Gota a gota inicia el acoso psicológico - Runrun
Gota a gota inicia el acoso psicológico
La violencia psicológica es muy sutil y pasa desapercibida fácilmente. Una experticia forense o psicológica ayuda a hacerla visible
En el acoso psicológico el hombre no siempre es el victimario y la mujer la víctima

 

Gabriela Henríquez y Maria Josefa Maya / @gchenriquez1 y @fefamaya

 

Yo hago esto por tu culpa. Yo te trato así porque tú eres bruta. No puedes con todo lo que deberías. Yo me molesto porque tú me haces molestar. Acabo de leer unos mensajes tuyos con tu jefe. No hablamos en todo el día porque tú no me llamaste. Siempre que estás con tus amigos no me prestas atención. Quiero despertarme en la mañana y saber que tú vas a venir a trabajar conmigo. Tú eres muy especial, pero conmigo vas a ser más especial porque yo tengo dinero y contactos. 

Las frases anteriores son recogidas de los testimonios de tres víctimas de acoso psicológico entrevistadas por Runrun.es. Con ellas, sus agresores mostraron los primeros indicios de este tipo de violencia. 

El acoso psicológico no es más que violencia psicológica. Según la psicóloga Magdymar León, se trata del  tipo de maltrato de una persona hacia otra que genera un daño psíquico emocional. El maltrato psicológico es uno de los 21 tipos de violencia tipificado por la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. 

La psicóloga y coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA), explicó que la violencia psicológica no es solo una acción puntual, sino que son diferentes manifestaciones de calificación, agresión verbal, chantaje y coerción. Estas manifestaciones siempre tienen como fin generar un daño psíquico en la víctima.

El psicólogo clínico, Francisco Sánchez, considera que el acoso psicológico puede ser interpretado como una violencia simbólica porque esta se expresa a nivel cultural, donde se demuestran las profundas desigualdades de poder que existen, por ejemplo, entre el poder de un hombre y el de una mujer. Magaly Huggins, psicóloga clínica y criminóloga, añade que es muy sutil, pasa desapercibida fácilmente y tiende a confundirse con la violencia verbal. 

El debate público sobre este tipo de violencia hacia la mujer se hizo visible una vez el caso de Morella León López, una mujer que estuvo secuestrada y sometida a maltratos por 31 años por Mathías Enrique Salazar Moure, en la ciudad de Maracay, estado Aragua, se hizo público. También en los primeros dos meses del año 2020 varias mujeres han levantado su voz a través de redes sociales, especialmente Twitter, y contado sus experiencias con algún tipo de violencia de género, en particular, con el abuso o maltrato psicológico. 

 

No eres tú, no estás loca ni sola

Estudiadas, profesionales graduadas, con años de experiencia laboral y, en algunos casos, atravesando situaciones en las que se encontraban emocionalmente vulnerables. Conocen a un hombre en su entorno laboral y al cabo de un tiempo se vuelven pareja… Sin saber que se verían abrumadas por el acoso psicológico. 

Alicia Hernández, periodista, aseguró que la persona maltratadora en su caso, hablaba muy mal de sus parejas anteriores. Su agresor se refería a otras mujeres, con quienes sostuvo una relación simultánea a Hernández, como “amigas”. Luego, Hernández afirma que el discurso cambió. “Empezó a ponerme en contra de las otras mujeres. Me decía: “es una loca”, “está obsesionada por mí”, “la dejé y quedó mal”. Cambia las versiones de casi todas sus ex parejas. Era algo muy extraño”, indicó.

 

Se conocen en el trabajo

Vanessa, un nombre utilizado para proteger la identidad de esta mujer, conoció a su agresor en su lugar de trabajo. Conversaron por un periodo extendido, hasta que finalmente coincidieron en la misma ciudad y empezaron a salir. Si bien no fueron pareja, estuvieron en esa “zona gris” por unos cinco meses. 

Ella no estaba interesada en mantener una relación formal y con exclusividad ya que había pasado poco tiempo desde que había puesto punto final a una relación anterior de más de seis años. Para ese entonces, Vanessa explica, ella se encontraba en una situación bastante vulnerable en términos emocionales. 

Andrea Hernández, escritora en el medio digital Cinco 8 mantuvo una relación a distancia de unos nueve meses con David Parra. Dos años después de haberla finalizado confiesa que la duración de su relación es difusa y ese periodo de su vida lo caracteriza con la palabra “nebuloso”. 

En octubre de 2017, luego de haber trabajado juntos en un mismo libro, ambos formalizaron su relación, siendo este el primer noviazgo con un hombre de Hernández. En sus propias palabras, este fue un cambio bastante nuevo para ella y un periodo de descubrimiento en el que David se refugió mucho. 

 

Tic toc, empieza el control

“Siempre hacía ese tipo de preguntas de si yo estaba saliendo con alguien, o viéndome con alguien. Siempre estaba con un tema de que yo solamente le prestaba atención al trabajo, a mis amigos, o que si estaba en la calle no lo llamaba”, explicó Andrea Hernández.

Vanessa, por su parte, cuenta que cuando tenía aproximadamente un mes saliendo con su ex-pareja, este le revisó sus conversaciones en el teléfono y eran frecuentes las discusiones en torno a que él quería que Vanessa renunciara a su empleo para ir a trabajar con él.

“Yo lo confrontaba directamente y le decía que por qué quería estar tan en control de mi vida, y él tendía como a romantizar todo esto y se posponía la discusión”, contó. 

Los horarios de sueño y de trabajo de Andrea Hernández se vieron afectados. “Él me llamaba a las 12:00 am y me reclamaba que él me tenía que llamar porque yo no lo había hecho en todo el día. Todo siempre desde lo bajito y desde lo dolido que estaba (…) También  me mantenía en conversaciones muy horribles y extensas a las tres o cuatro de la mañana para contarme que había salido con otra mujer, y yo me sentía súper mal al respecto. No dormía… Si yo estaba en la oficina y él me llamaba y yo le decía que no podía hablar porque estaba trabajando, entonces él me decía que yo nunca dedicaba tiempo para él”, comentó. 

Vanessa explicó que algunos de los indicios que no notó durante su relación de afecto con su agresor, pero luego de un tiempo reconoce como episodios de abuso psicológico, son el negar que él mantenía relaciones con otras mujeres, o reconocerlo finalmente y desprestigiar a esas chicas. Pedir nudes, pero nunca mandarlos de vuelta; revisarle el teléfono; generar conflictos por una supuesta relación amorosa entre el jefe de Vanessa y ella, a pesar de que esta realmente no existía; aislar a Vanessa de sus amigos dentro y fuera de Venezuela; reclamar que en las reuniones de trabajo la intención de los inversionistas con ella era mantener relaciones sexuales; y más.  

“En nuestra relación también hubo prácticas de abuso sexual (…) En una oportunidad él y yo habíamos terminado, yo tenía gripe y me sentía muy mal. Él se ofreció a traer una sopa a mi casa y al llegar se me lanzó encima inmediatamente”, aseguró. Vanessa añadió también que considera que su ex-pareja se aprovechó de esa vulnerabilidad física que tenía en ese momento.

 

Termina la relación, inician las secuelas

Si bien Vanessa en varias ocasiones intentó terminar con esta persona, él la presionaba mucho, la buscaba en su hogar, le escribía a través de redes sociales. Finalmente, luego de unos seis meses, acabó la relación. Buscó ayuda terapéutica ya que sufría de ataques de pánico por las noches y no podía comer ni trabajar. “Yo no estaba triste porque estaba despechada, estaba triste porque me violentaron y no lo sabía”, sentenció. 

Andrea Hernández decidió culminar su relación luego de que David le aseguró y posteriormente negó en repetidas ocasiones que mantenía relaciones paralelas con otras mujeres. Al hacerlo, tuvo que bloquearlo por todos los medios de comunicación y cerrar sus redes sociales. Solo cuatro meses después fue que Andrea identificó que se encontraba en una relación abusiva y logró contactar con cuatro mujeres más con las que David mantuvo relaciones amorosas al mismo tiempo.  

En el caso de Alicia Hernández, ella finaliza su relación con el agresor al saber que este tenía otras parejas en paralelo. “Al principio (de terminar la relación) yo no era consciente de todo lo que me había pasado. No era consciente de que había sufrido violencia física, psicológica y sexual. Con la violencia sexual sí fui más consciente enseguida. Porque él había estado con alguien más. Poner en riesgo la salud de una persona de esa manera, es violencia. No dejarme decidir sobre mi cuerpo en ese sentido es violencia”, sentenció. 

 

¿Cómo opera la violencia psicológica?

León aseguró que la violencia psicológica usualmente ocurre como todo tipo de violencia, cuando las partes involucradas, es decir, agresor y víctima, se encuentran en una relación inequitativa de poder. Debido a esto, el agresor está capacitado para enviar mensajes que tengan como objetivo lastimar a la víctima. Estos mensajes pueden descalificar, agredir verbalmente, y en ciertos casos seducirla, causando que esta dude de sus propias decisiones, apreciaciones y opiniones.

“Usualmente, todos los comentarios son dirigidos a socavar las fortalezas personales de la víctima”, afirmó la psicóloga de Avesa.

Magaly Huggins, psicóloga clínica y criminóloga agrega que la violencia psicológica se ejerce por lo general a través de la violencia verbal, y no necesariamente contiene insultos. Puede evidenciarse en el uso de palabras con doble sentido que le puede dar a entender a la mujer muchas cosas, el uso de gestos de desagrado ante la presencia de la persona, o expresiones de celebración hacia otras mujeres; también menciona el control excesivo sobre la mujer. 

“La violencia psicológica es muy sutil, pasa desapercibida fácilmente, tiende a confundirse con la violencia verbal, pero como la violencia verbal es clara, es distinta a la violencia psicológica. Se trata de ese juego manipulador y seductor que va devaluando, encerrando y disminuyendo la creencia de la mujer en sus capacidades. No deja huellas. Para verla tienes que hacer una experticia forense, psicológica, con una persona muy bien entrenada para que se pueda hacer visible este tipo de violencia”, detalló. 

Alicia Hernández, indicó que empezó a ver indicios de maltrato de manera más clara. “Empecé a observar este tipo de maltrato que se llama “Gaslight”. Te convencen y manipulan de un modo que te vuelve loca”, expresó Hernández. El nombre de este tipo de violencia  es tomado de la película Gaslight, de 1994, la cual cuenta una historia de violencia machista psicológica. En el filme, el marido manipula a su esposa con sutileza hasta convencerla de que ella se imagina cosas, recuerda mal las discusiones y hasta le hace dudar de su cordura. En eso, básicamente, consiste este tipo de maltrato psicológico.

Es fundamental señalar que en la ejecución del acoso psicológico, el hombre no siempre es el victimario y la mujer la víctima. Los expertos consultados para este trabajo aseguraron que esto puede ocurrir de forma inversa, en relaciones homosexuales y también en una relación laboral.

 

Indicios y señales para la mujer y su entorno

Las tres mujeres entrevistadas por Runrun.es aseguraron que la mayoría de las señales de alerta no son reconocidas en el momento. León, explicó que esto se debe a que no siempre son fáciles de detectar porque pueden haber muchos elementos que las disimulen.

“Que la persona agresora solo se centra en aspectos negativos de la mujer, en los defectos que ella tiene y que sólo los, que destaque en público, que la humille frente a otras personas, son algunos ejemplos”, expresó León. 

En uno de los testimonios, una de las víctimas afirmó que la persona agresora la persuadía para que renunciara a su trabajo. En otro de los casos de acoso psicológico, la persona afectada comentó que el agresor revisó sus conversaciones privadas en redes sociales. “No sé cuántas veces lo hizo. Un día salí del baño y él tenía una expresión bastante extraña. La respuesta de él fue: “Acabo de leer unos mensajes tuyos con tu jefe”, afirmó. 

Por otra parte, uno de los testimonios recopilados mencionó que la persona maltratadora criticaba su forma de vestir en caso de portar una prenda con escote. 

Además de los indicios mencionados anteriormente, en el caso de Alicia Hernández, el agresor llegó a controlar los círculos sociales con los que ella se relacionaba. 

Huggins explica que cuando en una relación comienza el control excesivo sobre lo que hace o con quien se relaciona socialmente la mujer, inicia el cuestionamiento a cualquier acción autónoma que ella tome y se generan ofensas como elogiar a otras mujeres junto a la pareja. “Está frente a señales de alerta que no deben ser ignoradas”, aseguró. 

Sánchez detalla que hay señales que deben alertar a la mujer y a su entorno: que el hombre la comience a aislar de los demás  poco a poco, que le diga que sólo puede que ser cuidadora de hogar, un excesivo control sobre las acciones de la mujer a través de mensajes de texto y por teléfono, que el hombre actúe mal y luego se arrepienta en repetidas ocasiones; y en el caso de la comunidad, dejar de ver a una mujer en todo un fin de semana luego de haber escuchado gritos o llantos en su hogar. 

 

¿Qué hacer en caso de sufrirla?

Tamara Adrián, diputada a la Asamblea Nacional y miembro de la sub-comisión para la mujer, explica que la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia​ tipifica la violencia psicológica. No obstante, detalla que el Estado no ha tomado acciones o generado políticas públicas que realmente ayuden a las mujeres venezolanas. 

“El Estado ha desaparecido las casas de abrigo que protegerían temporalmente a la mujer en casos de violencia para ser sacadas del entorno en donde la están sufriendo, han desaparecido las políticas públicas que en algún momento había implementado InaMujer en el Distrito Capital”, aseguró la diputada. 

Adrián añade que la violencia psicológica se detecta a través de una denuncia y una vez llega a manos de los jueces de protección de violencia, ellos refieren a la mujer a alguna ONG u organizaciones de la sociedad civil que cuenten con psicólogos o psiquiatras que eventualmente ayudan en los casos de violencia psicológica. 

De acuerdo al Código Procesal Penal vigente en Venezuela, el proceso para recibir asistencia del Estado al sufrir violencia de género consiste en denunciar el hecho ante la Defensoría del Pueblo, el  Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), o ante cualquier cuerpo policial. También se pueden realizar las denuncias a través de las Organizaciones No Gubernamentales, para que ellas apoyen y acompañen a la mujer antes de que presente su denuncia ante un organismo del Estado. 

Seguido de esto, inicia un proceso judicial en contra de la persona que presuntamente cometió los hechos de violencia de género y posiblemente se le detenga para determinar la responsabilidad penal que pudiese tener. Finalmente, y culminado el proceso judicial, se emite una sentencia en referencia a la acusación que la mujer hizo en contra del presunto abusador. 

“Para que el cambio social se dé, no basta una ley. Es necesaria la implementación de una ley a través de cambios sociales y eso se hace a través de políticas públicas (…) Onu Mujeres estima que dependiendo de los países, vencer la violencia basada en género y lograr un cambio estructural de igualdad de la mujer tardaría entre 80 y 400 años”, añadió Adrián. 

Alicia Hernández comunicó los pasos que la ayudaron a ella a superar su experiencia hace un par de años. 

Lo primero que hizo fue encontrar a un amigo en quien confiar. Buscar ayuda psicológica, especialmente un especialista que esté familiarizado con el maltrato psicológico. En el caso de ser mujer, Hernández señaló que un psicólogo especializado en violencia de género es ideal. Ella se apoyó en amigos y familiares que estuvieron ahí para acompañarla. Además, cortar relaciones con el agresor fue de gran ayuda. 

Andrea Hernández, aseguró que su agresor era muy convincente y hablaba con mucha propiedad sobre cómo él era una persona completamente distinta a como otras personas le indicaron a ella . 

Por eso, aconseja a otras mujeres confiar en lo que piensan y sienten, y escuchar lo que las personas de su entorno les dicen, ya que si hacen un señalamiento es a partir del cariño que existe. Asegura que otras personas pueden ver las cosas desde afuera y analizarlas objetivamente. “La  verdad es que a veces estamos tan inmiscuidas y envueltas en el abuso que no podemos ver las señales y hay gente que sí las puede ver por nosotras”, añadió. 

 

¿Realmente la víctima controla las decisiones que toma?

León asegura que no existe consentimiento libre e informado cuando hay una relación inequitativa de poder o cuando hay una situación de manipulación y chantaje. Es decir que la aceptación de la víctima ante alguna situación con la persona agresora en un contexto de violencia, este consentimiento no tiene lugar. 

La coordinadora de Avesa explicó esto a través de un ejemplo: “hay un caso de una adolescente de 15 años y un hombre de 25 años, existe una diferencia cognitiva, recorrido personal de destrezas y conocimientos que marcan una relación muy desigual. El que una chica haya “aceptado” alguna solicitud de un hombre con esta característica, definitivamente demuestra que ahí hay una relación desigual y, por tanto, ese consentimiento no es libre”, dijo.

“Digamos que bajo ningún concepto yo entendería como que esa aceptación es realmente válida”, afirmó la psicóloga de Avesa.

 

“Normalizar” la  violencia contra la mujer

“Como siempre digo, cuando tú no lo percibes es que tú eres parte del problema. Cuando tú te das cuenta de qué es lo que está mal y tomas una actitud para cambiarlo, en ese momento es cuando te conviertes en parte de la solución”. Así caracteriza Tamara Adrián la normalización del maltrato a la mujer en la sociedad venezolana. 

Sánchez explica que a nivel cultural existen ciertas pautas que aminoran la figura de la mujer y que son aceptadas. Por ejemplo, señala que se legitima por la sociedad que un hombre ejerza poder sobre la mujer.

El psicólogo clínico señala que las mujeres se enfrentan a la dificultad de no saber ante quién denunciar ya que el hombre, en algunos casos, mantiene vínculos con los cuerpos de seguridad, puede estar armado o puede ser parte de una banda armada, por lo que la mujer teme que su denuncia sea fácilmente detectada y se generen represalias en su contra. 

Asimismo, Sánchez indica que el entorno social de una mujer de clase social más desfavorecida puede estar compuesto por una asociación civil o un consejo comunal con mujeres tan parecidas a ella, por lo que se normalizan las manifestaciones simbólicas negativas en contra de la mujer. 

“La violencia psicológica no solo se da entre parejas, también en familias, comunidades, e instituciones religiosas. Cuando a la mujer se le dice “tienes que tolerarlo para preservar el matrimonio”, se le está diciendo que el beneficio de una institución social con el matrimonio está por encima del bienestar psicológico de ella; ahí hay un ejercicio de violencia psicológica muy profundo”, añade el psicólogo. 

Huggins indica que existe una estructura cultural que señala que la mujer depende del hombre y que él la escoge para ser la madre de sus hijos, y esa es precisamente una de las principales razones de los femicidios. Detalla que es una práctica común de los hombres que cometen asesinatos a las mujeres prohibir a sus ex-parejas salir con otros hombres ya que ellas son las madres de sus hijos y, por lo tanto, su propiedad. 

Para la coordinadora de Avesa las bases culturales que están detrás de toda forma de violencia, incluida toda la violencia psicológica contra las mujeres, son las bases que apoyan al patriarcado. 

“Si se suma esta visión negativa hacia las mujeres con el hecho de que como sociedad se ha validado o se ha legitimado la violencia como manera de imponerse sobre el otro, o como manera de resolver los conflictos, se va viendo cómo en el país se va reproduciendo cada vez más estos hechos de violencia de toda naturaleza”, señaló León. 

Agrega que es necesario que la población venezolana reflexione en cómo dejar a un lado la violencia y buscar otros mecanismos para comunicarse y resolver conflictos. “No es válido que sigamos apoyando o aprobando los comportamientos violentos, los comportamientos de que el más fuerte tiene la razón o que el más fuerte es el que tiene más valor. Apoyar este tipo de comportamientos es en definitiva apoyar la violencia en sus diferentes manifestaciones”, dijo.