Con esta camarilla de charlatanes de cuartel el país enfiló su avance (a paso de vencedores) hacia el oscurantismo y el embrutecimiento
A pesar del avance de la tecnología de la información, el mundo está aproximándose a un atolladero del cual será difícil escapar. Al menos, no tan rápido como logró atorarse.
En cambio, la humanidad está a escasa distancia del “punto de inflexión” que separa al desarrollo del oscurantismo y del embrutecimiento. Incluso del oscurantismo y del embrutecimiento más paradójico, irrazonable y absurdo que la historia podría considerar.
Venezuela, por ejemplo, luego de haber alcanzado elevadas calificaciones en cuanto a desarrollo político, económico y social, según indicadores de rango internacional, ha estado acercándose a un peligroso “punto de quiebre”. Es decir, aquella circunstancia que, incitada por agudas dificultades, alteran (negativamente) su comportamiento.
Dicho “punto de quiebre o de inflexión” actúa como una coyuntura bajo la cual algún proceso social, económico o político, o toda una realidad, puede afectarse en su praxis. Entonces sucede un cambio de tendencia lo cual provoca una brusca variación en el proceder cotidiano.
Regresión (a paso de vencedores)
Esa ruda transición, en Venezuela, está llevando a modificar la ruta que el proceso democrático determinó después de 1958. Pero esta vez, llevada por la obstinación de quienes actúan apegados al papel que les asigna la “revolución” que dice seguirse. Que no es otra que una “revolución de incapaces”. Contubernio este comandado por una camarilla de “charlatanes de cuartel”, “vividores del pueblo”, “hacedores de desastres” y “predicadores de odio”. Así, el país enfiló su avance, (a paso de vencedores) hacia el oscurantismo y el embrutecimiento.
Ante las actuales realidades examinadas y corroboradas, Venezuela ha comenzado a retroceder hacia etapas históricas superadas. Pero ahora, con más vehemencia de cómo viejas civilizaciones cayeron en el oscurantismo sobrellevado en la Edad Media.
Los hechos que vive Venezuela en lo político, social y económico, de acuerdo a los exabruptos, imprecisiones, improvisaciones e incoherencias que comete el régimen opresor venezolano, evidencian un oscurantismo y embrutecimiento de desvergonzado tamaño.
Las señales del régimen
Basta con captar las señales del régimen. Entre otras, los discursos de altos funcionarios, las barrabasadas presidenciales contenidas en seguidas opiniones emitidas públicamente, las inconstitucionales medidas tomadas en nombre de la República, la grosera manipulación asumida como razón de arrogante factura y las continuas fallas de servicios públicos.
Así es posible dar cuenta del retroceso que Venezuela está dando hacia el siglo XIX. Un tiempo colmado de guerras, miserias y despotismo. Todo eso significa llevar al país hacia el dogmatismo. Los intereses que secundan cada decisión gubernamental asumida, buscan cimentarse como fundamentos políticos del régimen. Y radicaliza la manida “revolución de otoño” que dice el régimen fortalecer.
Tan impúdica transformación está conduciendo al país a surcar realidades cundidas de oscurantismo y embrutecimiento. Estar en la ruta que lleva a tan deplorable situación, ha hecho que Venezuela cayera en la desgracia que ha inducido la dramática crisis que hoy envuelve su presente.
Una contrariedad perseverante
¿O acaso es fortuito que el régimen se haya aprovechado de cuanta coyuntura exista para apuntalar su violencia? No: descarga su odio en contra de la Universidad autónoma. Y descalifica la educación básica, desarraigando sus programas de enseñanza de las asignaturas que le imprimen sentido y razón al aprendizaje integral que reclama el siglo XXI.
Es lo que invoca el pensamiento oscurantista y el criterio embrutecedor. Precisamente, es el objetivo que busca el usurpador régimen alcanzar para así opacar la existencia ciudadana. Y agujerear sus derechos y esperanzas. Al mismo tiempo, hacer que el futuro luzca ensombrecido. Desde ahí, el régimen podría justificar su apetencia de deprimir todo anhelo de esperanza y libertad que disponga el venezolano como motivación para reconquistar la democracia nacional.
Siempre de cara a los antivalores que las patrañas de cualquier ideología fantoche y obsoleta pueda inducir a través de su diabólica maquinaria política.
No cabe pensar que el oscurantismo es cosa del pasado. En la actualidad, sus secuelas son tan nocivas y peligrosas, como ayer lo fueron. O quizás, más. Solo que ahora actúan con la discrecionalidad y complicidad de quienes están en el poder.
Porque siguen viéndose mecanismos de control social y político de la población, vale cuidarse de cualquier efecto, aunque intangible. Más aun, que pueda provenir de procedimientos y decisiones salpicadas de oscurantismo y embrutecimiento.
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