Necios, obtusos y testarudos - Runrun
Antonio José Monagas Feb 08, 2020 | Actualizado hace 2 semanas
Necios, obtusos y testarudos

ES CIERTO QUE NO EXISTE una única manera de descifrar la vida. En política, más aún. Sólo que cuando el poder comienza a ejercerse de forma obstinada, autoritaria y obtusa, sus resultados conducen a situaciones absolutamente equivocadas.

Y es que debajo de tan urdida realidad, han conspirado actitudes que lejos de haber evitado tan marcada contrariedad, imposible de ocultar tan pronto como irrumpe, han acentuado el grado de confusión que alrededor del hecho o confesión pública se ha dado. Y casi todo esta continuidad de eventos, deriva de actitudes propias de necedades, ofuscaciones y testarudeces de quienes se ufanan del poder que detentan. O que alardean de los cargos políticos alcanzados.

Es la repugnante combinación de gobernantes que por soberbios, engreídos o resentidos, actúan cuales necios, obtusos o testarudos. En consecuencia, este género de gobernantes, es víctima de sus incongruencias. Sobre todo, cuando los avatares que genera el impropio manejo de la incertidumbre, los inmoviliza ante cambios que surgen en el curso de los acontecimientos. O igualmente, los postra ante sus mezquindades para entonces obrar sumisos e indignos en todo lo que vaya en detrimento del progreso, el desarrollo y el crecimiento de las realidades que comprometen el futuro de la sociedad a la que se deben. ¡Crasa contradicción! 

Es el problema que consume al autoritarismo. Más, cuando presume de la hegemonía que le proporciona la violencia administrada con el auxilio de la represión, la intimidación o la restricción de libertades y derechos fundamentales. Y así procede toda condición política que presuma de excelsa o inmejorable. Quizás, porque su ofuscación es tan ciega que no permite reconocer que las decisiones tomadas fueron elaboradas sujetas a creencias equivocadas o a pensamientos inflexibles en los cuales no cabe la tolerancia. Tampoco el respeto.

Sin embargo en la intolerancia y en el abuso, el gobernante autoritario consigue implantar el vínculo entre necedad, ofuscación y testarudez. En tan aterradora atadura, es donde el autoritarismo sabe responder y actuar conforme a lo que se concibe bajo toda situación de dictadura. Particularmente, aprovechándose del carácter absoluto del poder para oprimir o suprimir cualquier manifestación de resistencia a las imposiciones con las que pretende dominar el ámbito donde suscribe su autoritarismo y arbitrariedad. 

Así sucede, aunque no sea pecado dejarse llevar por las necedades de un gobernante déspota o tirano. El problema es que hay gobernados que no quieren dejar de ser sumisos  pues creen que el afanoso carácter del impulsivo gobernante, es imprescindible para remediar los males que su obstinada comprensión de las realidades percibe. O sea, el propio necio presumiendo que su actitud es admirada por quienes le siguen. Pero no advierte que quien o quienes le adulan, son tanto o más necios que él. Por eso, confunde todo lo que está a su vista y entendimiento.

Por consiguiente, cualquier necedad pronunciada, la supone un “mandato” de inadmisible discusión. De ahí que todo gobernante necio, es presa fácil de tentaciones militaristas capaces de causar las fantasías de cualquier guerrero, combatiente, miliciano, mercenario o soldado envalentonado por el poder de fuego del arma que sostiene. Justamente, es la razón para suponer que sus decisiones no admiten críticas que invaliden o pongan en duda los criterios esgrimidos. Es decir, la actitud propia de un testarudo a quien no le hace ninguna gracia que alguien lo cuestione por cuanto su endiosamiento lo eleva por encima de las realidades.

Este género de gobernantes, presumido por la tozudez de su actitud, no reconoce ni se atreve a advertir tan grave problema como una debilidad. Tampoco además comprende que su testarudez pudiera ser la mayor vulnerabilidad fácil de convertirla en un “blanco” perfecto por donde cabe cualquier inculpación que lo ponga “de cara” a la verdadera justicia. No obstante detrás de este “grieta”, se esconde un individuo inseguro que no sabe dominar sus miedos por lo que busca disimularlos adoptando una grosera arrogancia. 

Esta actitud convierte al gobernante testarudo y necio, en alguien para quien no aplica la comunicación como una forma de persuadirlo o convencerlo de sus trastornos. Siempre va a aducir una razón que lo excusa de toda imputación. Por eso tiende a comportarse una y otra vez, acogiéndose al mismo guión o perverso libreto.

De manera que una Nación bajo la conducción de un gobernante que por mostrarse obtuso frente a los cambios que la dinámica política, social y económica determinan, está condenada a padecer de las consecuencias que acarrean los desarreglos de la conducta de ese tipo de gobernante estrecho de entendimiento.  

La política es muy susceptible ante incongruencias de esta naturaleza. La terquedad, tanto como la testarudez, son factores de perturbación que bloquean toda necesidad de relación social y política por la cual fluyen oportunidades que no deben despreciarse dada la carga de posibilidades de desarrollo que pueden contener. 

Sin embargo aquellos regímenes políticos que se distancian de la constitucionalidad y de la institucionalidad, por la ascendencia de problemas de conducta de gobernante necios, obtusos o testarudos, trastornan el orden político preexistente. El ejercicio de su poder, no respeta límites jurídicos. Y esto lleva a que las realidades nacionales se arreglen o desarreglen, según las vicisitudes y disonancias históricas vayan pautándose. 

Por donde se vea el aludido problema, no deben alcahuetearse razones de ningún género para que la vida de una nación, con legítimas y auténticas aspiraciones de progreso, desarrollo y crecimiento, sean perturbadas por gobernantes que desvirtúen la atención de lo importante y hasta de lo urgente, para decidir sobre lo intrascendente. Igualmente, gobernantes que pequen por arbitrariedades que pongan en quiebra esperanzas y necesidades de un pueblo que clame sus derechos y libertades. O gobernantes, que por desgracias personales, reflejen un comportamiento salpicado de actitudes que los induzca a favorecer un régimen político dictatorial. Simplemente por ser individuos necios, obtusos y testarudos. 

(Cualquier analogía con las realidades venezolanas, es mera coincidencia)