Magallanes/Chacaíto - Runrun
Juan E. Fernández Ene 10, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Magallanes/Chacaíto

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

No recuerdo cuándo fue la primera vez que me monté en uno. Seguramente de bebé, cuando mi mamá hizo el tradicional viaje desde la parada que está frente al Hospital José Gregorio Hernández, mejor conocido como “El Hospital de Los Magallanes”, hasta la Av. España. Pero de lo que estoy seguro es que, si algún día llego a escribir mi biografía, el autobús Mercedes Benz que cubre la ruta Magallanes/Chacaíto, en Caracas, será uno de los protagonistas principales de mi historia.

¿Por qué escribir de esto ahora? Dicen que los viajes te disparan los recuerdos, y fue lo que me ocurrió la semana pasada cuando fui a conocer El Parque de la Memoria en Buenos Aires, que es un lugar dedicado a las víctimas de la última dictadura militar en Argentina. Para trasladarme al sitio hice un recorrido de 45 minutos desde casa hasta mi destino. Ese era el mismo tiempo que se tomaba El Magallanes/Chacaíto desde una punta a la otra. 

Uno de los primeros viajes que hice solo, cuando tenía 12 años, fue a bordo de un Magallanes/Chacaíto. Aquella salida consistía en volver del Instituto Técnico Jesús Obrero en Los Flores de Catia, hasta Vista al Mar. La cosa era así:yo salía de clases a la 1:45 p. m., y me iba caminando desde el liceo, por toda la zona industrial de Los Flores, hasta llegar a la estación Gato Negro. Cruzaba la calle, y me tomaba el Magallanes/Chacaíto en la puerta del colegio “Miguel Antonio Caro”. Luego, cuando me cambié de colegio, también tomaba ese mismo transporte para ir y volver desde Catia hasta la avenida Andrés Bello. 

Aquel autobús no lo usaba solo para ir y venir del liceo. También lo tomaba cuando quería ir al centro, ya fuese a caminar, o a ver alguna película en el Cine Ayacucho si era un estreno; o en El Principal si quería ver una peli mexicana o algún clásico. Para ir a Capitolio simplemente me subía en la parada de La Jungla, me bajaba en Santa Capilla y caminaba un par de cuadras.

Pero el Magallanes/Chacaíto no era únicamente un medio de transporte; muchas veces fue mi momento para estar concentrado pensando en mi próxima historia, cuando estaba comenzando a escribir. También sería el lugar donde besé por primera vez a una chica.

Fue una historia de amor tortuosa, de esas tipo Romeo y Julieta donde todos se oponían; bueno no todos, solo la madre de mi novia de entonces. Así que para vernos ella se subía al Magallanes/Chacaíto iniciando al recorrido, y yo tomaba el mismo autobús un par de paradas después para finalmente reunirnos. 

Ya en el autobús, nos sentábamos juntos y nos tomábamos de la mano mientras transitábamos por las avenidas Sucre, Urdaneta, Andrés Bello, pasábamos por La Florida, bajábamos a El Bosque y finalmente llegábamos a nuestro destino: el Beco de Chacaíto, donde comíamos helados y soñábamos en cómo seríamos dentro de 20 años.

Ya casado y con hijos, me mudé a la avenida Andrés Bello y tomaba ese mismo autobús para visitar a mi madre en Catia. Era supercómodo pues lo tomaba frente a mi casa, y al regreso me dejaba en la puerta. Recuerdo que los domingos en la tarde iba prácticamente solo, por lo que me ponía a hablar con el chofer de turno, llegué a conocerlos a todos.

Viéndolo a la distancia, podría concluir que el Magallanes/Chacaíto es como una especie de transición en cada etapa de mi vida. Para mí es más que un medio de transporte, lo veo más bien como una máquina del tiempo que ha sobrevivido a todo. Imagínense que en la Venezuela dolarizada y con escasez de combustible, me cuentan que es uno de los pocos autos que todavía circulan por la ciudad.

Solo espero que, en unos años, cuando vuelva a visitar a esa nueva Venezuela próspera que todos anhelamos, pueda tomar un Magallanes/Chacaíto desde El Hospital de Los Magallanes hasta la última parada… Sin duda será como viajar a través de la historia de mi vida… Literal. 

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