El nuevo síndrome de Estocolmo - Runrun
El nuevo síndrome de Estocolmo

@juliocasagar

Decía Cesar Luis Menotti, el legendario entrenador de la selección argentina de futbol, “el único sitio donde me gusta que me engañen es en el futbol”. Los venezolanos podríamos parodiarlo y decir que: en el único sitio donde nos gusta que nos engañen es en la política.

Esta singular conducta tuvo una de sus más exuberantes expresiones en la elección de Chávez el siglo pasado (¡sí, el siglo pasado!)

¿Cuántos compatriotas se dejaron engañar y les fascinó que lo hiciera este encantador de serpientes? De nada valieron las advertencias, ni su encuentro con Fidel Castro en la Universidad de La Habana, su discurso declarándose castrista abiertamente (recuerdo haber gastado una pequeña fortuna en aquellos días, haciendo docenas de estas grabaciones para distribuirlas entre allegados a ver si recapacitaban). Todo fue inútil. Como los elefantes hacia el precipicio, siguieron caminando.

Luego nos dejamos engañar con la leyenda que nos contaba que Chávez era un genio de la política; que las pegaba todas; que éramos unas cucarachas a quienes iba a aplastar cuando le viniera en gana. La verdad es que Chávez nunca fue un genio. Fue un monstruo del carisma; un inescrupuloso de la política dispuesto a llevarse por delante cualquier cosa, pero sobre todo y, fundamentalmente, fue el titular de una chequera con haberes estratosféricos que le permitió comprar lealtades dentro y fuera del país. Así, cualquiera es genio.

Ahora, como no hemos podido salir de Maduro, están floreciendo como la verdolaga toda suerte de teorías de la convivencia con el régimen. Alguna de ellas llegan al extremo de hacer caso a la vieja conseja: “si no puedes con el enemigo, únete a el”; otras, recurren a alguna hoja de parra para, como Adán, tapar las vergüenzas y entonces barnizan su acercamiento al régimen de “dialogo necesario entre las partes” y se apresuran, no pocos, a morder el anzuelo de la Ley Antibloqueo que, para no analizar in extenso nos bastará con indicar que su verdadera exposición de motivos es “Mira para otro lado mientras cometo cualquier clase de tropelías, que si tú te portas bien y no te metes con nosotros, hasta buenos negocios puedes hacer”.

Esta posición tiene su correlato también en la política. Nuevas formas de colaboración se abren paso igualmente, desviándonos de la verdadera tarea de luchar para provocar un cambio en el país.

El modus operandi de esta maniobra envolvente es claro: “hay que crear la matriz de opinión de que todos son iguales; que régimen y oposición comparten los mismos vicios y que no vale la pena seguir luchando. El eco de la campaña es evidente. Un estudio somero de los contenidos de todos los diálogos en las redes de sociales, revela que se han llenado de rumores, chismes, fakes news, que han logrado que la mayoría de quienes se dicen opositores, hayan entrado en una carnicería argumental despiadada y alucinante.

El régimen se ha anotado un tanto: ya no se habla de sus responsabilidades en la pesadilla que vivimos; la mayor parte del tiempo la dedicamos a este torneo fratricida y suicida.

¡Atención! Esta nueva versión del síndrome de Estocolmo, mediante la cual protegemos de esta manera a nuestros secuestradores, no es exclusiva responsabilidad de las salas de mentiras del G2 y del ejército de robots del régimen, dándole volumen a esta realidad (aunque también se dedican a ello)

Este sentimiento está cabalgando y, hay que decirlo responsablemente, el vacío de estrategia y relato político de la oposición democrática del país.

Decían los abuelos que “la ociosidad es la madre de todos los vicios” y esta ociosidad, en esta suerte de bache catatónico, en el que hemos entrado, es propicio para que crezca la polémica estéril y sin sentido.

En la política y en la física, no se toleran los vacíos. Tienen a llenarse de lo que está a la mano y si ese vacío nos encuentra ociosos, lo más natural es que se sigan abriendo paso todas estas versiones de derrotismo y escepticismo.

Es necesario realinear la política y rescatarla del fango de la antipolítica. Es necesario y urgente que se dote al país de una agenda movilizadora que acompañe a nuestros consecuentes aliados internacionales en su exigencia para que resolvamos nuestra crisis a través de unas elecciones libres, justas y verificables.

Lo hemos dicho en otras notas. El problema de Venezuela es un problema geopolítico mundial y será como tal que conseguirá solución. En el mundo hay una nueva realidad geopolítica. Los grandes actores de la política y la diplomacia mundial están haciendo ajustes en su agenda sobre Venezuela. Nosotros tenemos que hacerlo también.

Uno de esos ajustes es reconstruir un frente unitario. Uno que no obvie las diferencias notables que tenemos entre nosotros, pero que las asuma y metabolice de manera inteligente.

Las líneas rojas son claras (los aliados del régimen, los picados de alacrán y sus agentes no pueden acompañarnos. Ya ellos escogieron su campo hace tiempo), pero todo el resto de los demócratas debemos encontrarnos de nuevo en una nueva experiencia unitaria y en una nueva estrategia eficaz.

Maduro es una minoría del país. La mayoría no puede rendirse ante él.

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