Los extremismos por Victor Maldonado
Víctor Maldonado C. Jul 17, 2015 | Actualizado hace 5 días
Los extremismos

CNE3

 

Coraje moral y sentido común deberían ser nuestras consignas. Porque ambas condiciones deberían servirnos para desterrar de una vez por todas tanta reacción hormonal que se trajina en la interacción entre los ciudadanos y la política. Son pocos los consensos que todavía tenemos y los que niegan la realidad le hacen un flaco favor al desempeño social. La evasión no le quita un solo ápice a las terribles consecuencias que traería consigo el resquebrajamiento de de la tolerancia y el mutuo reconocimiento.

El sentido común debería darnos ciertas claves. La primera de ellas es que tendremos alguna oportunidad de salir de la barbarie autoritaria en la misma medida que seamos capaces de construir y practicar la unidad política, más allá de la conveniencia electoral y sorteando los escollos de los odios, las envidias, las descalificaciones y los cálculos de corto plazo.

La segunda clave debería decirnos que, a pesar del evidente ventajismo autoritario que practica el régimen, hay que salir a votar porque la abstención no invalida al gobierno sino que lo fortalece. El dejar de votar no es ningún mensaje deslegitimador, por más razones que haya para el desaliento y la rabia. El gobierno busca el desaliento ciudadano porque le conviene quedar solo en la cancha política, y lo más razonable sería no permitírselo. Eso no quita que haya miles de razones y pruebas de un ventajismo tramposo y brutal. Pero precisamente por eso hay que seguir la ruta electoral como una de las opciones que tenemos a la mano. Una de las opciones pero de ninguna manera la única opción. En condiciones de turbulencia autoritaria sería ingenuo poner todos los huevos en una sola canasta, pero es igualmente torpe no colocar ningún huevo en la cesta electora. Hay que votar, efectivamente con el pañuelo en la nariz, con mucha suspicacia sobre el proceso y sus resultados, pero sin permitirle al régimen el sueño dorado de evitar toda oposición. Y si quiere que haga la trampa completa, porque no hay forma de que sea una trampa perfecta. No podrá ocultar el crimen político y esa situación abre otro juego.

La tercera clave es la necesidad de ser diferentes, tener un mensaje diferente, una visión de país diferente y por lo tanto una estrategia de transformación y progreso diferente. En el contraste que los ciudadanos puedan hacer entre ellos y nosotros estará concentrada cualquiera de las posibilidades de triunfo. En concreto, nadie puede ser más populista, inconsciente y fraudulento que este gobierno. Nadie ha manipulado mejor las entrañas del pueblo. Nadie miente de mejor manera. Nadie tergiversa más. Nadie puede ser más represivo. Por eso mismo, porque ellos son los campeones en su campo, no queda otra que ser una alternativa que contraste. Dolorosamente llegamos hasta aquí sin un programa y un discurso que sea atractivo y cautivador. También hay que decir que algunas opciones se quieren deslizar por la ruta fácil del populismo al tratar de ofrecerle al pueblo recetas mágicas para salir de la crisis. Ojalá la dirigencia política apuesta por la seriedad de una convocatoria a rescatar el país y no a seguir saqueándolo.

La cuarta clave es evitar los extremismos que ya están ocurriendo. Por alguna razón las posiciones políticas se han transformado en convicciones fundamentalistas. Los militantes abstencionistas, por ejemplo, practican una batalla campal contra los militantes del “participacionismo”, y en el medio, aplastada por tanta violencia, sobrevive de muy mala manera la ciudadanía independiente, intoxicada por esa mezcla a partes iguales de teorías paranoicas de la conspiración e ingenuidad ramplona a la que lo único que le falta es decir al final de cada frase es «si Dios quiere». Ni una cosa ni la otra. Nadie puede obligar a nadie a votar. Nadie puede sentirse con el derecho de obligar al resto a no votar. Nadie puede acusar al contrario de traidor o de estúpido porque lo que no se logre con persuasión y seducción políticas no se va a conseguir por la fuerza. Todos partimos del mismo diagnóstico asociado a las inmensas dificultades que supone el intentar derrotar al ventajismo autoritario. Y si en el camino se ha perdido la capacidad de concordia parte de la dedicación social es volver a encontrarla.

La quinta clave es sortear el abismo de los autoritarismos y las situaciones de hecho. Tal vez porque se ha impuesto el estilo del gobierno, a todos se nos ha olvidado que la esencia de la buena  política es el diálogo social, y que las mejores ideas surgen de la consulta con eso que se llama «sociedad civil organizada». De ninguna manera la consulta a la que nos referimos puede equivalerse a la consultoría tecnocrática que involucra a tres o cuatro técnicos, que tampoco consultan y que practican un secretismo audaz. De la oficina de los expertos las propuestas van directo a las ruedas de prensa de los dirigentes, que luego se ofenden cuando la ciudadanía repudia sus planteamientos y exigen debatir antes algo que supuestamente se presenta en nombre de todos. En cuanto al autoritarismo viral hay que encontrar la forma y el estilo de ser contraste y alternativa.

La sexta clave es la organización. Algunos diseños de las supuestas victorias que están por venir nunca han sido contrastadas con la realidad de la calle. Esas propuestas son similares a los planes de batallas que intentan algunos generales sin preguntarse primero por la disposición de sus ejércitos. La victoria comienza por los corazones pero termina en la cabeza. Con esto quiero decir que no se puede prescindir del discurso, la campaña, así como tampoco de la cobertura en términos de maquinaria que tiene que desplegarse el día de las elecciones. Y al respecto la pregunta es simple: ¿La tenemos o no la tenemos?

La última clave es el realismo. No hay milagros. No hay atajos. O se hace el trabajo que se requiere o tendremos esta barbarie por mucho tiempo. Hay que tener valentía para apreciar las condiciones de la realidad tal y como son. Sin quitarle nada y sin ponerle nada. Los extremismos son apuestas fantasiosas que prescinden de los demás y pretenden resolver sin escuchar a los otros. O asumimos esa fatalidad como parte de la realidad a resolver en el corto plazo, o no tendremos forma de vencer las razones de nuestra propia tragedia.

 

@vjmc