Carmen Rodríguez de Zuloaga (†): “Siempre le pedí a Dios que, si me iba a dejar aquí muchos años, que fuera con lucidez, que no me fallara la cabeza”
Carmen Luisa Rodríguez de Zuloaga se acaba de ir a sus 101 años. Cuando cumplió cien la entrevisté y la encontré como siempre: lúcida, activa y bien. En aquella oportunidad me aseguró que Dios la escuchó cuando le pidió que, si iba a vivir por largo tiempo, que fuera con lucidez.
Su infancia transcurrió en una Caracas tranquila y lejana. Quien fue su marido, Ricardo Zuloaga, uno de los hombres que más he respetado y admirado en mi vida, comenzó a rondarla cuando apenas entraba en la adolescencia. Formaron una bella familia, y cuando sus siete hijos estaban todos en el colegio, se fue a la universidad a estudiar Economía, carrera de la que egresó Cum Laude. Luego trabajó en el Banco Mercantil donde creó el primer banco hipotecario de Venezuela, del que llegó a ser vicepresidente. Pasó por la tragedia de perder a un hijo, la que transitó con estoicismo “y el apoyo de Ricardo”. Todas las veces que vio hacia atrás, lo hizo con la satisfacción de haber vivido con plenitud. Aquí este recuerdo cariñoso a su memoria.
−¿Qué recuerdas de tu infancia?
–Tuve dos hermanas, una mayor y una menor, con quienes jugué y viajé mucho. Mis padres siempre se ocuparon de nosotras con dedicación. Estudié primaria en un colegio que se llamaba “Teresa Caballero”, que era laico. Allí pusieron también a Mariela Zuloaga, prima de Ricardo mi marido. Sus padres no querían que fuera a un colegio de monjas y al saber que yo estudiaba ahí, la inscribieron. Mariela y yo siempre fuimos muy amigas. Cuando iba a entrar en bachillerato, abrieron un bachillerato en la casa de Ricardo, para familiares y amigos, al que no pude entrar. ¿Y sabes la razón? Ricardo ya “me bregaba” y mis padres no me permitieron ir. Pero yo quería estudiar –siempre he adorado el estudio– y me dije “me dejen o no, yo sigo” y me inscribí en el San José de Tarbes de El Paraíso, donde me gradué de bachiller.
−¿Cuándo y cómo conociste a Ricardo?
−Fíjate que quien tenía recuerdos de cuándo nos conocimos era Ricardo. Yo no puedo precisar cómo ni cuándo. Yo era compañera, como te dije, de Mariela Zuloaga, su prima, y él se acuerda de cuando yo iba a almorzar a casa de ella y me quedaba después a estudiar. En aquel momento yo me ocupaba de estudiar, pero él como que se enamoró de mí desde entonces. Yo no lo sabía, pero mi papá y mi mamá sí, porque no me dejaron estudiar en el bachillerato que había en su casa. Pero como Ricardo vivía en El Paraíso, iba a la puerta del colegio a verme salir, aunque todavía no éramos novios. A mí sí me gustaba él, pero era muy chama. Aunque sí me daba cuenta de que estaba bregándome. Nos hicimos novios después de que yo terminé el bachillerato. Salimos sin ser novios, porque ser novios en aquella época era dificilísimo. No recuerdo cuánto tiempo fuimos novios, han debido ser unos cuantos años, hasta que nos casamos.
−¿Alguna vez pensaste que llegarías a cumplir cien años?
−La verdad es que tanto como cien no, pero siempre le pedí a Dios que, si me iba a dejar aquí muchos años, que fuera con lucidez, que no me fallara la cabeza. Que, si me iba a fallar la cabeza, a la edad que fuera, mejor me llevara. Y me lo concedió: es una felicidad llegar a esta edad teniendo capacidad intelectual. Si no, mejor era quedarme por el camino. Porque no todo el mundo llega a viejo con cabeza.
−Háblame de tus hijos y nietos.
−Tuve siete muchachos. Tres varones primero, Ricardo, Carlos y Rodolfo. Luego vino Cristina. Después Gabriel, Carmen Luisa y Alfredo. Rodolfo murió en un accidente de avioneta. Lo peor que le puede pasar a unos padres es que se les mate un hijo en un accidente… no sé… es peor… Porque si hubiera estado enfermo, uno puede esperárselo… pero así, fue horrible. Lo superé gracias a Ricardo, que fue mi apoyo en todo momento, me acompañó mucho. Todos mis hijos están pendientes de mí y también mis nietos. Cristina se fue de Venezuela hace muchos años, y luego Carmen Luisa, que era mi compañera, quien más se ocupaba de mí, también se fue… el país que nos ha tocado vivir… Y tengo muchos nietos… pero no les doy consejos porque no me paran mucho… ellos no están esperando consejos míos (risas).
−Fuiste a la universidad con los siete muchachos nacidos… ¿cómo fue eso?
−¡Imagínate! Fui a la universidad vieja, porque quería estudiar. La primera condición era que la carrera fuera de mañana, porque mis hijos estaban en el colegio a la misma hora. La segunda condición era que tuviera que ver con matemáticas y consideré Ingeniería Civil. Pero Carlos mi hijo se había graduado de bachiller ese año y quería estudiar ingeniería también y me dijo “mamá, ni de broma voy a estudiar contigo”. Y tenía razón… era así como que la mamá llevara al bebé a la universidad. Además, yo no sabía si iba a poder terminar la universidad, de manera que entré en Economía. Lo divertido del asunto fue que un año después Carlos cambió de parecer y se cambió de Ingeniería a Economía… pero cayó un año por debajo mío, así que no estudiamos juntos.
−Estudiar Economía me permitió estar en mi casa en las tardes, porque las clases eran de mañana. Mis hijos se iban para el colegio, y yo, para la universidad. Así fueron los dos primeros años. En tercer año las clases eran de tarde, pero ya a esas alturas no iba a dejar la carrera y Ricardo me apoyó. Me fascinó la carrera. Era casi como una tremendura haber ido a la universidad de esa edad.
−Y te graduaste con honores…
−Sí, me gradué con honores. Es que me encantó la Economía. De ahí me fui a trabajar al Banco Mercantil, donde también pude dar clases. Y fundé el Banco Hipotecario Mercantil, del que me siento muy orgullosa. Trabajar me fascinó: además tenía una oficina preciosa que tenía vista al Ávila en la nueva Torre Mercantil. Estuve allí 22 años, llegué a vicepresidente. No esperé el retiro, porque recuerda que empecé vieja… (risas).
−Ahora háblame de Ricardo Zuloaga, tu marido.
−Ricardo fue una persona excepcional en todo sentido. La mejor persona que he conocido en mi vida ha sido él. Como Ricardo no existe nadie. Me dejó estudiar, siempre me apoyó en todo lo que quise hacer. No a todos los maridos en aquella época les gustaba que sus esposas fueran a la universidad. También me permitió trabajar y eso que para él no fue fácil, porque cuando yo entré al Mercantil él estaba en la junta directiva. Fue un compañero fiel, de una honestidad intelectual increíble. Decente. Bueno. Un ejemplo de hombre. Me gané la lotería casándome con él. Yo no soy tan buena como él… Él tenía un alma perfecta, recta. Fue muy fácil haber estado casada con él.
−¿Qué significa Venezuela para Carmen Luisa Rodríguez de Zuloaga?
−Estamos por muy mal camino… esto es un desastre. Yo era muy joven cuando la dictadura de Gómez y cuando uno es joven no le para mucho a eso. Pero Pérez Jiménez era diez mil veces mejor que esto, con todo y que era dictadura. Era una Venezuela distinta, encaminada a la modernidad. Ahora vamos para atrás con el acelerador pegado. Me da mucha tristeza.
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