Permiten a Monseñor Porras decir la verdad por el oficialista Correo del Orinoco
TRAS HABERSE DESATADO una campaña en su contra a través de los distintos medios rojos rojitos por una supuesta información contenida en un cable de Wikileaks, ayer el diario oficial Correo del Orinoco concedió a Monseñor Baltazar Porras, Arzobispo de Mérida, la oportunidad de expresar sus opiniones y aclarar las informaciones que sobre él han venido apareciendo, incluso en el mismo medio que, insólito por lo democrático en una publicación oficial, que lo entrevista. La colega Annel Mejia de Mérida fue la encargada del trabajo que reproducimos a continuación.
Casualmente ayer el Arzobispo estaba invitado a oficiar una misa en el Cuartel de Bomberos de Mérida al conmemorarse los 30 años de la desaparición de su fundador. De repente una llamada de “arriba” impidió que pudiera celebrar el oficio. Los bomberos le ofrecieron sus disculpas llenas de malestar ante la orden superior desde la Gobernación merideña.
Dice que no le toca alabar al Ejecutivo, porque “a los gobiernos les sobran aduladores”
Monseñor Baltazar Porras aseguró no haberse reunido con el embajador de EEUU en el país
26 enero 2011
“No me tengo que quitar ninguna sotana ni ponerme una camisa roja”, dijo. Alegó que no se prestaron los templos durante la emergencia causada por las lluvias porque no hubo diálogo
El arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida, monseñor Baltazar Porras, considera que las fisuras entre el Poder Ejecutivo y la cúpula de la Iglesia Católica siempre se han dado en todos los Gobiernos. No se trata de dinero ni de poder, sostiene.
“Creo que este es un gobierno con una piel muy suave para la crítica y, cuando se llama la atención sobre algo, las respuestas no son a los problemas, sino la descalificación. Eso se debe mejorar, porque se deben abordar los problemas de fondo”, aclara.
A su juicio, en los últimos 50 años la postura de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) apunta a señalar comportamientos erróneos para corregirlos. Porras habló con el Correo del Orinoco sobre su actuación en el golpe de Estado del 2002 y la posición de la Iglesia en la emergencia causada por las lluvias, entre otros temas.
-¿Se reunió con el que era embajador de Estados Unidos en Venezuela, William Brownfield, para pedir frenar al presidente Hugo Chávez, como refiere Wikileaks?
-El 6 de enero del año 2005 yo estaba en el Niño de la Cuchilla, en Zea, Mérida. No tengo la bilocación para poder estar en Zea y en Caracas a la vez. Consulté en la Nunciatura para saber si se planificó una reunión para esa fecha con el embajador, y si me tocaba estar presente como presidente de la CEV, y me dijeron que no. Cuando fui presidente de la CEV, ni como su miembro, tuvimos reuniones con algún embajador para hacer esa solicitud.
-¿Su posición sobre el Presidente se mantiene? ¿Que es un pleitista, como lo ha dicho?
-Eso es evidente. Si a alguien le gusta la diatriba, la polémica e insultar es al Presidente. No es un juicio, sino lo que se observa. Llamó la atención su discurso relativamente moderado en la presentación de su memoria y cuenta, en la cual, por cierto, me dicen que habló de mí al referirse a mi intervención el 12 de abril del año 2002.
Pedro Carmona Estanga
-¿Qué injerencia tuvo usted en el golpe de Estado del año 2002?
-Simplemente acudí a un llamado del Presidente para que se le salvara la vida. Yo estaba los primeros días de abril en Argentina, pues tenía una intervención en nombre del Consejo Episcopal Latinoamericano. En vista de la situación, me dijeron que regresara, y lo hice el 8 de abril. Eso está escrito, es público y nadie lo ha desmentido.
-¿Firmó el decreto de Carmona Estanga?
-En absoluto. A petición de nueve diputados que se acercaron a la CEV, fuimos al Palacio de Miraflores el difunto Alberto Garrido, monseñor José Luis Azuaje y yo, a ver si podíamos impedir algo, no sabíamos qué. Llegamos allá y, como no pudimos hablar, nos regresamos. Estábamos ajenos a lo que pasaba. Luego, el 11 de abril el Presidente me llamó para preguntarme si estaba dispuesto a hacer lo que fuera por garantizarle la vida. Y fue lo que hice en compañía de monseñor Azuaje la madrugada del 12 de abril, en Fuerte Tiuna, aún a costa del riesgo personal. Cuando estuvo en la CEV dos semanas después, nos agradeció tanto al cardenal Ignacio Velasco como a mí ese gesto. Hay 40 testigos de eso.
“NO ME QUITARÉ LA SOTANA”
Para monseñor Porras, ser sacerdote no lo inhibe de opinar acerca de la política, pues “se cree que debemos hablar de los ángeles y en la estratosfera”. Los valores espirituales, a su juicio, se relacionan con la cotidianidad, tales como la honradez, la verdad, el diálogo y la transparencia. “A ellos apelamos: Solicitar que esos valores cristianos y humanos estén presentes”.
-¿Estaría dispuesto a quitarse la sotana y asumir un rol político?
-Estoy consciente de cuál es mi papel como dirigente religioso y no me tengo que quitar ninguna sotana ni ponerme una camisa roja. Tengo derecho a opinar, que es inherente a todo ciudadano, no sólo a quien ejerce la política como profesión.
-¿La cúpula de la Iglesia actúa de la mano con la oposición?
-Actuamos en función de las necesidades de la gente. El Papa Juan Pablo II nos lo dijo: “No le hablen a la gente que gobierna, porque no oyen”. Hemos estado abiertos al diálogo y así lo hemos demostrado en las situaciones más difíciles de este gobierno.
– ¿Usted reconoce algunos logros del Gobierno Nacional?
-Sí, pero no me toca alabar como líder religioso. A los gobiernos les sobran aduladores.
-Sin embargo, dice que escucha a las personas. ¿Ha escuchado la versión de ese pueblo que sí se ha beneficiado con los logros revolucionarios?
-Sí, pero algunos logros en el campo de la educación y la salud son parciales y no se corresponden con una planificación global. Por ejemplo, ¿por qué no se tiene un sistema integrado de salud?
-¿La Iglesia empezó a asumir opiniones en contra del Gobierno Nacional debido a que le quitaron ayudas a algunas de sus fundaciones?
-Es falso. Las asignaciones de los gobiernos nacional, regional o local a instituciones de la Iglesia no son para ella. El caso más patente es la educación: se ayuda a los venezolanos de todos los estratos sociales. No hay un lucro. Las asignaciones se han reducido al mínimo y, en algunos casos, son inexistentes. Se recibe, por convenio entre el Vaticano y el Estado, una asignación a las Diócesis que están entre 10 mil y 12 mil bolívares anuales; eso no alcanza ni para pagar una secretaria. Caminamos para ser autónomos y buscar la autogestión, lo que me parece sano.
-¿Debe haber cambios en la Iglesia sobre asuntos como el celibato?
– Hay muchas cosas que pueden cambiar, porque no son dogmas de fe. Se puede proponer, pero creo que la solución no es decir: Si se quitara el celibato, las cosas marcharían mejor. La gente se casa, descasa y es infiel. El problema es más complejo.
SIN DIÁLOGO, LOS TEMPLOS NO SON REFUGIOS
-¿Por qué la Iglesia no se prestó a brindar algunas instalaciones como refugio para las familias damnificadas por las lluvias?
-Una cosa es que digan: Aquí nos vamos a meter, y otra es dialogar. Hemos estado presentes, acompañando a la gente en su sufrimiento
-Pero hubo iglesias habilitadas como refugios, por ejemplo, en Santa Cruz del Zulia.
– Allí la iglesia fue tomada. Los obispos de El Vigía, en Mérida, y en San Carlos del Zulia hicieron una reunión y dijeron que se podían prestar los templos, pero se debía hablar. Creo que esa postura de hacer expropiaciones sin diálogo previo, sin derecho a reclamo, no es sana ni conduce a la colaboración. Imponiendo no se puede trabajar.
-¿La cúpula de la Iglesia piensa de una manera y los curas de parroquia otra?
-Es lo que dice el Gobierno.
-Pero mientras los obispos dijeron que no prestaban los templos, el cura de Santa Cruz del Zulia prestó la iglesia sin problemas, porque el agua llegaba hasta el pecho.
– Por supuesto que sí, pero el planteamiento del presbiterio era conversar, llegar a un común acuerdo y no la imposición.
-¿Incluso ante una situación de emergencia, como la que hubo?
-Hay planificaciones que se deben hacer. Y respondiendo a ellas se debe actuar.
-Entonces, ¿es cierto que la Iglesia no brindó los templos para las familias damnificadas?
-No es cierto. Hubo algunas que se prestaron, pero sabemos después cómo las dejan, cómo el Gobierno se olvida de echar una mano.
EL DILEMA DEL CARGO DE CRONISTA
Ante la petición de la Cámara Municipal Libertador, de Mérida, de revocar su título como cronista de la ciudad de Mérida, monseñor Baltazar Porras alegó que ejerce ese cargo desde hace 20 años y, además, es vicepresidente de la Asociación Nacional de Cronistas.
Explicó que sólo en una oportunidad habló con un miembro de este cuerpo legislativo para pedirle que cumpliera horario, lo que consideró “fuera de la ley”, pues “la figura del cronista no es la de un empleado público ni de un jefe de prensa”, expuso.
Informó que escribe entre 60 y 70 artículos por año, que se publican en libros y periódicos.
-¿Estaría dispuesto a renunciar al cargo?
– Yo no pedí ese cargo ni tengo por qué renunciar. No tengo por qué dar gusto.
-¿Está inscrito en el sindicato de la alcaldía de Libertador?
-No tengo conocimiento (risas). Al único sindicato que pertenezco es al del Vaticano.
“NUNCA ME DIRIJO AL PRESIDENTE, NI EN BIEN NI EN MAL”
Monseñor Baltazar Porras aclara que nunca se dirige directamente al presidente Hugo Chávez, “ni en bien ni en mal”.
Explicó que algunos periodistas ponen títulos a sus notas que “no siempre responden a lo que uno dice. Jamás nombro a personas, ni me dirijo directamente a ningún gobernante”.
Sostuvo que sus críticas al Gobierno continuarán, siempre y cuando haya errores. “Desde que soy obispo (año 1983), mis declaraciones han mantenido una misma y única postura: ser crítico y llamar la atención a la consciencia como ciudadano y creyente”.
Informó que el papel de la Iglesia es “anunciar y valorar a Jesucristo”, lo que pasa por el amor a Dios y al prójimo. Pero ese amor, para Porras, coincide con el respeto, el pluralismo, la solidaridad, y “no con la descalificación sistemática, incitando a la división”.
Texto y Foto/Annel Mejías Guiza
Mérida