Locura y comedia, por Juan Eduardo Fernández “Juanette” - Runrun
Locura y comedia, por Juan Eduardo Fernández “Juanette”

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

El otro día salí a hacer un trámite y como era algo lejos de casa y Buenos Aires es una ciudad que amo recorrer, decidí ir hasta mi destino caminando. Hice más o menos unas 15 cuadras de ida y otras 15 de vuelta. En un momento, tal vez por la falta de aire (porque caminé con el tapabocas), o porque es algo que tenía internamente ¡me volví loco!

Ocurrió en calle Corrientes justo en la esquina donde se cruza con Serrano. De pronto vi a una pareja de señoras que posaban para hacerse una selfi. Y justo cuando una de las señoras, a la que llamaremos “Raquel”, comenzó con el conteo regresivo para apretar el botón me acerqué, me puse detrás de ellas para salir en la foto, sonreí, se activó el flash y seguí mi camino.

Afortunadamente no se dieron cuenta, pero no quiero ni pensar lo que habría pasado cuando vieron la fotografía que tomó “Raquel”. ¿Quién es ese loco? Seguro se preguntarían, o peor, tal vez Ruth (la otra señora) debió creer que soy el fantasma de algún joven que murió atropellado en esa esquina.

La cosa es que, luego de hacer aquella “travesura”, algo en mí ya no fue igual… ¿Será que me estoy volviendo loco? Porque les confieso que no fue algo premeditado, simplemente vi a estas dos señoras a punto de tomarse la foto y me mandé a posar también. Ojo, no quiero justificarme, pero dicen que los humoristas tenemos algo de locura en nuestro interior y bueno, tarde o temprano se pone de manifiesto.

Llegué a casa muy preocupado por lo que había hecho. Así que me puse a investigar y es más común de lo que cree. De hecho, descubrí que hasta está escrito en el libro ¿Cómo ser Bill Murray?, donde el periodista Gaving Edwards recoge una serie de anécdotas protagonizadas por el actor y comediante, famoso por películas como El día de la marmota o Los cazafantasmas.

Resulta que, en su obra, Gaving logra agrupar los 10 principios de Bill Murray para la vida y uno de ellos es “Invítate tú a la fiesta”. Parafraseando un poco lo que dice ese principio, esto fue lo que me pasó: Vi a “Raquel y Ruth” que estaban por hacerse una selfi y sin pensarlo me invité a participar.

Según Bill Murray, el mundo que te rodea propicia momentos de diversión sana. Una verdad histórica: hasta en las guerras y momentos más difíciles de la humanidad hay espacio para jugar.

Así que cuando te dice “Invítate tú a la fiesta” simplemente te está diciendo dale, loco, date la oportunidad de reírte un rato entre tanta mierda.

Sinceramente no sé si estuvo bien o mal lo que hice. A los minutos me sentí culpable, porque como buen venezolano de mi generación me educaron las telenovelas de Cabrujas y Delia Fiallo, por lo que todo para mí es un dramón. Pero después entendí que solo fue algo gracioso que me quedará como anécdota, igual que a Ruth y Raquel. O quizá estén consultándole a su brujo de cabecera, quien le cobrará un montón de plata para contactar a mi espíritu, es decir al del joven que aparece en la esquina de Corrientes y Serrano; ojo señor brujo si estás leyendo esto envíame un correo, arreglamos precio y te paso mi WhatsApp para programar la sesión de espiritismo.

Así que la próxima vez que sientan el deseo de hacer algo láncense al vacío… bueno, si están en la cornisa de un edificio o en las vías del tren les ruego que no se lo tomen literal. Porque al final del día, la vida es una fiesta en donde todos merecemos ser invitados. Pero si no te ha llegado el momento entonces sal a buscarlo.  

Hasta la próxima semana.

El humor como problema

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