María Lionza y el amor-odio a Caracas - Runrun
Alejandro Armas Oct 14, 2022 | Actualizado hace 2 meses
María Lionza y el amor-odio a Caracas
El ultraje con María Lionza no fue solo a costa de la UCV, sino de toda Caracas. Los jerarcas revolucionarios detestan Caracas por el recuerdo de la opulencia de las elites que los precedieron

 

@AAAD25

El hecho de que el Sambil de la Candelaria haya sido devuelto a sus propietarios originales, la familia Cohen, no debería inducirnos al olvido de que estamos gobernados por unos señores que tratan al país entero como si fuera su coto privado. Disponen de absolutamente todo lo que se encuentre dentro de nuestras fronteras. El derecho a la propiedad termina donde empieza su deseo.

No deja de ser cruelmente irónico que a la Universidad Central de Venezuela le haya tocado experimentar esa dolorosa realidad, justo cuando el mismísimo gobierno se está dando a la tarea de supuestamente rehabilitar su infraestructura (luego de años de desidia cuyos responsables son los propios rehabilitadores). La célebre escultura de María Lionza, obra de Alejandro Colina y que este obsequió a la universidad, fue sustraída del galpón en el campus académico donde por años aguardó a que el Estado cumpliera con su deber de ponerla donde corresponde: en la autopista Francisco Fajardo, justo en frente de la Ciudad Universitaria.

En una muestra más de su arbitrariedad y de su desprecio a la autonomía académica, el régimen justificó el atropello acusando a la UCV de tener a la estatua secuestrada, inaccesible a los ojos del público y en grave estado de deterioro físico. Para entender lo caradura de este pretexto, un poco de historia. La escultura ocupó el pedestal de la autopista desde 1964. Cuarenta años más tarde, sufrió una fractura que obligó a llevarla dentro del campus para trabajos de restauración. Mientras, se dispuso en la autopista una réplica. Como reseña el portal periodístico Crónica Uno, al cabo de unos años culminó el arreglo. La UCV pidió varias veces a la alcaldía de Libertador, siempre en manos del chavismo, apoyo en el traslado de vuelta al sitio original, pero nunca obtuvo respuesta. En otras palabras, el chavismo está señalando a la UCV de no ejecutar un traslado para el cual la casa de estudios se cansó de pedirle apoyo.

La obra de Colina ahora está en Quibayo, Yaracuy, en una plaza que el régimen inauguró con no poco jolgorio mientras en Las Tejerías se vivían las secuelas de una tragedia climática agravada por la falta de protección que el Estado les debía a sus habitantes. Entiendo que haya cosas más importantes por las que reclamar hoy en Venezuela, pero el sino de la estatua sigue siendo algo grave. No importa que la réplica permanezca en la autopista caraqueña. Solo la original tiene su historia. Tiene esa “aura” que le atribuyó Walter Benjamin a las obras de los genios artísticos, en este caso Alejandro Colina. Una copia nunca podrá, por lo tanto, transmitir la misma sensación sublime. Habrá quien halle ridículas estas consideraciones metafísicas, pero, ¿por qué cree entonces quien piensa así que el gobierno se llevó la original? Pudo tomar la réplica de la autopista. O mejor aun, otra copia que ya está en Chivacoa, en las inmediaciones del Cerro de Sorte y mucho más cerca de Quibayo. Logísticamente hubiera sido mucho más sencillo. Pero no, porque el “aura” de la original le da un valor único.

Ahora bien, el ultraje no fue solo a costa de la UCV, sino de toda Caracas. Esa escultura, con más de medio siglo en la capital, se volvió parte de su ornato público. Más aun: se volvió un ícono de la ciudad. Uno de sus símbolos inconfundibles, al punto de que no faltaba en aquellas imágenes alusivas a Caracas por contener las siluetas de varios de sus “habitantes” más representativos: las Torres de Parques Central, la Previsora, el obelisco de Altamira, etc. Las letras de la salsa estarán llenas de referencias a Broadway, la calle 116 y otras arterias viales de Nueva York. Pero hay una que alude a Caracas y específicamente a la “Autopista del Este”. Es, por supuesto, “María Lionza”, de Willie Colón y Rubén Blades.

Podemos apreciar que hay un patrón de despojo de los símbolos de Caracas, del cual lo de María Lionza es solo el último episodio. Tenemos también el reemplazo de la bandera y el escudo de la ciudad, por orden de autoridades municipales chavistas que desde luego no consultaron a los vecinos de la ciudad sobre su parecer.

¿Y a qué se debe este empeño resignificador? Está la evidente vocación del chavismo a absorberlo todo y usarlo para propaganda. Está la igualmente obvia intención de reescribir la historia e imponerle a la mentalidad colectiva una cultura patria que legitime el poder de la elite gobernante. Pero yo creo que hay algo más. Algo que atañe específicamente a Caracas. Pienso que es una manifestación del lado oscuro de la percepción dual que el chavismo tiene de la urbe. Una verdadera relación de amor y odio.

El chavismo ama a Caracas por la sencilla razón de que es donde se concentran el poder y el dinero en Venezuela. Como los ricos y poderosos tienen mayor capacidad para darse buenas vidas, Caracas es también el rincón del país donde se vive mejor. Donde hay más “cosas bonitas” y diversiones. No en balde es el epicentro de la movida artística y cultural venezolana y donde esta ha sobrevivido con mayor entereza los embates de la crisis socioeconómica. Es donde nuevos restaurantes abren sin parar. Es donde se realiza la mayoría de los renovados conciertos con artistas internacionales.

Ese amor de la elite gobernante por Caracas es la razón por la que la privilegia en el acceso a electricidad, agua, gasolina y otros servicios públicos, a costa del resto del país. Toda esta tendencia de seguro ahora está en aumento porque las sanciones de las democracias les impiden a muchos jerarcas revolucionarios anclar sus fortunas en Madrid, Miami u otras ciudades del mundo desarrollado, su verdadero deseo, su verdadero objet petit a, en términos lacanianos, detrás de todas las proclamas patrioteras y socialistas. Confinados a Venezuela, tienen que conformarse con lo mejor que ella ofrezca.

Al mismo tiempo, esos jerarcas revolucionarios detestan Caracas por el recuerdo de la opulencia de las elites que los precedieron, que ellos desplazaron y a las cuales resienten. Es el proceso de cambio de elites como lo describió Vilfredo Pareto, pero con los excesos que caracterizan al chavismo. O, si lo quieren ver desde una perspectiva más criolla, algo así como las pretensiones aristocráticas en los personajes de Francisco Herrera Luque, con las cuales dan al traste los sucesivos conflictos civiles de la historia venezolana (de más está decir que esos mecanismos de ascenso social violento son, en pleno siglo XXI, terriblemente atávicos). En fin, es por aquel recuerdo de un pasado en el que otros, desde Caracas, gobernaban, se enriquecían y gozaban que ahora a la ciudad la humillan, quitándole los símbolos de su historia e imponiéndole otros, ajenos, toscos y panfletarios. Como una marca de la dominación por los nuevos amos del valle.

Así, el vinotinto del pabellón urbano es reemplazado por el rojo socialista. Se va el león y aparecen fechas del calendario litúrgico chavista. Y la escultura original de María Lionza, ligada a una Ciudad Universitaria que Carlos Raúl Villanueva diseñó para alojar arte de calidad, desaparece del horizonte caraqueño. Porque les da la gana a los poderosos, como todo en este malhadado país.

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