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No es lo mismo renovar que cambiar

Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores y complacientes infiltrados

 

@ArmandoMartini

Son muchos −quien suscribe incluido− los que han reprochado la trayectoria y conducta de los partidos políticos, que han sucumbido tras haber luchado con valor por la libertad y dignidad de los derechos ciudadanos en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Entonces dieron la cara. Incluso el Partido Comunista de Venezuela que, aunque defensor de la democracia, estaba pendiente de las instrucciones de Moscú, al servicio de la brutal tiranía que era la Unión Soviética al mando del homicida Josef Stalin, asesino como el que más.

Es urgente construir una perspicaz dirección política. Y para lograr un resultado diferente hay que cambiar y cambiarlos. La falta de credibilidad, legitimidad y representatividad es evidente. Solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores, complacientes e infiltrados, cuyo discurso de jaulas amplias y falsa normalización se va imponiendo.

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores…

Hay que elegir un líder, no un candidato. Legitimar la oposición que conduzca a un cambio político. Ese debe ser el único objetivo: coordinar fuerzas para derrotar la ignominia y el oprobio. La actual conducción política ha fracasado. No rinde cuenta ni honra la palabra empeñada.

La oposición dividida busca un rumbo, pero no encuentra ruta. Elecciones para definir el liderazgo, primarias, cuerpo colegiado que lidere, son algunas fórmulas que se plantean. Sin embargo, la dirigencia opositora es cada día más incapaz de reunirse para debatir. No obstante, a contravía, sectores tontos imploran dialogar con el régimen arbitrario, abusador, violador de los más elementales derechos.

El pacto de Puntofijo, una referencia

La relación entre los cascarones opositores es ruda, agreste. Señalamientos mutuos revelan profundas diferencias y mucha desconfianza. La ciudadanía toma nota desilusionada de rencillas, discordancias e incoherencias; y por eso, quienes desean un cambio representan más de un 85 % del país, pero las cifras de apoyo a los partidos y sus líderes son exiguas, insignificantes.

En otra época, la lucha por la libertad y democracia adquirió niveles de intensidad, formación de juventudes, coraje y empecinamiento por encima de sospechas. Partidos, militancias y cuadros extendidos a lo largo y ancho del país pactaron un programa de gobierno, y esa es la diferencia del pacto de Puntofijo. Aunque siempre están los tontos útiles y pendejos entusiastas que se apartan y abandonan.

Pasó el tiempo, los partidos se redujeron no en sus alcances de poder y militancia, sino en lo más importante: la percepción y el compromiso consigo mismo. En la segunda presidencia de Pérez, cuando más se precisaba unidad, dos grupos opositores adversaron y contrariaron al Gobierno que llevó adelante −de acuerdo a respetados economistas− el mejor programa de recuperación en décadas.

El colapso a manos de un chulo

No fueron las masas echadas a las calles en el “Caracazo”, ni la deficiente estrategia militar, tampoco un general de aviación acompañado de un almirante de infantería de marina los que pocos meses después los que acabaron con la democracia, la república; ni siquiera la antigualla de soberbia e inoperancia los que arrasaron con la libertad y prosperidad; fueron los partidos tradicionales que de una historia gloriosa habían caído en pozos infectos de clientelismo, desconcierto y populismo.

Luego, estultas ingenuidades e idealismo sicalíptico, torpezas, suspicacia al mérito y oídos a la demagogia del castrismo fidelista, solo interesado en aferrarse al poder y llenarse de riquezas que le proveía la revolución bolivariana. Sus seguidores militares y civiles se pusieron en manos del chulo Fidel, experto en obtener beneficios a costa de terceros. Ellos precipitaron a Venezuela al despeñadero de la miseria, ruina e indigencia.

Renovar más allá del maquillaje

Entretanto aparecieron partidos procurando ocupar posiciones al nivel e incluso superior a los marchitos y anticuados. Todos ellos, después de convocatorias y promesas quebrantadas a lo largo de años. Solo muestran revés, negación y traición.

Aparentan procesos de renovación. Debería ser novedad, evolución de liderazgos, abrir vías para el ascenso de nuevos dirigentes, y enviar al disfrute de sus hogares a quienes llevan décadas proclamando decepción. Incluye, al PSUV, partido oficialista mantenido en el poder por la fuerza de las armas, y distribución generosa de corrupción.

No se trata de un maquillaje o las conocidas mutaciones. Corresponde renovar organizaciones, dirigencias e ideologías. Se siente como nunca el agujero, un vacío horroroso. La vida sigue con su correntada intentando ahogar lo que poco queda. La pesadilla se instaló en la mente de manera indeleble. Se convirtió en el trauma que persigue. Los partidos políticos que en descarnada sinceridad lo hagan, liderarán la Venezuela de los próximos años. Quienes persistan en dirigencias de fracasos, se disolverán.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores y complacientes infiltrados

 

@ArmandoMartini

Son muchos −quien suscribe incluido− los que han reprochado la trayectoria y conducta de los partidos políticos, que han sucumbido tras haber luchado con valor por la libertad y dignidad de los derechos ciudadanos en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Entonces dieron la cara. Incluso el Partido Comunista de Venezuela que, aunque defensor de la democracia, estaba pendiente de las instrucciones de Moscú, al servicio de la brutal tiranía que era la Unión Soviética al mando del homicida Josef Stalin, asesino como el que más.

Es urgente construir una perspicaz dirección política. Y para lograr un resultado diferente hay que cambiar y cambiarlos. La falta de credibilidad, legitimidad y representatividad es evidente. Solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores, complacientes e infiltrados, cuyo discurso de jaulas amplias y falsa normalización se va imponiendo.

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores…

Hay que elegir un líder, no un candidato. Legitimar la oposición que conduzca a un cambio político. Ese debe ser el único objetivo: coordinar fuerzas para derrotar la ignominia y el oprobio. La actual conducción política ha fracasado. No rinde cuenta ni honra la palabra empeñada.

La oposición dividida busca un rumbo, pero no encuentra ruta. Elecciones para definir el liderazgo, primarias, cuerpo colegiado que lidere, son algunas fórmulas que se plantean. Sin embargo, la dirigencia opositora es cada día más incapaz de reunirse para debatir. No obstante, a contravía, sectores tontos imploran dialogar con el régimen arbitrario, abusador, violador de los más elementales derechos.

El pacto de Puntofijo, una referencia

La relación entre los cascarones opositores es ruda, agreste. Señalamientos mutuos revelan profundas diferencias y mucha desconfianza. La ciudadanía toma nota desilusionada de rencillas, discordancias e incoherencias; y por eso, quienes desean un cambio representan más de un 85 % del país, pero las cifras de apoyo a los partidos y sus líderes son exiguas, insignificantes.

En otra época, la lucha por la libertad y democracia adquirió niveles de intensidad, formación de juventudes, coraje y empecinamiento por encima de sospechas. Partidos, militancias y cuadros extendidos a lo largo y ancho del país pactaron un programa de gobierno, y esa es la diferencia del pacto de Puntofijo. Aunque siempre están los tontos útiles y pendejos entusiastas que se apartan y abandonan.

Pasó el tiempo, los partidos se redujeron no en sus alcances de poder y militancia, sino en lo más importante: la percepción y el compromiso consigo mismo. En la segunda presidencia de Pérez, cuando más se precisaba unidad, dos grupos opositores adversaron y contrariaron al Gobierno que llevó adelante −de acuerdo a respetados economistas− el mejor programa de recuperación en décadas.

El colapso a manos de un chulo

No fueron las masas echadas a las calles en el “Caracazo”, ni la deficiente estrategia militar, tampoco un general de aviación acompañado de un almirante de infantería de marina los que pocos meses después los que acabaron con la democracia, la república; ni siquiera la antigualla de soberbia e inoperancia los que arrasaron con la libertad y prosperidad; fueron los partidos tradicionales que de una historia gloriosa habían caído en pozos infectos de clientelismo, desconcierto y populismo.

Luego, estultas ingenuidades e idealismo sicalíptico, torpezas, suspicacia al mérito y oídos a la demagogia del castrismo fidelista, solo interesado en aferrarse al poder y llenarse de riquezas que le proveía la revolución bolivariana. Sus seguidores militares y civiles se pusieron en manos del chulo Fidel, experto en obtener beneficios a costa de terceros. Ellos precipitaron a Venezuela al despeñadero de la miseria, ruina e indigencia.

Renovar más allá del maquillaje

Entretanto aparecieron partidos procurando ocupar posiciones al nivel e incluso superior a los marchitos y anticuados. Todos ellos, después de convocatorias y promesas quebrantadas a lo largo de años. Solo muestran revés, negación y traición.

Aparentan procesos de renovación. Debería ser novedad, evolución de liderazgos, abrir vías para el ascenso de nuevos dirigentes, y enviar al disfrute de sus hogares a quienes llevan décadas proclamando decepción. Incluye, al PSUV, partido oficialista mantenido en el poder por la fuerza de las armas, y distribución generosa de corrupción.

No se trata de un maquillaje o las conocidas mutaciones. Corresponde renovar organizaciones, dirigencias e ideologías. Se siente como nunca el agujero, un vacío horroroso. La vida sigue con su correntada intentando ahogar lo que poco queda. La pesadilla se instaló en la mente de manera indeleble. Se convirtió en el trauma que persigue. Los partidos políticos que en descarnada sinceridad lo hagan, liderarán la Venezuela de los próximos años. Quienes persistan en dirigencias de fracasos, se disolverán.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores y complacientes infiltrados

 

@ArmandoMartini

Son muchos −quien suscribe incluido− los que han reprochado la trayectoria y conducta de los partidos políticos, que han sucumbido tras haber luchado con valor por la libertad y dignidad de los derechos ciudadanos en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Entonces dieron la cara. Incluso el Partido Comunista de Venezuela que, aunque defensor de la democracia, estaba pendiente de las instrucciones de Moscú, al servicio de la brutal tiranía que era la Unión Soviética al mando del homicida Josef Stalin, asesino como el que más.

Es urgente construir una perspicaz dirección política. Y para lograr un resultado diferente hay que cambiar y cambiarlos. La falta de credibilidad, legitimidad y representatividad es evidente. Solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores, complacientes e infiltrados, cuyo discurso de jaulas amplias y falsa normalización se va imponiendo.

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

La fe del converso y los casos Ceballos y Martínez

Alrededor de los partidos políticos solo hay desencanto, que redunda en ventaja para débiles cohabitadores…

Hay que elegir un líder, no un candidato. Legitimar la oposición que conduzca a un cambio político. Ese debe ser el único objetivo: coordinar fuerzas para derrotar la ignominia y el oprobio. La actual conducción política ha fracasado. No rinde cuenta ni honra la palabra empeñada.

La oposición dividida busca un rumbo, pero no encuentra ruta. Elecciones para definir el liderazgo, primarias, cuerpo colegiado que lidere, son algunas fórmulas que se plantean. Sin embargo, la dirigencia opositora es cada día más incapaz de reunirse para debatir. No obstante, a contravía, sectores tontos imploran dialogar con el régimen arbitrario, abusador, violador de los más elementales derechos.

El pacto de Puntofijo, una referencia

La relación entre los cascarones opositores es ruda, agreste. Señalamientos mutuos revelan profundas diferencias y mucha desconfianza. La ciudadanía toma nota desilusionada de rencillas, discordancias e incoherencias; y por eso, quienes desean un cambio representan más de un 85 % del país, pero las cifras de apoyo a los partidos y sus líderes son exiguas, insignificantes.

En otra época, la lucha por la libertad y democracia adquirió niveles de intensidad, formación de juventudes, coraje y empecinamiento por encima de sospechas. Partidos, militancias y cuadros extendidos a lo largo y ancho del país pactaron un programa de gobierno, y esa es la diferencia del pacto de Puntofijo. Aunque siempre están los tontos útiles y pendejos entusiastas que se apartan y abandonan.

Pasó el tiempo, los partidos se redujeron no en sus alcances de poder y militancia, sino en lo más importante: la percepción y el compromiso consigo mismo. En la segunda presidencia de Pérez, cuando más se precisaba unidad, dos grupos opositores adversaron y contrariaron al Gobierno que llevó adelante −de acuerdo a respetados economistas− el mejor programa de recuperación en décadas.

El colapso a manos de un chulo

No fueron las masas echadas a las calles en el “Caracazo”, ni la deficiente estrategia militar, tampoco un general de aviación acompañado de un almirante de infantería de marina los que pocos meses después los que acabaron con la democracia, la república; ni siquiera la antigualla de soberbia e inoperancia los que arrasaron con la libertad y prosperidad; fueron los partidos tradicionales que de una historia gloriosa habían caído en pozos infectos de clientelismo, desconcierto y populismo.

Luego, estultas ingenuidades e idealismo sicalíptico, torpezas, suspicacia al mérito y oídos a la demagogia del castrismo fidelista, solo interesado en aferrarse al poder y llenarse de riquezas que le proveía la revolución bolivariana. Sus seguidores militares y civiles se pusieron en manos del chulo Fidel, experto en obtener beneficios a costa de terceros. Ellos precipitaron a Venezuela al despeñadero de la miseria, ruina e indigencia.

Renovar más allá del maquillaje

Entretanto aparecieron partidos procurando ocupar posiciones al nivel e incluso superior a los marchitos y anticuados. Todos ellos, después de convocatorias y promesas quebrantadas a lo largo de años. Solo muestran revés, negación y traición.

Aparentan procesos de renovación. Debería ser novedad, evolución de liderazgos, abrir vías para el ascenso de nuevos dirigentes, y enviar al disfrute de sus hogares a quienes llevan décadas proclamando decepción. Incluye, al PSUV, partido oficialista mantenido en el poder por la fuerza de las armas, y distribución generosa de corrupción.

No se trata de un maquillaje o las conocidas mutaciones. Corresponde renovar organizaciones, dirigencias e ideologías. Se siente como nunca el agujero, un vacío horroroso. La vida sigue con su correntada intentando ahogar lo que poco queda. La pesadilla se instaló en la mente de manera indeleble. Se convirtió en el trauma que persigue. Los partidos políticos que en descarnada sinceridad lo hagan, liderarán la Venezuela de los próximos años. Quienes persistan en dirigencias de fracasos, se disolverán.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Todavia hay más
Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.