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Runrunes de Bocaranda: MEDIO – El DR. MICHAEL PENFOLD, PIES EN TIERRA

Nelson Bocaranda Sardi
Hace 5 años
Rurunes de Bocaranda: MEDIO – El DR. MICHEL PENFOLD, PIES EN TIERRA
El Dr. Michael Penfold, especialista en políticas públicas y de gobernanza: “El problema central que tiene Venezuela es que el régimen percibe que no tiene más opciones que resistir en el poder”. Foto en WilsonCenter.org

PIES EN TIERRA

Así podría definir al Dr. Michael Penfold especialista en políticas públicas y gobernanza con amplia experiencia en asesorías a diferentes países de la región a través de las últimas décadas. Este egresado del IESA y de la Universidad de Nueva York estuvo en las directivas de Conapri y la CAF.

En una entrevista con la colega Blanca Vera Azaf, en HispanoPost, Penfold hace un crudo y realista análisis de la crisis venezolana. De sus palabras extraigo algunos de los puntos más relevantes para el momento que vivimos bajo el Gobierno de Maduro:

“Es evidente que el país enfrenta un deterioro económico, político y social tan pavoroso -cuyo origen está en una revolución que quiere aferrarse al poder a cualquier costo- que hace que la dinámica de supervivencia del régimen y la política de una parte importante de la oposición de promover un quiebre interno por la vía de la fuerza nos haya terminado llevando cada vez más cerca de una espiral de violencia política.

Lo preocupante es que esa dinámica muy probablemente se mantenga por un tiempo, pues nadie tiene incentivos reales de abandonarla mientras este conflicto político continúe teniendo un carácter existencial y el país continúe en una dinámica de grandes ganadores y grandes perdedores.

El problema central que tiene Venezuela es que el régimen percibe que no tiene más opciones que resistir en el poder y que eso tiene menos riesgos que abandonarlo;

Y la oposición piensa que la única forma de lograr una transición democrática es por medio de crear capacidades que hagan que las amenazas sean creíbles o simplemente incrementando el costo de sostenerse a través de más sanciones.

Estamos viviendo literalmente una guerra de supervivencia política. El problema es que esa dinámica, cuya principal causa fue el desmontaje de toda la institucionalidad democrática del país y el haber cerrado las salidas constitucionales y electorales para sostener por la fuerza a la revolución, hizo que el costo social y económico de este proceso sea el mismo que el de un país con una guerra civil.

El tema no es retórico. El lenguaje político de guerra tiene consecuencias, y lo viven los venezolanos con una crisis humanitaria como nunca la ha tenido América Latina; y esa es quizás la peor herencia del chavismo, el haber concebido la política de esa forma. Todo o Nada. Amigo y Enemigo. Revolución o Muerte. La oposición tampoco ha sabido responder adecuadamente frente a esa dinámica del lenguaje.

Guaidó llegó donde lo hizo no solo por la presión internacional exclusivamente. Antes de que Guaidó ascendiera a la presidencia de la Asamblea Nacional, ya había mucha presión internacional, pero todos pensaban que la oposición venezolana estaba liquidada. Ese diciembre fue probablemente uno de los más tristes de la historia contemporánea.

Curiosamente, su sorpresivo ascenso en enero de 2019 se logró porque se había realizado un trabajo previo en el plano doméstico de muchos meses y contra grandes intereses políticos. Se cerró filas alrededor del pacto parlamentario, se logró enmarcar la crisis institucional alrededor de la falta de legitimidad de los comicios presidenciales de mayo de 2018, se logró denunciar el cerco institucional a la Asamblea Nacional y se movilizó a la sociedad para restaurar el orden constitucional y buscar una salida democrática. Solo luego vino el apoyo internacional. En el fondo, se trazó una línea política orientada a construir una coalición nacional por la democracia.

Sin embargo, muy pronto, ese objetivo fue sustituido por una estrategia de ambivalencia que se resume en “todas las opciones están sobre la mesa e incluso debajo de la mesa”, que subrepticiamente volvía a privilegiar lo internacional y la fuerza por encima de lo doméstico; lo cual le ha permitido a grupos avanzar con iniciativas que han sido muy problemáticas como la del puente Simón Bolívar o el 30 de abril o con la construcción de amenazas creíbles, como el TIAR, que han terminado siendo muy contraproducentes, o esta última exploración que hace quedar a grupos internos muy radicales, que parecieran operar incluso fuera del G4, explorando salidas insurreccionales financiadas quien sabe cómo.

Tampoco ha ayudado creerse en la práctica que se es un Gobierno cuando no tienes de facto control sobre el territorio. A mí me parece que la imagen de Guaidó saltando una verja para entrar a la Asamblea Nacional es mucho más poderosa como político que un Guaidó en flux con una bandera de Venezuela luciendo como un presidente que en la práctica no existe o caminando por alfombras rojas por todo el mundo.

La oposición al aceptar ser Gobierno se burocratizó, al ponerse a gastar se arriesgó a escándalos por corrupción, al no montarse sobre el tema humanitario se volcó sobre las sanciones, se olvidó de que estaba liderando una rebelión democrática y social, y se montó en una retórica también muy belicista (de más sanciones, narcoestado e incluso intervención) auspiciada por diversos factores nacionales e internacionales.

Lo que quiero decir es simple: la oposición debe volver a construir su estrategia sobre sus verdaderas fortalezas y no sobre unas debilidades en las que nunca va a poder superar al régimen.

Y esas fortalezas vienen dadas por la amplitud de una coalición política y social; por su capacidad de movilizar a la población para buscar una salida electoral; apuntalando la única institucionalidad democrática que queda en el país que es la Asamblea Nacional; conectándose socialmente con los problemas de la gente y las regiones; impulsando la legitimidad que tiene la demanda social de restaurar el orden constitucional y democrático y alineando a toda la comunidad internacional detrás de ese objetivo y no solamente fijando una política exterior perfectamente acorde con los intereses, muchas veces electorales, de Estados Unidos por más importante que ese apoyo pueda resultar”.

Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.

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