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OPINIÓN

Antonio José Monagas Abr 20, 2024 | Actualizado hace 17 horas
Bueno para nada
No debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas

 

@ajmonagas

Las ciencias sociales, en su afán de determinar la movilidad del ser humano en el contexto de la diversidad ideológica, cultural y social, busca respuestas a los enredos desprendidos de paradigmas cuyas esencias teóricas parecieran estar divorciadas de las realidades ante las cuales presume su fuerza narrativa y conceptual.

Han emergido distintas teorías que ahondan en el análisis de las presunciones del ser humano en su intento por posicionar sus arrogancias. Esconder sus flaquezas, o disimular sus inmodestias. Una de ellas la resume la teoría del derrame o teoría de las causas finales. Esta, en lo particular, intenta explicar las restricciones de la causalidad al momento de definir lo que la naturaleza dispone en función de su incidencia en el individuo y sus ostentaciones.

Más allá de la formalidad teórica

Al lado de estas circunstancias, la filosofía plantea razones para despejar las incógnitas que emanan de la materia y del movimiento. Todo lo cual contribuye a diferenciar actitudes desplegadas por el ser humano al momento de demostrar o fingir cualidades en la sociedad a la cual presta sus capacidades.

Es ahí cuando la sociología política, valiéndose de dicha coyuntura, se arroga la capacidad conceptual para estudiar las relaciones humanas y los cambios que se suscitan a consecuencia de los paradigmas que calan en el orden humano. Aunque algunos intentan manipular al hombre con el propósito declarado de medir su fortalezas y debilidades. Particularmente, ante los cambios sociales, económicos y políticos.

La intervención del vulgo

De esa manera, el vulgo, valiéndose de su sabiduría creadora, produce y propaga cuantos aforismos, refranes o frases sean de posible reflejo del comportamiento del ser humano. Es un tanto el procedimiento del cual se fijan las ciencias blandas o inexactas utilizando la palabra como variable independiente.

En consecuencia, surgen locuciones que hablan del hombre toda vez que su oralidad apuesta a validar las libertades de las cuales pende la vida (en democracia).

La frase que abre esta esta disertación: “bueno para nada”, como todas las provenientes del léxico popular, tiene la fuerza narrativa para romper pretensiones reduccionistas propias de la sociología mecanicista, la cual fundamenta criterios que explican acciones sociales afianzadas en lo empírico. Pero que suelen confirmar lo que sus hipótesis apuestan.

Del lenguaje político

Así que, con base en lo aducido por la teoría de las causas finales, el lenguaje político se inflama del ímpetu necesario y suficiente para pregonar a los cuatro vientos lo que el pensamiento político es capaz de construir. Siempre, apegado a cualquier paradigma que exalte las libertades humanas.

Por tanto, no debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas “(…) de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión (…)” (Del artículo 57 constitucional venezolano) y la poética que, a dicho respecto, brota del espíritu humano.

Sobre todo, cuando contingencias de toda índole tienden a estrangular las necesidades e intereses del ser humano. Es el caso en que adquiere sentido cualquier aforismo que retrate el carácter social, político, cultural o económico de la conducta de la persona en sociedad.

El valor de la palabra

Solo la palabra testimonia el discurrir del ser humano. De esa forma, la palabra destaca la identidad y la disposición que determinan la condición humana. Aunque la palabra no deja de ser la mejor herramienta que luce la comunicación sociopolítica para conciliar o diferenciar condiciones y consideraciones que caracterizan la vida del hombre.

Así que la frase que intitula esta disertación vale a propósito de incitar una reflexión que potencie la capacidad de estimar, explorar o descubrir lo que hace laudatorio o denigrante al hombre en términos de sus actos. Por eso, ante la necesidad de dar cuenta lo que cada quien es capaz de mostrar, de cara a los problemas de la realidad, cabe pensar en el aforismo que tantea sentimientos, emociones y actitudes: bueno para nada.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Nuestra decadente introspección colectiva
Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas

 

@AAAD25

Esta es la segunda de dos entregas de esta columna en las que me propongo comparar la Venezuela contemporánea con la antigua Atenas en dos de sus etapas, ninguna de las cuales es la democrática que le dio tanto renombre histórico. Esta vez debemos imaginarnos en la polis ática que ya había dejado atrás sus tiempos de mayor esplendor, luego de ser humillada por los lacedemonios en la Guerra del Peloponeso y de haber hecho frente, junto con el antiguo enemigo espartano, a la amenaza común de una Tebas liderada por el brillante general Epaminondas. Como se ve, esos griegos, acaso queriendo emular a sus héroes mitológicos, no eran capaces de una paz duradera que no fuera la de los cementerios. Entre tanto luchar entre ellos, quedaron vulnerables a la espada de invasores foráneos. Primero sus primos etnolingüísticos, los antiguos macedonios, y luego Roma.

Quedémonos con los primeros: Filipo II, Alejandro Magno y sus sucesores, los reyes diádocos. Aunque la intensidad del dominio de estos sobre Atenas, sobre todo tras la muerte de Alejandro y el reparto de su imperio, haya sido intermitente, Atenas perdió su condición de Estado independiente en buena medida, sino es que del todo. Si bien la ciudad siguió teniendo una vida cultural muy rica, no pudo seguir siendo el faro de discusión libre y plural de ideas políticas que fue antes.

Un argumento que he leído varias veces en los artículos del profesor Mariano Nava Contreras, uno de los mayores eruditos en estudios grecolatinos que hay hoy en Venezuela, es que este giro tuvo implicaciones importantes en el debate y la enseñanza filosóficos. Se hizo difícil el desarrollo de una filosofía específicamente política, como aquella de la que tanto escribieron Platón y Aristóteles, entre otros.

Dice Nava Contreras que las escuelas de pensamiento surgidas en este período, el helenístico, si bien no desatendieron del todo los asuntos públicos y colectivos, se enfocaron mucho más en la introspección: el estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo, el neoplatonismo (este último no tan ligado a Atenas pero originado en la época a la que me refiero), etc. Se concentraban en la armonía del propio ser, en lo que Epicuro llamó ataraxía. Nótese que el neoplatonismo de Plotino, pese a la influencia de Platón que el propio nombre deja claro, no tiene un corpus de ideas políticas notable. En todo caso, renegaba de la experiencia terrenal, incluyendo la política, para así buscar el regreso a una sustancia divina inmaterial que todo lo trasciende, lo cual influyó en cierta teología cristiana temprana, sobre todo Agustín de Hipona y su Ciudad de Dios.

Regresemos nosotros ahora, no a ese “Uno” neoplatónico, sino a nuestro mundo profano contemporáneo, más triste que el de la Atenas helenística, como veremos a continuación. Como la polis coronada por el Partenón y las Cariátides, somos un Estado que perdió su democracia. A medida que el orden autoritario se consolida, se da en la sociedad un fenómeno del que tengo tiempo hablando: la despolitización de las masas. La combinación del miedo a que una acción o hasta una palabra moleste a los poderosos y acarree consecuencias draconianas (tema del artículo inmediatamente anterior a este), por un lado, y la poca o nula expectativa de un giro hacia tiempos mejores en el corto y largo plazo, por el otro, han hecho que cada vez más gente quiera saber cada vez menos de política.

Dracón llegó a Caracas

Dracón llegó a Caracas

El advenimiento de las “elecciones” presidenciales de julio parece que, al menos provisionalmente, frenó y hasta redujo la tendencia. Sobre todo, luego del éxito de la primaria opositora de octubre y el entusiasmo masivo que desató. Pero en los meses siguientes, nuevos desengaños pudieran fortalecerla otra vez: la inhabilitación confirmada de María Corina Machado, ganadora de la primaria; el bloqueo sin explicación oficial alguna a la candidatura de la profesora Corina Yoris, escogida por Machado para representarla; la insistencia de esta y su entorno en que pese a todo registrarán una nominación representativa, pero sin dar a entender cómo lograrán tal cosa; y la inscripción de una docena de otras candidaturas alternativas a la de Nicolás Maduro, ninguna de las cuales parece contar con respaldo significativo, incluyendo la más prominente, la de Manuel Rosales.

Ya que la despolitización de las masas pudiera seguir siendo un rasgo mayúsculo de nuestra sociedad en tiempos por venir, creo que no está de más examinarla en relación con la Atenas helenística. ¿Cabe esperar que los venezolanos también se refugien en formas de pensamiento más introspectivas y ajenas a la política? Yo pienso que eso ya está ocurriendo. Pero, para hacerlo todo más lamentable, el menú de opciones no tiene la riqueza de las escuelas filosóficas de hace más de dos milenios. Más bien es un conjunto diverso de manifestaciones derivadas de lo que Bauman llamó “los descontentos de la posmodernidad”, a menudo con un matiz fuerte de subdesarrollo. Especies de cultos New Age y filosofías pop. En el mejor de los casos, son inocuos pero superficiales. En el peor, nocivos.

 

Tenemos para empezar el primitivismo que rechaza los productos industrializados para el consumo alimenticio e higiénico, sin ninguna evidencia científica que lo respalde. Pura charlatanería que si acaso contará marginalmente con el beneplácito de alguna persona versada en la materia. Ello va de la mano con unas ínfulas de hipermasculinidad en supuesta sintonía con la naturaleza, que ignoran hasta los hallazgos más básicos de la antropología y que tienen visos de misoginia y homofobia por una pretendida obligación a que las personas de sexo biológico masculino tengan estrictamente conductas de animal macho, incluyendo un papel exclusivo de proveedor de recursos para la familia (como si las mujeres no pudieran aportar). Una respuesta que muchos hombres, sobre todo jóvenes, han hallado a las inseguridades sobre su identidad masculina en una era revolucionaria para los roles de género.

 

Luego está el hedonismo plástico que limita todo modus vivendi a la búsqueda de placeres sensuales y materiales. Se desentiende de cualquier ética que trascienda los deseos del cuerpo y la reputación social. Su única aspiración es a una vida colmada de comodidades y lujos: habitar una mansión o un penthouse en alguna de las mejores zonas de Caracas, con el mobiliario más cómodo posible y una estética agradable a la vista; comer en los mejores restaurantes, beber los licores más finos, vestir ropa de diseñador, manejar carros deportivos o camionetas gigantes último modelo, visitar los destinos turísticos más exclusivos y practicar el coito frecuente con una o varias parejas muy codiciadas por los demás.

La hipocresía de Occidente

La hipocresía de Occidente

Aunque apeste a frivolidad y a muerte intelectual, nada de esto tiene por qué ser moralmente inaceptable en sí mismo. No pretendo invocar el “ser rico es malo” de Hugo Chávez ni ninguna otra monserga de extrema izquierda. Querer bienes y servicios costosos es normal y no veo nada de malo en ello. El problema es la concepción del resto de los mortales como seres cuyo bienestar no importa en absoluto o, peor, cuya explotación y opresión es necesaria para los objetivos propios. Nada sintetiza más esta mentalidad que una frase horrenda que se me cruzó hace poco en redes sociales: “Todos quisiéramos ser hijos de un enchufado”. Una mentalidad muy cómoda en un país con tanto sufrimiento y miseria, pero al mismo tiempo muy difícil de satisfacer, habida cuenta de que, por la exclusión inherente al sistema, los cupos para “enchufado” o vástago o pareja de “enchufado” son pocos.

 

Por último, está la autoayuda de manual para la “superación personal” y el emprendimiento. No me refiero a los miles de pequeños negocios abiertos por venezolanos hartos de ganar sueldos paupérrimos. A esos les deseo todo el éxito del mundo. Lo que tengo en mente es el discurso de influencer que, a cambio de una tarifa, te enseña que siempre “querer es poder”. Esta máxima, extendida y retorcida de mil maneras distintas en forma de libros de cientos de páginas o conferencias de varias horas de manera tal que los autores en cada caso puedan cobrar por su “pensamiento innovador”, tiene algo de sentido en sociedades mayormente libres. En caso contrario, es un sofisma.

De manera que, en Venezuela, no todo el que quiere puede. El statu quo es demasiado injusto y depredador como para permitirlo. No hay ninguna igualdad de oportunidades, pues los recursos necesarios para tal igualdad están concentrados de manera ilegítima en muy pocas manos. De ahí que haya tanta gente trabajadora y ambiciosa pero pobre. Solo unos pocos lo consiguen de forma honesta. Negarlo es cosa de mercachifles del pensamiento.

Las fortunas del socialismo

Las fortunas del socialismo

Quise describir estas tres expresiones de introspección despolitizada porque, entre las conspicuas, me parecen las menos escrutadas. Hay otras, por supuesto, como el budismo o el esoterismo cabalístico o astrológico. Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas. Cuenten también con el agudizamiento y popularización de todos los fenómenos descritos en este artículo. ¿Y Atenas? Bueno, ojalá lo que representa la diosa que da nombre a la ciudad nos guíe: sabiduría.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Migración, sanciones y democratización en Venezuela
Quienes afirman que las sanciones son responsables del éxodo de millones de venezolanos no solo mienten, sino que tratan de exculpar de responsabilidad a los verdaderos responsables del desastre

 

@BrianFincheltub

De acuerdo con cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los últimos años, más de 7,7 millones de personas han huido de Venezuela buscando protección y una mejor vida. Se trata del mayor éxodo registrado en nuestra región en la época moderna y uno de los más grandes del mundo, superando incluso a los masivos desplazamientos de Siria y Ucrania, ambos ocasionados por la guerra.

Pero ¿cómo se explica que un país sin conflicto armado declarado se haya quedado sin el 27 % de su población en menos de diez años? Aunque hay quienes intentan instalar una falsa narrativa tratando de convencer a la comunidad internacional, y fundamentalmente a los Estados Unidos, de que la migración venezolana es consecuencia de las sanciones, la verdad es que nuestro éxodo tiene sus raíces en los propios orígenes del proyecto chavista y en ese modelo económico de ruina, devastación y saqueo que significó el llamado «socialismo del siglo XXI».

El socialismo salvaje

El socialismo salvaje

La economía venezolana estaba muy enferma antes de comenzar a manifestar sus primeros síntomas en 2014. El autoritarismo de Chávez tuvo su expresión más clara en la economía, donde imperaban las soluciones rápidas, muchas veces tomadas en vivo en su programa Aló, presidente, bajo el calor de la permanente campaña electoral en la que vivió Venezuela de 1998 a 2013.

A pesar de registrar el ingreso petrolero más grande de nuestra historia republicana, Chávez endeudó el país, devaluó la moneda en innumerables ocasiones y destruyó el sistema productivo nacional sosteniendo un tipo de cambio artificial que propiciaba la corrupción y desestimulaba la producción nacional, expropió tierras y empresas privadas productivas para convertirlas en cascarones vacíos y tomó decisiones de alto impacto en la inflación, como aumentar el gasto público a niveles estratosféricos, edificando una poderosa maquinaria de control social.

Fue precisamente Chávez quien también destruyó nuestra principal industria petrolera, despidiendo al 40 % del personal calificado y poniendo a Petróleos de Venezuela (PDVSA), una empresa modelo hasta ese momento, al servicio de su partido y su proyecto hegemónico. De hecho, el colapso de nuestra industria petrolera no comenzó ni con Maduro ni a partir de las sanciones, sino desde el momento en que Chávez decidió que los inmensos recursos que PDVSA generaba no los invertiría más en aumentar la producción, sino en financiar su modelo clientelar.

Así fue cómo en nuestra época de mayor bonanza, no hubo grandes obras de infraestructura, solo vestigios de una inmensa corrupción, hoy visibles en los pilares inconclusos del Metro hacia Guarenas-Guatire o el sistema ferroviario Este-Oeste, obras millonarias que son el retrato de una época robada.

¿Qué era lo peor que le podía pasar a Venezuela con esta tormenta perfecta? Caer en manos de unos incompetentes y de eso también es responsable Chávez. Designando a Maduro como sucesor, Chávez sabía a lo que se enfrentaría, frente a la previsibilidad de bajos precios de petróleo, los síntomas de una economía gravemente enferma comenzarían a hacerse visibles.

Para desdicha de todo un país, la escasez y la hiperinflación pasaron a formar parte del paisaje nacional. Con sueldos que no alcanzaban para nada, la migración, tan temprano como en 2014, se convirtió en un proyecto de vida para muchas familias que podían planificar un poco más su partida al contar con ahorros y propiedades. Pero esto cambió radicalmente entre 2016 y 2019, cuando millones de venezolanos, de todos los sectores sociales y estratos socioeconómicos, vieron en la migración no una elección, sino una obligación de supervivencia. Todo esto, mucho antes de las primeras sanciones contra el régimen de Maduro.

Quienes afirman, erradamente o confundidos por poderosos lobbys, que las sanciones son responsables del éxodo de millones de venezolanos no solo mienten, sino que tratan de exculpar de responsabilidad a los verdaderos responsables del desastre en el que se convirtió Venezuela hace más de veinticinco años. Más grave aun es que sostengan que el camino para detener la migración no es el cambio político en Venezuela, sino el fin de las sanciones. Un absurdo que no soporta análisis lógico.

Desde aquí no somos defensores a ultranza de las sanciones, pero consideramos que este tipo de acciones coercitivas, sobre todo cuando están dirigidas a individualidades cuya responsabilidad en la crisis venezolana está demostrada, son de los pocos incentivos que tiene la dictadura para negociar. De hecho, fue a partir de las primeras sanciones que el régimen de Maduro cedió a la dolarización, desreguló las importaciones y los anaqueles de las farmacias y los supermercados comenzaron a llenarse de nuevo.

Solo la democratización de Venezuela, a través de un proceso electoral creíble, donde se respeta la voluntad de la gente y el compromiso de aceptar una transición pacífica del poder, detendrá la migración de los venezolanos. Cualquier escenario que implique que Maduro continúe en Miraflores tendrá el efecto contrario; toda América, desde Tierra del Fuego hasta Canadá, sufrirá las consecuencias de seis años más de madurismo en el poder.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

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Roberto Patiño Abr 18, 2024 | Actualizado hace 1 día
Ley contra el fascismo
Usar el fascismo como bandera en unas elecciones y como argumento paralegal para la persecución de los adversarios es un verdadero ejercicio de poder autoritario y fascista

 

@RobertoPatino

Hace unos días la Asamblea Nacional controlada por el régimen aprobó, en primera discusión, una ley que supuestamente busca prohibir en Venezuela las expresiones fascistas y todas las formas organización política y social que se fundamenten en esta ideología.

El documento, presentado en plena campaña electoral y en medio de un claro desinterés de los venezolanos por los actos del oficialismo, es un compendio de peligrosas generalidades y lugares comunes que parecen querer polarizar el panorama político. Construye una falsa frontera ideológica entre quienes supuestamente aman a la patria, el régimen que nos gobierna, y sus adversarios políticos, ascendidos, en la ley, al rango de conspiradores violentos y promotores de una ideología intolerante con las libertades civiles.

El texto, todavía en “discusión” en la Asamblea Nacional, parece querer controlar la crítica al régimen en redes sociales y en los medios de comunicación que superviven en Venezuela, plantea una versión distorsionada de la historia reciente del país, aspira a criminalizar el derecho a la protesta que tienen los ciudadanos y pretende controlar a los partidos políticos, Organizaciones No Gubernamentales y toda forma de organización ciudadana.

En definitiva, es un instrumento que aspira a imponer etiquetas a quienes disientan del régimen y facilitar aun más el camino para que las instituciones judiciales venezolanas, apéndices de un poder sin controles democráticos, tengan una vía más fácil y rápida para perseguir a quienes luchamos por el regreso de la democracia en nuestro país.

La llamada “Ley contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares”, se incorpora además, a otra batería de instrumentos legales existentes o a punto de ser aprobados por la AN, como lo son la Ley contra el Odio y el proyecto de ley que busca limitar o suprimir el trabajo de las ONG en Venezuela, todo un arsenal de instrumentos desplegados por el régimen en sus horas más bajas de popularidad y confrontado con un pueblo que quiere el cambio.

Lo hemos afirmado antes y seguimos insistiendo, a pocas semanas de celebrarse las elecciones, en condiciones extremadamente complejas, los poderosos que nos gobiernan han preferido movilizar a los cuerpos de seguridad del Estado para que, amparados en absurdos instrumentos legales, traten de contener las ganas de democracia que hay en la calle. A falta de votos que los respalden, apelan a la amenaza, el miedo y la violencia del Estado y las instituciones de justicia, los únicos apoyos reales que les quedan.

Quienes creemos y trabajamos por la democracia rechazamos, de manera clara, las expresiones y prácticas fascistas (de derechas o de izquierdas), aborrecemos los golpes de Estado y su vocación por adocenar y militarizar la sociedad, no compartimos su disposición a intervenir y dirigir la vida social y personal de los ciudadanos, somos contrarios a su intolerancia con la diversidad y no aceptamos su deriva antidemocrática en nombre de supuestos  ideales y valores que usan de manera interesada hasta desdibujarlos.

La huella del fascismo en la historia de la humanidad es un tema complejo y doloroso que no puede ser despachado de un modo tan banal, atendiendo a limitados cálculos políticos.

Usarlo como bandera en unas elecciones y como argumento paralegal para la persecución de los adversarios es un verdadero ejercicio de poder autoritario y fascista que, irónicamente, afirman querer combatir. Es necesario recordar quiénes son los que están siendo investigados en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Todos sabemos que estamos viviendo unos días muy complejos que marcarán el destino de millones de venezolanos en los próximos años. Hoy más que nunca es necesario seguir trabajando juntos, de manera coordinada, por el cambio pacífico y democrático que desea la mayoría de los venezolanos, a fin de cuentas, el mejor antídoto contra el fascismo es el retorno de la democracia a Venezuela.

Dueños de nuestro futuro

Dueños de nuestro futuro

Roberto Patiño es cofundador de Alimenta la Solidaridad y de Caracas Mi Convive | www.rpatino.com

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Asdrúbal Aguiar Abr 18, 2024 | Actualizado hace 2 días
El derecho y la política wok 
La transformación del derecho y la política en líquidos que se mueven sobre un wok hace metástasis

 

@asdrubalaguiar

La dificultad, casi insoluble, de expulsar democráticamente del poder a los despotismos –calificados de autoritarismos iliberales por el relativismo anglosajón– casi que la puedo descifrar tras la crisis diplomática entre Ecuador y México.

El asilo político del exvicepresidente Jorge Glas, confeso y condenado por graves delitos de corrupción y por jueces que integran el sistema judicial que él mismo ayudara a construir durante el gobierno de Rafael Correa, deja al descubierto el cinismo del siglo XXI: déspotas y demócratas confesos, también los de utilería, cultores del pragmatismo, coinciden en la defensa de la ley solo cuando les beneficia. Se retroalimentan, los unos a los otros, y se neutralizan a sí mismos.

Releo, a propósito, la advertencia que hizo el fallecido juez presidente de la Corte Interamericana de DD. HH., Sergio García Ramírez, cuando al evaluar la región señala que, en el pasado, argüían las dictaduras la seguridad nacional para acabar con el Estado de derecho y violentar los derechos humanos; destacando que los gobernantes de ahora se escudan tras los derechos humanos para destruir al mismo Estado de derecho y la democracia que los elige. Violentan las constituciones y vacían de contenidos esenciales a la experiencia de la libertad.

Mal puedo obviar, como dato de la experiencia, en visión retrospectiva y en su evolución, el que nos ofrece la vertiente ¿neomarxista o neocubana? que emerge en los años 90 del pasado siglo con el Foro de São Paulo. Afirman sus miembros que les perseguirían –luego de desmontar las democracias que causaban desencanto– inventándoseles vínculos con el narcotráfico y la corrupción. No por caso se renueva tal tesis en 2019 con el Grupo de Puebla, una vez que introduce la expresión lawfare clonada del grupo de abogados que en USA se ocupa de perseguir a Donald Trump, para denunciar el uso de la Justicia con fines de retaliación política.

Muestran los enjuiciamientos y/o condenas por corrupción –no se olvide a la Odebrecht– recibidos por Lula da Silva, Cristina Kirchner, Evo Morales y Rafael Correa. Pero omiten que, al igual que Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua, aquellos usaron y usan de los jueces para criminalizar a la disidencia política que los adversa; para luego corromperla, alinearla y someterla, volverla aliada de su causa deconstructiva de la «moral conservadora». A esta la condena la ley venezolana “antifascista”.

La transformación del derecho y la política en líquidos que se mueven sobre un wok hace metástasis. Los presidentes antisocialistas del siglo XXI, Nayib Bukele y Daniel Noboa lo confirman. Arguyen la igual defensa de sus pueblos a costa del Estado de derecho. El primero destituyó a los jueces que controlaban sus actos e hizo razzia con delincuentes presuntos para encarcelarlos en «campos de concentración 3D», mientras luego libera, a cuentagotas, a los numerosos inocentes caídos en sus redadas y para hacer cierta la profecía orwelliana del Gran Hermano.

Entre tanto, Noboa violenta la sede de la legación diplomática mexicana abriendo compuertas para que los despotismos de izquierda lo emulen. Y digan, como él, que, al arrancarle a las embajadas las víctimas de violaciones de derechos humanos protegidas en sus sedes, lo hacen en defensa de sus naciones.

Al cabo, los Maduro, los Ortega, los Díaz Canel podrán decir que asimismo lo hacen en nombre del derecho y la justicia, pues en sus países regirían sistemas democráticos distintos de los pergeñados por la “política caduca” del siglo XX. La última expresión es de Noboa. Ajustarán, por lo demás lo que es regla para Rusia y China –potencias que les protegen y han logrado contener a la Casa Blanca– y que ambas han opuesto con eficacia en Occidente, a saber, que la democracia y la legalidad son productos al detal, construidos por cada pueblo y su gobierno bajo arbitrio propio, sin injerencias extranjeras.

Democracias al detal

Democracias al detal

¿En qué quedamos? Todos, gobiernos y políticos, hoy se mueven en el plano del absurdo y la aporía; pues si bien la realidad no es una, indivisible e inmóvil como la predica Parménides y la defiende Zenón, a la contingencia de lo humano se la atropella en el altar de la irracionalidad, de la mendacidad y el cinismo como fisiologías del poder posmoderno. En esas estamos.

Noboa, consciente de que se le va de las manos a su Justicia el emblema de la putrefacción ética en la nación que ahora representa –en un ecosistema regional que hace del derecho y la justicia una mordaz caricatura– ha optado por desconocer el privilegio de la inmunidad de los locales diplomáticos; mientras que Andrés López Obrador acoge al criminal de Glas como perseguido “político”. Abusa de su discrecionalidad reglada, comprometiendo a la sagrada institución humanitaria del asilo y violando, de paso, los tratados internacionales contra la corrupción y el crimen transnacional organizado. Nadie, sin embargo, puede tirar la primera piedra.

Eso sí, en nombre del derecho y de la justicia han elevado su voz de protesta contra Ecuador los déspotas señalados –Cuba, Nicaragua, Venezuela– e investigados por la justicia internacional tras la comisión de violaciones sistemáticas y generalizadas de derechos humanos. Y el Consejo Permanente de la OEA, si bien pone sobre rieles al conjunto de lo ocurrido, al término se declara “consternado”. Salvo por el hacer de la Corte Interamericana de DDHH, no conjuga a favor de la libertad (pro homine) y de las víctimas de su atropello, ni sostiene en pie a la tríada democracia, Estado de derecho, derechos humanos, que es inseparable.

Como en el siglo XIX –otra vez la aporía– y mientras la criminalidad organizada e instalada en la política trasvasa espacios y usa de la deslocalización global para su impunidad, la OEA se basta con la defensa de los privilegios diplomáticos de los Estados. Obvia mencionar a la corrupción, que “socava la legitimidad de las instituciones públicas, atenta contra la sociedad, el orden moral y la justicia”.

correoaustral@gmail.com

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Armando Martini Pietri Abr 18, 2024 | Actualizado hace 2 días
Reconocer al otro
Reconocer al otro no es un signo de debilidad, sino de madurez democrática

 

@ArmandoMartini

En la danza de la existencia, un ingrediente esencial, aunque subestimado, es la capacidad de reconocer al otro. No es un simple gesto de protocolar cortesía, sino un acto profundo de empatía y comprensión que se erige en una sociedad sana, libre, y verdaderamente democrática.

En la cotidianidad, despreocupados, con frecuencia nos zambullimos en diatribas imperecederas, disputas necias e interminables de acalorados agravios. En esta vorágine, es bueno recordar una premisa básica pero significativa: la necesidad de reconocer al otro. No hacerlo nos aleja de la democracia, dilapidamos razón y malgastamos sentimientos con autoritarios, que actúan con descaro e impunidad.

Con extremos opuestos, es fácil chamuscarnos en la flama de un torrente delirante; donde diferencias ideológicas, culturales y sociales parecen abismales. Esencial cultivar un espíritu de entendimiento hacia aquellos que piensan diferente. Reconocer al otro no implica estar de acuerdo con sus puntos de vista o posturas; entender que, detrás de esas diferencias, hay seres humanos con experiencias, valores y perspectivas únicas.

En lo político, la idea cobra relevancia aun mayor. La democracia se fundamenta en el diálogo, debate, negociación entre grupos y corrientes de pensamiento. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, estos principios son relegados en favor del antagonismo y la confrontación constante. Una sociedad enferma, tiene libertad restringida y está en riesgo de supresión. Cada quien es dueño de una verdad y se hizo su historia particular, sin disposición a compartirla o negociarla, sino a dominar para imponerla.

Piedra angular de la convivencia

El reconocimiento del otro no es solo un imperativo moral, también es estrategia pragmática para construir sociedades armoniosas. Implica escuchar, considerar argumentos discrepantes y buscar puntos de encuentro que permitan avanzar hacia soluciones que beneficien al conjunto de la sociedad. No se trata de abandonar convicciones o renunciar a aspiraciones, sino de reconocer la legitimidad de la diversidad de opiniones y trabajar por un bien común que trascienda diferencias partidistas.

Reconocer al otro es la piedra angular de la convivencia. Desafortunadamente, la desconfianza y el tribalismo hacia el adversario son de uso habitual. Privilegiando la demonización sobre lo constructivo, anteponiendo la victoria partidista a la búsqueda de consensos duraderos. Este enfoque, lejos de fortalecer la democracia, la debilita y pone en riesgo. La disposición a valorar y auscultar perspectivas diferentes a las propias, cuando estamos inmersos en un conflicto de ideas y sentires. La diversidad no es amenaza, sino una oportunidad para el enriquecimiento mutuo. Nadie es dueño de la verdad ni de la solución a problemas complejos.

Reconocer al otro no es debilidad

Reconocer al otro no es un signo de debilidad, sino de madurez democrática. Es el primer paso hacia la construcción de sociedades justas, inclusivas y cohesionadas, donde las diferencias sean vistas como fuentes de enriquecimiento y no de división. En la vida, el desafío radica en encontrar lo que nos une por encima de lo que nos separa, y trabajar juntos hacia un futuro común prometedor.

Se ha perdido la capacidad de reconocer al otro como ser humano con preocupaciones legítimas, obstaculizando el progreso político, y desmejorando los cimientos de armonía democrática al fomentar hostilidad entre la ciudadanía. En las interacciones diarias, encontramos multiplicidad de personas que provienen de culturas, contextos socioeconómicos y creencias disímiles. En lugar de imponer perspectivas, adoptar una actitud de apertura y respeto. Valorar la dignidad y derechos de cada individuo, independiente de las diferencias

El reconocimiento del otro es un principio fundamental que debe guiar acciones y decisiones. Solo cuando aprendemos a apreciar la pluralidad, construiremos democracia y libertad. El deseo, al ser proscrito, es una forma de matar al ser humano. Y, los regímenes mandones tratan de exterminarlo para conseguir la sumisión. Si por falta de conducción política llegamos al totalitarismo tendremos, en definitiva, aniquilación de la libertad y, por tanto, de la existencia.

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Sobre las declaraciones de Manuel Rosales
Las declaraciones de Manuel Rosales no solo son un golpe bajo y jugar a favor del régimen. También ponen en riesgo de encarcelamiento a inocentes y dan pie para que los grupos violentos ataquen las concentraciones de MCM

 

Quiero compartir una nota que envié por Whatsapp sobre las recientes declaraciones de Manuel Rosales sobre la estructura política de María Corina Machado.

Rosales cometió un suicidio político

Hasta ahora mantuve que no había que descalificar a Rosales. Pero hoy considero inaceptables sus declaraciones afirmando que “en la estructura de María Corina hay quienes no creen en la ruta electoral y creen en la abstención y en la violencia”.

Y aunque luego matizó con un “no creo que MC esté en eso, me niego a creerlo”, sus declaraciones, definitivamente, son inadmisibles. Con ellas no solamente le hace el juego al régimen al repetir los señalamientos de Tarek William Saab, sino que es torpe. Creo se suicidó políticamente.

Las declaraciones de Rosales avalan la persecución

Acepto que, como se dice en criollo, estaba muy molesto (usé otra palabra) cuando escribí lo anterior por la plataforma de mensajería. El punto es que siempre tengo presente a quienes están presos y a los perseguidos políticos. Rosales también tiene derecho a estar molesto (…) por los ataques que recibe; unos con razón, otros sin ella. Ha podido rechazarlos sin decir que “algunos son de la estructura de MC”.

Eso no solo es un golpe bajo y jugar a favor del régimen. También pone en riesgo de encarcelamiento a inocentes y da pie para que los grupos violentos ataquen las concentraciones de María Corina. Además, proporciona a Maduro elementos para encerrar a MC, ya que, si gente de su estructura tiene esos “planes”, cualquiera puede inferir que es con el aval de ella.

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Rehabilitación de MCM en el CNE: ¿punto de honor para prorrogar las licencias?
La reimposición de las sanciones terminará de lanzar a Venezuela a los brazos de los rivales geopolíticos de EE. UU. ¿La rehabilitación de MCM en el CNE se mantendrá como punto de honor para prorrogar, o no, las licencias?

@victoralvarezr

La Embajada de los EE. UU. en Venezuela posteó: “El alivio para los sectores de petróleo y gas venezolano se renovará en abril solo si los representantes de Maduro cumplen con sus compromisos”. La oposición pide elecciones libres y el gobierno pide elecciones libres de sanciones. Si después del 18 de abril se reimponen las sanciones se darán más excusas para no mejorar las condiciones electorales.

La Administración Biden ha dicho que “el enfoque estadounidense es en un proceso que restaure la democracia y no en un candidato particular”. Si la inscripción de MCM como candidata presidencial deja de ser un punto de honor para la Plataforma Unitaria y para EE. UU., crece la posibilidad de celebrar las elecciones presidenciales en unas condiciones aceptables, cuyo resultado pueda ser reconocido nacional e internacionalmente.

Los días más difíciles del aislamiento internacional han pasado. El gobierno encontró nuevos aliados que lo ayudarán a resistir un escalamiento de las sanciones. Lograr unas elecciones competitivas obliga a pensar en medidas más efectivas. La estrategia no puede ser la del garrote. Al contrario, tiene que ofrecer más y mejores incentivos para mejorar las condiciones electorales, a fin de realizar unos comicios a tono con los estándares internacionales.

Flexibilizar sanciones aleja a Venezuela de los rivales geopolíticos de EE. UU.

La flexibilización de las sanciones reflejó un cambio de la política exterior de EE. UU. con respecto a Venezuela. La LG 44 no autoriza operaciones con empresas mixtas en las que están involucradas personas naturales o jurídicas localizadas en la Federación Rusa. Pero con la reimposición de las sanciones, Venezuela será lanzada nuevamente a los brazos de los enemigos geopolíticos de EE. UU., quienes le ofrecen no dejarlo solo porque los mueve el interés de ocupar y asumir el control de los espacios vacíos que dejan los EE. UU. y la UE.

Rusia, China, Turquía e Irán celebran la reimposición de las sanciones porque les permite ampliar su presencia en la explotación y comercialización del petróleo, gas, oro y minerales venezolanos.

Un elemento clave que pesa sobre la decisión de la Administración Biden es alejar a sus rivales geopolíticos de la industria petrolera venezolana. Biden puede argumentar ante sus electores que –al prorrogar las licencias a Venezuela–, aleja las amenazas chinas, rusa e iraní del hemisferio, y así asegurar para Occidente el suministro del petróleo y gas venezolanos que se destina a los mercados asiáticos.

Si la revisión anunciada por el Departamento de Estado encuentra en la mejora de las condiciones electorales los contrapesos necesarios a la inhabilitación de MCM, EE. UU. seguirá comprando el petróleo venezolano a precios de mercado y así el gobierno no necesitará los auxilios financieros de Rusia, China, Irán o Turquía. Esta es una ganancia geopolítica que puede compensar ampliamente los costos de cualquier déficit en la mejora de las condiciones electorales en Venezuela, incluyendo la inhabilitación de MCM y el impedimento a la inscripción de su sustituta, Corina Yoris.

Del balance que EE. UU. haga entre el cumplimiento de los acuerdos político-electorales firmados en Barbados y su interés de recuperar el suministro del petróleo venezolano en un mercado signado por la incertidumbre que genera las guerras en Ucrania y el Medio Oriente, dependerá la decisión que tome.

En un escenario bélico crece importancia estratégica del petróleo venezolano

Las guerras en Ucrania y el Medio Oriente, y la amenaza de un escalamiento del conflicto debido a los ataques de Irán contra Israel, ubican nuevamente a Venezuela como un proveedor clave de petróleo. En este contexto, mantener las licencias ayudará a levantar la producción petrolera nacional con destino al mercado estadounidense. Por el contrario, la reimposición de las sanciones terminará de lanzar a Venezuela a los brazos de los rivales geopolíticos de EE. UU., con una mayor presencia de Rusia, Irán y China en la industria petrolera venezolana. 

EE. UU. tiene entre sus prioridades la seguridad energética y esto lo puede lograr si permite la participación de compañías americanas en el negocio gasífero y petrolero venezolano. Cuando los precios del petróleo suben, EE. UU. se ve obligado a consumir buena parte de sus reservas estratégicas, las cuales debe reponer cuánto antes.

A EE. UU. le interesa mantener los mercados energéticos bien abastecidos y prolongar las licencias a las compañías estadounidenses y europeas, aunque se las reimponga a Pdvsa, será la decisión que seguramente tomará la Administración Biden.  Los yacimientos de Venezuela están fuera de la zona de guerra, y representan una fuente cercana y confiable de hidrocarburos, en comparación con el riesgo e inestabilidad de países involucrados en los conflictos bélicos.

Venezuela, Irán, Irak, Libia, Kuwait y Arabia Saudita concentran cerca del 80 % de las reservas mundiales, pero solo aportan el 25 % de la producción global. En el mediano y largo plazo, entre el 8-10 % de la oferta fósil recaerá sobre Venezuela, único país cercano a EE. UU. con potencial para elevar su producción sustancialmente.

En los próximos años, EE. UU. necesitará a Venezuela y eso requiere crear las condiciones para recuperar el nivel de producción, desde los actuales 800 000 barriles de petróleo diarios (MBPD) a 3 millones (MMBPD). A un ritmo de 200 MBDP adicionales cada año, aumentar 2 MMBPD hasta llegar a 3 MMBPD llevará al menos 10 años de inversión sostenida. Y esto pasa por mantener las licencias y terminar de eliminar definitivamente las sanciones.

Ante una escalada de la guerra en Ucrania y Medio Oriente que pueda llevar el precio del petróleo a 100 $/b con su impacto en el precio de los combustibles y la energía, para evitar el costo electoral en las presidenciales de noviembre, la Administración Biden está emplazada a tomar las decisiones que le aseguren un suministro confiable y oportuno de petróleo.

A Maduro le interesa que –en caso de ganar las elecciones debido a la división y abstención de la oposición–, su triunfo sea reconocido por la Casa Blanca y se levanten definitivamente las sanciones. Se moverá sin traspasar la línea roja para que las presidenciales del 28 de julio, aunque reciban algunos cuestionamientos, sean reconocidas por EE. UU. A Maduro le conviene más un Biden reelecto que un Trump de vuelta, quien seguramente no lo reconocería como presidente de Venezuela.

En la campaña electoral de EE. UU., el tema migratorio es muy sensible y puede resultar decisivo. La flexibilización de las sanciones contribuirá a mejorar las condiciones económicas y sociales del país, lo cual aliviaría la incesante migración venezolana que genera problemas internos en los EE. UU.

Con la prórroga de las licencias a las petroleras estadounidense, Biden podrá capitalizar electoralmente el mérito de haber resuelto el conflicto venezolano, recuperado para el mercado estadounidense el petróleo que Pdvsa vende en los mercados asiáticos, mostrar avances en la solución del problema migratorio, y haber alejado la amenaza rusa, china e iraní del hemisferio.

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