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Opinión

Error de apreciación

Armando Martini Pietri
30/01/2020

No lo ha pensado bien, o está mal asesorado, no se puede introducir a Cuba en la discusión sobre los problemas de Venezuela. Para comenzar, no hay soluciones importantes, siquiera llamativas en la retorcida y maligna mentalidad castro-cubana, sino que ella es precisamente el problema.

Cuando Chávez viajó a Cuba era todavía un militar con ambiciones y sueños, que después le pagó un montón de dólares a Sammy Sosa, para darse el gustazo de picharle al grande liga. Era entonces el Teniente Coronel un modesto fracasado en lo militar y lo deportivo, pero gozoso, alegre, buen orador, rey del micrófono, cantor de música llanera, declamador, sociable y campechano como el típico mestizo venezolano, complacencia y facciones de nuestra privilegiada mezcla de razas.

Pero cayó en las redes de un tirano culto y veterano en artilugios, encantador de serpientes, que no distinguió en aquél joven sin éxito en su única operación estratégica a un alumno, percibió petróleo, comida para su país, dólares para familiares y allegados. Comprendió en Chávez no a Chávez sino a la Venezuela que siempre deseo, suculenta, rica y motivo de sus desvelos, de la cual lo sacó seca y tajante Rómulo Betancourt, -a tiros y conciencia de sus deberes democráticos con militares formados en la misma academia que Chávez- a los enviados comunistas, delincuentes, bandidos, pagados y muy pocos engañados por Fidel Castro en la década de los sesenta, la misma Venezuela en la cual el castro-comunismo no era más que una lejana pesadilla por encima de la cual se pasaban venezolanos de todos los niveles sociales y económicos, a gastarse los dólares que anhelaba Castro en Miami, “ta’ barato, dame dos”; boberías de estudiantes faramalleros en las universidades y de una izquierda que no importa lo que castristas enseñaran; no lograron en décadas cambiar lo afable, la fe democrática y libertaria de los dueños del petróleo que hacía salivar a la revolución castrista y su fundador entre cabellos duros de su barba cada vez más rala.

Cuando Chávez y sus camaradas de bajos rangos, militares cuarteleros con ninguna o escasa formación intelectual le pegaron un susto a Carlos Andrés Pérez, el primer mensaje de solidaridad llegó de Fidel Castro, ¿o es que ya no se acuerdan?

 

Luego apareció en La Habana con traje mal cortado, Fidel lo recibió con pompa y protocolo de Jefe de Estado, del aeropuerto lo traslado a la Universidad de La Habana donde una masa de estudiantes adoctrinados y obedientes lo aplaudieron como a un héroe de la libertad. Castro lanzó las redes y Chávez quedó no sólo enredado sino feliz en ellas. Se le alimentó la egolatría, glorificó el ego, elevó el engreimiento y vanidad, se le hizo soñar con el protagonismo internacional, se le indujo a repartir por el mundo réplicas de la espada de Bolívar y órdenes del Libertador, se le felicitó con abrazos tan dignos de repulsa como el de Sadam Hussein y del moreno aquél torturador y ladrón de Zimbabwe.

A través de Chávez, Castro abrió rutas para enviar militares y espías disfrazados de médicos, maestros delatores, entrenadores soplones y cañutos izando la bandera cubana en bases militares venezolanas, una penetración a fondo que Maduro remata convirtiendo al embajador de Cuba en consultor, guía y supervisor de su gabinete ministerial.

El heredero mal encarado y rezongón sigue sin saber producir nada que no sea dolor y desesperación, pero ha logrado mantener y conservar lo que su hermano recibió a cambio de palabras, Venezuela, detalles y riquezas.

No es ético, ni pundonoroso, mucho menos inteligente, involucrar al castrismo cubano en cualquier discusión sobre los problemas de Venezuela, porque lo que harán castro-comunistas es discutir sobre la misma tragedia y errores que ellos crearon. Ya poco les queda por enseñarnos, porque hasta a espiar, delatar, arrestar y torturar nos han enseñado, ni siquiera para violar los derechos humanos los necesitamos, han formado a sus mejores discípulos en esta Venezuela castro-chavista primero, castro-madurista ahora, desastrosa, enferma y hambrienta desde que el chavismo la castro-cubanizó

Lamentablemente la declaración sobre Cuba en conjunto con Canadá, fue inconveniente, una candidez, cruzó líneas prohibidas, causo aversión, resquemor y por mucho esfuerzo de acomodar y hacer control de daños, la desconfianza quedo, está y estará presente, será una sombra que acosará.

 

Cuba no ayudará a resolver el problema que son ellos mismos, igual que su delegado Rodríguez Zapatero y sus pagados comunistas españoles llamados Podemos, -por cierto, si en España no se ponen las pilas, hasta La Monarquía se va a acabar, y no es sarcasmo; con la izquierda muere todo. Lo que harán será enredar todo lo que puedan, y aunque estén recibiendo menos petróleo y dólares por su propia incompetencia, algo siguen percibiendo y eso es siempre más que lo único que el castrismo ha dado a los cubanos durante sesenta años: exilio, destierro, muerte, enfermedad, hambre, sufrimiento y demasiada frustración.

@ArmandoMartini

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