Las memorias de Jacobo Borges, por Orlando Viera Blanco - Runrun
Las memorias de Jacobo Borges, por Orlando Viera Blanco

«Las anécdotas de Jacobo Borges son inagotables. Siendo apenas un niño sin saber leer ni escribir -nos dice- miraba con anhelo los lápices y dibujos de un compañero de escuela»

Quiero compartir con mis lectores un gran privilegio. Nuestra tertulia con nuestro gran maestro Jacobo Borges [1931]. Un caraqueño de pura cepa nacido en el Cementerio y criado en Catia, que desde los cuatro años de edad [1935] sabía que sería pintor…Un venezolano cuya genialidad no se agota en su talento como artista, sino en su humildad, su visión ciudadana, su amor por Venezuela y su pasión por el Ávila. Un hombre amoroso con una hermosa complicidad con su compañera de nave, su esposa Diana Carvallo…Hablar con Jacobo Borges es descubrir en cada palabra ¡qué significa ser venezolano!

Los paisajes de la memoria

Las anécdotas de Jacobo Borges son inagotables. Siendo apenas un niño sin saber leer ni escribir-nos dice-miraba con anhelo los lápices y dibujos de un compañero de escuela. El quería colorear como aquel niño. Le pedía ver sus dibujos y usar sus lápices, pero aquél se resistió. Un incidente marcó su vida.  25 años más tarde, Borges-súbitamente-se encuentra en la calle con un hombre que le grita: “Borges, soy Cuervo, ¿no te acuerdas de mí? ”. Sorprendido pero a la vez asustado porque quien se dirigía él era un Guardia Nacional,  Borges le respondió con cierta perplejidad, “no te recuerdo” […] Inmediatamente el hombre uniformado le refrescó la memoria: “yo soy el niño a quien tú intentaste robarle sus dibujos para decirle a los demás que tú los habías hecho”… Borges sorprendido por una versión incierta, se preguntaba ¿por qué [Cuervo] conservaba en su memoria un episodio tan pequeño y diferente a cómo sucedió? La respuesta era igualmente simple y elocuente…Si yo desde niño-me dice el maestro Borges con mirada gacha y cálida-no hubiese querido pintar como lo hacía Cuervo, hubiese terminado siendo un Guardia Nacional, y si Cuervo hubiese querido seguir dibujando con el talento que lo hacía, hoy sería Jacobo Borges. Sabio, lapidario.

 Borges antes de convertirse en pintor comenzó en la agencia  publicidad, McCann Erickson. Había conocido a Carlos Cruz Diez siendo apenas un imberbe de 17 años. Cruz Diez tenía 25. Cuando Borges llegó al despacho, Cruz Diez con buen humor preguntó:  ¿Y quién es este niñito que viene aquí con tanto ánimo? Comenzaba así una amistad de por vida unida a la de Soto y Otero. “Con Cruz Diez  aprendí esa difícil combinación entre disciplina, elegancia y humildad; entre talento y sencillez, que te abre todas las puertas…”, sentencia Borges.  

Escuchar a Borges es un deleite, un mar de sabiduría. Es aprender a soñar despierto. “Las cosas pasan no por lo soñado, ¡sino por lo no soñado!” leo en un texto de su catalogo, paisajes de la memoria. En las pinceladas de quien quieres ser y lo que quieres hacer reposa la virtuosidad del hombre de visión. Y en la visualización de cada uno de nosotros, está la cultura que no es derrotada por el peor tirano. “Pásate por Caracas-me dice-la cultura arde, nadie podrá con ella”, advierte el maestro.

Soñar a pedazos

El sentido familiar de la familia Borges-Carvallo es realmente espectacular. Borges conoció a Diana-esposa y compañera por más de 40 años-en la política-sic-diseñando una campaña electoral. Aquel hombre que casi llegaba a media carreta de vida de pronto fue flechado por la dulzura de una joven de 25 años, diseñadora gráfica e inquietudes artísticas, quien siempre admiró a tres pintores: Reverón, Soto y Borges. Y dibujando su destino, su maestro se convirtió en su marido

Son una pareja feliz, compenetrada, absolutamente entregada tanto al arte como su querida Venezuela. Borges recuerda que tan pronto recibió una beca para estudiar en Nueva York y París, comenzó sus periplos por el mundo. De Berlín a Ciudad de México, Italia, BBAA o Brasil. Pero apenas transcurrían unos meses quería volver. Su amor por su Ávila emplazaba su regreso.

Diana, su esposa, alineada con la pasión y el amor por nuestro país monta su obra Guardianes, inspirada en nuestros jóvenes guerreros de las protestas. Regias esculturas plasmadas en cerámica, cabilla, arena y ladrillo. Arena que es el origen de la vida y lo que seremos. Al presentarla nos dice: “Vivimos a pedazos, sonreímos en trozos, lloramos lágrimas rotas, caminamos en zig zag…lloramos lágrimas rotas […] vemos cada día poquito, nos rompemos con coraje, batallamos cada respiro y respiramos cada batalla (…) y amándonos a bocanadas, lloramos entre líneas, pescamos trozos de sueños antes de que se hundan en el lodo…” Es el alma hecha cultura ¡que lo resiste todo!

Borges y Diana no son sólo maestros entre lienzos y arenas. Son arqueólogos de sus propias memorias, de regresar al pasado así sea a pedazos, para visualizar otra Venezuela; la vivida, la grande y generosa.¡Como el Ávila..!

Una pincelada de esperanza

Quiero agradecer a Jacobo Borges y a Diana Carvallo por recibirnos en la paz de su hogar. Pude validar que ser venezolano es una hermosa pincelada de amor, frescura y luz de lo que fue y lo que será Venezuela. En la unión de estas virtudes está la salida y la solución a nuestras pesadillas. Es despertar a nuestros orígenes, es soñar bien despiertos y tomar cada uno de nosotros como quijotes, los lápices, lienzos, arenas y colores de la libertad. Visualicemos esa Venezuela en los paisajes de nuestra memoria…!Salut maestro!

@ovierablanco 

Foto: El Nacional