El eficaz encanto de la locura - Runrun
Julio Castillo Sagarzazu Ene 26, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
El eficaz encanto de la locura

@juliocasagar

Miguel de Cervantes tuvo razón cuando puso a dormir para la eternidad a Don Quijote al recuperar este la razón. Cuando “se creyó lucido y lamentó de no haberse dado cuenta antes de sus disparates y sus embelecos” En efecto, ¿a quién interesaba un Don Quijote cuerdo? La vida de Alonso Quijano nunca habría vendido ni una cuartilla. Fue la maravillosa locura del ingenioso hidalgo la que cautivó y sigue cautivando a la humanidad.

El Quijote, con su divina locura, creó el adjetivo de “quijotesco” para señalar cualquier empresa riesgosa, utópica, complicada, altruista o aventurada. Empresas que, justamente por quijotescas, han sido todas las que han promovido los cambios que han echado hacia adelante la rueda de la historia.

¿Qué fue sino locura “Mi delirio sobre el Chimborazo”? ”Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia… En fin, la tremenda voz de Colombia me grita: resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre y escribo mi delirio”

¿Qué fuerza descomunal guio a la aventura suicida a los comuneros de París, “tomando el cielo por asalto” y a la resistencia de Numancia y Masada? Y como estos, tantos otros episodios de la historia que solo son explicables porque una dirección política y/o militar supo interpretar sueños; administrar la locura del heroísmo y provocar la reacción de sus contemporáneos.

Hoy día en Venezuela transitamos un particular camino en la lucha que nos hemos planteado para reconquistar la democracia. En esa lucha hemos pasado por diversas etapas. Si a algún artilugio podemos asimilar esta experiencia es a una montaña rusa.

Las sensaciones, emociones y estados de ánimo que hemos vivido van desde la euforia y el entusiasmo hasta la depresión y el descreimiento. No se necesita ser psicólogo o psiquiatra para entender que esta combinación cíclica, tan parecida a un síndrome maniaco depresivo o a una conducta bipolar, solo puede terminar por desconcertarnos.

Los fanáticos al béisbol entendemos perfectamente lo que está pasando: cuando el equipo no gana nos alejamos del estadio, criticamos a los managers. Con ello, enviamos un mensaje a la directiva para que cambien la plantilla, busquen nuevos refuerzos; le decimos al manager que revise el line up y la estrategia. Todo esto solemos hacerlo. Sin embargo, no conozco a un solo fanático que cambie de equipo porque el suyo no gane como él quisiera.

Hoy los venezolanos, con nuestra actitud, estamos mandando mensajes a la dirección política de la oposición, pero no conozco a nadie que se haya pasado al madurismo porque el equipo no haya ganado el campeonato aún. Tanto es así que Maduro, ayuno de nuevos apoyos, acaba de hacer la apuesta con la Ley Antibloqueo para ver cómo pesca en el laguito de los empresarios que quieran hacer algún negocito chimbo, algunos bagres, que siempre se cuelan entre las sardinas.

No obstante, estamos claros que ahora somos menos. En el camino de la NO victoria se quedaron algunos y las explicaciones serán muchas: unos seguirán con su vida o se retiraran a luchar por su supervivencia; otros verán la oportunidad de alejarse de la política; unos pocos harán negocitos con el régimen; otros buscarán justificaciones para su hastío. Todo esto está en el librito de las victorias y las derrotas de la política. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.

Pero, regresando a nuestra montaña rusa, nos parece útil señalar lo que fue el último de los picos de estos periodos cíclicos. El que comenzó con la designación de Juan Guaidó como presidente interino en acatamiento de la Constitución. Aquel fue un día memorable. Ese acto de deliciosa y audaz locura dejo a muchos perplejos, pero a nadie indiferente.

Regresamos a las calles; pusimos en nuestros perfiles de redes sociales, el mantra “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Nos sentíamos dueños del mundo. El mercado se reanimó, los precios de los inmuebles subieron, la gente se puso a pintar y remodelar las casas, nos “chocábamos los cinco” en las calles, nos sentíamos Alicia en el País de las Maravillas. Pero no sacamos a Maduro. Y el vagón de la montaña rusa se deslizó a uno de esos abismos que nos llenan de pánico y angustia.

Luego han venido pequeñas alzas y pequeñas bajas. Pero digámoslo con sinceridad: la emoción, las ganas de comernos al mundo, han mermado y solo están presentes en la pequeña vanguardia más activa de la oposición.

¿No será, entonces, el momento de invocar una nueva aventura que nos entusiasme? ¿No será esta la ocasión, en la que tenemos a todas las democracias decentes del mundo apoyando el camino de lograr unas elecciones libres, justas y verificables, que podemos aprovechar para lanzar una cruzada por rescatar el derecho y el valor del voto, desafiando a la dictadura y sus planes?

¿No será que podemos reeditar nuestros mejores momentos y convocar con audacia a TODOS los que dicen que quieren salir de esta pesadilla para proponerles que nos reunamos en esta lucha?

Es cierto que hay que estar un poco locos para creer que un régimen como el que padecemos va a conceder alguna condición para que lo podamos derrotar en unas elecciones. Pero nadie habla de que nos van a regalar nada. Se trata de soñar con arrancar ese derecho. Se trata de crear condiciones aquí, para que la nueva realidad geopolítica mundial pueda logar un ambiente como el que se logró cuando Daniel Ortega, en Esquipulas, tuvo que aceptar condiciones análogas a las que aquí pedimos, convoco unas elecciones y las perdió con Violeta  Chamorro.

Es el momento de volver a convocar la emoción. Ya cuando llegue el cambio, la combinaremos con la reflexión. La sola emoción no es buena consejera y menos para gobernar un país. Después de las rupturas emocionales, hace falta mucho pegamento racional para reconstruir convivencia, solidaridad y reconciliación. Pero hoy, esa inyección de adrenalina y sana locura es necesaria.

Nuestra dirección política está obligada a apartar consideraciones subalternas, pequeñas peleas parroquiales y apostar, con todos los riesgos, a volver a emocionar con unión serena y responsable, pero audaz, este capítulo nuevo que nos está presentado este 2021.

No es el momento de Alonso Quijano, postrado, muriendo de mengua. Es el momento de Don Quijote, “combatiendo villanos» y “desfaciendo” entuertos”.

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