John F. Kennedy y Betancourt: La Alianza para el Progreso, 1961 - Runrun

Las historias de la Historia

John F. Kennedy tomo posesión de la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 1961. Pocas semanas después, el 13 de marzo, lanzó la Alianza para el Progreso, el único proyecto político de significación presentado por Washington para América Latina a lo largo de la historia. Kennedy encontró serias discordias entre su país y las naciones del Sur. Eisenhower y los republicanos habían protegido a los dictadores militares de la región, como el general Pérez Jiménez.

El 1º de enero de 1959 la dictadura del general Batista en Cuba había sido derrocada y la Revolución cubana generó una poderosa oleada anti-Estados Unidos. La Alianza para el Progreso respondió a esos fenómenos. Kennedy fue el primer presidente estadounidense que pensó seriamente en la relación con los países del Sur. El primero y el último, no hay cuestión. Han pasado 50 años, como si el mundo no se hubiera movido.

El 12 de febrero,  a los veinte días de haber posesión, Kennedy envió a varios países del Sur una misión integrada por George McGovern y Arthur Schlesinger. Estuvieron en Venezuela y se entrevistaron con el Presidente Betancourt. En el libro Mil días / John F. Kennedy en la Casa Blanca, está escrita esta historia. Se cuentan sus orígenes y sobre quienes participaron en las primeras conversaciones. Entre estos estuvieron el argentino Raúl Prebish, el chileno Felipe Herrera y el venezolano José Antonio Mayobre. No fue, por consiguiente,  el proyecto unilateral de EE.UU. sino expresión de un trabajo conjunto.

La Alianza para el Progreso involucraba un gran compromiso adoptado por las parte. EE.UU. contribuía con determinadas cantidades y los países latinoamericanos con las suyas.  Implicaba orden y sistematización, continuidad y coherencia. Entre sus metas figuraban reformas en educación, salud, reforma agraria, etc. Era una alianza para avanzar. Avanzaban los Estados en sus sistemas administrativos, y avanzaban los pueblos en sus condiciones de vida.

Asesinado el Presidente Kennedy en Dallas, 1963, la Alianza para el Progreso comenzó a derrumbarse hasta desaparecer al poco tiempo. Los historiadores alegan que conflictos en el lejano Oriente, guerras y otras urgencias, hicieron que a partir del Presidente Lyndon Johnson, sustituto de Kennedy, el gran proyecto fracasara. Esta es la versión cómoda. La verdad está en otra parte. Lo cierto es que los propósitos y metas de la Alianza afectaban intereses poderosos, dentro y fuera de nuestros países.

Ahora se cumplen los 50 años del lanzamiento de la Alianza para el Progreso. Nadie lo recuerda. Nadie se imagina, tampoco, qué habría sido de nuestros países si sus principios se hubieran hecho realidad.

SIMÓN ALBERTO CONSALVI