Un adulto responsable - Runrun
Juan E. Fernández Ago 30, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Un adulto responsable

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Hoy quiero aprovechar este espacio para contarles que no lo logré… crecí en una sociedad que me formó para que fuese un tipo con un buen trabajo, capaz de generar riqueza, de triunfar, de verse bien y obviamente tener una casa grande y un auto del año. Siempre escuché a mucha gente decirme: “Qué bien lo estás haciendo, sin duda alguna serás un adulto responsable”.

Los que me conocen saben que tuve una carrera extensa en el periodismo. Comencé a los 12 años en el diario del liceo Jesús Obrero, se llamaba Voz Estudiantil, y luego colaboré en la revista Marcas, primero como fotógrafo y luego como redactor.

Con el paso del tiempo, me convertí en productor de televisión, trabajé en medios internacionales como CNN, Poder y Negocios, y en otros grandes medios. Y desde ahí pude conocer a políticos, artistas, presidentes y hasta me colé en una fiesta para entrevistar y fotografiar a un nobel de literatura que estaba de paso por Caracas.

Es verdad, puedo decir que tuve una carrera exitosa en el periodismo. Pero debo confesarles que el pasado fin de semana me di cuenta de que todo eso se había ido al garete. Ya no era más un adulto responsable, y lo que es peor: capaz nunca lo fui, por eso les digo ¡No lo logré! Aunque les cuento que “no lograrlo” es algo que me hace muy feliz.

¿Saben cómo noté que ya no era más un adulto responsable? Todo comenzó cuando decidí cambiar mi desvencijada billetera de cuero, negra y sin gracia. Al principio pensé que sería bastante rápido, pero la verdad es que, después de navegar por todas las tiendas digitales de Mercado Libre, no encontré nada que me convenciera.

Pasé noches sin dormir, y sin salir, porque además de que no se puede por el coronavirus, las salidas cortas al chino eran muy peligrosas, pues, andar por ahí con el dinero en una bolsa de plástico, además de ser inseguro, era una falta de elegancia total.

Pero todo cambió el sábado pasado cuando caminaba por la avenida Medrano de Buenos Aires, y a la altura del 500 me topé con “Big Bang Rock”, una tienda que, además de vender instrumentos musicales, vende todo tipo de accesorios vinculados a la música. Y justo en la vitrina de esa tienda estaba ella: una billetera, pero no una billetera cualquiera, sino una con muchos colores.

Destacaba entre todas, porque, aunque estaba dentro de un estuche gris, tenía tantos tonos que la verdad brillaba. Sin pensarlo entré a la tienda, despojado de cualquier duda, y la compré.

Debo confesar que ya en casa comencé a cuestionarme muchas cosas, como, por ejemplo: ¿Qué pensará el chino del supermercado cuando la saque para pagar? ¿Y si un día pasa todo este virus, y mientras estoy sacando la tarjeta del tren le parezco guapo a una chica, pero al ver mi billetera sigue de largo? o peor ¿si cree que soy un tonto?

Aunque hubo algo que me tranquilizó: el virus no terminará aún (ojo, no le quiero pinchar el globo a nadie, pero es algo que ya sabemos).

Otra cosa: mi tarjeta del tren no tiene saldo, porque no me subo al subte desde marzo, por lo que no podría viajar. Entonces me relajé.

Al día siguiente al despertar, vi mi billetera de colores en la mesita de luz, y descubrí que ese solo había sido el primer paso; tenía que seguir haciendo cosas que me hicieran feliz.

Desde que tengo mi billetera de colores ya no veo el noticiero todo el día, solo lo hago unos minutos para saber cómo está el mundo.

Y les tengo que contar que no ha cambiado nada. Luego escucho pódcast mientras teletrabajo.

Les puedo recomendar algunos, por ejemplo: La vida moderna, Nadie sabe nada, Que se vayan todos y Últimos cartuchos. Ahí pueden ver temas varios, que tienen que ver con la realidad española, argentina, y venezolana. Es una manera de informarse, pero con humor.

Y tal vez decepcioné a mucha gente (y los seguiré decepcionando), porque no fui esa gran promesa del periodismo y la literatura. Pero la verdad me siento tranquilo y feliz siendo un comediante, que extraña volantear en la calle para meter gente a un show… y que lucha por adaptarse a este orden digital. En el fondo sé que regresaremos. Pero, por lo pronto, el show debe continuar. Así sea por Zoom.

Ciertamente mi billetera de colores fue el punto de partida de este nuevo estilo de vida, porque la verdad no sé cuánto tiempo voy a estar aquí, por lo que quiero hacer cosas que me agraden. Además de tratar que la gente se ría, pero si no se puede y aunque suene un poco egoísta, al menos reírme yo.  

 

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