Los barrotes del silencio por Víctor Maldonado
Víctor Maldonado C. May 24, 2015 | Actualizado hace 1 semana
Los barrotes del silencio

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victormaldonadoc@gmail.com

Cuesta asumir la realidad tal y como es. Sin barnices. La democracia venezolana ha sido dada de baja, y ha sido sustituida por un régimen autoritario que va en la ruta de convertirse en una comunidad totalitaria, al margen de cualquier garantía y derecho ciudadano. En Venezuela hay 77 presos por motivos políticos y un régimen de persecución que no tiene ningún pudor en utilizar la fuerza de todos los poderes públicos para imponer sus condiciones. No en balde, el primer “gran objetivo histórico del plan de la patria” sea el mantener la revolución cívico-militar a cualquier precio.

El régimen es especialista en la tergiversación y la propaganda. Cada vez que da un zarpazo inventa una confabulación, cuentos fantásticos que van aplastando la capacidad de la memoria colectiva de procesarlos. Nadie se acuerda de los detalles, empero, las víctimas han caído, una tras otra, con la colaboración argumental –hay que decirlo- de los que desde el flanco de la oposición han satanizado la valentía de los que han salido a la calle o se han atrevido a contradecir las versiones del régimen. El gobierno pesca en él río revuelto de las contradicciones, y más de uno tiene las manos manchadas de complicidad con los encierros, persecuciones, presentaciones en tribunales, prohibiciones de salida y otras modalidades de acoso que se practican desde el poder. Nadie recuerda por qué cayó preso Rodolfo González, y cómo murió. Nadie impugna la vileza de un proceso trucado, falseado en sus argumentos pero útil para reforzar la propaganda oficial y sustentar sus teorías paranoicas de la conspiración. Nadie tuvo en cuenta la angustia y la ruina de su familia. Y como esa tragedia, podríamos contar esa constelación de consternación y sufrimiento que ha inundado la vida y la cotidianidad de 3720 personas en los últimos tiempos.

El régimen se aprovecha de cualquier fisura. Diputados allanados, alcaldes apresados, candidatos inhabilitados, estudiantes convertidos repentinamente en monstruos políticos, todo vale cuando la ley es solamente una mascarada detrás de la cual se esconde el monstruo totalitario. Diputados y gobernadores que terminan siendo extorsionado y que de un día para otro aparecen sentados en la bancada del gobierno, justificando cualquier cosa, desmoralizando al país y transformando las instituciones republicanas en ese bar de putas donde todo tiene un precio, pero muy especialmente el amansamiento. Los encuestadores cantan al son de la misma melodía, en esa cuerda floja que conviene tanto a la hora de continuar siendo creíbles, y en esa medida, útiles a los intereses de quienes les pagan. Estos van desgranando las falsas profecías, algunas veces para que sean desmentidas y todo termine siendo ese abismo de perplejidad y descrédito que acaba por fortalecer al gobierno. El juego es intrincado, el ritmo es atonal, pero funciona perfectamente, sobre todo en épocas electorales, cuando una mentira colada convenientemente desarregla el andamiaje opositor.  El régimen tiene en una mano el garrote y en la otra el fajo de dinero. Y los que tienen ojos y calculadora ven y sacan sus cuentas. Más de uno se ha acostumbrado y sacado buenos beneficios.

Pero allí sigue la cruda realidad de los que han caído. Allí siguen Antonio Ledezma, Daniel Ceballos, y Leopoldo López, presos, silenciados e inhabilitados a la fuerza. En las últimas horas el régimen ha embestido con esa saña brutal, pura y dura a la que no nos podemos acostumbrar. Esa imagen de Daniel Ceballos, rapado el pelo, uniforme amarillo chillón, tirado a la peor cárcel del país, angustiadas sus familias, indignados los tachirenses, alarmados los líderes de la alternativa y sorprendidos en todo el mundo, al ver cómo las equivocaciones del régimen se afincan en esa crueldad estúpida e irracional, pero que puede ser irreversible en sus consecuencias. El video de Leopoldo López es el signo de su propia resistencia y del desplante al puño de hierro que le acalla, le manosea su mujer cada vez que ella intenta verlo y le agrede la inocencia de sus hijos que ya van entendiendo que ese país de fábula, ese juego que les inventaron para no hacerlos sufrir de más, encubre un mundo tenebroso al que tendrán que acostumbrarse.

Pero no solo ellos. El Foro Penal sostiene que son 77. Allí sigue Lorent Saleh. Pero no solamente él, porque son al menos 77. Pero no solamente son esos 77 que cargan con los peores rigores. Son los 2015 que tienen medidas cautelares mientras los juzgan, y no son libres de ninguna manera. Porque ninguno de ellos puede hablar, puede participar, puede disentir o manifestar. Todos ellos han sido reducidos a silencio, castigo, soledad y encierro. Ledezma y Lopez están pagando con ferocidad el éxito internacional de sus mujeres, que han presentado sus casos en todo el mundo, y todo el mundo ha demandado esa libertad que nunca debieron haberles quitado.  Ceballos acaba de ser inhabilitado porque ganó su nominación en Táchira. El viejo juego del gato autoritario con su presa indefensa. Pero no solamente ellos, son 77 los que sufren el oprobio porque se atrevieron al desafío.

Pero ¿sabemos lo que es un preso político? El Consejo Europeo acordó, en el año 2012, la siguiente definición: Un preso es un preso político cuando su encarcelamiento y condena contradicen derechos Humanos y garantías fundamentales, en particular la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, la libertad de expresión y de información, la libertad de reunión y la libertad de asociación. Es un preso político cuando la detención ocurrió por razones puramente políticas, no relacionadas con un delito, cuando la duración del encarcelamiento o las condiciones carcelarias por razones políticas evidentemente no están proporcionadas al delito, si la persona está en prisión por razones políticas en forma discriminatoria en comparación con otras personas o si la detención es el resultado de procesos claramente injustos y parece estar relacionada con razones políticas del gobierno. ¿Alguien tiene alguna duda de la condición de presos políticos que tienen los 77 inventariados por el Foro Penal?

El silencio y el aislamiento son partes del castigo indebido, pero que es parte del guión universal de la infamia totalitaria. Sin embargo, aquí se ejerce con pasión artística. El solaz del que dirige la cárcel, la frialdad de la responsable del sistema penitenciario, la insensibilidad de los afectos al régimen, que a la vez gritan un amor infinito por la humanidad, todo eso es un valor añadido de esa esencia primitiva en la que estamos encallados. El malandrismo que actúa para maltratar y demoler la dignidad, para provocar ese miedo impreciso, esas pesadillas desintegradoras, esa contención por terror, ese malandrismo es la verdadera afrenta a encarar. Porque es la mejor cara del gobierno que se articula en mil versiones de la maldad.

Mandela dejó escrito un testimonio brutal de su propio encierro. El tiempo también se confisca. “Cada día es idéntico al que le precede, con lo que los meses y los años acaban confundiéndose los unos con los otros. Todo lo que rompe el tedio pone nervioso a los responsables… El desafío para todos los presos políticos, era cómo sobrevivir intactos, cómo salir de la cárcel enteros, cómo conservar e incluso reforzar las propias convicciones… Cómo aprender todo lo necesario para sobrevivir, porque el objetivo de la cárcel es destruir el espíritu y la resolución del prisionero…  Hubo muchos momentos sombríos en los que mi fe en la humanidad se vio severamente puesta a prueba, pero no podía ni quería abandonarme a la desesperación. En esa dirección se encontraban la derrota y la muerte”.

Hay que leer el testimonio biográfico de Nelson Mandela para no reducirlo a esa caricatura pacifista que tantas veces ha inhabilitado la lucha y vuelto incomprensible las angustias y esfuerzos de los que están tras los barrotes. Nuestro trato a los presos políticos, ese trato tibio y calculador, muestra que a esta lucha le falta estatura moral para comprender la inmensa tragedia que estamos viviendo. Y para apreciar la enfermedad de la mezquindad no hace falta estar presos sino atender al cruce de opiniones que terminan satanizando a los presos y buscando razones para su encierro. Algunos se han especializado en ser el soporte ideológico de esta insensatez totalitaria.

Pero estos barrotes de silencio no pueden hacernos perder la esperanza. Somos mucho más los que estamos al margen del cálculo taimado. Esa mayoría inmensa nos encamina hacia el optimismo, que como decía Mandela, “significa mantener la cabeza siempre levantada hacia el sol sin dejar nunca de caminar hacia adelante”.

 

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