La absurda estulticia para mostrar como trofeo un zapato robado - Runrun

Parece obvio que el régimen castro madurista no estaba preparado para el regreso del Presidente (E) Juan Guaidó. Con entonación despectiva, de forma displicente aseguraron que era nada, “la nada”, y después apurados, a la carrera atiborraron el aeropuerto internacional Simón Bolívar con una pequeña porción de lerdos que sólo supieron vociferar pendejeras, chillaron ¡Fuera! ¡Vende Patria!, agredieron como hienas sedientas de sangre, luciendo cuchillos cual forajidos, similares a las garras de un dragón ciego y derrotado antes de poder siquiera lanzar una llamarada. Obstruyeron tosca y rabaneramente la autopista, despojaron de la cédula de identidad a un ciudadano que venía investido y documentado por los principales dirigentes del mundo.

Despliegue burdo y antipático de la delincuencia del odio, realizada por colectivos, castristas y trabajadores chavistas que lo repudiaron e increparon por pedir más sanciones, solicitando su encarcelación. Alharaca venenosa, tóxica, desordenada e incompetente que sólo sirvió para mostrar como conquista el zapato que le quitaron -robaron- a un profesional que, hacia su trabajo, un periodista, previa golpiza mal intencionada, pero no suficientes para frenar al interino Presidente que llegó a su casa, para después pronunciar un discurso ante quienes lo esperaban.

Los verdaderos dirigentes recibieron con afecto y respeto al viajero que, en vez de entrar sigiloso, a escondidas, sin previo aviso, lo hizo erguido, dando la cara, de frente, y fue convertido en víctima que superó los necios obstáculos de una muchedumbre que sólo sabe gritar y arremeter, pero no pensar.

 

El castromadurismo no entiende -quizás por eso lo hace una y otra vez- que cada vez que produce una víctima pare un héroe, símbolo vivo que alienta el rechazo y la rebelión contra la tiranía asesina e inútil, perseverante en la destrucción y el fracaso.

Fue mucho lío, mucho ruido, para nada. Juan Guaidó regresó y el régimen madurista sólo atinó a desatar lo mismo que tanto daño les hace a sus propias promesas, la violencia, su única salida, sin sentido ni justificación, para intimidar y generar miedo; el berrear sin objetivo porque son voces que sólo hacen ruidoso el criterio de una política de seguridad social en la cual fracasan con empeño digno de mejor causa.

¿Qué puede decirle el régimen que fracasa en todo lo que plantea a los venezolanos que ya no esperan nada, sino que se termine de ir? ¿Qué logra explicar a los pocos que arrastra por la fuerza a eventos que una vez fueron masivos y ahora se muestran en fotos cerradas falsificando multitudes? El problema no es tanto el regreso de un venezolano que retorna de un viaje contundente, que dará mucho de qué hablar, sino de quien se supone debería ser el guía del país no es más que un fracasado pertinaz en el error, la mentira y derrota.

Y que además está solo, encapsulado en búnkers, rodeado de quienes no confía, ni siquiera capaces de conservar espacios relevantes en una Asamblea Nacional que perdieron incluso con la siempre dudosa participación de un Consejo Nacional Electoral que hasta en la trampa falla.

 

Gran parte de los venezolanos incluyendo carnetizados por conveniencia, interés y necesidad está en la calle, pero no defendiendo al régimen castrista campeón de fiascos, frustraciones y desengaños, sino pidiéndole que termine de irse, reclaman seguridad, medicina, comida, mejor calidad de vida, servicios públicos confiables, desean un cambio, no solo de presidente sino de sistema, dicen ¡no! rotundo al comunismo castrista y socialista venezolano; para que de una vez por todas dejen campo libre para que políticos comprometidos, serios, coherentes, valientes, que cumplan y honren la palabra empeñada, plenos de coraje, estadistas conductores y guías, empresarios responsables, dirigentes eficaces, ciudadanos de principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas, puedan iniciar la reconstrucción del país, abrir compuertas a la democracia plena, sin restricciones, libre desarrollo y libertad.

¡Eso sí! sin cómplices ni corruptos, convivientes, ladrones del tesoro público, sin las inmoralidades, indecencias, deshonestidades, que dieron pie a esta ignominia y aun, los mantienen, aunque precariamente. Necesario despedir y someter a la justicia, a los bandidos de la dignidad venezolana y cuatreros de la venezolanidad.

Este nuevo fracaso en Maiquetía fue costoso en lo político, ridículo y considerable en el empeño para mostrar un zapato robado como triunfo.

@ArmandoMartini