El síndrome de la Venezuela maltratada por Víctor Maldonado C.
El síndrome de la Venezuela maltratada por Víctor Maldonado C.

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Indefensión, vergüenza, desamparo y culpa. Todos éstos son atributos del país que vivimos. Estamos todos expuestos a las ocurrencias de un régimen que abusa del poder y lo ejerce arbitrariamente. El gentilicio está en el suelo. Nadie puede sostener un solo argumento que nos haga sentir orgullosos. El país está sumido en la más absoluta ruina, y hasta las cosas más elementales se han convertido en objetos costosos y escasos. Lo que antes era para nosotros motivo de orgullo, hoy luce desfigurado y disuelto. Nuestras ciudades lucen sucias y atrasadas. Nuestros aeropuertos presentan una condición casi africana. Los servicios públicos se deshilachan en excusas. La seguridad ciudadana es una ficción y las carreteras y caminos se han convertido en oportunidades para el hampa y la muerte.

Los venezolanos no saben qué hacer. La orfandad política, ideológica y dirigencial les hace sentir que están solos en la inmensa tragedia que viven cotidianamente. La gente vive un país de violencia, desempleo, carencias y derrumbe institucional. La cotidianidad es un cálculo constante sobre lo que no van a poder hacer más, porque no alcanzan los reales, y la tensión constante, el susto perenne que supone el no caer enfermo, el no perder el trabajo, el no sufrir un asalto, el no experimentar la muerte. Lejos de esas consignas rimbombantes y ajenas, de lo que se trata es de la toalla sanitaria y el condón que no se consiguen, la leche materna que desapareció, la diálisis que no se puede hacer a tiempo, y las medicinas que hay que ir sustituyendo por brujería y yerbateros, porque nos estamos saliendo de la modernidad para volver a entrar en la cueva primitiva. La sordina no evita que temamos la aparición del cáncer, ahora que no hay cómo curarlo, o que de una vez explote y se generalice el desencuentro y todos terminemos entrampados en una guerra de todos contra todos.

¿Y quién tiene la culpa? Sentimos que es la hora de huir. Sentimos que estamos hundidos en una situación irreversible y que los causantes son todos los que por acción u omisión han provocado esta tragedia. ¿La IV república es culpable? ¿El envilecimiento de la V República? ¿Los políticos? ¿La política? ¿La corrupción? ¿El imperio? ¿Los cubanos? Hay que buscar un culpable, uno que no refleje. Un chivo expiatorio que no pueda replicar o devolver el favor. Otro que nos exculpe de todas las acciones y omisiones, de todas las decisiones y delegaciones que nos han colocado en la actual situación de desvalimiento. La culpa nos acompleja y nos hace creer que cualquier cosa es mejor. Bien vale la pena  cambiar unos bandidos por otros. Que algo se mejora si ocurre una rotación de la vileza. Hoy son unos, mañana serán otros. A los próximos les pediremos un mejor trato, y tal vez nos lo concedan.

Del maltrato no se sale sin la ruptura del compromiso con la adaptación. Venezuela se está acostumbrando a la escasez, la inflación, la violencia, el insulto y el oportunismo carroñero. Venezuela está organizando la cola del suplicio, tratando que sean otros los que encabecen la fila, pero sin intentar romper la formación. Venezuela está acumulando tensión mientras tolera que el régimen pretenda controlarlo todo. ¿Expropiación? ¡No importa! ¿Impunidad? ¡No importa! ¿Ventajismo? ¡No importa! ¿Corrupción? ¡No importa!  ¿Inflación? ¡No importa! ¿Escasez? ¡No importa! ¿Desempleo? ¡No importa! ¿Qué importa? ¡Yo me adapto o simplemente me tomo la foto de los piecitos en el mural policromático de Cruz Diez del aeropuerto internacional de Maiquetía!

¿Y si le damos otra oportunidad? ¿Y si nos reconciliamos con el régimen maltratador? ¿Y si lo hacemos para evitar males peores?  En dieciséis años lo hemos hecho muchas veces. Compramos la propaganda que nos vendía amor, corazón de la patria, el hijo de Chávez, la esencia del pueblo, el seguro contra el paquete, la vacuna contra la derecha… Y todas las veces caímos de nuevo en los encantos y desencantos de la furia maltratadora. Y ahora ¿vas a caer de nuevo?

La salida al maltrato comienza por tener el coraje de asumir una profunda revisión interna de lo que hemos sido y lo que queremos ser. La autoestima del venezolano está en el suelo. Hay que reconstruirla sobre la base del potencial y el compromiso del trabajo productivo. En segundo lugar, debemos construir una versión de la realidad más sensata, asociando causas reales con las consecuencias que vivimos. No merecemos esta situación. No estamos condenados a la condición primitiva que nos impone este socialismo. No tenemos por qué soportar una dirigencia tan mediocre. Y mucho menos debemos tolerar la vileza del ventajismo autoritario. El maltrato busca la sumisión y la inacción. Con eso mejoraríamos la condición del maltratador y empeoraríamos la nuestra. La participación política condicionada es parte del camino que debemos recorrer. Aclaro: El abstencionismo y el participacionismo son extremos que se tocan. Ambos están errados en sus premisas. Se trata de organizar la política para desafiar al régimen maltratador.

No es que la gente no se haya resistido. Cientos de kilómetros en marchas, decenas de desafíos, miles de días en cárceles injustas. Múltiples expresiones del potencial que tiene Venezuela para desasirse del maltrato que se han convertido en nuevas oportunidades para el agravio. De un lado y del otro el maltratador ha surgido para desautorizar las iniciativas, renegar de las propuestas, negar la realidad, caricaturizar la historia  y legitimar la respuesta violenta. El látigo con el que se ha violentado al país ha estado en muchas manos, o en la misma por mampuesto. La estupidez, la mezquindad y la simpleza son muy buenas aliadas de la tiranía.

El agresor intimida, atemoriza, descalifica, maltrata y usa la violencia porque todas esas herramientas funcionan como medios para obtener sus objetivos. Son mecanismos de control social que solo mediante la desobediencia y la resistencia activas consiguen ser conjurados. Hay que salir de la trampa del sometimiento por miedo que tiene muchas expresiones: La culpa sin capacidad para procesarla racionalmente –en términos de causas y efectos-, el sentimiento de fracaso que se refuerza todos los días en un país hundido en sus incapacidades, el pánico que produce el pensar siquiera en la posibilidad de un cambio, la sensación de que nada es posible porque no controlamos ningún aspecto de nuestra vida, la expectativa de una solución milagrosa para todos los problemas del país –que siempre se expresa en el caudillo que viene-, la angustia, el malhumor, la anomia, la somatización de la inconformidad con lo que se está viviendo, la evasión y la huida, son todos síntomas de lo mismo: El síndrome de un país maltratado, violentado y agredido por más de quince años.

Tal vez valga la pena recordar que detrás de un maltratador siempre se esconde un cobarde.

 

@vjmc