Seis preguntas en busca de respuesta por Gerardo Blyde
Seis preguntas en busca de respuesta por Gerardo Blyde

BCV..

Lograrán abastecer el mercado de bienes y servicios? ¿Lograrán que consiga-mos comida y remedios? ¿Seguirán amedrentando y aterrorizando, como política de Estado, a quienes aún producen o comercializan? ¿Cómo carrizo con lo que un empleado gana en bolívares podrá acceder a algo de lo que no esté subsidiado con dólar preferencial a 6,30? ¿Cómo asegura su carrito viejo, cómo repara su nevera o su cocina si se dañan, o su moto, o su bicicleta, o su máquina de coser? ¿Cómo pretende el Gobierno que los ciudadanos de a pie enfrenten el tsunami inflacionario que inevitablemente se va a desatar?

Son apenas seis preguntas, que buscan respuesta. Son las preguntas que se hacen los ciudadanos de a pie y que deberían hacerse quienes toman las decisiones en el gobierno nacional. Son preguntas para las que han evitado dar respuesta.

Vimos con mucha atención la declaración del presidente del BCV, Nelson Merentes, y del ministro de Finanzas, Marco Rodolfo Torres. Huelga decir que llevábamos meses esperando estos anuncios. Llegan tarde e incompletos. Y además sin permitir la suficiente cantidad de preguntas de los periodistas presentes, quienes vienen a hacer las traducciones de lo que dicen los personeros gubernamentales.

Dudas

Por supuesto que el país necesita información y análisis. De lo contrario, tomar decisiones es misión imposible. Merentes y Torres dijeron poco con sus palabras y mucho con sus gestos. Con ambos lenguajes no generaron confianza, que es por mucho el bien más escaso en la Venezuela de nuestros días. Disipar el clima de incertidumbre debió ser su objetivo primordial. No fue así. Y a juzgar por la reacción de la gente normal y corriente, las dudas tuvieron cría.

Los economistas intentan primero metabolizar los anuncios y luego explicarnos. Casi todos los especialistas independientes concluyen que las medidas no alcanzan para solucionar los problemas o mitigar las calamidades. Advierten que no atacan las enfermedades sino que vienen a ser, cuanto mucho, unos pañitos calientes o más bien tibios. Apuntan, una vez más, que sin enfrentar la crisis por todos los flancos solo se conseguirá correr unos centímetros más la arruga.

En la declaración de Merentes y Torres estuvo ausente la verdad. La verdad de un país que no produce para alimentar a sus habitantes, cuyas industrias y empresas han sufrido ataques barbáricos que han diezmado su capacidad de producción, con una corrupción ya incalculable que ha producido multimillonarios a costa de la salud, la educación, la seguridad, la movilidad, la alimentación y todo aquello que es necesario para ser una sociedad sana.

No dijeron los altos personeros cuánto van a costar estas medidas en términos de destrucción de empleos y cuánto van a fomentar la informalidad y la pobreza.

No queda nada claro cuánto será el incremento en el costo de los insumos que necesitan los gobiernos regionales y municipales para la prestación de tantos servicios a las comunidades. O cuándo van a cancelar las inmensas deudas a empresas nacionales e internacionales a las cuales se les prometen fechas y montos que nunca se cumplen, poniéndolas a caminar permanentemente por el desfiladero de la quiebra.

Las colas

Recurrieron sí al expediente de anunciar, casi con bombos y platillos, que se mantienen los 3 mil dólares de cupo para los viajeros. Y los 300 dólares para las compras internacionales por Internet. Eso se venía bonito en la declaración. Y tuvieron buen cuidado de dejar para el final, al pasar, que los dólares que se podrán adquirir libremente en bancos y las antiguamente llamadas casas de cambio, en la modalidad de un sistema llamado Simadi, solo podrán ser adquiridos a razón de un máximo de 300 dólares diarios, y que para hacer esa operación es imprescindible tener una cuenta en dólares en los bancos determinados por el Gobierno. ¿Cuántos venezolanos de a pie tienen tarjeta de crédito? ¿Cuántos tienen una cuenta en dólares abierta en los bancos especificados por el Estado? En cualquier caso, cabe imaginar desde ya las colas para comprar dólares y los vivos con información privilegiada vendiendo los puestos en esas colas.

Cada día nos parecemos más a Cuba. Nada de este disparate podría emprenderlo el Gobierno si no contará con la obsecuencia de una Asamblea Nacional en la cual una mayoría está rendida a los pies de Miraflores y los enchufados. Un Parlamento serio le pondría freno a la hoguera de vanidades.

Así que, amigo lector, prepare su cédula y sus dedos. Que este año hay que sacarle la alfombra legislativa al Gobierno.

@gerardoblyde

El Universal