¡Es la arrechera, estúpido! por Isaac Nahón Serfaty - Runrun

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En el debate entre “radicales” y “no radicales”, entre los gradualistas y los “callejistas” (como lo han calificado con cierto desprecio algunos académicos), se olvida que ambas opciones no se contradicen necesariamente. Claro que existen diferencias en el liderazgo opositor. Es obvio que hay una competencia soterrada por asumir la cabeza de la opción democrática. Los discursos también tienen sus matices. Henrique Capriles mantiene un tono prudente, mientras que Leopoldo López suena más retador. Sin embargo, más allá de los liderazgos, la calle nos está diciendo algo que está muy claro: una parte de la sociedad venezolana, representada por sus estudiantes, está harta de los atropellos, la violencia, las arbitrariedades, las mentiras, la impunidad y el odio promovidos desde el régimen.

Régis Debray, ícono de la izquierda, compañero de viaje del Ché en Bolivia, escribió en su ensayo Crítica de la razón política que “carecemos cruelmente de un conocimiento de la afectividad. Mientras ese vacío no sea llenado, o al menos camuflado, la ciencia política permanecerá en la infancia, es decir, marcada por el intelectualismo”. La cita de Debray podría traducirse así: “¡es la arrechera, estúpido!”, parafraseando aquel dicho de Bill Clinton en su campaña electoral que le recordaba a George Bush padre que la clave estaba en “la economía, estúpido”. Es cierto que la emoción pura es mala consejera. No hay duda que una política guiada por la pasión puede conducirnos a un callejón sin salida, o peor todavía, a un enfrentamiento entre venezolanos de terribles proporciones. Pero no podemos obviar la afectividad en una justa apreciación de lo que se está viviendo en el país.

Primero, el régimen ha subestimado el alcance y la profundidad de esta “arrechera”. Calculó, equivocadamente, que la violencia y la represión contra los manifestantes, servirían para asustarlos y dispersarlos. Hasta ahora hemos visto justamente lo contrario. Ante cada iniciativa represiva, incluyendo la tortura de algunos detenidos, la reacción es de mayor indignación. Y esa indignación comienza a desbordar el ámbito de los jóvenes. Ya otros sectores están comenzando a expresar su hartazgo ante el cinismo y las arremetidas del aparato terrorista del Estado.

Segundo, la “arrechera” es un vehículo que debe llenarse de contenidos. Ese es el papel de los líderes. En vez de despreciar o minimizar la voz de la calle, ellos deberían darle foco claro: exigir que se respeten los derechos ciudadanos y humanos de los venezolanos; exigir que se juzgue a los responsables criminales y administrativos de los asesinatos del 12F, y de la tortura y la brutalidad militar-policial; exigir que se desarmen a los colectivos paramilitares; exigir que se acaben las presiones directas e indirectas contra medios y periodistas. Así podríamos continuar con muchas otras exigencias. Lo importante es que la pasión se llene de reclamos concretos.

Tercero, la “arrechera” podría amainar un poco, es decir que en los próximos días los estudiantes podrían retirarse de las calles, o bajar la intensidad de la protesta. Pero eso no querrá decir que el hartazgo desaparecerá. Seguirá allí, como un mar de fondo. Y la crisis económica también seguirá su curso destructivo de escasez, de desempleo, de inflación, de cierre de empresas. Si el régimen y la oposición no entienden el poder que tiene la “arrechera” legítima ante tanto desastre y abusos, entonces serán superados por la pasión colectiva  que buscará nuevos líderes en la tarea de restituir la democracia en Venezuela.

 

* Isaac Nahón Serfaty es periodista venezolano y profesor en la Universidad de Ottawa (Canadá).