Triunfo de la MUD prendió el fuego en el 23 - Runrun
Triunfo de la MUD prendió el fuego en el 23

@loremelendez

Por primera vez, en el 23 de Enero, en la parroquia donde Hugo Chávez votaba, donde su cuerpo se preserva en un museo, donde hoy está un altar en su nombre, donde el chavismo y la izquierda han erigido su refugio más icónico, ganó la oposición venezolana. Los colectivos adeptos al oficialismo, que han convertido estos 2,31 kilómetros cuadrados en un territorio dominado por sus armas, en un Estado dentro de un Estado, no salieron a celebrar. El ruido de sus motos nadie lo oyó. Después de 19 elecciones de victoria roja, todo cambió. Allí venció la MUD.

En Sierra Maestra, los Tupamaros habían hecho sonar salsa, merengue y reguetón durante toda la tarde del domingo. Estaban en una esquina donde se leía un “Patria o muerte” entre los rostros pintados de sus líderes caídos en “la cuarta”. Cervezas y botellas de licor, en medio de la noche y la Ley Seca, salían de la bodega en la que celebraban. Al estacionamiento del superbloque llegaban parejas en motocicletas, mientras que unos veinte vecinos, hombres en su mayoría, bebían rodeados de carros. 

Pero la música dejó de escucharse a las 12:23 de la mañana del 7 de diciembre. A esa hora, la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, pronunciaba los resultados de los comicios parlamentarios que, por primera vez en 16 años, dieron la victoria a la oposición en la parroquia chavista y en el resto de Venezuela. A esa hora, otra celebración arropó la montaña.

Al triunfo de la oposición respondieron los vecinos. El ruido de una bocina dominaba la escena, acompañado de los cohetones y de los gritos de varios habitantes que muy cerca de su ventana, aunque sin asomarse a ella, decían «ganamos» o lanzaban insultos a Nicolás Maduro, el Presidente de la República que esa noche pronunció su discurso de aceptación de resultados en medio de la bulla de los cacerolazos. El cielo, mientras, se iluminaba a ratos. La MUD había prendido el fuego en el 23.

Los pum-pam de los triqui-traqui no paraban. Disminuían su frecuencia, pero no callaban. Sólo cerca de la medianoche, llegó el silencio después de tres ráfagas de balazos que dejaron ecos. Una voz replicó con furia desde una ventana. Los tiros enmudecieron el júbilo por unos minutos. Pero luego, la celebración continuó. En el Bloque 7 de Monte Piedad, en las adyacencias a La Piedrita, donde domina aquel colectivo famoso por haber pintado un Cristo con armas y vestir a niños de guerrilleros, pasó prácticamente lo mismo, de acuerdo con sus vecinos.

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La resaca

“Vente, pana, que no hay camionetas, no hay nada. Es que esto es como un 1ro de Enero, pero sin borrachos”, le decía un conductor a un hombre que se subió a su autobús y se quedó en el estribo del vehículo. Apenas llevaba un pasajero. Había amanecido. Ya era lunes, 7 de diciembre, y a las 10:00 de la mañana, el 23 de Enero parecía dormido. Los dos hombres, el chofer y su nuevo pasajero, hablaban de la “paliza” de anoche.

El tema de conversación se repetía en los rincones de un territorio donde hay miedo de hablar de política. «El problema es que aquí tú no sabes quién es quién. Cualquiera puede ser un colectivo, un familiar o un amigo de un colectivo. En 23 de Enero, no puedes ni echarle los perro a una chama», advertía un hombre de franela naranja que no quería revelar su nombre por temor a ser fichado por los Tupamaros.

«Es que estos bichos son el diablo, nadie los quiere como enemigos», explicaba quien ha pasado toda su vida en la parroquia y está acostumbrado a escuchar los tiros al aire que los grupos armados lanzan para hacer saber quién manda allí.

El jolgorio de Sierra Maestra y Monte Piedad no se repitió en todo el 23. En la Zona Central, controlada por el colectivo Alexis Vive, los habitante aseguraron que no se escuchó «ni una mosca» tras el anuncio del ganador de las elecciones. Sólo algunos negocios abrieron sus puertas al día siguiente. Lo mismo pasó en la Zona F, donde los talleres mecánicos parecían los únicos negocios en prestar servicio.

Al mismo tiempo, en Sierra Maestra la vida seguía dormida y en El Observatorio, donde opera La Piedrita, las calles de casas coloridas se veían solitarias. Los carros iban con paso lento, no había gente en las paradas, la sentencia del “1ro de enero sin borrachos” nunca fue tan acertada.

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La gente burlaba la soledad con la conversa, con los chistes, con las puntas, con las insinuaciones, con las anécdotas de la noche. En una de las pocas charcuterías abiertas, una mujer contaba la angustia de su madre, quien lloraba porque pensaba que le quitarían su pensión por el triunfo de la oposición.

Las historias seguían. En Agua Salud, un hombre le cantaba a alguien desde su teléfono una ranchera de Miguel Aceves Mejía que decía «yo me voy con mi derrota». En la plazoleta del Bloque 22, un abuelo le reclamaba a una anciana su apoyo a la oposición.»Por ti, no ganó Chávez. Porque tú votaste por ellos y ahora te vas a quedar sin pensión. Seguro que mañana aparece todo en el mercado, segurito que se va a acabar la escasez», le decía. Ella sólo le volteaba la cara.

En Sierra Maestra, un hombre contaba que aunque los «tupas» habían puesto su salsa y se sentían ganadores, tuvieron que agachar la cabeza. Huyeron de la rumba cuando se enteraron de la pérdida. Detrás de una camioneta, a la mañana siguiente, se veía uno de los parales que habían dispuesto para encender sus cohetones. Pero esa noche, la medianoche del 7 de diciembre, otros encendieron el fuego en el 23.

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