Los espantos del régimen - Runrun
Antonio José Monagas Mar 21, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
Los espantos del régimen

@ajmonagas 

Es preferible quedarse sin pensamiento, antes que alguna modalidad de esta represión revolucionaria, comandada por hordas de extranjeros disfrazadas de militares opresores, inocule el veneno de su ideología sectaria, asesina e inhumana. Sin embargo, en contrario a lo que tan aberrante pretensión dirigida desde las alturas del poder puede provocar, hecho este de improbable realidad, se levanta una población dispuesta a imponer su voz más allá del eco resonante.

Hoy los escenarios nacionales, tanto como los espacios regionales que configuran la geografía política venezolana, se atiborraron de hombres y mujeres de todas las edades y rangos socioculturales y económicos, buscando elevar su protesta ante el crujido de un régimen tambaleante. Pero peor aun, consumido por los más bochornosos delitos que hayan podido verse en lo que registra la historia política contemporánea venezolana.

La teoría política pareciera tener que rediseñarse en aras de formular nuevos postulados que descifren la génesis y el ocaso de lo que en los predios del régimen político venezolano se ha desatado. No hay forma de explicar tanta incongruencia toda vez que en medio de la bonanza petrolera que ha disfrutado, lejos de construir lo que repetidas veces vociferaron sus principales representantes, los indicadores de desarrollo han revelado una contracción económica de grave contundencia.

La nación entera ha evidenciado un retroceso social sin parangón. Se observa un estancamiento administrativo y un embrollo político-partidista que a ningún lado ha conducido.

Sobre todo, luego de recordar las expresiones grandilocuentes que puso a sonar la retórica gubernamental a manera de iluso parafraseo, desde el primer momento de pretendida gestión. Aunque nunca cumplida.

Hoy las realidades dieron un vuelco no más sorprendente que inédito. Aunque voces proféticas lo habían vaticinado. Tan cruda crisis se veía venir al lado de la ristra de exclusiones e improvisaciones, imposiciones y disociaciones, desarticulaciones y desviaciones, todas cometidas y asumidas por el régimen sin que tales yerros pudieran evitarse de haberse respetado principios de cooperación y solidaridad, de concurrencia y responsabilidad que sigue todo gobierno que se precie de configurar un “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”.

Pero nunca fue así. Por lo contrario, comenzó malogrando lo que a su paso encontraba. El gobierno central no entendió que todo esfuerzo compromete un alto costo no solo en recursos. También en tiempo, conocimientos, dedicación y disposición. Fue renuente para comprender que los métodos para conseguir fácilmente lo trazado no suelen funcionar.

Sin duda que no hay situación política exenta de tropiezos capaces de atraer mayores complicaciones. Y esa fue la ruta que marcó la gestión del régimen. Más, cuando no supo cómo enfrentar la lucha de conciencia que planteó la oposición democrática al advertir los atolladeros que fueron retrasando al país en términos de su necesario y comprometido desarrollo económico, político y social.

Todo se complicó más de lo que las pretensiones gubernamentales permitieron. Políticas distorsionadas llevaron a sentir a Venezuela como un país que sin ser objeto de alguna guerra militar, se viera devastado. Pudiera decirse que desapareció, pues pasó a ser contexto de cuantos problemas pudiera provocar cualquier crisis política, económica y social carente del más exiguo control. Como en efecto ha sido.

Todo pareció ser consecuencia del miedo, del hambre, la tristeza y de la desconfianza que logró sembrarse en el curso de estas dos décadas de desgracias que viene padeciendo el país. Y cuya gestión se ocupó de extender la agonía que significaron promesas muertas. Compromisos rotos u olvidados en la más miserable revolución bolivariana disfrazada de socialista. Pero de un socialismo retrógrado. El país se hundió en el marasmo que la inmoralidad le concede a las tentaciones mórbidas de la corrupción. Eso llevó a que Venezuela transitara de la opulencia a la indigencia en el alba de un siglo XXI fecundo de expectativas y esperanzas. Bastó que un alarde de “patriotas”, viciados de perversiones incitadas por una política contaminada de deshonestidad, arribaran al alto gobierno para que Venezuela se viera atestada de marrulleros, socarrones y chapuceros de la política. Convertidos, casi por decreto oficial, en los espantos del régimen.