El pobre regreso de Guaidó, por Elías Pino Iturrieta - Runrun
El pobre regreso de Guaidó, por Elías Pino Iturrieta

Decíamos en el artículo anterior que el retorno de Guaidó conducía a pensar en sucesos de estreno en la política venezolana, en una mudanza  de los negocios públicos que nos distanciara de pesados y recientes fracasos. Sabemos que la aparición de elementos capaces de cambiar el rumbo de la vida no es cosa fácil, sino un moroso atisbo de evidencias distintas y prometedoras, de manera que no pensábamos que las cosas se harían radicalmente  diversas en cuestión de un par de días, pero lo que ha pasado desde la vuelta del líder no anuncia el inicio de un capítulo distinto de la lucha contra la usurpación que debe encabezar un viajero marcado por la victoria en plazas foráneas. 

Se esperaba la ceremonia de un triunfo de estilo imperial romano, una aglomeración rendida ante los pies del conquistador de fortalezas extranjeras, pero la recepción apenas se caracterizó por una escuálida compañía. La menguada asistencia que se hizo presente en el aeropuerto de Maiquetía no guardó correspondencia con la hazaña realizada por el viajero adornado por inesperados laureles. Solo un puñado de entusiastas se animó a servirle alfombra de honor, como si hubiera sido poco lo concretado en la víspera. Si el vínculo de un líder con sus seguidores se advierte en el calor demostrado en un contacto físico a través del cual se compruebe la profundidad de un nexo, la renovación de una promesa capaz de anunciar nuevos rumbos hacia la tierra prometida, el peregrino y los distantes mirones nos quedamos con los crespos hechos.

¿Qué debieron hacer los dirigentes de los partidos que acompañan a Guaidó, los jefes de las organizaciones que lo llevaron a la presidencia de la AN y al posterior estrellato? Pensar que el pueblo no saldría con facilidad de su modorra, o de su comodidad, o de su temor frente a las represalias del régimen, pese a la magnitud del trabajo realizado por su heraldo durante las semanas anteriores. En consecuencia, movilizar a sus vanguardias, llevar a sus militantes más constantes y convencidos, aprovechar la oportunidad para inaugurar, mediante un soporte multitudinario, el primer capítulo de lo que puede ser una historia flamante y vigorosa en la lucha por la restauración de la democracia. Pero no lo hicieron, por desdicha, para que presenciáramos un espectáculo de poca monta en todos los sentidos.

Se puede pensar que ahora se detiene la vista en detalles sin trascendencia, sin considerar las trabas puestas por la usurpación para impedir el éxito de la bienvenida, imposibles de superar, o muy arduas, como la interrupción  de tramos carreteros, los cortes de luz y el envío de fuerzas paramilitares con el objeto de convertir la fiesta en funeral, pero precisamente se trata de reprochar a la dirigencia cómo no tuvo presente lo que se esperaba sin necesidad de devanarse los sesos, sin el desafío de las sorpresas,  y cómo no lo superó partiendo de estrategias elementales. No exagera quien hable de la indiferencia de los partidos de la oposición ante un suceso que debieron explotar. ¿Acaso no sabían lo que podía suceder en el retorno de quien es la figura fundamental de la oposición? ¿Acaso esperaban la rutina de una vida escapada hace décadas de la normalidad escamoteada por la ¨revolución?

Peor si no lo sabían. Mucho peor si anhelaban un apacible fin de itinerario con caminos despejados, o sin ¨colectivos¨ que actuaran con la complicidad de las autoridades de Maiquetía. Sería como pensar un país de cohabitación civilizada que no existe y al cual se debe volver antes de que la república se ahogue en una ciénaga pestilente. Sería como soñar que el régimen tomó buenamente la decisión de reformarse porque estaba cansado de su arbitrariedad, o apenado por su arraigada vocación de desfachatez, o dispuesto a ofrecer un ramo de flores a su enemigo más significado. ¿No demuestran los líderes de la oposición, debido a indiferencias como la que nos ocupa, su divorcio tajante de la realidad venezolana o, lo cual sería escandaloso, su irrespeto a la figura de la cual dependen para sobrevivir?

El pobre regreso de Guaidó, después de una cruzada apoteósica en el extranjero, no es una nimiedad que se debe pasar por alto. Todo lo contrario, es el peor comienzo de lo que la sociedad espantadiza y cobardona esperaba para animarse a ser otra.