Para “mis” músicos por Carolina Jaimes Branger
Para “mis” músicos por Carolina Jaimes Branger
Ustedes son la otra cara de la moneda del país: ustedes han demostrado excelencia donde impera la mediocridad. Ustedes son el orden donde impera el desorden. Son la disciplina donde todo lo demás es un pandemonio

 

@cjaimesb

Escribo al llegar del concierto de la Sinfónica Municipal organizado por el Instituto Venezolano de Cultura, con Margot Parés Reyna, Ámbar Arias y Jesús Herrera como solistas, dirección de Rodolfo Saglimbeni y el Coro Juvenil Simón Bolívar. Mañana iré al Mesías de Haendel, dirigido por María Guinand e interpretado por la Schola Cantorum y la Orquesta Sinfónica de Venezuela. La semana pasada fui al concierto dirigido por Gregory Carreño al frente de la Orquesta Simón Bolívar, un regalo para mi espíritu agobiado y maltrecho por las injusticias, sinvergüenzuras y horrores que día a día suceden en nuestro país.

Y es que vivir en Venezuela hoy es equivalente a vivir en una película de terror. Pero no de las básicas, sino de las más truculentas. Donde sucede todo lo probable, lo posible y lo imposible que suceda. Donde cada escena saca gritos y lágrimas, produce desesperación y rabia. ¡Yo no crecí en una Venezuela así! Digan lo que digan, Venezuela era otra.

Se los he dicho muchas veces a la salida de los conciertos: ustedes son la razón por la que no me he ido de Venezuela. Porque cada día aparecen nuevas razones para salir corriendo. ¡Y lo peor es que no pasa nada! En una simple semana asesinan a no sé cuántas personas, incluyendo dos funcionarios de los cuerpos de seguridad del estado (no se salvan ni ellos que van armados, qué queda para los demás), mueren bajo circunstancias que aún no están claras más de cuatro decenas de reclusos en la cárcel de Uribana, la escasez sigue haciendo estragos, la corrupción rampante y sin averiguarse, los opositores perseguidos y hostigados por un Estado todopoderoso y todo inescrupuloso… en fin, para qué contarles si ya todos lo saben… Pero esas cosas me causan una tristeza que me abruma el alma.

Cada vez que me siento así, mi “gasolina” son los conciertos. Voy a todos los que puedo. Y, cuando dejo de ir por alguna razón, créanme que lo siento. Porque cada vez que voy a un concierto salgo convencida de que tenemos remedio.

Ustedes son la otra cara de la moneda del país: ustedes han demostrado excelencia donde impera la mediocridad. Ustedes son el orden donde impera el desorden.

Son la disciplina donde todo lo demás es un pandemonio. Son la puntualidad donde la norma es que no existan horarios. Y son tolerantes donde la inflexibilidad señorea. Coexisten aunque piensen distinto, son solidarios y generosos en un país donde pensar diferente es un delito, la solidaridad no se asoma desde hace rato y el egoísmo avasalla.

Nuestro Sistema de Orquestas, que cumple 40 años el año que viene, es la única y verdadera revolución que ocurre en este país. La creación del maestro Abreu crea patria. Cualquier niño que haya estado expuesto a la experiencia de pertenecer a una orquesta, será excelente en cualquier cosa que se proponga a hacer cuando sea adulto, porque adquirió las herramientas para serlo. No importa que no sea músico. Y el bien no solo es para ellos, sino que redunda a favor de sus familias. Un círculo virtuoso del deber ser.

Y es que la música es vehículo sublime para transmitir valores. Me emociona pensar que es el verdadero lenguaje universal, porque un músico venezolano entiende e interpreta la misma partitura que un músico japonés, finlandés, mozambiqueño o vietnamita. Y una orquesta es como una sociedad: aun cuando hay instrumentos distintos, cuando suenan juntos bajo una adecuada dirección, el resultado es mágico.

En El principito, de Saint Exupéry, el zorro le pide que lo domestique. Domesticar significa “crear lazos”: “si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo…”

Ustedes son únicos para mí porque los hice “mis músicos”. porque me llenan de esperanza cada vez que estoy a punto de flaquear. Porque son la Venezuela en la que creo, la que siento, la que quiero, la que sueño. La Venezuela donde quiero que regresen mis hijas. La Venezuela donde quiero que vivan mis nietos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es