ha confirmado oficialmente la identidad del cuervo. No obstante, la agencia de noticias Ansa y otros medios dan por hecho de que se trata de Paolo Gabriele, quien en el Anuario Pontificio figura como “ayudante de cámara” del Papa. O lo que es lo mismo, una de las poquísimas personas que forman la llamada “familia pontificia” o los “familiares del Papa”. Gabriele, conocido como Paoletto en los ambientes vaticanos, sería uno de los cuatro laicos que atienden a Ratzinger bajo la supervisión de una monja alemana. La conmoción por la noticia es total en Italia, donde los asuntos del Vaticano se siguen con especial interés y donde el torrente de filtraciones –llamadas Vaticanleaks—había acaparado programas de televisión, exclusivas de periódicos y hasta libros de éxito inmediato como el publicado hace solo unos días por el periodista Gianluigi Nuzzi. La divulgación del libro, titulado Las cartas secretas de Benedicto XVI, fue calificado por la Santa Sede como un “acto criminal”.
Según fuentes vaticanas, tras el arresto, Paolo Gabriele fue conducido ante Nicola Picardi, promotor de justicia del Vaticano. La sorpresa es mayúscula porque el detenido estaba considerado como una persona “muy devota y absolutamente fiel” a Benedicto XVI. Las primeras filtraciones se remontan a principios de año. Luego se fueron produciendo otras, hasta el punto de que el portavoz Lombardi no tuvo más remedio que reconocer que la Iglesia estaba sufriendo su particular Vaticanleaks. La prensa italiana había publicado una serie de documentos que ponían al descubierto casos de corrupción en la Santa Sede y un extraño y hasta cierto punto descabellado complot para quitar de la circulación al papa Ratzinger. Nadie duda de que aquellas filtraciones ponían al descubierto las descarnadas luchas de poder entre distintos sectores de la curia ante la posible inminencia del fin del papado. La situación llevó a L’Osservatore Romano a describir a Benedicto XVI, un hombre de 85 años, solo y enfermo, como “un pastor rodeado por lobos”.
La detención del supuesto cuervo no hace más que poner el acento en la delicada situación por la que atraviesa la Iglesia. Unas horas antes, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano, había anunciado la destitución de su presidente, el italiano Ettore Gotti Tedeschi, por irregularidades en su gestión. La explicación oficial, en lenguaje diplomático, achacaba al economista, de 67 años, “no haber desarrollado funciones de primera importancia para su cargo”. Lo cierto es que la Banca del Vaticano está siendo sometida desde el pasado mes de septiembre a una investigación judicial por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. Además de a Gotti Tedeschi -presidente también del Santander Consumer Bank, la filial italiana del Banco Santander-, la fiscalía investiga al director general del IOR, Paolo Cipriani. El directivo depurado ha mostrado gran enfado en sus declaraciones a la prensa: “Prefiero no hablar. Si lo hiciera, solo diría palabras feas. Me debato entre el ansia de explicar la verdad y no querer turbar al Santo Padre con tales explicaciones”.
Lo que ocultaba el cuervo del Papa
La Gendarmería vaticana encuentra cajas de documentos secretos en poder del mayordomo
27 MAYO 20012
Lo despertaba a las 6.30, le ayudaba en la misa a las 07.00, le servía el desayuno a las 08.00, el almuerzo a las 13.30 y la cena a las 19.30. Lo acompañaba al caer la tarde en su paseo por el jardín, elegía la menta perfumada para la infusión, le daba las medicinas justas y, en torno a las nueve de la noche, le ayudaba a desvestirse para ir a la cama. La Gendarmería vaticana trata de averiguar ahora en qué momento del día Paolo Gabriele, de 46 años, casado y con tres hijos, le robaba las cartas al Papa.
El mayordomo de Benedicto XVI fue detenido el jueves por la tarde acusado de ser “el cuervo” o traidor que en los últimos meses ha venido sustrayendo y difundiendo en los medios de comunicación italianos las cartas secretas dirigidas al Pontífice, una filtración masiva de documentos conocida como Vaticanleaks. Paolo Gabriele, que trabajaba como ayudante de cámara del Papa desde el año 2006, se enfrenta, por tanto, al cargo de “robo de la correspondencia de un jefe de Estado”, un delito equivalente al de “atentado contra la seguridad del Estado”, penado hasta con 30 años de cárcel. Gabriele, que posee la doble ciudadanía italiana y vaticana, permanece bajo la vigilancia de agentes de la Guardia Suiza, aún no ha admitido ninguna culpa y afronta los interrogatorios en silencio.
La conmoción es total en el Vaticano. Paolo Gabriele es una de las nueve personas laicas que compartían la vida diaria del Papa en su apartamento, la llamada “familia pontificia”. Se trata de un hombre de buena presencia, muy reservado, extremadamente religioso y devoto de la santa polaca Faustina Kowalska. Hasta su detención, vivía con su familia en un confortable apartamento dentro de las 40 hectáreas que conforman el Estado Vaticano. Fue allí donde, según los medios italianos, Domenico Giani, el comandante en jefe de la Gendarmería, habría encontrado numerosas fotocopias de la correspondencia privada del Papa: “Cajas repletas de documentos y el aparataje necesario para fotografiar y reproducir documentos”.
Pese a que las pruebas halladas en “el nido del cuervo” parecen definitivas, ni su confesor cree que Paolo Gabriele, conocido por sus amigos como Paoletto, haya sido capaz de urdir en solitario una conspiración de tal magnitud. Hay tres versiones. La primera sostiene que la filtración de documentos solo buscaba un interés económico, aunque el mayor beneficiado, el periodista Gianluigi Nuzzi, asegura –sin señalar a nadie– que nunca pagó a su “garganta profunda”. La segunda versión considera que, si Gabriele lo hizo, fue por un deseo altruista de ayudar a la Iglesia sacando a la luz casos de corrupción. Pero el mayor consenso gira en torno a la tercera opción: el mayordomo solo sería un chivo expiatorio, un instrumento en manos de alguna de las facciones de la Curia vaticana que tratan de desacreditar al actual secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, y de paso posicionarse ante la sucesión de Benedicto XVI. De ahí que no se descarten nuevas detenciones.
La palabra mayordomo no refleja del todo el papel de Paolo Gabriele en la vida de Joseph Ratzinger. Cuando le llamó a su lado hace seis años, o cuando decidió que las laicas consagradas Loredana, Carmela, Cristina y Rossella compartieran con él, cada día, su mesa y su misa, estaba eligiendo también a su familia. A los que tendrían por misión acompañar la soledad de un hombre anciano que además es jefe de Estado y, para millones de personas, el representante de Dios en la Tierra. Paolo Gabriele era el primero y el último en verlo cada día. Su traición, según el Vaticano, ha dejado al Papa “golpeado y triste”.
El Vaticano prepara más detenciones por la filtración de documentos
La Gendarmería cree que el mayordomo Paolo Gabriele no actuó solo
27 MAYO 2012
Se dice en el Vaticano que los cuervos raramente vuelan solos. Que Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI arrestado el jueves pasado por robar y difundir documentación secreta, no es el único traidor. Se sospecha ahora de una mujer, igualmente al servicio directo del Papa. Joven. Casada. Italiana… Los rumores que suben y bajan el Tíber a veces dicen una cosa y otras veces justo la contraria. “El cuervo ha cantado”, aseguran unos, “y está señalando uno por uno a sus cómplices”. Otros, en cambio, sostienen: “Paoletto, en su celda, reza y calla”.
Unos y otros, sin embargo, coinciden en que ni el mayordomo desleal —46 años, casado, tres hijos, profundamente religioso— ni la misteriosa mujer aún sin nombre actuaron por su cuenta. Habrá más detenciones. De más nivel. La Gendarmería vaticana —bajo el auspicio de una triada de cardenales nombrados por el Papa— trata de responder la pregunta clave: ¿a quién beneficia la filtración masiva de documentos secretos conocida comoVaticanleaks? Todas las miradas se dirigen hacia las más altas instancias de la Santa Sede, allí donde desde un tiempo a esta parte los hombres de Dios libran una guerra endiablada por sentarse en la silla de Pedro en cuanto Joseph Ratzinger, que acaba de cumplir 85 años, se muera o dimita.
El cuervo Paolo, en ese caso, solo sería un chivo expiatorio. Su esposa, Manuela Citti, asegura: “Mi marido quiere bien a la Iglesia. Estoy segura de que no habría hecho jamás ninguna cosa que pudiera hacer daño al Santo Padre”. El mayordomo tiene la doble nacionalidad italiana y vaticana y, hasta su arresto, vivía con su familia en un confortable apartamento dentro de las 40 hectáreas del Estado Vaticano. Fue allí donde los gendarmes encontraron “cajas repletas” de documentos y “el aparataje necesario para reproducirlos”. Tras la acusación formal de robo, Paolo Gabriele designó a dos abogados de su confianza, que ya se han entrevistado con él en una cámara de seguridad en el Tribunal de Vigilancia del Vaticano. El Papa, que según sus portavoces se encuentra “golpeado y triste”, no ha hecho referencia explícita al escándalo, si bien ha aprovechado las celebraciones religiosas del fin de semana para enviar a los fieles un mensaje de tranquilidad: “El viento golpea la casa de Dios, pero el edificio construido sobre la roca no cae”.
No obstante, las diferencias entre los más altos representantes de la Curia, que hasta ahora se dirimían en secreto, empiezan a salir a la luz pública. El cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927) ya advirtió ayer que la Iglesia, tras los últimos escándalos, “debe pedir perdón a todos para recuperar la confianza de los fieles”. El jesuita se remonta 2.000 años para decir que también Jesús fue traicionado y vendido y que ahora el Papa ha sido víctima de una acción malvada. Tal vez, insinúa el cardenal, porque los hombres de Dios están demasiado pendientes de “los tesoros de la Tierra”. Aunque sus amigos rechazan que Paolo Gabriele buscara lucrarse con la difusión de documentos, la Gendarmería vaticana está examinando sus cuentas bancarias y sus llamadas de teléfono para saber quiénes fueron sus compañeros de traición.