No funciona - Runrun
Luisana Solano Abr 06, 2014 | Actualizado hace 10 años

Venezuela2

Si uno se pregunta o le pregunta a los demás qué es lo que no funciona en nuestro país, lo primero que salta como respuesta es el gobierno. No soy sólo yo el que está convencido de ello, si a las encuestas nos vamos, a las que se hacen públicas y a las que sólo maneja el gobierno pensando que no se filtrarán a la opinión pública, lo cierto es que en promedio más del 60% de los ciudadanos, y en este porcentaje cabe incluir tanto a chavistas-maduristas como a opositores, piensa que la gestión de Maduro es peor que la de Chávez (lo que es mucho decir), y en casi todos los temas de trascendencia nacional, tales como la inflación, la inseguridad, el desabastecimiento y en general, en todo lo que tiene que ver con la crisis que padecemos, se responsabiliza de manera mayoritaria al poder. Eso quizás explica que el gobierno ahora no recurra, pues lo haría parecer aún más ciego a la realidad, a eso de estar culpando a la oposición de todos nuestros males. Antes se podía dispersar la carga de la responsabilidad, señalando a la oposición como la “mala” de la partida, y se llegaba en algunos casos a “exonerar” a Chávez, a punta de simple lealtad, de toda culpa, lanzando piedras, con evidente ingenuidad, contra los de su entorno como responsables de algunos de nuestros males. Pero ahora eso ya no pasa. El pueblo ve y padece y ya tiene claro a quién responsabilizar de sus cuitas.

No sé quién asesora a Maduro, de hecho a veces hasta parece que es tan ciego a sus propias limitaciones que no se deja asesorar, pletórico de soberbia, en sus desafueros, pero si algo tengo claro es que está muy mal aconsejado por perfectos incapaces o peor (para él) por personas, que en su más íntimo círculo, son las que en verdad están conspirando contra su mandato. La realidad, lo que se vive día a día, ha puesto el foco de la opinión pública sobre las protestas y sus consecuencias, pero Maduro parece olvidar que, en paralelo, tanto la gente que está de acuerdo con las protestas como la que no, tiene que ir al mercado y abastecer su casa, y es allí donde cualquier discursito rojo contra el “imperialismo”, contra “los escuálidos”, contra las “guarimbas” o contra cualquier cosa que huela a oposición, se desdibuja y pierde sentido.

Me explico, puedes ser el más radical madurista, puede que seas de esos que corean cada vez que pueden la monserga falaz según la cual “Chávez vive”, pero cuando te plantas en la cola de la bodega, por horas y horas, a pagar por una lata de diablitos o por un kilo de café, si es que los consigues, más del triple de lo que pagabas por esos mismos productos la semana pasada, tus pensamientos sobre el “proceso” y tu lealtad al “legado” de Chávez pasan a cuarto plano y dejan de ser parte de ti. Si vas a una farmacia y no encuentras los medicamentos para ti o para tus chamos, y los hospitales públicos se caen a pedazos, ¿te quedan ganas de ponerte una franelita con la “mirada” del ausente? Los venezolanos, especialmente los más humildes, están aprendiendo por las malas que ni la ideología ni las utopías llenan teteros o curan la fiebre de nuestros hijos; y si es el gobierno el que lo controla todo, porque así es, si es el gobierno el que ha estatizado nuestra economía cercenando cualquier posibilidad de desarrollo a todo nivel, ¿quién es entonces el culpable de lo que está pasando?

Vamos más allá. El fin de semana pasado la morgue de Bello Monte, en Caracas, cerró su saldo de muertes violentas con 43 cadáveres. Esto es, si das por válidas las cifras oficiales. La inseguridad, entonces, sigue haciendo de las suyas, ahora incluso peor que antes, sin que gobierno mueva un dedo para evitarlo. La pregunta común de esas madres y de esos padres que pierden a manos del hampa a sus hijos todos los días es: ¿Dónde estaban todos esos “robocop” tropicales que persiguen y atacan hoy a los estudiantes cuando el crimen les estaba matando a sus hijos? Se ven todos ellos muy equipados y numerosos cuando se trata de luchar contra jóvenes que protestan en nuestras calles, y bastante que abusan de ellos cuando los detienen, tal y como lo ha reconocido la propia Fiscalía General de la República, pero cuando es el “hampa seria” y de verdad la que se les enfrenta, o se quedan inertes o huyen en desbandada. Ya no es sólo un tema de complicidad evidente entre el poder y los civiles armados, verdaderos paramilitares, que actúan bajo sus alas maltrechas para desarticular las protestas, es un tema de simple cobardía: Es muy fácil ser “valiente” cuando usas armadura y pertrechos de guerra contra muchachos que en el peor de los casos no tienen más que molotov y que, las más de las veces, sólo cuentan con banderas y escombros para hacer sentir sus reclamos.

No funciona tampoco la represión. Tratar de mostrarse “fuerte” metiendo miedo, que no ganando respeto, es la prueba más absoluta y total de debilidad. Llamarse “humanista” o “progresista”, o mucho peor, “socialista”, cuando diriges tus cañones contra los más jóvenes por el simple hecho de serlo y por cuestionar tu forma de gobernar, en una franca hipocresía que ya ni la izquierda mundial puede avalar. Un gobierno que nació mal enmantado jamás debió prestarse al juego perverso de hacer cuestionable, además de su legitimidad de origen, su legitimidad de desempeño. Cualquier demócrata verdadero de estos tiempos sabe que serlo implica mucho más que tener unos votos acá o allá, implica además moverse y actuar en el poder con la plena conciencia de que a los demás, especialmente si no piensan como tú, se les respeta. Lo que ha hecho Maduro con las protestas ha dejado en pañales todo lo malo, en materia de represión y de persecución, que antes podía atribuírsele a la “cuarta república”.

Gonzalo Himiob Santomé

@HimiobSantome