¡A la madre que me parió! por Carlos Dorado
¡A la madre que me parió! por Carlos Dorado

Madre

 

Una de las cosas de mi infancia que recuerdo con mayor felicidad, es cuando mi madre me abrazaba fuerte contra su pecho, y me besaba repetidamente en la frente. A continuación, me echaba el pelo hacia atrás, y me volvía a besar. En esos momentos, yo no percibía la belleza de esos instantes, de esos gestos, de ese amor. Un amor, que en mi caso y estoy seguro que en la gran mayoría de casos del mundo, tenía un gran espíritu de sacrificio y entrega,  el cual daba mucho y pedía muy poco a cambio.

Yo siempre tuve mucha fe en lo que mi madre me decía, y como todo buen acto de fe nunca necesité su comprobación; creía en ella con esa fe ciega e infantil que tienen los niños. Hoy como adulto, no sólo sigo creyendo en todo lo que me dijo,  sino que muchos de sus dichos, de sus comentarios, de sus conversaciones, fueron enseñanzas de vida, que la experiencia y los años me han comprobado su gran veracidad y sabiduría; y que guardo como mis más preciados tesoros.

Hoy, en el día de la madres, como un homenaje a mi madre, una mujer pequeña y delgadita, pero de una gran fuerza interior y de unos principios y valores innegociables; y para todas las madres del mundo, quisiera citar algunas de las cosas que solía decirme.

“Carlos, la verdadera felicidad no cuesta nada, y está en lo sencillo; por eso  en teoría es accesible para todos. Sin embargo, no existe una tarea o un deber que descuidemos tanto como la de ser felices, y nos olvidamos de irla construyendo como si fuese un gran rascacielos: con miles de pequeños detalles. No nos damos cuenta, que lo más extraordinario de la vida ocurre cada día, cuando abrimos los ojos y seguimos teniendo vida ¿Por qué será que algunos insisten en continuar con los ojos cerrados? La felicidad Carlos, es como es, y se escapa si intentamos reducirla únicamente a lo que deseamos que sea. Pudiste haber sido feliz ayer; ¿pero hoy?, podrás ser feliz mañana; ¿pero hoy? La felicidad sólo vive en el presente. Porque al final del camino,  la felicidad extraordinaria se alimenta básicamente de las cosas ordinarias, y no es necesario buscarla más allá de tu mundo, ¡está en tu mundo!”

¡Gracias mamá por haber contribuido a ser el niño, y el hombre más feliz del mundo!

“Carlos, si quieres ejemplo, comienza por dar tú ese ejemplo, dando la mejor versión de ti mismo, ya que pudiese ser que lo que tú consideras una virtud termine siendo un defecto; y nunca esperes que cambien los demás, trata de cambiar tú, y antes de corregir la obra de otro, corrige la tuya. Espera sin inquietarte cuando no llega lo que esperas, y cuando te equivoques de camino, ¡no te pongas a llorar! Da la vuelta, sin pensar que estás desandando el camino andado, sino que estás alejándote de una equivocación; ya que cuando te equivocas y no haces nada, te estás equivocando dos veces. Intentar algo y no conseguirlo es un fracaso, sin embargo; el verdadero fracaso es  conseguir algo sin haberlo intentado. Aspira siempre a lo más grande, pero disfruta de lo que has logrado, sin importarte si es pequeño. No importa los años que tardes en construir el barco, si nunca vas a salir a navegar en él; y acuérdate siempre Carlos, que todos tenemos un precio, sólo que algunos van a rebajas demasiado rápido”

¡Gracias mamá, por haber contribuido a ser un hombre!

Tú siempre me decías: “El amor de verdad, es como las raíces de los árboles, se van fortaleciendo y haciendo más profundas con el tiempo”.

¡Qué gran razón tenías! Hoy te amo profundamente, más que nunca.

 

cdoradof@hotmail.com