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#CrónicasDeMilitares | De la batalla de Guama a la expulsión del arzobispo de Caracas

En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo protagonizan un episodio que se convierte en la comidilla de Caracas

 

@eliaspino

Está en su apogeo la “Revolución de abril”, una guerra civil cada vez más violenta que no concluye tan rápido como esperaban los liberales alzados contra el “gobierno azul”. El general Antonio Guzmán Blanco ha tomado la capital y se proclama como presidente provisional de la república, pero debe permanecer en trabajosa campaña debido a la resistencia de los rivales conservadores.

En una de sus expediciones derrota a los enemigos en el sitio de Guama, triunfo que quiere celebrar por lo alto mediante la celebración de un tedeum en la catedral de Caracas. Los hechos que suceden en adelante, provocados por un triunfo militar que no contará con pompas eclesiásticas, se describen a continuación.

Exultante por los laureles de Guama, Guzmán quiere dar gracias al Altísimo. Por consiguiente, ordena a su ministro del Interior y Justicia, Diego Bautista Urbaneja, que solicite la celebración de un tedeum en la catedral metropolitana. Así lo hace el funcionario ante el arzobispo de Caracas y Venezuela, Silvestre Guevara y Lira, en oficio remitido el 26 de septiembre de 1870. Se eleva la solicitud, según Urbaneja, porque “… la Providencia protege nuestra causa, no solamente contra toda maquinación y todo esfuerzo de nuestros enemigos, sino hasta de nuestros propios errores”.

La respuesta del prelado es insólita. Contesta al día siguiente que le parece estupenda la presencia de los políticos en el templo, pero que en medio de una matanza no solo basta con presentarse a rezar.

“No basta el triunfo militar de que se felicita el Gobierno, porque ese triunfo sería incompleto e ineficaz si no fuese acompañado como complemento lógicamente necesario de un triunfo político que lo consolidase y enalteciese, cual sería el decreto de una franca y perfecta amnistía, que al mismo tiempo que quitase a los vencidos todo motivo, toda ocasión y todo pretexto de insistir en desastrosa y desesperada lucha, acreditase al país la verdadera fuerza del Gobierno. (…) Por otra parte, no podemos menos que significar a usted que sentiríamos punzantes remordimientos en nuestra conciencia episcopal y sufriríamos horribles torturas en nuestro corazón de Pastor, si nos resolviésemos a ordenar en nuestra Santa Iglesia Catedral una manifestación solemne de regocijo a la hora misma en que se encuentran en las cárceles muchos de nuestros diocesanos y en que derraman por eso mismo lágrimas amargas tantas madres desoladas, tantas esposas, tantas hijas y hermanas consternadas”.

En el párrafo que sigue, el arzobispo insiste en que solo celebrará el tedeum si el gobierno provisional decreta una amnistía plena. Es evidente que traspasa barreras peligrosas debido a que se inmiscuye en asuntos políticos en medio de una conflagración civil. A través de la formalidad de un documento oficial de su sede, pretende poner límites a las acciones de un mandatario en campaña y decirle lo que debe hacer. ¿Por qué Guevara y Lira se mete en arenas movedizas? ¿Por qué se atreve a irritar a los liberales guzmancistas? Hay dos motivos, uno grande y otro pequeño, que pueden explicar su conducta.

Pío IX publica en 1864 el Syllabus, una especie de acusación al detal contra errores modernos como el liberalismo, el panteísmo y el socialismo. Después, entre 1869 y 1870, convoca el Concilio Vaticano que proclama la universalidad del pontificado y la infalibilidad del papa en materias de fe. En esa trascendental reunión está presente nuestro arzobispo Guevara y Lira, quien seguramente regresa con un equipaje de ideas conservadoras que someterá a prueba ante las tendencias laicas de Guzmán. Al iniciar su revolución, Guzmán ha decretado que el Estado asuma las deudas que los agricultores deben cancelar a la iglesia venezolana. Asuntos de envergadura.

En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo llevadas a cabo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo protagonizan un episodio que se convierte en la comidilla de Caracas.

Como Urbaneja, quien es entonces gobernador del Distrito Federal, se ha casado en Trinidad con una hijastra en un rito distinto del católico, Guevara y Lira se niega a entregarle las llaves del Monumento que guarda la eucaristía, cortesía habitual con la autoridad civil en los ritos de la cuaresma desde tiempos coloniales. Se produce entonces una situación tensa en la cual se ventilan armas de fuego cerca del altar mayor. Según muchos caraqueños de 1870, ahora, después de la victoria liberal de Guama, se presencia el segundo capítulo de una diferencia personal entre dos individuos poderosos. Un asunto de poca relevancia que conduce a consecuencias serias, tal vez.

Como seguramente saben los lectores, el arzobispo es expulsado del país por Urbaneja. La decisión es respetada por Guzmán pese a que, según susurra en la intimidad para que se enteren los miembros del cabildo eclesiástico, le parece exagerada. Comienza así un pugilato entre los poderes civil y religioso que da mucho trabajo en la siguiente década, sin que la sangre llegue al río. Pío IX, acostumbrado a enfrentar las consecuencias de batallas próximas y famosas, como Magenta y Solferino, ahora debe fijar su atención en los problemas que ocasiona un hecho de armas sucedido en un recóndito lugar llamado Guama.

#CrónicasDeMilitares | Sobre el tema militar

#CrónicasDeMilitares | Sobre el tema militar

En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo…

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En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo protagonizan un episodio que se convierte en la comidilla de Caracas

 

@eliaspino

Está en su apogeo la “Revolución de abril”, una guerra civil cada vez más violenta que no concluye tan rápido como esperaban los liberales alzados contra el “gobierno azul”. El general Antonio Guzmán Blanco ha tomado la capital y se proclama como presidente provisional de la república, pero debe permanecer en trabajosa campaña debido a la resistencia de los rivales conservadores.

En una de sus expediciones derrota a los enemigos en el sitio de Guama, triunfo que quiere celebrar por lo alto mediante la celebración de un tedeum en la catedral de Caracas. Los hechos que suceden en adelante, provocados por un triunfo militar que no contará con pompas eclesiásticas, se describen a continuación.

Exultante por los laureles de Guama, Guzmán quiere dar gracias al Altísimo. Por consiguiente, ordena a su ministro del Interior y Justicia, Diego Bautista Urbaneja, que solicite la celebración de un tedeum en la catedral metropolitana. Así lo hace el funcionario ante el arzobispo de Caracas y Venezuela, Silvestre Guevara y Lira, en oficio remitido el 26 de septiembre de 1870. Se eleva la solicitud, según Urbaneja, porque “… la Providencia protege nuestra causa, no solamente contra toda maquinación y todo esfuerzo de nuestros enemigos, sino hasta de nuestros propios errores”.

La respuesta del prelado es insólita. Contesta al día siguiente que le parece estupenda la presencia de los políticos en el templo, pero que en medio de una matanza no solo basta con presentarse a rezar.

“No basta el triunfo militar de que se felicita el Gobierno, porque ese triunfo sería incompleto e ineficaz si no fuese acompañado como complemento lógicamente necesario de un triunfo político que lo consolidase y enalteciese, cual sería el decreto de una franca y perfecta amnistía, que al mismo tiempo que quitase a los vencidos todo motivo, toda ocasión y todo pretexto de insistir en desastrosa y desesperada lucha, acreditase al país la verdadera fuerza del Gobierno. (…) Por otra parte, no podemos menos que significar a usted que sentiríamos punzantes remordimientos en nuestra conciencia episcopal y sufriríamos horribles torturas en nuestro corazón de Pastor, si nos resolviésemos a ordenar en nuestra Santa Iglesia Catedral una manifestación solemne de regocijo a la hora misma en que se encuentran en las cárceles muchos de nuestros diocesanos y en que derraman por eso mismo lágrimas amargas tantas madres desoladas, tantas esposas, tantas hijas y hermanas consternadas”.

En el párrafo que sigue, el arzobispo insiste en que solo celebrará el tedeum si el gobierno provisional decreta una amnistía plena. Es evidente que traspasa barreras peligrosas debido a que se inmiscuye en asuntos políticos en medio de una conflagración civil. A través de la formalidad de un documento oficial de su sede, pretende poner límites a las acciones de un mandatario en campaña y decirle lo que debe hacer. ¿Por qué Guevara y Lira se mete en arenas movedizas? ¿Por qué se atreve a irritar a los liberales guzmancistas? Hay dos motivos, uno grande y otro pequeño, que pueden explicar su conducta.

Pío IX publica en 1864 el Syllabus, una especie de acusación al detal contra errores modernos como el liberalismo, el panteísmo y el socialismo. Después, entre 1869 y 1870, convoca el Concilio Vaticano que proclama la universalidad del pontificado y la infalibilidad del papa en materias de fe. En esa trascendental reunión está presente nuestro arzobispo Guevara y Lira, quien seguramente regresa con un equipaje de ideas conservadoras que someterá a prueba ante las tendencias laicas de Guzmán. Al iniciar su revolución, Guzmán ha decretado que el Estado asuma las deudas que los agricultores deben cancelar a la iglesia venezolana. Asuntos de envergadura.

En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo llevadas a cabo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo protagonizan un episodio que se convierte en la comidilla de Caracas.

Como Urbaneja, quien es entonces gobernador del Distrito Federal, se ha casado en Trinidad con una hijastra en un rito distinto del católico, Guevara y Lira se niega a entregarle las llaves del Monumento que guarda la eucaristía, cortesía habitual con la autoridad civil en los ritos de la cuaresma desde tiempos coloniales. Se produce entonces una situación tensa en la cual se ventilan armas de fuego cerca del altar mayor. Según muchos caraqueños de 1870, ahora, después de la victoria liberal de Guama, se presencia el segundo capítulo de una diferencia personal entre dos individuos poderosos. Un asunto de poca relevancia que conduce a consecuencias serias, tal vez.

Como seguramente saben los lectores, el arzobispo es expulsado del país por Urbaneja. La decisión es respetada por Guzmán pese a que, según susurra en la intimidad para que se enteren los miembros del cabildo eclesiástico, le parece exagerada. Comienza así un pugilato entre los poderes civil y religioso que da mucho trabajo en la siguiente década, sin que la sangre llegue al río. Pío IX, acostumbrado a enfrentar las consecuencias de batallas próximas y famosas, como Magenta y Solferino, ahora debe fijar su atención en los problemas que ocasiona un hecho de armas sucedido en un recóndito lugar llamado Guama.

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En 1866, durante las ceremonias del Jueves Santo en la catedral, Urbaneja y el arzobispo…

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