Las sombras de la infamia - Runrun
Antonio José Monagas Abr 02, 2022 | Actualizado hace 2 semanas
Las sombras de la infamia
Venezuela, o lo que queda de ella, es un tránsito hacia el agravamiento de problemas como el de la crisis energética

 

@ajmonagas

Quien tiene la enfermedad del poder es capaz exceder sus límites de dominio, ascendencia y potestad. Particularmente, en un contexto en que sus hegemonías violentan las estructuras productivas y sociales.

Ese ámbito de reveses, defraudaciones y contradicciones, precisamente es Venezuela. O lo que queda de ella. Su tránsito hacia el agravamiento de problemas como el de la crisis energética que viene castigando al país, entre otras de igual contundencia, pone de manifiesto la gestión de un régimen autoritario. De un régimen político bajo cuya opresión y represión se maneja un poder que se pasea por agresiones, vejámenes y tropelías.

Esto explica la gravedad de un país que, en otrora, demostró ser referencia por el crecimiento alcanzado en capacidad energética. Así, el país vivió oportunidades que la llevaron a exportar electricidad y combustibles. Lo cual hizo que el país sintiera sus fuerzas productivas y ver el incremento de la calidad de vida del venezolano.

El populismo no es nada energético

Entrado el siglo XXI, el país comenzó a dar tumbos que ocasionaron crudos golpes a su economía. Todo sucedía en medio de posturas económicas falsas y compromisos políticos flojos. Así, se lesionó lo que su desarrollo habría procurado. El país estaba viéndose nefastamente intervenida por la acción de un poder político que no razonaba los porrazos que sus actores políticos y económicos le infringían. Era señal de una ignorancia atrevida.

Así el populismo demagógico fue barriendo espacios sociales y parques industriales. Desde la posición que asumió el debutante régimen militarista, iniciando 1999, fue fácil manejar el problema energético. Los regímenes políticos precedentes lograron instalar un sistema eléctrico no solo extensivo, sino también funcional dada la eficacia del suministro y generación del fluido eléctrico el cual provenía de un importante conjunto de plantas termoeléctricas e hidroeléctricas que habían comenzado a construirse en la década de los sesenta del siglo XX.

Mayor demanda, menos energía

Sin embargo, diez años luego de 1999, el país comenzó a demandar mayores niveles de electricidad que rebasaban los existentes. Para ese tiempo, sonaron las primeras alarmas de una crisis energética en ciernes.

La sequía producida por el fenómeno del Niño, acaecida durante ese mismo año, había puesto al descubierto sumas carencias respecto de las necesidades energéticas que comenzaba a padecer el país. Carencias que revelaron la ausencia de un programa de mantenimiento. La corrupción se aceleraba. Dejaron de ejecutarse valiosos planes de inversión requeridos por el desgaste y deterioro que comenzaba a notarse. Especialmente en obras del tamaño que mostraba el sistema hidroeléctrico del Caroní.

Ese sistema eléctrico se había diseñado para aportar 17.000 megawatios. Pero la ineptitud, la falta de gerencia, la desorganización y la inoperancia, actuaron como factores retardatarios y sectarios. El régimen se valió del proselitismo político para desviar la atención en torno al problema que enardecía nacionalmente en todo su alcance.

Un desquiciado enfoque político-partidista

Empresas de electricidad como Cadafe, la Electricidad de Caracas, la Electricidad del Yaracuy, con plantas generadoras y aprestos operacionales, y una vasta red de efectivas suministradoras y generadoras de energía eléctrica, diseminadas por el país, no bastaron para cubrir los problemas que para entonces surgieron.

La crisis energética siguió agravándose. Quiso resolverse con un enfoque político-partidista. Pero solo la exasperó y exacerbó. Tanto así que la desvergüenza e ignorancia de altos funcionarios del régimen hizo reducir la demanda eléctrica de las empresas de Guayana. Así creyeron estar contribuyendo a la recuperación del sistema eléctrico vigente.

La orden presidencial, había sido apagar los hornos eléctricos de SIDOR. Ello derivó en el cierre y retiro de las celdas de ALCASA. Asimismo, en la anulación de las celdas de VENALUM. También se decidió ahogar buena parte de las exigencias de importantes empresas situadas en la planificada ciudad de Puerto Ordaz.

Tan pérfido conjunto de maniobras fue la chispa que encendió la mecha conectada a la bomba radioactiva que destruyó la industria venezolana. A partir de ahí, el rostro del país fue afeándose, lo que motivó que Venezuela vagara por el camino de la decadencia.

Hoy, la situación eléctrica nacional adquirió la forma de un espantoso tornado cuyo vórtice ha engullido cuanto ha podido. Siempre, demostrando la avidez que caracteriza la corrupción administrativa que, desde entonces, ha descalabrado al erario público.

¿En ruta hacia el antidesarrollo?

Actualmente Venezuela ha alcanzado una situación de crisis de inimaginables resultados. Sus efectos arrasaron con un parque industrial que cimentaba importantes programas de desarrollo nacional.

Haber ordenado el apagado de Planta Centro, así como el desmantelamiento de Planta Vieja Tacoa, ha conducido al atraso de Venezuela en todas sus manifestaciones. Lo mismo ha sucedido con otras generadoras de electricidad, aunque de menor grado. Todo, por la desatinada razón de ejecutar un socialismo absurdo convencido de que el “Estado debe ser propietario de cuantos medios de producción sea posible (…)”.

Ahora Venezuela funciona a duras penas. De apagón en apagón, de caída de tensión, en caída de tensión. De problema, en problema.

Tantos desmanes, reclinados sobre la indolencia, ignorancia y resentimiento de quienes actúan mofándose de la institucionalidad.

No conforme con inducir tan serios problemas, el artificioso socialismo “bolivariano” consiguió osadas razones, aunque inconsistentes todas, para justificar el hecho grave de convertir un país petrolero en un mendicante de gasolina, alimentos y medicamentos. Sus furibundos gobierneros y aduladores de oficio, dañaron sistemas industriales. Ahora, no tienen idea alguna de cómo reactivarlos. Aunque consiguieron la excusa: que todo ha sido culpa de las sanciones del imperio norteamericano

La degradación de valores que infundió el régimen desde su arribo al poder consistió en hacer que cualquier desgracia que ocurriera como resultado de la gestión política ejercida, se hiciera costumbre en los venezolanos. Más, al vivir entre múltiples escollos que han permitido advertir, cómo y cuáles son las sombras de la infamia.

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